Capítulo beteado por: Rosario Tarazona, Betas FFAD
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A DROP IN THE OCEAN- UNA GOTA EN EL OCEANO
El tiempo puede sanar las heridas,
pero las cicatrices siempre nos
recordarán el pasado.
Miré el expediente tranquilamente. Después de años de estar buscándote, de estar deseando ver como suplicas piedad ante mí, la misma que no te daré, la misma que tú no le diste a mi padre.
Sonreí para mí misma, al fin empezaría mi venganza.
Caminé por la oficina.
Él había matado a mi padre. Yo hundiré su empresa, su persona, su familia, y destruiré todo aquello que puede y no puede pertenecerle.
Tomé mi IPhone.
—Resérvalo —dije cautelosamente.
—Sí, señora —aceptó Seth.
Asentí.
Tocaron a mi puerta. Al abrirla, sonreí de en par en par.
— ¡Dime que son los de Dolce! —Stan gritó sin piedad alguna. Corrió hacia a mí y lo abracé fuertemente.
— ¡Ay…no respiro! —Le dije.
—Lo siento. Pero ya pasó un año desde que te dejé con esta bestia horrible espantosa de animal de empresa —Stan hizo énfasis en la última palabra.
Asentí y rodé mis ojos.
— ¿Lo tienes verdad, Jellita bonita? —Me miró a los ojos. Él sabía que algo no andaba bien.
—Sí, lo tengo hermoso. Lo tengo, y cuando realmente lo tenga pedirá piedad —medio sonreí.
—Así se habla, gatita —él aceptó sin saber más.
— ¿Me ayudarás nene? —Le propuse.
Él sonrió con malicia y estrechó su mano con la mía.
Besaba ferozmente a Natalia, mi secretaria. Toqué su trasero, mordí su cuello… cuando entró Ian.
—Viejo, debes tener cuidado ¿Entiendes el significado de esa bendita palabra? ¡Ya! No lo creo —Ian gritó.
—Sabes que soy irresistible —levanté una ceja.
—Sí, como no… ¿Estás listo? —Hizo un ademán de pocos amigos.
—Claro que sí —Asentí, miré a Natalia que seguía ahí parada—. ¡Muévete! No tengo tu tiempo —la acusé y salió de la oficina.
Ian me miró.
—Tendremos prostitutas para la media noche, Eddie —rió con ganas.
—Idiota —espeté.
Llegamos al bar, mis mejores amigos estaban ahí, Emmett, Jasper e Ian. Nos sentamos en la misma mesa de siempre, cerca de la pista de baile. Llegó la mesera.
— ¿Qué les sirvo? —preguntó Sandra.
—Hola Sandra —mi buen amigo Emmett, siempre hablando como quien no quiere la cosa.
Ella se sonrojó y él rió.
—Lo mismo de siempre, nena —dijo Ian. Ella se fue.
Reí al ver que Emmett llevaba una buena relación con Sandra, la loca prostituta perra de Sandra.
Miré hacia un lado y ahí estaba la chica de la noche. La misma traía su cabello revuelto, unos shorts, un saco el cual solo cubría su sostén y sus tacones blancos. Parecía un ángel, llena de pecado. Y llevaba también un lindo antifaz.
Llamé a Emeli.
— ¿Quién es ella? —La señalé.
—Ni lo creas, animal —levantó las manos y negó.
—No jodas como siempre, ¿cuánto? —Gruñí ¿Cómo me ponía de mal humor tan fácil?
—Tres mil —dijo de mala gana.
—Hecho —saqué de mi cartera el dinero y ella lo tomó.
—Animal insaciable —sonrió.
—Me conoces Em —reí. Ella rió.
Miré a los chicos. Varios de ellos ya se estaban besando con algunas chicas. Decidí pararme e ir tras ella. La miré bailar, ella sonrió y la ayudé a bajar de la mesa.
Se escuchaba fuerte la canción de Labrinth, Earthquake .Bajé de la mesa al ver que un lindo muchacho se acercó a mí. Caminamos hasta la barra, después me tomó de la cintura y me aventó contra la pared. Acto seguido nos estábamos besando como dos animales. Sentí su lengua dentro de mí; maldita lengua, era exquisita. Puse mis manos en su cuello, él gruñó, me hizo levantar una pierna y la puse sobre él. Mordí su lengua.
Me alejé de él y miré sus ojos, unos bellos ojos verdes. Tomé su mano y lo llevé a la parte trasera. Entramos a un cuarto, él puso sus manos sobre mi cintura, sus labios fueron directamente hacia mi cuello. Gemí por lo bajo.
—Dime tu nombre —pidió con una sonrisa.
—Dime el tuyo —contraataqué.
—Edward, nena —susurró.
—Jella, baby —me acerqué a su oído.
—Rica Jella, tienes el mejor culo que jamás haya visto —miró hacia otro lado.
—Eso dicen nene —acaparé su atención fácilmente.
—Te lo han dicho, ¿hermoso culo Jella? —Su voz era ronca.
—Si, baby —susurré y me hice el cabello para atrás.
Atacó mi boca con valor y caímos en el sillón. Besaba demasiado bien, nuestras lenguas se refugiaron en un tango perverso. Toqué el cierre de su pantalón y él puso su mano sobre la mía y toqué su longitud. Se alejó de mi boca.
—Rica Jella —Edward habló contra mis labios.
Mordí el lóbulo de su oreja. Me quitó la chaqueta, dejando al expuesto mi sostén, era blanco, de encaje.
Empezó a besar mis pezones por encima de la delicada tela, los besaba, lamía y mordía. Estos respondieron sin ningún esfuerzo. Gemí y el besó mi boca, mordí la suya y nos miramos. Verde contra marrón, marrón contra verde. Pelea de colores de similitudes internas. Sonreí.
—Jella, rico culo Jella —reí y nos volvimos a besar. Llevé mis manos a su camisa y me deshice de ella fácilmente, acarició mi trasero, gemí y él rió.
En eso abrieron la puerta. Me despegué de él.
—Se acabó —Stan gritó.
Asentí. Toqué la cara de mi dios griego y él sonrió. Nos dimos un beso húmedo y él tocó mi antifaz.
Toqué sus labios.
—No baby, el anonimato es mejor —lo miré a los ojos para que ambos nos recordáramos.
—Jella —dijo. Miró al suelo y me alejé de él.
Llegué a la oficina.
—Lo esperan, señor —dijo Catalina tranquilamente.
—Si yo no tengo ninguna cita, Cata —la miré confundido. Yo jamás tengo citas a esta hora.
—Lo siento, es la señorita Swan —intentó hacerme recordar.
—Despide a Natalia y cállale la boca a la perra —asintió.
—Lo que ordene —regresó a su trabajo.
Entré a la sala de juntas pero ahí no había nadie. Entré a mi oficina y ahí estaba, una delgada mujer; llevaba una falda de tubo negra, una blusa de tirantes blanca, y unos tacones de punta.
—Diez minutos tarde —me dijo, como si fuera mi jefe.
—Señorita Swan.
Caminó hacia a mí. Suspiré.
Estrechó su mano con la mía.
—Isabella Swan —miró hacia mis ojos.
—Edward Cullen —mantuve la mirada. Ambos sabíamos que esto no terminaría bien.
