Hola a todos, es la primera vez que subo un fanfic sobre Katekyo Hitman Reborn, pero tras leer un fanfic de por aquí me inspiré y decidí hacer un female Tsuna, ¿Por qué?, en realidad no estoy muy segura, tengo cierto gusto por cambiarle el sexo a los personajes. Primero que nada quiero aclararles que ésta historia abarcara hasta el conflicto con los anillos Vongola. Realmente no pude poner la sinopsis completa debido a la cantidad de palabras mínimas que me deja colocar Fanfiction, pero cabe aclarar que aunque en el summary puse harem, la pareja principal será de Tsuna x Gokudera, y los demás acontecimientos se darán con triángulos amorosos de algunos guardianes para con la jefa, (No aclararé cuales aún) de más está decir que acepto consejos, porque la idea aún sigue desarrollándose en mi cabeza.
Capítulo 1.
Candidata a Vongola Decima.
Sawada Tsunayoshi era una chica de secundaria común y corriente, su piel semi tostada combinaba perfectamente con sus enormes ojos color caramelo, tenía los rasgos faciales extremadamente delicados y suaves lo cual le daba una apariencia adorable, sus mejillas siempre estaban levemente sonrosadas, por una cuestión genética, su cabello era de un color café chocolatoso, el cuál era un tanto rebelde y se levantaba en unos curiosos picos un tanto desiguales lo cual le daba un aspecto despeinado, su cabello se extendía con unos delgados mechones que llegaban un poco arriba de la espalda, lo suficientemente largo como para poder amarrarse unas coletas si así lo deseara. Era de complexión delgada, y medía poco más de 1.50 cm, pesaba 45 kilogramos, tipo de sangre A. Ella era completamente saludable, aunque debido a sus características finas, parecía una figura de porcelana que podría romperse con apenas un rose, ella era mala en deportes, no era muy inteligente y eso se veía reflejado en su pobre desempeño escolar repleto de calificaciones reprobatorias, también era introvertida debido a la enorme timidez que cargaba, y eso le hacía complicado hacer amistades.
Tsunayoshi, mejor conocida como Tsuna, se había levantado con prisas debido a que no había escuchado sonar el despertador, lo cual había ocasionado que se le hiciera tarde para ir a la escuela. En fin... Una escena cotidiana.
Con movimientos torpes y mal calculados, había realizado un enorme esfuerzo por colocarse el uniforme, tanto su camisa como su falda estaban un tanto arrugadas por no haberlas planchado, pero al no tener tiempo se había colocado un suéter de lana color negro sin mangas, para intentar ocultar su descuidada apariencia. Después de lavarse los dientes había bajado a la cocina, al momento que se cepillaba el cabello en un vano intento de acomodarlo, y tras saludar a su madre había salido con una rebanada de pan tostado al cual le había untado un poco de mermelada, y de ésa manera había comenzado a correr directo a la escuela de Namimori, deseando que el perfecto demoniaco no quisiera castigarla por llegar nuevamente tarde.
Corriendo lo más rápido que su cuerpo le permitía, había comenzado a hiperventilar, al momento que un nudo se formaba en su estómago. La escuela no se encontraba tan lejos, y sin embargo en ése momento le parecía eterno recorrer ése camino. Con un esfuerzo sobre humano había logrado ingresar al instituto al momento que sonaba la campana que anunciaba el inicio de clases, lo cuál había ocasionado que su corazón comenzara a palpitar aún más rápido de lo que ya hacía debido al ejercicio realizado. Mirando a su alrededor corroboró que no hubiera nadie, e intento adentrarse a las instalaciones, pero cuando iba a poner un pie dentro, una voz profunda y escalofriante se escuchó tras de sí.
-Sawada Tsunayoshi... Tú de nuevo.
La chica giró sobre sus pasos de manera lenta, al momento que un escalofrío recorría su espalda, y sus nervios se alteraban. Pálida del miedo había mirado a un hombre peli negro de mirada grisácea, y rostro malhumorado que la miraba con ojos de desaprobación, al momento que le apuntaba con sus tonfas metálicas. Él era Hibari Kyoya el prefecto de la escuela Namimori, el cual mantenía el orden a base de disciplina estricta, castigando a todo aquél que no acatara sus reglas. Lo peor de todo eso es que últimamente la chica tenía una suerte pésima, ya que siempre intentaba mantener un perfil bajo para que el prefecto no notara su existencia, pero debido a sus constantes retardos, entre otros lamentables accidentes, había terminado por resaltar a la vista, y ahora estaba bajo la supervisión de aquél escalofriante hombre quien siempre mantenía un ojo encima de ella para vigilar que no cometiera alguna infracción.
-Hi... ¡Hibari-san! - Gritó al momento que tartamudeaba nerviosa. Ella aún respiraba de manera agitada, y el correr había ocasionado que sus mejillas se pusieran más rosadas de lo acostumbrado, eso sumándole a que su cabello era un completo desastre por no haberse cepillado adecuadamente. - Yo... Yo... Lo siento. - Miraba hacia abajo atemorizada, al momento que jugueteaba con sus dedos en un gesto de nerviosismo provocando que una vena naciera en la sien del prefecto.
Hibari Kyoya era un hombre serio, estricto y nada amigable que tenía una línea de paciencia demasiado baja, casi nula. Era explosivo, y podía atormentarte con cualquier mínima falta, sin embargo golpear mujeres no estaba precisamente dentro de su política, además de que... Aunque detestaba admitirlo, y nunca lo diría en voz alta, ésa herbívora era sumamente adorable, y si una debilidad tenía Hibari, era ése aprecio por los animales, y las cosas tiernas... Y Tsunayoshi era similar a un cachorro indefenso que lo miraba con esos enormes ojos cargados de inocencia, que le imposibilitaban realizar su trabajo adecuadamente, cosa que lo fastidiaba de sobre manera.
-Te morderé hasta la muerte. - Había dicho en un intento de callar a su mente.
-Hieeeee, ¡Lo siento! - Volvió a gritar al momento que cubría su cabeza con sus brazos y echaba a correr a su clase intentando huir del hombre que no la estaba persiguiendo, y quién sólo había sonreído un tanto divertido antes de golpear a unos individuos que llegaron después como una manera de pasar el tiempo.
Al ingresar al salón fue regañada por el profesor, pero sin más la dejo tomar asiento, al momento que sus compañeros empezaban a murmurar, hablando sobre ella, y de su increíble habilidad para que todo le saliera mal. Desde que tenía memoria había sido apodada como "Dame Tsuna", y las personas generalmente la catalogaban como una chica torpe y descuidada. Aunque no se quejaba, ya que después de todo admitía que era verdad, y no tenía ni siquiera las armas suficientes para defenderse, por lo cual simplemente les dejaba hablar. Cuando era más pequeña solían molestarla, ya sea burlándose de ella, escondiendo o rompiendo sus útiles, llegando incluso al daño físico ocasionado por unos cuantos niños abusivos, pero conforme fue creciendo, aquellos abusos se detuvieron, dejando solamente aquellos rumores a los cuales ya estaba tan acostumbrada. Y es que, lo que Tsuna no sabía era que aún cuando las personas la criticaban por su torpeza, éstas (especialmente los varones), se veían incapaces de realizarle maldades por dos simples razones. La primera era porque era una chica, y la segunda era porque a pesar de ser como era, tenía aquella apariencia frágil, que fascinaba a más de un chico al ser sumamente refrescante para la vista.
Las clases habían comenzado su curso natural, y aunque la chica hacía esfuerzo por entender, simplemente no se le podía pegar lo que sea que el profesor estuviera intentando explicar. Casi podía sentir su cabeza arder en llamas debido al esfuerzo que estaba realizando por pensar tanto, pero simplemente no captaba. Bueno, ya después le pediría a su amiga Kyoko que la ayudara a estudiar.
Sasagawa Kyoko era una de sus mejores amigas, lo cual resultaba sorprendente para muchos ya que a diferencia de ella, Kyoko era la chica más popular de la escuela, tenía calificaciones altas, era carismática, y siempre estaba rodeada de personas, además de tener una enorme cantidad de amigos. La lógica indicaba que una persona como Sasagawa no debería siquiera hacerle caso, y sin embargo ella se había acercado por cuenta propia y le había ofrecido su amistad, por lo que le tenía un enorme aprecio.
La hora del almuerzo había llegado y solo entonces se había dado cuenta de que había olvidado su bentou en la mesa de la cocina por haber salido con prisa. Al percatarse de ése pequeño gran detalle había rebuscado en su mochila encontrando un pequeño monedero café, el cuál había abierto esperanzada de que hubiera suficiente dinero como para comprarse algo en la cafetería, decepcionándose al encontrar solo unos míseros yenes con los cuales con suerte podría comprarse un zumo de naranja de las máquinas expendedoras.
-Ah... - Suspiró derrotada
-¿Qué pasa, Tsuna? - Dijo una voz tranquila tras de sí.
-Yamamoto. - Volteó a verle levemente sonrojada al momento que escondía el monedero en su espalda. - Nada de nada. - Respondió riendo de forma forzada, pero justo en ése instante su estómago gruño de una manera tan poco femenina, que provocó que su sonrojo se extendiera en todo su rostro quedando roja cual tomate.
-¿Olvidaste tu almuerzo de nuevo? - Dijo el muchacho riendo de manera alegre, con aquella sonrisa de oreja a oreja que llevaba consigo la mayor parte del tiempo.
Yamamoto Takeshi era un muchacho alta de piel levemente tostada, de cabello negro corto y en punta, tenía los ojos color café claro, él era un muchacho alegre y tranquilo, además de amable con todo el mundo que normalmente no se angustiaba con nada, ya que prefería vivir de manera despreocupada. Él era comprensivo, sabía escuchar a las personas, y de la misma manera dar consejos, él pertenece al club de baseball, deporte que amaba como a su propia vida, y era también su mejor amigo desde hace ya muchos ayeres.
-¿Qué se le va a hacer? - Dijo el muchacho al momento que dejaba en la mano femenina un poco de efectivo para que fuera a comprarse algo decente a lo que ella negó rotundamente con la cabeza.
-No, Yamamoto, ¡Ya te debo mucho dinero!, ni siquiera me dejas pagarte lo que te debo de las veces que me niegas pagar el sushi del restaurante de tu padre.
-Ya te dije que no hay problema, somos amigos. - Sonrió nuevamente avergonzándola más.
-Gracias... - Susurro para después irse junto con Kyoko y Hana aún con el rostro enrojecido.
Mientras que sus amigas le daban consuelo y la acompañaban a la cafetería, las chicas observaban de manera fulminante a la castaña por ser tan cercana a Yamamoto Takeshi, uno de los chicos más populares dentro de la escuela Nami. Lo único que corría por los corazones de ésas chicas, era odio puro junto a ésa envidia que contaminaba su cuerpo, y es que Tsuna era la persona más inocente e inofensiva que podría existir, pero ésa misma inocencia no hacía más que las chicas la miraran aún más recelosas, debido a que notaban la manera en la que tenía atontado a los chicos.
Después de comprarse un sandwich junto a un zumo de naranja había ido junto a sus amigas a la terraza de la escuela donde siempre solían sentarse a comer y platicar de cualquier trivialidad. La pequeña castaña comía de manera lenta y tranquila, sorprendiendo nuevamente a Hana por comer tan poco, no era extraño el porque era tan delgada. Kyoko había estado observando a Tsuna por un buen rato, y sin más se había levantado para colocarse atrás de la chica al momento que de la bolsa de su falda sacaba lo que parecía ser un ¿Monedero?, era un extraño estuche de lo que parecía ser goma por la parte inferior, y arriba había una tapa de plástico. Abriéndola notó que en el interior en la parte de plástico había un espejo mientras que en la parte de goma había lo que parecían ser unas pequeñas puas de plástico como la de los cepillos para cabello, pero éstas estaban sumidas. Inmediatamente Sasagawa hizo presión en la parte de goma haciendo aparecer un sencillo y útil cepillo portátil con el cual comenzó a arreglar los desastrosos cabellos de Tsuna.
-Gracias, Kyoko-chan.
-No hay de qué. - Respondió tranquila.
No muy lejos de ahí se encontraba sentado un bebé peli negro, con un traje y sombrero. Tenía un camaleón recostado el ala del sombrero, y un extraño chupete color amarillo. Con su rostro imperturbable mantenía una sonrisa burlona, sin despejar su vista de aquella castaña que se convertiría en su pupila. Era extremadamente raro que una mujer fuera la candidata número uno a convertirse en la nueva Vongola Decima, aunque no era imposible, después de todo en la historia de la mafia había habido antes una jefa, la Vongola Ottavo, Daniela.
De cualquier manera ya había estudiado los antecedentes de Sawada Tsunayoshi, y era verdaderamente patética. Todo lo que la chica se proponía a hacer le salía horriblemente mal, empezando por su rendimiento escolar el cual estaba entre los peores, su nula condición física, su desalineada apariencia, la torpeza inminente que había podido observar desde aquella mañana, lo asustadiza y nerviosa que era. Sin duda convertir a ésa muchacha en una jefa respetable representaría todo un reto, pero con sus métodos de enseñanza podría conseguirlo, estaba seguro al 100%, ya que era el mejor tutor del mundo, no por nada lo había enviado el mismísimo noveno. De cualquier manera, tendría que hacer un esfuerzo mayor al toparse con una mujer, ya que el mundo de la mafia solía ser mucho más duro, y para lograr que la aceptaran, tendría que trabajar mucho en la confianza de la muchacha.
Paciente, observaba como su presa se tropezaba con sus propios pies, y era humillada en la clase de matemáticas cuando se le solicitó pasar al pizarrón y resolver un problema que no supo contestar. Negando con la cabeza, había soltado un suspiro cansado, todavía no había comenzado y ya quería ponerla en su lugar. De cualquier manera había notado la manera en que era observada por el género masculino, como un pobre conejo a merced de un montón de depredadores. Una muchacha tan dulce sería presa fácil para el mundo de mafiosos que le esperaba, pero por eso mismo tenía que conseguir guardianes de confianza, para que la custodiaran las 24 horas del día.
Por el momento el amigo de la chica, Yamamoto Takeshi se veía prometedor, pero de eso ya se encargaría después, primero era lo primero, tenía que presentarse ante la decima. La campana que anunciaba el fin de clases había sonado, por lo cual se había parado dejando a un lado los binoculares con los cuales había estado observando a la chica. Ésa misma mañana ya se había encargado de entregarle una carta a la madre de la chica informándole que su esposo Iemitsu había contratado un tutor personal para su hija, y ella había aceptado, por lo cual ya tenía permiso para actuar.
-Ciaossu. - Habló el bebé, cuando la chica dobló una esquina tras despedirse de sus amigas.
-¿Un bebé? - Preguntó Tsuna ladeando la cabeza, mirando al extraño niño con patillas. - ¿Te perdiste? - Preguntó al momento que se acuclillaba a su altura para observarle mejor.
-Dame Tsuna, se te ve todo. - Habló el niño al momento que le soltaba una patada en el estómago, que la hizo gritar de manera exagerada.
-¿Qué demonios pasa con éste bebé? - Gritó al momento que retrocedía unos pasos asustada.
-Mi nombre es Reborn, soy tu nuevo tutor.
-¿De qué estás hablando?, ¿Cómo un bebé va a ser mi tutor?, mejor ve a jugar a otro lado niño.
En un instante ya se encontraba Reborn torciéndole el brazo a la muchacha tras su espalda, ocasionando que gritara adolorida pidiendo clemencia. De ésa manera habían recorrido el camino restante para llegar a su casa, en donde el peli negro por fin la soltó, y ella corrió hacia la cocina para avisar a su madre que algo extraño estaba sucediendo, pero lo que no se esperaba era que al entrar Nana lo estuviera esperando sonriente mostrándole un papel extendido, donde había un anuncio de un tutor privado muy bueno.
-Mira Tsu-chan, esto llegó por correo ésta mañana.
-¿Qué? - Le arrebató el papel para leer rápidamente y después mirar hacia el bebé quien ya había ingresado a la casa.
-Mi nombre es Reborn. - Repitió presentándose con la mujer. - Vengo de Italia, y estoy dispuesto a enderezar a su hija, no le pediré ningún pago, pero a cambio deseo que pueda dejarme vivir bajo su mismo techo.
-Vaya, ¿Tú eres el tutor? - Preguntó sorprendida llevando una de sus delgadas manos a su boca, al momento que lo miraba curiosa, realmente no entendía demasiado, aquél anuncio del tutor había venido junto a una carta de Iemitsu que le decía que había contratado a un tutor para Tsuna, y que éste venía recomendado de su jefe. De cualquier manera no cuestionaría nada, ya que su esposo lo había mandado desde Italia, por lo que ella simplemente confiaría en las palabras del hombre, y aceptaría.
La castaña no había tardado en protestar, pero antes de que pudiera seguir quejándose, el tutor demoniaco le había vuelto a torcer la muñeca inmovilizándola, y después la había pateado hacia las escaleras para indicarle que subiera a su habitación. La muchacha con esfuerzo había subido las escaleras a gatas, para después correr hacia su cuarto y cerrar la puerta tras de sí con seguro. Confundida había soltado un suspiro, pensando que ahora se encontraba a salvo y se había desecho de su suéter, para después comenzar a desabotonarse los botones de la camisa, para deshacerse de su uniforme, y colocarse ropa más cómoda.
-¿Aún usas camisones dame Tsuna? - Preguntó Reborn sentado en un mueble mientras la observaba tomando una taza de café. - ¿Acaso puedes ser más patética?
-Hiiiiiiiiiiii. - Gritó a todo pulmón al momento que cruzaba los brazos avergonzada. - ¿Qué haces aquí?
-Ya te lo dije, a partir de hoy soy tu tutor, por lo cual estoy a cargo de tu aprendizaje, y debemos de empezar con tu apariencia, un capo de la familia Vongola, no puede lucir tan desaliñada como tú.
-¿Capo?, ¿Familia Vongola?, ¿De qué estás hablando?
-Eres la candidata a ser la nueva jefa de decima generación de la familia Vongola.
-Familia... ¿No querrás decir?
-Por supuesto, estoy hablando de la mafia.
-… - Se tomó unos segundos para procesar la información antes de soltar un enorme gritó rompe tímpanos. - Hieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, ¿Qué tonterías esta diciendo éste bebé?, ¡Eso es ridículo!
-Eres molesta, así que cállate. - Dijo al momento que le soltaba una nueva patada en la mejilla que la dejo noqueada. - Yo vine aquí por petición del actual jefe de la familia Vongola, para entrenarte y que te convirtieras en una admirable jefa de la mafia.
-¡No lo entiendo!, ¿De qué estás hablando? - Seguía gritando entrando en un estado de pánico total.
-Mira. - Dijo extendiendo un papel antiguo que mostraba un árbol genealógico. - El primer jefe de la familia Vongola se retiró y vino a Japón. Él era tu tatara-tatara-tatara abuelo. En otras palabras, ya que tú has heredado la sangre Vongola, eres una legítima candidata para convertirte en la siguiente jefa.
-¡Nunca escuché sobre eso!
-No te preocupes, ya te entrenaré yo para que seas una excelente jefa. - Dijo saltando hacia la cama de la muchacha. - Ahora si me disculpas, estoy cansado por el viaje, y por haberte estado vigilando el día entero, ahora quiero dormir.
-Ah es cierto... Vienes desde Italia... ¡Un momento!, ¿Cómo que me estuviste siguiendo?, ¡No duermas en mi cama! - Gritaba jalando sus castaños cabellos sin saber ya ni que pensar.
-Se me había olvidado. - Respondió señalando hacia el piso en donde había unos cables que conectaban con unas granadas. - Si me perturbas mientras duermo, ésas pequeñas trampas explotarán.
Asustada había sentido un escalofrío correrle espalda, por lo que se había apresurado a retroceder, y buscar su ropa para después salir de la habitación y dirigirse al baño para poder cambiarse tranquila. Había recibido demasiada información en tan solo un instante, y le parecía imposible pensar en la sola idea de que por su sangre corría el linaje de una familia de mafiosos. La sola idea, parecía sacada de un manga de acción, y no... Eso era la realidad, ¡Era simplemente imposible!
Mirándose en el espejo de cuerpo completo comprobaba que la rosada falda y la blusa blanca combinaran, ya que había agarrado lo primero que se había topado por su vista debido a su urgencia por huir. De mala gana había tomado unas donas para cabello, del mismo color rosa pálido para amarrarse el cabello en dos coletas bajas que la hacían lucir aún más adorable de lo que ya era, y después había bajado las escaleras encontrándose con su mamá que seguía preparando la comida. Por lo menos ella se veía tranquila.
-Tsu-chan. - Dijo Nana volteando a ver a su hija. - Olvide traer algunos ingredientes para la cena, ¿Podrías ir por ellos? - Preguntó al momento que le extendía un papel con lo que necesitaba.
-Claro... - De cualquier manera quería salir, en un principio había pensado en escapar, pero ¿A dónde iría?, ésa era su casa.
Colocándose unos zapatos cafés, había salido de la casa con una bolsa grande de tela para guardar los ingredientes. Llevaba una pequeña bolsa de correa color negra, en la cual había guardado el dinero, y su teléfono celular en caso de que se presentara cualquier problema. Caminaba desanimada intentando poner sus pensamientos en orden, pero por más que intentaba aceptar lo que aquél extraño bebé le había dicho, todo le parecía solo una serie de disparates. No había persona que pudiera creerse semejante tontería, seguramente ése mocoso tan solo estaba buscando un lugar en el cual hospedarse gratuitamente.
Soltando otra serie de suspiros caminaba desganada hacia el supermercado, sin darse cuenta en ningún momento que los hombres la miraran por cualquier lugar por el que pasaba. Ella era una persona despistada por naturaleza, y no se imaginaba siquiera el efecto que ocasionaba en el género contrario. A decir verdad a ella le parecía sorprendente que hubiera podido ser amiga de Sasagawa Kyoko y Hana, quienes eran parte del grupo de chicas populares, en especial la primera. Pero en ningún momento se había parado a pensar en sí misma, y es que sin saberlo estaba dentro de la lista de las chicas más lindas de la escuela Nami, de acuerdo al voto popular de los chicos quienes tenían un cuaderno secreto en donde anotaban todas sus observaciones de las chicas. Y es que aún con la torpeza que se cargaba la muchacha, aquella inocencia y maña de tropezarse con sus propios pies, no hacía más que sumarle puntos, por ser extremadamente adorable.
No tardó demasiado en comprar lo que se le había solicitado, y había salido del supermercado contando que el cambio que le habían dado era el correcto. Después había sacado nuevamente su monedero para meter el dinero y después guardarlo dentro de su bolsita. Después había mirado su reloj que llevaba en su muñeca derecha comprobando que se había tardado un poco más de la cuenta, y debía de volver de inmediato antes de que su mamá comenzara a preocuparse. Con eso en mente se había dispuesto a echar a correr, pero justo en ése momento su rostro había chocado con algo duro. Mirando hacia arriba había visto a un sujeto de alrededor 1.75 cm de altura, o por lo menos eso le calculaba ya que ella era demasiado pequeña.
Aquél hombre la veía con una sonrisa ladina, y sus ojos lascivos no paraban de recorrer el cuerpo de la menor una y otra vez, para después relamerse los labios. La castaña había intentado huir pero justo en ése momento se había visto acorralada contra la pared provocando que la bolsa con los mandados se cayera al piso.
-Si...Si... Si... Quieres el dinero. - Tartamudeaba aterrada al momento que intentaba quitarse la bolsita de correa para entregársela al hombre junto a su celular. - Aquí... Aquí esta. - Extendió las manos ofreciéndole sus pertenencias a lo que el hombre comenzó a reír con aquella voz gruesa que le repugnaba.
-No quiero tu dinero primor... - Decía pegando su cuerpo contra el de ella cosa que activo todas las alarmas de su cuerpo, entendiendo que se encontraba en un enorme aprieto. - Te quiero a ti.
-¿Tsuna? - La voz de Yamamoto había ocasionado que los ojos de la muchacha deslumbraran de felicidad, y rápidamente había volteado a ver a su amigo quien estaba en un breve shock debido a la escena que se le había presentado de repente. - ¿Qué estás haciendo? - Preguntó el hombre al momento que su sonrisa desaparecía y sus ojos se afilaban cual felino, matando al ser que se atrevía a acosar a su inocente amiga.
-No molestes mocoso. - Dijo el hombre al momento que movía la mano despreocupadamente intentando deshacerse de aquella molestia.
-Eso debería decirlo yo. - La voz de Yamamoto sonaba grave y aterradora.
En un instante había tomado su bate de béisbol, para después, en un instante abalanzarse contra el individuo, dejándolo tirado en el piso lleno de golpes y moretones. Aún fastidiado, y sin estar conforme había querido seguir masacrándolo, sin embargo se había detenido debido a que su amiga se había abalanzado a abrazarlo, ella temblaba y al parecer estaba luchando por no echarse a llorar ahí mismo.
-Ma, ma... Ya paso, tranquila. - Intentaba calmarla mientras acariciaba sus cabellos de manera dulce, forzándose a sonreír para no angustiarla nuevamente.
Por otra parte dentro de una casa cercana la cual estaba abandonada, se encontraba Reborn con un francotirador en manos. Éste había sonreído y al momento el arma había comenzado a distorsionarse, y se había convertido en un camaleón. Él había estado siguiendo a su pupila todo el tiempo, y estaba a punto de brindarle de su ayuda, pero al parecer no había sido necesario gracias a Yamamoto Takeshi. Definitivamente él ya estaba dentro de la familia.
-¿Y qué hacías por aquí Yamamoto? - Decía la chica cuando se hubo calmado, y caminaba hacia su casa acompañada del muchacho, éste le había comprado una paleta de hielo para tranquilizarla.
-Acababa de terminar las prácticas del club, y quería pasarme un rato por tu casa, pero tu mamá dijo que estabas en el supermercado, por lo cual decidí ir a buscarte. - Decía mientras le daba un mordisco a la paleta que había comprado para sí mismo.
-Ya veo, ¿Cómo van las prácticas?
-Bien. - Admitía orgulloso.
Ésa tarde Yamamoto se quedó a comer por petición de Nana, y se había retirado a las 8:00 de la noche. El aficionado de béisbol había conocido al nuevo tutor privado de su amiga, y no había podido evitar echarse a reír, al pensar que todo se trataba de una broma, había escuchado a Tsuna y a Reborn hablar de algo relacionado a la mafia, pero no había captado nada, así que había dado por hecho que estaban dentro de un juego de rol.
Ésa misma noche la Decima Vongola, había sido torturada por Reborn, quien había obligado a la muchacha a estudiar, y para no molestar a los vecinos con explosiones innecesarias. Había ordenado a su alumna a sentarse en la forma tradicional (seiza), y por cada respuesta errónea por parte de la muchacha colocaba un ladrillo en las piernas de ésta, aumentando el peso gradualmente. Entrada aún más la noche había dado por terminada la sesión de estudios y le había ordenado a la chica dormir, ya que tenía que estar espabilada para asistir a clases al día siguiente.
A la mañana siguiente el tutor espartano la había despertado amablemente con descargas eléctricas, y de misma manera había sufrido en el desayuno puesto que Reborn se había encargado de robarle su comida. De cualquier manera había llegado a la escuela sorpresivamente temprano, gracias a su singular tutor, cosa que no había pasado desapercibida por Hibari Kyoya, y no había podido evitar bufar molesto ya que ahora no podría perturbarla.
Ése mismo día se anunció que llegaría un alumno nuevo, cosa que extraño de sobre manera a la castaña. Pero sin más se había quedado callada observando a aquél peli plata que ingresaba al salón arrastrando los pies fastidiado, éste era pálido cual papel y tenía los ojos de un color verde claro, tenía el ceño fruncido, y una pinta de delincuente. Tsuna no pudo evitar sentir un poco de temor al verlo tan serio, y más cuando éste la fulminó con la mirada.
-Soy Gokudera Hayato. - Respondió el muchacho cuando el profesor le pidió presentarse.
El profesor estaba buscándole un asiendo al nuevo alumno pero éste lo ignoró olímpicamente y comenzó a caminar hacia las filas traseras, deteniéndose antes frente al pupitre de la castaña quien lo había volteado a ver con sus enormes ojos caramelo de manera curiosa. El peli plata había fruncido aún más el ceño, justo antes de comenzar a gruñir por lo bajo ocasionando que ella soltara uno de sus típicos gritos asustados antes de que su cuerpo se tensara por completo. Después pateo el asiento de la muchacha antes de irse a sentar en uno de los pupitres de la última fila, subiendo sus pies a la mesa mientras continuaba penetrando con la mirada a la castaña, quien no entendía que había podido hacer para que el nuevo ya la odiara.
-¿Quién es ésa persona? - Se preguntó a sí misma, mientras Yamamoto veía al nuevo un tanto fastidiado porque éste se metiera con su amiga.
Continuara...
