Miró con desprecio el cuerpo de la persona con la que había dormido, se mordía el labio con la esperanza de que el dolor le sacase de este sueño que le dañaba. Miró el calendario, era un día menos en aquella vida que ella poseía, suspiró, era otro día que con aquella persona que había desperdiciado. El silencio le susurró al oído lo que más temía, sabía que aquella verdad se le clavaba como una aguja en su humilde corazón, si él la quisiera no se arrepentiría una y otra vez de esta situación.

Sentía el resonar de sus latidos en sus oídos, el tiempo seguía corriendo, los días iban pasando, sentía como su cabeza quería explotar, la dolía y comenzaba a ser desesperante aquel sentimiento que la hacía sentirse enferma. Había caído en el agujero tantas veces que podía asegurar que la oscuridad formaba parte de su vida, andaba ciega por un camino de barro, sabía que alguien la estaba vigilando. Sus pasos eran confusos y no ayudaban, su cuerpo tembloroso no aceptaba nada, quería salir de esa situación pero algo la atrapaba, era la cobardía y el miedo quien la encarcelaba.

Miró a aquel hombre de nuevo, sentía la desesperanza en su garganta, tenía ganas de llorar pero solo estaba paralizada. Sus ojos se movieron por inercia contemplando al hombre que amaba, sus gestos se volvieron lentos y en aquel momento, sintió que moría por dentro.

Se agarró el pecho asumida a aquella desesperación que se escapaba por aquellas bocanadas cuyo intento era agarrar un poco de aire para seguir existiendo, el amor se convirtió en odio y lo sentía dentro de ella como se gestaba aquel sentimiento y las emociones la aturdieron. Se la acabo la felicidad, se la evaporo por caída lagrima que soltó, su alma seguía viviendo en aquella agonía y no podía seguir así.

Dejo escapar su vida entre sus manos y se movió autómata de un destino que la tenía encarcelada, obligándola a moverse, sabía que no debía hacer aquello que sentía pero sino su agonía no se disiparía. Agarró aquella mochila y la estampo contra el armario, metió su ropa mientras las lágrimas aun corrían por sus mejillas, su garganta buscaba un segundo de respiro, sentía que algo la aprisionaba y el pánico la poseía, su respiración angustiosa se tornaba, tenía miedo pero debía avanzar o no saldría de allí jamás.

Hizo la maleta y vio como dormía, le tiró la carta que ella misma minutos antes escribiría. Cayó a su lado, y en silencio marchó dejando el pasado en el recuerdo, tomando las riendas de su presente, pensando en un futuro diferente.

El despertó con el sonido de la puerta. Abrió los ojos y encontró la carta que ella escribió con el alma. La rozó con sus dedos y la cogió, la abrió y la leyó.

Querido amor mío, sé que no me amas, por eso me voy a seguir con mi camino, no puedo decir que las noches que compartimos fueron estupendas, con forme beso que te daba en mi se abría una grieta, no lo comprenderás y no espero que lo hagas, solo te digo que ya de nosotros nunca habrá un mañana, espero que te fuera divertido y que tu tiempo conmigo no fuese malgastado. Esa sensación es horrible, saber que el tiempo una vez perdido no vuelve.

Te odio,

Sakura.

El miró la carta y sonrió de lado, aquel juego ya había acabado, la rompió con sus manos y se giró en la cama buscando el sueño que antes había tomado. Así fue como en la oscuridad de la habitación descanso como un simple fugitivo, mientras que en su mente se tornaban imágenes de oscuridad por ser el diablo que ella odiaba. Con los sentimientos de una persona no se jugaba, y su mente se lo contaba. Pero él hizo caso omiso de esas pesadillas, si a él no le dolía que más daría que a ella le doliese.