En primer lugar les advierto que mi conocimiento del idioma ruso y germano se limita a unas cuantas palabras, aparte de lo que he conseguido que me traduzcan conocidos míos, si ven algo entre comillas es que lo está diciendo un soldado ruso, o germano.

"Bla bla bla bla" -- eso se supone que es en idioma Rusky (ruso)

Una palabra en cursiva, como la que acabo de poner, está escrita en idioma alemán o ruso.

Pero, también, un texto en cursiva que esté claramente en español, se supone que es lo que piensa el tipo:

Bla bla bla bla.

Cualquier comentario puesto entre paréntesis es un comentario mío que ayude a la comprensión del texto, desde una traducción hasta una breve explicación de algo para aclarar.

Si tienen alguna duda, no entienden algo (hay mucho vocabulario de armamento técnico, he preferido dejarlo así porque era el lenguaje de la época) o quieren comentarme algo, pues plantéenlo en un review, yo lo leeré, y responderé a las dudas que surjan. Por favor, dejen reviews :)

No hago apología ni del comunismo ni del fascismo ni del anarquismo ni de ninguna otra ideología política, esto es sólo un relato echo por un fan para entretenimiento del lector.

Esperemos que sea de su agrado :)

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Prólogo

Verano 1943. En algún rincón sin identificar de Austria.


Un tren llegó a la estación término en un hermoso rincón de Austria. Se trataba de un viejo tren de transporte de ganado, con una esvástica en la locomotora, y cientos de manos asomando por cada ventanilla, suplicando por piedad algo de agua.

Cuando el tren se detuvo, justo en el andén, varios guardias de las SS uniformados se acercaron a ellos, con sus cascos de acero brillando al sol, y las mangas remangadas para no pasar calor. Por otro lado, la mayor parte de los oficiales tenían las botas brillando, demostrando así su idea de que pertenecían a una "raza superior" y de que las personas que viajaban eran miembros "inferiores".

Unos soldados abrieron las puertas, cerradas desde fuera con candados, y los prisioneros se desplomaron fuera de los vagones a rebosar. Algunos de los que cayeron eran ya cadáveres.

Un SS disparó un tiro al aire para imponer orden, y los prisioneros se aterrorizaron. Todos ellos eran varones y vestían con una especie de trajes de presidiarios, completamente a rayas, y algunos con gorra, otros sin ellos. Debajo del uniforme no llevaban ningún tipo de ropa interior. Acaban de ser enviados desde otro importante campo de concentración, el KL-Mauthasen para crear un Nebenlager (campo subsidiario) para una tarea específica en concreto. Otros Nebenlager se empleaban para producir piezas de aviones Me262 (el primer avión a reacción de la historia), fabricar combustible convirtiendo oxígeno líquido y metanol en fuel para las famosas armas de venganza V! y V2 (el primer proyectil teledirigido con forma de avión pero sin piloto, y el primer cohete a reacción del mundo, respectivamente), o para construir piezas carros de combate pesados Tiger y Panther, actualmente los dos mejores tanques con los que contaba la industria de guerra germana, pero éste otro estaba pensado para una función muy distinta. No era necesario hacerlo bajo tierra, sus requisitos eran simplemente que estuviera alejado de cualquier población. La ciudad más cercana estaba a 120 km al Oeste, y las escasas casas rurales habían sido requisadas por los soldados de las SS, que las empleaban de almacén, o para cualquier asunto. Prácticamente nadie sabía la función real que desempeñaría ese lugar.

Los prisioneros eran utilizados como mano de obra esclava, aunque suponían que nada podría ser peor que trabajar en los túneles excavados en la roca de Ebensee o de la cervecería "Zipfer" (otro complejo de túneles camuflados detrás de una cervecería, la cual producía algo de cerveza para mantener el secreto), por ejemplo, o en la temida cantera de Mauthasen. Además, no veían nada de aspecto peligroso, y el Campo ni siquiera estaba terminado. Miraron alrededor, pero los dos carteles que indicaban la situación exacta habían desaparecido, por lo que al descender, no tenían ni idea de donde se encontraban. Tan solo sabían que se encontraban en una estación de tren, claramente civil pero no había nadie a la vista; los postigos de las ventanas estaban cerrados, con las cortinas echadas. Claramente los civiles tenían prohibido mirar por las ventanas a los prisioneros.

Un hombre con gafas del grupo de prisioneros de aproximadamente 35 o 40 años intentó saltar para asomar la cabeza por encima de un muro y ver así donde se encontraban, pero un guardia alemán le vio, se acercó a él a la carrera, haciendo crujir el pavimento con sus botas de cuero, y le golpeó en la nuca con la culata de su carabina de madera.

El pobre desgraciado se rompió la nariz, algunos dientes y las gafas contra los ladrillos, y sangrando se desplomó.

Sin embargo, el SS volvió a golpearle con la culata mientras yacía en el suelo, haciendo saltar dientes y chorretones de sangre a cada golpe. Tras unos cuantos más, su cráneo había reventado y el SS tenía las botas de caña alta manchadas de rojo.

Todo eso había ocurrido a la vista de los aterrorizados prisioneros, que se juntaban, aunque en ocasiones no se conocieran de nada. Se unían instintivamente por nacionalidades.

Tras un corto discurso de rigor, en el que instaban a los prisioneros a obedecer en todo, bajo pena de ejecución inmediata por desobedencia, o "castigos menores" consistentes en latigazos o Pfahlbinden, tortura consisten en atar al prisionero de brazos y piernas y dejarlo suspendido en el aire, lo que causaba descoyuntamiento de los hombros, formaron en 4 filas y se pusieron en marcha a paso ligero, sin que hubiera selección previa.

Al no haber selección alguna, los débiles que habían quedado en mal estado tras el largo viaje en tren retrasaban la marcha, y por lo tanto, todos fueron ejecutados en la cuneta.

– Mira a estos judíos… –el soldado SS (SS-Mann) se rió a pleno pulmón, mientras hablaba abriendo mucho la boca, a pesar de llevar una colilla en ella.– No saben la que les espera.

– Se lo tienen bien merecido… por culpa de esta escoria perdimos la anterior guerra. Cuando ganemos ésta, les vamos a dar por el culo a todos. ¡Borraremos a estos üntersmensh de la tierra¡Los judíos son los culpables de todas nuestras anteriores desgracias! –secundó otro SS, bastante más alto y corpulento que el anterior. Al pasar cerca de un prisionero que se rascaba la oreja, le golpeó con una porra el brazo, rompiéndole el hueso. El pobre hombre se quedó atrás, aullando de dolor.

Mientras marchaban, y sonaban esporádicos disparos, los soldados SS criticaban, insultaban, humillaban y hasta ejecutaban a los esclavos humanos, mientras ellos, con tan reconfortantes palabras, fueron obligados a caminar sin comida de ningún tipo y sin absolutamente ningún descanso durante el mediodía, pasando por las horas de más calor, hasta ver la silueta de las torres de vigilancia del Campo sobre las 12 de la noche, gracias a que en verano anochecía más tarde y aún se veía un poco.

Tras la agotadora marcha que había durado toda la tarde, fueron recibidos por una alambrada, y detrás de ella, barracones a medio construir. Los focos les deslumbraban, en contraste con la oscuridad de la noche, rota por la luz de la luna llena, la cual impedía las fugas.

En el campo había dos turnos de trabajo, de 8 de la mañana a 8 de la tarde, o de 8 de la tarde a 8 de la mañana. Cuando llegaron los prisioneros, se encontraron con los del segundo turno trabajando duro, junto a los gritos de los capataces. En el suelo había dos cuerpos ensangrentados de obreros, uno de ellos muerto y el otro agonizante.

Mientras los nuevos eran obligados a permanecer en posición de firmes en un suelo rocoso (llamado la Appellplatz) mientras los otros continuaban la construcción del campamento.

Entonces, un prisionero jefe de los propios prisioneros (Kapo) fue pasando uno por uno, preguntando nombres y apellidos. Para acabar antes, se distribuían varios Kapos por cada hilera, y además iban tachando de la lista los fallecidos cuyos compañeros lograban identificar. A pesar de ello, todavía había 30 nombres que no se encontraban en la lista, quizás se hubieran escapado, pero ellos dieron por hecho que estaban muertos, y se limitaron a tacharlos.

Todo ello les recordaba a los prisioneros el ritual de su llegada a KL-Mauthasen, lugar al que nada más llegar, y tras una selección de "aptos" y "no aptos" para el trabajo, iban pasando por una serie de mesas, en las que depositaban todos sus objetos de valor a su nombre, aunque muy pocos tenían esperanzas de recuperarlo. Conforme avanzaban, les hacían despojarse hasta de su ropa interior, y los guardias SS golpearon con porras a los reticentes. En la última mesa, les tomaron nombre, apellidos y su profesión, para a continuación dividirlos en comandos de trabajo, y hacerles entrega de uniformes de rayas llamados drillich (no necesariamente de su talla) y un calzado con suela de madera llamados zuecos, del cual las probabilidades de que el par fuera de la misma talla eran muy reducidas.

Mientras tanto, en el lugar donde se encontraban, al parecer ya tenían ese listado de aptitudes y fueron divididos en barracones según la utilidad de su profesión desde el punto de vista de los SS, después de lo cual entraron y se ordenó apagar las luces. Los prisioneros estaban exuberantes, pues los barracones terminados no estaban llenos aún, y la disciplina no parecía ser tan dura como en otros lugares.

Tras unos meses de construcción de varios complejos en el campo, entre ellos un hospital (denominado en la jerga del campo Revier o Sanitsläger) y el proceso de transformación de una cabaña en un compartimiento completamente estanco, con un incinerador de cuerpos al lado, dicha cabaña estuvo terminada, pero los SS se cuidaron de decorarla por fuera para que pareciese una cabaña normal. Además, todos los prisioneros, incluido Kapos, que habían trabajado en la construcción de esa cabaña y el crematorio fueron ejecutados mediante disparos en la nunca, para que nadie supiera excesivos detalles sobre el interior acondicionado de ese lugar. Además, los trabajadores del Kommando del crematorio que incineraban los cuerpos eran ejecutados cada tres semanas, tal y como rezaban las órdenes.

Por fin estaba terminada la primera "cámara de pruebas", y pronto empezaron a llegar eminencias científicas, y algunos bioquímicos alemanes de renombre, que comenzaron sus pruebas en el hospital del campo, recién construido también. Con el tiempo, así como con nuevos materiales traídos desde universidades o laboratorios de toda Alemania, o de países ocupados, el lugar iría aumentando de tamaño.

En ese momento, por Noviembre de 1943, la guerra no parecía ir demasiado bien, aunque nadie pensaba que Alemania pudiera perder la guerra aún. La situación de las tropas germanas en retiradas en Kiev no pintaba nada bien, pero los pocos oficiales del campo que conocían la situación real de la guerra no hablaban de ella.

Los prisioneros, sin saber nada del estado de la guerra, veían llegar vehículos 4x4 Kübelwagen y motos con sidecar trayendo a personas importantes, además de camiones pesados de media tonelada, de cuyo interior los soldados SS descargaban pesadas cajas de madera, bastante alargadas. Los prisioneros que trabajaban alrededor tenían terminantemente prohibido mirar a los soldados descargando material de los camiones.

Un día, llegó al Campo una eminencia, acompañado de un enjambre de escolta. Su nombre, decían, era James Marcus, con el grado de doctor, graduado con matrícula de honor en la universidad de Heisselberg, en 1939. A pesar de su edad, era toda una eminencia científica, especializado en virus genéticos. Sus trabajos en el laboratorio del campo tendrían gran importancia más adelante.

En una ocasión, un soldado se encontraba lubricando su arma y tenía las manos llenas de grasa, y había sido llamado para ayudar a cargar una caja. Tras lograr sostenerla, ésta se le resbaló y al caer al suelo la madera se rompió, revelando el contenido de las cajas.

Decenas de pequeños cilindros con productos químicos se desparramaron por el suelo, mientras el SS miraba horrorizado. Llamó a gritos a algunos prisioneros, que se aprestaron a recoger todo lo que se había caído, mientras el SS les apremiaba que se dieran prisa. Finalmente, metieron todo en lo que quedaba de la caja, y lo llevaron dentro.

Afortunadamente, ninguno de los que había trabajado en ello fue ejecutado, quizás debido a un despiste de los guardias, o porque el SS no quería quedar en ridículo; de todas formas, el incidente fue olvidado, aunque no por todos.

Un polaco había conseguido esconder en su drillich uno de los cilindros, y se moría de curiosidad por saber que contendría. La curiosidad en ese campo era causa de muerte inmediata, pero él necesitaba saber que había ahí dentro. De cualquier forma, en estos lugares la muerte siempre estaba a las puertas, y lo que no mataba inmediatamente, tan solo alargaba la pena capital.

Tras volver con el paquete escondido a su barracón, se dio cuenta de que ahí no lo podía abrir, por la presencia de chivatos y kapos que no dudarían en delatarle a cambio de un mejor puesto y de más comida. Por ello, el joven polaco, de nombre Ibrahim Kasàĉ, decidió ir a las letrinas, con su cilindro bien escondido en los pantalones.

Nada más llegar, descubrió que en ese momento no había nadie, a pesar de que era raro el momento en que las letrinas se encontrasen vacías. Dichas letrinas consitían en una tabla que hacía las veces de asiento, con varios agujeros para que los prisioneros se sentasen en cada agujero, e hicieran sus necesidades. Los agujeros daban directamente a un pozo negro, y siempre estaban a rebosar. Si el nivel de residuos subía demasiado, quizás debido a una epidemia de disentería que producía diarrea continua, era una fuente de infecciones, pero eso a los soldados de las SS no les importaba mucho, pues ellos tenían sus propios WC limpiados por prisioneros varias veces al día.

El polaco se subió a la tabla, con cuidado de no meter el pie en los agujeros, y comenzó a ojear el cilindro, completamente metálico y sin inscripción alguna. Ibrahim volteó varias veces el cilindro, buscando el modo de abrirlo. Al agitarlo, no sonaba dentro nada, pero pesaba como si estuviera lleno de algo.

Entonces, en ese momento se abrió la puerta de golpe, y sonaron varias voces furiosas. Dos Kapos entraron a las letrinas, arrastrando a un famélico prisionero que en su mano llevaba un abrelatas, y la camiseta manchada de sangre que goteaba de su cara.

Le tumbaron al suelo de una patada y los dos kapos, de la misma nacionalidad que el prisionero, comenzaron a golpearle sin piedad. El pobre hombre tuvo que soltar el abrelatas para intentar protegerse de las patadas que le llovían encima.

Mientras, Ibrahim se había ocultado detrás de un lavabo, con la esperanza de que no se les ocurriera mirar, pues si lo hacían, él estaba perdido.

Desde su posición, fue testigo de la paliza de muerte que le dieron al desdichado prisionero, sin que en ningún momento explicaran el porqué de la paliza.

Tras golpearle un buen rato, y dejarle inconsciente, los kapos parecían estar agotados, y uno de ellos cogió al prisionero, le arrastró hacia las letrinas, levantó la tabla, y le metió la cabeza entre las heces y la orina que se amontonaban en el fondo. El prisionero en ese momento, recuperó la conciencia, y empezó a moverse, intentando evitar ser ahogado, pero el Kapo le sujetaba con firmeza, y tras unos minutos, el prisionero dejó de mover los brazos, que cayeron inertes.

Los Kapos se rieron, haciendo juegos de palabras sobre "es un come mierda" o cosas así, que Ibrahim no pudo oír, y luego se fueron, dejando el cadáver aún con la cabeza metida en las letrinas.

El prisionero Kasàĉ salió de su escondrijo, y se fijó en el abrelatas que yacía en el suelo, entre chorretones de sangre. Tenía que darse prisa, porque en cualquier momento llegarían los del Kommando del crematorio, a llevarse el cuerpo para su incineración.

Ahora no podía subirse a las letrinas, porque habían retirado la tabla y además estaba el cuerpo sin vida, por lo que regresó a su escondrijo, para abrir con calma el cilindro metálico.

Una vez lo hizo, encontró dentro un montón de serrín, que tras vaciarlo dentro de las letrinas como buenamente pudo, ojeó lo que había en su interior. Se trataba de una probeta de cristal, sellada, que dentro contenía alguna sustancia desconocida. En la etiqueta sobre el envase de vidrio ponía Pater-giftsotff (virus Padre). Ante su desconcierto, no supo qué hacer con la probeta, si abrirla o no, pero decidió no hacerlo.

En ese momento, otro prisionero, Pressburger, entró a las letrinas para hacer uso de ellas. Ibrahim tenía mucha confianza con él, por lo que salió del escondite.

– Salud. –saludó con dos dedos sobre la sien.

– Salud, camarada. ¿Qué haces aquí? –preguntó Pressburger, un alemán comunista. Vio el cuerpo sin vida del soviet muerto, pero era tan normal ver cadáveres que ni le prestó atención.

– Te lo enseñaré –dijo, y sacó de sus pantalones la probeta.

Mientras se la tendía a su amigo alemán, Ibrahim tiró del cuerpo para retirarlo de las letrinas, y se deshizo de la caja, y del relleno de serrín, y de todo lo que no sirviera para nada. A continuación, volvió a colocar la tabla de madera. Cuando vinieran a llevarse el cuerpo, no se molestarían en mirar en las letrinas…

Tras un minuto de silencio, Pressburger emitió su veredicto.

– Esta mierda es muy peligrosa. No sé lo qué es, deben estar experimentando en el laboratorio con estas cosas. De todas formas, es un virus, ni se te ocurra abrirlo, podrías infectarte de cualquier enfermedad. Quizás sea mortal, aunque en mi vida lo había oído mencionar.

– Ok –asintió el polaco.– ¿Qué me recomiendas hacer?

– Yo que tú me desharía de ello….

En ese momento, sonaron voces por fuera, se trataba del Kommando que venía a recoger el cuerpo, dirigido por un Kapo.

Los dos prisioneros se apresuraron a salir de los baños, aparentando normalidad, aunque Ibrahim iba muy tenso. Sin embargo, por fortuna, los otros ni les prestaron atención, y procedieron a montar el cadáver en una carretilla para transportarle al incinerador.

Ibrahim y Pressburger se despidieron, hiendo cada uno a continuar su trabajo, que en el caso de Kasàĉ consistía en remendar y hacer zapatos y botas tanto para los SS como para los prisioneros.

Mientras caminaba hacia su puesto de trabajo, pensaba qué hacer con el virus. Lo ideal sería usarlo para contaminar a los SS, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Tan concentrado estaba en la tarea, que se olvidó de saludar a un SS-Obersturmführer (teniente) de las SS. Las normas obligaban a un prisionero a saludar a cualquier oficial SS quitándose la gorra a una distancia de seis metros, llevar un estricto paso militar con la vista al frente, y luego volver a ponerse la gorra seis metros después de cruzarse con el oficial. El oficial, furioso, sacó la porra y comenzó a golpear furiosamente a Ibrahim, al tiempo que le insultaba llamándole "cerdo polaco analfabeto". Cuando por fin se cansó, le pateó en las costillas con las botas, y le pisó la cabeza con fuerza, sin hacerle ninguna herida grave, y se conformó. Después de eso, escupió al polaco y siguió su camino.

Ibrahim Kasàĉ se intentó levantar, a duras penas, y tras palparse con disimulo el pantalón, comprobó que la probeta estaba intacta.

Furioso por la paliza, y con ansias de venganza, marchó hacia los barracones de los soldados SS, bastante vigiladas.

Al cortarle un paso un guardia de las SS, se hizo pasar por un Kloswttreiniger, prisionero encargado de limpiar las dependencias de los SS, y éste le dejó pasar sin molestarse en comprobarlo.

Una vez estuvo cerca del primer barracón, vio una ventana abierta. Asomó la cabeza, y vio a varios guardias de risas y fiestas, todos ellos de espalda. Una oportunidad perfecta. Lanzó la probeta dentro de la estancia, la cual se rompió, tras lo cual el prisionero echó a correr.

El guardia de las SS que estaba vigilando vió salir al polaco a toda prisa, y sin pensárselo, le ametralló.

Mientras tanto, una MG-42 situado en una atalaya también abrió fuego contra él, pero la mayor parte de las balas fallaron.

Ibrahim cayó al suelo, con la boca llena de sangre, e intentó en vano arrastrarse, pero otro SS se acercó a él, y le remató con un disparo en la cabeza.

Tras haberle asesinado, fueron al barracón de los SS a ver qué había pasado.

Los soldados SS miraban los restos de vidrio en el suelo, junto a un liquidillo extraño, mientras se preguntaban qué era esa cosa. Ninguno de ellos tenía muy claro lo qué se desarrollaba ahí, por lo que no tomaron las debidas precauciones.

Tras la llegada de un doctor de las SS, y ver lo que había pasado, ordenó la cuarentena inmediata, y la observación las 24 horas de los desdichados SS.

Los dos doctores encargados del caso anotaron por escrito todo lo observado:

- Cinco soldados de las SS han sido infectados por una probeta con Virus Progenitor tipo A que ha sido lanzada por un prisionero. El prisionero está muerto, así que no podemos saber cómo la consiguió. En las pruebas que hemos realizado con prisioneros desnutridos la rápida transformación del virus ha concluido en un período de entre dos y tres horas. Estamos impacientes por ver como se porta en individuos sanos. Los cinco están encerrados en la cámara estanca, diciéndoles que es para mantener la cuarentena. No parecen estar muy convencidos, esperemos a ver como se portan cuando empiece a hacerles efecto el virus, aunque les hemos desarmado, para algunos resulta duro ver a sus propios camaradas ahí dentro. Sin embargo, yo creo, y mis colegas comparten la opinión, que es necesario un pequeño sacrificio nuestro por el bien del Reich, y por la ciencia. Son nuestros conejillos de indias, que nos permitirá modificar el virus y adaptarlo a nuestras manos. Quizás consiguiéramos hallar algo que inmunice contra el virus, e inyectárselo a nuestros valientes soldados. Si así fuera, podríamos infectar el mundo entero, que todos sucumbirían excepto los soldados de la Gran Alemania.

- Los soldados empiezan a experimentar los síntomas. Todos se quejan de que tienen hambre, y exigen que les demos comida. Reaccionan de la misma forma que los otros prisioneros, aporreando las puertas y paredes insonorizadas. Uno de ellos ya ha vomitado.

- Tras hora y media, se sienten débiles. Dos de ellos están sentados en el suelo, vomitando, mientras los otros dan vueltas por ahí. A simple vista se aprecia una parcial descomposición de la piel, desde la aparición de gránulos hasta un aspecto medio verdoso. Todos ellos no paran de rascarse compulsivamente

- Tras dos horas, los cinco han perdido la conciencia. Presentas espasmos y ya la transformación debe estar terminando. Dentro de una hora, o menos, volverán a la vida transformados en seres guiados por el instinto básico de la búsqueda de comida.

- Cuatro de los cinco seres ya se han incorporado, y danzan por la estancia, intentando salir. Hemos procedido a la prueba estándar para comprobar su resistencia, disminuyendo las temperaturas de dentro de la sala hasta transformarla en un congelador, los sujetados de estudio tampoco parecen experimentar ningún problema, al igual que los otros.

- Hemos inyectado cianuro prúsico cristalizado (Zyklon B), altamente venenoso para todas las especies conocidas, pero los cinco SS transformados tampoco han experimentado sus efectos. En esta ocasión, hemos probado a introducir combustible líquido y luego freírlos, pero cuando apenas han notado nada cuando el fuego lamía sus cuerpos.

Para apagar el fuego, y someterlos a otras pruebas, hemos extraído todo el O2 de la sala. Los "zombis" empezaron a mover la cabeza, y tras un tiempo sin poder respirar nada, fueron cayendo al suelo. Este dato ya lo conocíamos, resulta muy interesante saber que, a pesar de todo, necesitan aire (o por lo menos, oxígeno) para respirar. Necesitan respirar, aunque poseen mucho más aguante que personas normales. Por ello, es la única forma conocida de acabar con esas criaturas, aparte de la incineración. Para eliminarles definitivamente, solamente está la opción de seccionarles la espina dorsal, o inutilizarle el cerebro mediante disparos en la cabeza, o bien la incineración completa. La solución de dejarles sin respirar es temporal, pues tarde o temprano, si logran respirar de nuevo, se reincorporan. Hasta ahora, la solución ha sido dejarles asfixiados y luego transportarles rápido a los crematorios. Pero con éstos, aún no podemos hacerlo…

- El doctor Marcus no comparte nuestra necesidad de experimentar sobre personas vivas, él se conforma con hacerlo sobre ratones, y también sobre asquerosas sanguijuelas. Sin embargo, lo único que ha logrado desarrollar es ese Virus Progenitor, inútil como arma biológica. Su único efecto al inyectarlo sobre ADN directamente de animales es de potenciar el apetito y lograr cambios metamórficos destacables, pero resulta tremendamente peligroso. La única opción interesante es la de transformar a seres humanos en criaturas muy resistentes, parecidas a muertos vivientes, a las cuales denominados vulgarmente "zombis".

- Hemos acordado junto al doctor Marcus, que a pesar de no estar de acuerdo, ha asistido a la prueba, convencido de que "fue una infección por accidente". Se ha mostrado maravillado ante la resistencia de las cobayas. Ha preguntado qué pasaría entre un enfrentamiento con personas armadas, y le hemos mostrado los informes de anteriores experimentos. Los impactos de bala en el pecho no sirven de mucho, salvo que consigan seccionar la espina dorsal. La incineración con lanzallamas tampoco tiene mucho efecto, porque mientras el fuego les devora, siguen siendo armas ofensivas, hasta el momento en que el fuego destruye músculos, momento en que caen, y permanecen hasta que el fuego les consume por completo, o se apaga.

- Finalmente, tras experimentar en lo posible con los sujetos de estudio, se ha producido a su eliminación por la fórmula establecida (extracción del aire y tras la inconsciencia de las criaturas, transporte de éstas al incinerador). Aquí finalizan nuestros estudios con los SS. El incidente se ha mantenido en secreto, pero se les ha indicado al resto de guardias que extremen las precauciones al tratar con las probetas, por lo que pueda pasarles a ellos.

- Este documento queda archivado.

Antes de archivar el documento, el encargado suspiró hondo, y miró las fichas.

Luego levantó la cabeza y ojeó un mapa de toda Europa, con los nombres de las ciudades donde se libraban batallas.

Era sabido por todos que prácticamente hasta la fecha, en el frente del Este no habían echo sino retroceder y retroceder, a ritmo más rápido o ritmo más lento. Si la cosa seguía así, pronto las tropas rusas de vanguardia llegarían a Berlín, si es que no lo hacían antes los aliados. En la capital germana, los optimistas aprendían a hablar inglés, y los pesimistas aprendían a hablar ruso.

Sin embargo, aún era 1943. ¡Todavía había esperanzas!

Las V1 y V2 (Vergeltungswaffe, armas de venganza) eran los instrumentos para aplastar a los enemigos.

Todavía había posibilidades

El III Reich todavía estaba lejos de haber sido derrotado.

O eso era lo que pensaba el SS encargado del SS-Oberschachtführer que supervisaba el archivo de los documentos más importantes. Quizás se equivocara.

Se levantó y miró por la ventana, donde vio a los prisioneros trabajando duramente y sin descanso alguno.

Quizás el día de mañana Alemania perdiera la guerra, y todos esos prisioneros volvieran con ansias de venganza…