Capitulo 1:

El silencio luego de la tempestad estaba perdiéndose entre las voces que se escuchaban a lo lejos.

Ahí estaba él, un "Ángel del Señor" tirado en el piso, aun inconsciente, escuchando los susurros que lo llamaban. Para él, era bastante extraño estar sintiendo esas voces que se le hacían tan conocidas, siendo que en el Purgatorio, donde se supone debiese estar, esas voces no existirían.

Comenzó a recuperar la conciencia, la fuerte presión que lo abrumaba se había ido. Sólo recordaba estar sumergido en un espeso líquido negro que lo asfixiaba y dominaba, haciendo que perdiera el control del cuerpo de Jimmy sin poder hacer nada al respecto. Sin embargo, en ese pequeño instante de lucidez que su fuerza mental había logrado otorgarle, pudo arreglar lo que había ocasionado.

Lo último que recordaba era a Dean y a Bobby con sus miradas de duda y miedo. Sam había ido por la sangre para el ritual y no había vuelto. Tal vez fueron los delirios del infierno que volvieron, porque derribó la pared que la Muerte construyó para él. Nada de lo que hizo fue con mala intención, sólo quería distraer a sus amigos para conseguir abrir el portal al purgatorio, absorber las almas que se encontraban allí y así tener el poder suficiente para derrotar a Rafael.

Consciente, pero sin fuerza, logró incorporarse con la ayuda de Dean y Bobby, pero fue en ese momento en que una nueva sensación de ahogo lo invadió.

Esto no iba a terminar tan fácilmente.

-¡Necesitan correr ya! ¡No puedo detenerlos! – exclamó Cass.

-¿Detener a quién?- replicó Dean.

-Ellos se mantienen dentro de mí- se quejó el ángel.- Dean ¡Son muy fuertes!

-¿Quiénes?- preguntó Bobby

-¡Los Leviatanes!

Con la poca fuerza que le quedaba, logró empujar a sus amigos y alejarlos de él, para que finalmente, todo se volviera negro.

Una fría sensación logró sacarlo de su inconsciencia, logrando ver nuevamente a través de sus ojos, pero inmediatamente y sin mayor análisis, pudo darse cuenta de que ya no era él quien controlaba su cuerpo. Se vio caminando hacia el centro del lago, con el agua por la altura de la cintura. Todo su esfuerzo por devolver a los leviatanes al purgatorio fue en vano.

El agua lo envolvió por completo, sin poder hacer nada para impedirlo. Comenzó a ahogarse nuevamente, pero esta vez era diferente, sentía que el agua fría le comenzaba a llenar sus pulmones. No recordaba que le fuera necesario respirar, pero después de todo se sentía cada vez más humano y ese acto involuntario al cual llaman respirar se volvía irresistible, necesario para seguir con vida. La falta de oxigeno hizo que lentamente cayera en un sueño liviano y relajante. No recordaba haberse sentido así jamás.

Lentamente comenzó a despertar, sintiendo por primera vez en su vida frío, suponiendo que así debía sentirse. Se dio cuenta que estaba completamente mojado al sentir la ropa casi pegada al cuerpo.

Miró a su alrededor con curiosidad, percatándose de que estaba acostado sobre el césped a la orilla del lago en que lo sumergieron los leviatanes. Con algo de dificultad, se incorporo, perdiendo un poco el equilibrio: el cuerpo le dolía de una manera impresionante, se sentía completamente agotado. Miró a su alrededor con la esperanza de ver a alguien, tal vez Dean y Sam lo buscaban, pero no había nadie allí excepto él.

Se levantó y se acercó a la orilla del lago donde vio su reflejo. Estaba vestido con el traje que usaba bajo la gabardina, pero esta ya no estaba, tal vez la perdió al estar sumergido. Se veía ileso, pero la tristeza que reflejaba en su rostro era difícil de esconder, lo que había hecho era imperdonable y aunque al final trato de redimirse, no había sido suficiente y definitivamente los Winchester no lo buscaban, menos aun buscar una forma para traerlo de vuelta. No los culpaba.

Sintió un fuerte dolor en su pecho, una avalancha de emociones lo abrumaba, sin poder hacer nada al respecto, esto de sentir era totalmente nuevo para él y nunca logro entender las sensaciones hasta ahora, cuando por fin las vivió una por una. Un millón de preguntas revoloteaban en su cabeza, pero la más confusa de todas tenía relación con el hecho de estar ahí vivo. ¿No había muerto en el momento de entrar al lago? ¿Su cuerpo no había explotado en mil pedazos para que los leviatanes pudiesen dominar toda el agua de la reserva? Observo sus manos con atención. Ahí estaban, tan pálidas como siempre, quizá más, pero lograba sentir la fría brisa que chocaba con ellas, sintiéndose por primera vez en toda su vida verdaderamente vivo.

Y no sabía hasta que punto era bueno eso.

Mientras se martirizaba con aquellos pensamientos el sol empezó a bajar y aquella brisa fría empezó a estremecer todo su cuerpo ya que sus ropas aun no se secaban completamente. Se sentía incómodo, sentía la necesidad de sentir algo de calor, acogedor. Sabía que con chasquido de sus dedos podría estar nuevamente seco, refugiado en algún sitio cómodamente, pero el solo hecho de necesitar de esto, confirmaba que tal simple acción que antes era tan común, ya no iba a ser posible. Sin esperanza alguna lo intento, confirmando lo que ya no era. Un ángel. Ya no podía ir de un lugar a otro solo con desearlo, menos aun arreglar sus ropas, sabía que sus acciones terminarían por quitarle su calidad de ángel, ¿qué era el sino nada más que un ángel rebelde? ¿Un ángel caído? El ya había visto casos de ángeles que por el solo hecho de dudar y cuestionarse ciertas cosas, habían sido degradados y enviados a la tierra en calidad de simples humanos, sin recordar lo que en verdad eran o fueron alguna vez. Pero quizá tan grande había sido lo que él había hecho que ni siquiera podía optar por el beneficio de no recordar lo que era, de empezar de cero: el recordaba cada segundo de su existencia como ángel.

El revoloteo de las aves llamo su atención, haciendo que volviera a la realidad. Debía encontrar un lugar donde pasar la noche.

Empezó a caminar sin rumbo alguno, tal vez alguien lo ayudaría al verlo en tal estado. No conocía el lugar, estaba totalmente perdido, lo único que sabía con certeza era que no debía detenerse hasta llegar a algún lugar donde pasar la noche.

Repentinamente experimentó una molesta sensación en el estómago, una especie de fatiga. Era hambre, lo sabía porque ya la había sentido antes cuando se enfrentaron al jinete que la provocaba, y con su poder había logrado infectarlo gatillando un irrefrenable deseo de comer carne, pero a diferencia de esa vez ahora se conformaría con cualquier cosa. Mientras caminaba, el hambre se intensificó dramáticamente, llevaba meses sin comer, después de todo no lo necesitaba, pero jamás le afectó, puesto que antes que todo pasara el aún era "un ángel del Señor" y tales cosas le eran totalmente innecesarias. Si bien la sensación de hambre era bastante molesta, no se preocupó demasiado, tratando de evitar pensar en eso y apurando el paso.

A lo lejos divisó una solitaria casa escondida entre los árboles. Era pequeña, bastante difícil de ver, pero quizá sería lo único que encontraría en ese momento. Al llegar a ella, vio salir humo desde el techo, lo cual lo dejo sin cuidado y entro sin pensarlo dos veces. Tan solo al entrar, la mirada asustada de una mujer se poso en su rostro, a lo que él la observo con extrañeza.

-¿Quién eres tú? - pregunto la chica con temor en la voz.

-Castiel - respondió totalmente serio.

-¿Necesitas ayuda? ¿Sabes que no puedes entrar a una casa ajena sin ser invitado? – la chica menciono algo molesta.

Él ni siquiera le respondió, solo se sentó en un sillón pequeño que había en esa salita, en la cual solo había una mesa, un par de sillas, una chimenea encendida y un televisor viejo frente a él. La chica, sentada en una de las sillas, paso de asustada a indignada ante la actitud del visitante y se acerco.

-¿Me has escuchado? Llamare a mi padre.

Ya dominada por la rabia al ser completamente ignorada, se dispuso a tomarlo del brazo para que reaccionara, dándose cuenta de sus ropas húmedas y de su gélida piel.

-Oh, estas empapado y congelado… ¿de dónde vienes? – aun sonaba molesta, pero el hombre se veía tan confundido como ella, haciendo que su nivel de molestia se redujera.

-No estoy muy seguro.

El calor de la cabaña lo sobrecogía, sentía como su piel se abrigaba y esa sensación dolorosamente satisfactoria como de que te estás descongelando y tu cuerpo empieza a tomar calor. Cerró los ojos, exhausto, perdiéndose en una ensoñación que lo hizo perder la conciencia.

-¡Hey! ¡Por fin despertando!

Sentía desde lejos una voz femenina llamarlo, haciendo que finalmente abriera los ojos, perezosamente. Vio a la chica de la cabaña sonriendo, mientras otro rostro, desconocido, aparecía junto al de ella.

-Mira que dormir un día entero, nos tenias preocupados – volvió a mencionar la chica, ayudándolo a incorporarse de la cama mientras el otro sujeto colocaba unas almohadas detrás de él, ayudándolo a mantenerse sentado.

-Así que… ¿Qué fue lo que te ocurrió? Sarah me ha dicho que tiritabas de frio, tuve que prestarte algunas ropas mías para que no te enfermaras.

El que hablaba era un hombre ya mayor, bastante serio. ¿Cómo poder explicar todo lo que le había ocurrido? Ni siquiera podía determinar cuánto tiempo había estado "sumergido" en aquella reserva.

-No… no lo sé – respondió con sinceridad.

La chica, quien había desaparecido por unos momentos, volvió con una bandeja con un gran plato de comida y un vaso de leche. El solo olor de lo que sea que hubiese en el plato, llamo su atención, desviando la mirada del hombre para posar su vista en la chica y lo que traía en las manos.

-Imaginamos que tendrías hambre, mas aun si llevas un día completo durmiendo, debes de estar muy cansado.

Sin pensarlo dos veces, tomó la bandeja que la chica traía y comió todo lo que había en ella, sintiendo como un vacio en su interior era llenado por una felicidad que no podía describir. No tenía idea de lo mucho que necesitaba comer y es que jamás había sido necesario comer para sobrevivir, menos aun ser feliz por hacerlo. No pudo evitar sonreír y cerrar los ojos tras cada bocado, haciendo que los que presenciaban la escena rieran por lo bajo.

-Y… ¿Castiel? ¿Cómo fue que llegaste a nuestra cabaña?

Cas, con la boca llena de comida, trato de responder, pero estaba totalmente imposibilitado de hacerlo. La chica le dedico una tímida sonrisa por aquel acto. Trago con algo de dificultad y se dispuso a responder.

-Pues, exactamente de donde vengo no lo sé, solo sé que estuve quien sabe cuánto tiempo en el fondo de una reserva cercana, por eso llegue todo mojado.

-¿Una reserva? ¿¡Pero cómo pudiste estar en el fondo de la reserva!- pregunto la chica con una risa casi burlesca.

-Ah, eso ocurrió debido a que los Leviatanes que libere del Purgatorio me poseyeron y me hicieron sumergir en el fondo de la reserva, de hecho, me cuestiono varias veces el por qué de estar vivo…- su rostro, serio en todo momento, se torno pensativo.

-Hijo, ¿te das cuenta de las cosas que estás diciendo?

El hombre lo observo sorprendido por las "barbaridades" que el allegado estaba diciendo y se cuestionaba la salud mental del aludido. Sarah, por otro lado no pudo evitar soltar una carcajada, a lo que Cas le dedico una seria mirada de vuelta.

-¿Te poseyeron? Mira tú, ¿me dirás ahora que tienes superpoderes y vuelas?

-No, ya no puedo hacer nada de lo que hacía antes, deben haberme quitado "mi gracia". Ahora solo soy un simple humano más.

-¿…y se supone que tú eras…?- menciono a modo de pregunta la chica, mirándolo desafiante.

-Un ángel del señor.

Sarah no aguanto la risa y se largo a reír ante los ojos de su padre y de un Cas algo irritado. Su molestia se paso en el instante en que vio en la mesita de luz un periódico doblado a la mitad, con una gran fotografía que llamó su atención. Tomó el papel y sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo al ver a sus dos amigos, Sam y Dean. En la portada del diario figuraban ambos, posando con una sonrisa distinta a la que él estaba tan acostumbrado a ver en sus rostros, por lo que se dispuso a leer su contenido ante la mirada inquisitoria de los dueños de casa.

-¿Qué te parece, eh? Dos jóvenes matando sin piedad a todo aquel que se cruce en su camino - comentó el caballero pasados unos minutos en los cuales el invitado no había quitado los ojos del diario.

-Oh…

"Los hermanos Winchester, conocidos por diversos crímenes en años anteriores y quienes habían sido dados por muertos en el incendio de un helicóptero que los trasladaría a la cárcel, han reaparecido para cometer una seria de asesinatos y crímenes, dejando ya un número de muertos que supera las 20 personas. Están siendo buscados en todo el país y pareciera que no sería muy difícil comprobar que ellos son los autores de estos crímenes, debido a que no han tenido reparo alguno en ocultar sus rostros, dejándose incluso grabar por cámaras de seguridad…"

Un vago recuerdo llegó a su mente en el instante en que leyó la noticia, los leviatanes habían logrado.

-Son leviatanes- dijo sin despegar los ojos del periódico- no pueden esconderse dentro de las apariencias de los Winchester, me pregunto donde andarán.

-¿Acaso conoces a esos asesinos?- preguntó la chica, con algo de temor en sus ojos.

-¿Ellos? ¿Asesinos?- dijo con un tono algo sorprendido- no son asesinos, son cazadores.

-Según lo que dice el periódico pareciera que cazan persona- preguntó el hombre con un dejo de ironía.

-Cazan monstruos - dijo con un tono de voz que daba a entender que lo que decía era una gran obviedad- y otras criaturas que jamás sospecharían que de verdad existen.

-Es broma ¿cierto?- replicó la chica, sin poder dar crédito a las palabras del ángel.

-Como sea, debo irme y encontrar a los Winchester- dijo mientras se incorporaba, sin ánimo de discutir con aquellas personas.

-Espera, no puedes irte todavía, aún estas muy débil.

A pesar de que lo dicho por Sarah era cierto, estaba decidido a marcharse y no había forma de hacerlo cambiar de parecer, por lo que se levantó para buscar su ropa, ya que traía puesto un pijama, que suponía era del dueño de la casa.

-¿Dónde está mi ropa?

La chica lo observo con seriedad, la idea de que aquel raro y muy desorientado sujeto volviera a las calles solo la dejaba intranquila, mas aun dándose cuenta que por su forma de hablar y por sus facciones parecía un niño pequeño sin rumbo, pero nada podía hacer al ver lo tan decidido a marchase, solo resignada levanto los hombros y suspiro.

-Espera un poco, iré por ella.

Castiel esperó sentado en la cama ante la mirada del dueño de casa, quien tampoco estaba muy convencido de que se marchara de esa forma. Los minutos pasaban y un silencio incomodo reino el lugar.

-Veo que se está demorando mucho, quizá aun no la encuentra… iré a ayudarla.

El padre de Sarah salió del cuarto dejando a Cas caminando de un lado a otro del cuarto, ahora ambos se estaban demorando demasiado y a él le urgía irse rápidamente.

Debieron pasar alrededor de quince minutos cuando Sarah volvió junto a su padre, y se quedaron mirándolo fijamente.

-¿Dónde está mi ropa?- preguntó impacientemente el ángel acercándose a Sarah.

-Claro tu ropa- replicó rápidamente la chica lanzándole la ropa que traía en las manos y le habló con tono burlón- ¿Te ayudo con eso? Te ves muy débil como para poder con eso tu solo- una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, acercándose al ángel al mismo tiempo que revelaba unos ojos por completo negros.

-Demonios… - exclamó Castiel.

-¿Ya no se te hace tan fácil reconocer demonios? ¿Qué ha pasado contigo, Clarence?

Ese característico tono burlón al hablar, sumado a como se refería a él, logró que de inmediato reconociera a quien poseía a Sarah.

-Meg…

La chica volvió a sonreírle, mientras Cas la miraba amenazadoramente. Tenía más que claro que no podía hacer nada en contra de ella, no tenía ni una clase de poder con lo cual defenderse, y parecía irrisorio tratar de buscar en ese instante algo con lo cual los "humanos" se defendían de los demonios.

-¿Qué es lo que quieren?

Meg rió estridentemente al ver la desesperación del ángel, era notorio que la posición de Castiel le causaba mucha gracia. Se acerco y clavo un dedo en el pecho del ángel.

-Este perfecto recipiente, tu cuerpo, pero no te asusten, no es precisamente para torturarlo, claro está, a menos que tú me lo pidas- dijo el demonio, mirándolo lascivamente de arriba abajo, conservando su sonrisa burlona.

-Ya deja tus juegos, debemos llevarlo con Crowley- dijo el segundo demonio, quien poseía al padre de Sarah.

La sonrisa desapareció en un abrir y cerrar de ojos del rostro de Meg, dedico una mirada de frustración al demonio, había estado disfrutando la situación hasta oír el nombre del "Rey del Infiero", era notorio que le desagradaba el tipo y aún más estar bajo sus ordenes.

El demonio se acerco rápidamente a Castiel pero Meg se interpuso en el camino, quedando a unos centímetros de ella.

Castiel, por otro lado miraba intrigado el cambio de comportamiento de ambos demonios, evidentemente el desconocido quería llevarlo a toda costa con Crowley, pero al parecer Meg pensaba diferente.

-Yo creo… que deberíamos hacer otra cosa…- dijo Meg mientras lentamente sacaba de su chaqueta un cuchillo, muy parecido al que tenían los Winchester para matar demonios.

-Las ordenes fueron claras, debemos llevarlo con Crowley- reiteró el demonio.

-Yo no lo creo- dijo Meg al momento en que apuñalaba al demonio, cayendo éste al suelo, sin mucho que hacer. El cuerpo del dueño de casa fue abandonado por el demonio, quien se iba directamente al infierno.

-Yo no sigo las órdenes de ese hijo de puta- dijo Meg mirando fijamente al hombre que yacía tirado en el piso.

-No tenias porque matarlo, ¿qué es lo que quieres ahora?- volvió a preguntar el ángel, ahora algo alterado al ver el cuerpo sin vida de quien lo recibió en su casa.

-Aprovecharme de ti por supuesto- replicó Meg, volviendo a la actitud descarada de antes, sin importarle menos lo que acababa de ocurrir.

-Ya en serio, ¿a qué se refería con que debían llevarme donde Crowley?

-Tiene interesantes planes para ti, los cuales yo no comparto y por eso vamos a estropearle los planes a ese hijo de puta llevándote conmigo- le respondió Meg, sin intenciones de dar más detalles de sus planes y dirigiéndose a la puerta.

Cas la observo seriamente, sin moverse ni un centímetro de donde está. No estaba dispuesto a irse con ella así como así. Meg, aun en el cuerpo de Sarah, fingió un puchero.

-¿Es que acaso no te gusta este nuevo cuerpo?- volvió a acercarse hasta quedar a pocos centímetros del ángel y le sonrió con algo de burla, tomándole el rostro, ignorando la lucha que Cas ponía ante la mano firme de la chica- puedes dedicarme tu mirada más desagradable, pero aun así, sabes que si muevo un dedo, tu estarás en el piso, revolcándote de dolor… oh, y no sabes cuánto me gustaría ver eso.

Lo soltó, sin que este en ningún momento apartara su penetrante mirada de los ojos del demonio por el cual ahora estaba cautivo.

-¿Nos vamos?

-No podemos dejarlo tirado en el piso…- dijo observando al padre de Sarah.

-¿Y qué quieres que haga? O mejor… ¿Qué quieres hacer tú? ¿Usar tus "poderes de ángeles" y revivirlo? Me gustaría ver como lo intentas. Mejor apúrate, que vendrán más demonios a buscarte… ¿sabes cuantos hay tras de ti?

-¿Por qué vienen por mi?- preguntó caminando hacia la puerta.

-¿Y todavía preguntas? Hace algunos meses eran un jodido ángel con aspiraciones de dios… no creas que Crowley se olvidará de eso.

Lamentaba dejar el cuerpo del hombre que lo había recibido en su casa tirado en el piso, pero Meg tenía razón sobre eso, el no podía hacer nada. Tomó su ropa que yacía tirada en la cama y sin más, siguió Meg, quien iba a menos de dos metros de distancia.

-¿Dónde vamos ahora?- no podía dejar de sentirse indefenso, ya estaba suficientemente inseguro sin poderes, lo cual era bastante malo. Pero el no poder distinguir a los demonios como lo hacía antes, era demasiado. Tan solo podía ver a la chica que tan gentilmente lo había ayudado poseída por Meg.

-A buscar mi otro cuerpo, me gusta más ese y lamentablemente tuve que dejarlo para venir a buscarte, ya que solo en el instante en que saliste de esa reserva el hijo de puta de Crowley nos envió a buscarte. Además, este es muy pequeño demasiado… puro- puso cara de desprecio frente a lo último- pero eso se puede arreglar.

Volvió a sonreír con suficiencia, analizando completamente a Cas mientras seguían caminando por el bosque.

-Deja de una vez a Sarah, ella no tiene nada que ver con esto, es una buena persona- dijo inútilmente Castiel. No tenía nada a mano como para pelear contra el demonio, sabía que siquiera intentar realizar un exorcismo en Meg sería imposible, ya que ni siquiera podía encerrarla en una trampa anti demonios y realizarlo tranquilamente, sin el riesgo de que lo atrape.

-Claro, la dejaré cuando recupere mi otro cuerpo. ¿Acaso quieres quedarte solo y arruinar los planes que tengo para ti? O tal vez quieres volver a trabajar con Crowley, ¡sucio pervertido!- se burló nuevamente Meg, era obvio que le gustaba decirle toda clase de cosas al ángel de manera tal que se descoloque.

Repentinamente Meg se acercó a Castiel y lo tiró del brazo, por lo que en una fracción de segundo en la que solo alcanzó dar un pestañeo, se encontraban en el centro de una ciudad atestada de gente. El ángel no tenía ni idea de donde podrían estar, sólo atinó a seguir al demonio, quien empezó a caminar muy rápido en dirección desconocida. De pronto llegaron a un callejón sin salida en el que se podía ver al termino de este a una mujer joven sentada en el suelo apoyada contra la pared quien lloraba, luciendo claramente aterrorizada. De sus labios provenía un suave pero angustioso susurro.

-¿Ahora rezas?- le inquirió Meg- te dejo sola un par de días y corres como un animalito despavorido, te he dicho que no puedes esconderte de mí, además no seas cínica y deja de rezar, porque por mucho que reces, las cosas espantosas que has hecho con ese cuerpo harán que te pudras en el infierno conmigo- y comenzó a acercarse lenta y amenazadoramente mientras reía fríamente.

La mujer le dedico una mirada implorante a Cas. La pobre era la dueña del cuerpo que tan acostumbrado estaba él de ver poseído por Meg y sintió un gran dolor al verla allí, con los ojos llorosos.

-¡Déjala! Quien sabe cuántas cosas has hecho con ese cuerpo que la has dejado así.

-Uff, mas de las que quisieras saber. Créeme, querida, eres lo mejor que he encontrado- le sonrió para sin más retrasos salir del cuerpo de Sarah como un humo denso negro e ingresar en el sollozante cuerpo de la chica del callejón, mientras el cuerpo de Sarah caía pesadamente al piso.

La pobre chica se retorció en el piso unos segundos para luego incorporarse lentamente, con la ya característica sonrisa burlona de Meg.

-Ok. Nos vamos… ¿Hasta cuando piensas seguir con pijama?

Castiel la miró con extrañeza, no veía cual era el objeto de usar diferente ropa para salir y para dormir, pero se daba cuenta que la gente lo miraba extraño y no era conveniente llamar la atención.

-No voy a ninguna parte contigo, voy a buscar a los Winchester.

Meg soltó una risa estridente, obviamente el ángel olvidaba que estaba totalmente sin poderes, indefenso y a su merced.

-Y yo te dejaré ir como si nada- respondió irónicamente el demonio.- te vas conmigo, es una suerte que también necesite encontrarlos- cambiando repentinamente a un tono más serio.

A Castiel esto último le pareció muy extraño, pero a la vez se sentía aliviado puesto que se le facilitaría, de alguna manera, el poder encontrar a los hermanos.

-¿Para que los quieres?- inquirió el ángel.

-Porque extraño el calor familiar, y porque necesito abrazos- contestó irónicamente Meg, quien evidentemente disfrutaba hablarle así al confundido Castiel.

-Dime la verdad o de aquí no me muevo- dijo el ángel, tratando de parecer decidido.

- ¡Que miedo! Tranquilo tigre, sólo me metí en un par de problemas por obtener algo de información, y ahora el estúpido de Crowley y los Leviatanes me persiguen- contestó Meg sin una pizca de preocupación, hasta parecía que le divertía bastante su delicada situación.

-¿Y tú crees que los Winchester te van a proteger de todos ellos?- dijo Cas con cierta ironía.

-Puedo protegerme sola… pero si es necesario, tengo algo que a ellos les puede servir, bueno, dos cosas… ahora, tienes dos opciones, puedes acompañarme en mi búsqueda y ayudarme, o te dejo a cargo de algunos demonios mientras yo voy sola. Tú eliges.

Castiel lo pensó detenidamente, necesitaba localizar a los Winchester y comunicarles lo que sabía con respecto a los leviatanes, como también sabía que con sus nulas habilidades de ángel, no podría ir muy lejos solo.

-Bien- suspiró.

-¿Ves que no es malo trabajar con demonios de vez en cuando? Oh, pero si tú ya lo has hecho antes, lo había olvidado. Tan tonta, como olvidar que por tu "alianza"- hizo énfasis en esa palabra- con Crowley para tener las almas del purgatorio liberaste a esas cosas repulsivas.

Lo quedo mirando de forma desafiante y risueña, recalcándole con esas palabras lo que había hecho, la traición a sus amigos, el problema de los leviatanes y el hecho de que ya no era un ángel.

La siguió sin reclamar y en silencio por la ciudad, tratando de no arrepentirse de la decisión que había tomado de trabajar juntos, pero ¿que más podía hacer? Ya tenía muy malas experiencias con respecto a esto, sin embargo, era imperante que encontrara a los Winchester, sumado a que por lo que Meg le había relatado, los demonios andaban detrás de él para ser llevado a Crowley y sin poderes, no podía defenderse.

Estaban avanzando en lo que parecía ser el centro de la ciudad, donde se veían varias tiendas que llamaban la atención de la gente que transitaba por la calle, pero no tanto como cierto sujeto vestido en pijamas junto a una chica.

Repentinamente Meg se detuvo y se quedó mirando la vitrina de una de las tiendas y con cierta fascinación, se volteo hacia Cas.

-Entremos, encontré algo perfecto para desechar ese pijama.

Entraron a la tienda, la cual era bastante oscura y estaba decorada con lo que parecían ser malos intentos de símbolos satánicos. Parecía que vendían varios objetos, tales como ropa oscura, discos musicales, colgantes con diferentes formas, entre otras cosas. Frente a él, había una especie de raros carteles con sujetos vestidos de negro, con poses rudas, haciendo unos extraños y feos gestos. En la recepción, había un hombre vestido con una camiseta blanca y con el cabello amarrado en una cola que los observó con curiosidad cuando entraron.

Meg se había adelantado, al parecer sabía lo que buscaba y no le costó más de dos minutos encontrarlo.

-¡Hey tú! El hombre sexy del pijama ridículo – le lanzó un colgador con lo que parecía ser una chaqueta de cuero negra.

-Tú no pretenderás que me ponga esto, ¿verdad? – se mofó mientras relacionaba el atuendo con uno de los sujetos de los carteles extraños de los que antes había visto.

-Ok- respondió tranquilamente el demonio, acercándose al vendedor de la recepción y agarrándolo por el cuello de su camiseta- ¿te gustaría ver un poco mas de sangre derramada por tu culpa?

El demonio lo tenía inmovilizado y con un cuchillo en su garganta. El hombre se veía espantado ante tan repentina amenaza y por una mujer tan pequeña, que parecía inofensiva a simple vista, sobre todo por ser él un sujeto alto y bastante macizo.

-¡Esta bien! Lo usaré -frente a tal amenaza, el ángel no pudo oponerse, puesto que tenía más que claro que a Meg le importaba la vida de un humano tanto o quizá menos que vida de una hormiga, por lo que no le quedó más que ser víctima de los caprichos de ese demonio. A regañadientes se puso la chaqueta sobre el pijama.

-¡Wow, Clarence! ¡Me fascina! Nos la llevamos - dijo esbozando una amplia sonrisa-pero hace falta algo más.

Soltó a su rehén, quien se quedo paralizado detrás del mostrador, sin poder moverse, y fue en búsqueda de un par de cosas más, volviendo casi inmediatamente con unos jeans que parecían bastante deteriorados y un par de bototos de cuero negro iguales a los que se usan en el ejército.

-Ponte esto también.

Sin poder protestar hizo lo que la demonio le decía, así que comenzó a quitarse el pijama para poder ponerse la nueva ropa, cuando de repente Meg lo interrumpe.

-¡Hey! Eres un desvergonzado quitándote la ropa así como así frente a una dama - rió ante su desfachatez al decir esto último.

El ángel obviamente hizo caso omiso a lo que ella le decía y se vistió rápidamente, estaba cansado de este jueguito en el que tenía que obedecer todo lo que un demonio le dijese, teniendo tantas cosas pendientes y el probándose ropa, lo encontró hasta absurdo, ¿Qué le importaba a él la mierda que se pusiera? Cansado y muy molesto añoró sus poderes, con ellos hace mucho tiempo habría enviado a Meg directamente al infiero.

-Al verte así no entiendo porque usabas esa deslucida gabardina. Por tu buen comportamiento tendrás tu recompensa, niño. Ahora vámonos, que se nos hace tarde - dijo al momento en que sonreía y se dirigía a la puerta.

-¡Hey!... n-no pueden irs-irse sin pagar - les gritó el vendedor aterrorizado.

Meg se volteo para quedar frente a él y siempre sonriente le habló.

-Hagamos un trato, muchacho, yo me llevo todo lo que quiera y tu miras ignoras que alguna vez vinimos a esta tienda o te pago a cambio de mis "compras" y tu cabeza.

-A-a mi no me-me vienen con cue-cuentos - exclamó enojado el vendedor.

-Ok, si insistes…- dijo Meg con una voz cantarina, estaba claro que no iba a tomarse la molestia de discutir. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos apareció repentinamente detrás del hombre y con un rápido movimiento le rompió el cuello- estúpido, debiste aceptar mi oferta.

El hombre cayó al suelo ahogándose en su propia sangre, para variar Cas no podía hacer nada.

-Vámonos.

Comenzaron a caminar nuevamente, como ya era costumbre, Cas no sabía hacia donde iban, era más que claro que se traía algo entre manos, ya que se veía bastante animada. Estaba claro que le gustaba hostigar al indefenso ángel, puesto que lo hacía con frecuencia, pero éste sospechaba que había algo más grande que su captora se traía entre manos.

Caminaron alejándose del centro de la ciudad, cuando de forma sorpresiva Meg lo tomo por la chaqueta que acaban de adquirir y en un segundo aparecieron en lo que parecía ser una casa vacía, era oscura y se notaba que nadie vivía ahí por el abundante polvo y telas de araña que habían por todas partes.

Comenzó a mirar a su alrededor, todo se veía relativamente normal para una vieja casa, con muebles apolillados y una polvorienta chimenea que se notaba que no era encendida desde hace varios años. Por un momento tuvo la esperanza de que el demonio la prendiera, la que abandonó de inmediato al recordar que los demonios no necesitan calor, como ahora él lo requería.

Tuvo un estremecimiento, la ropa que Meg lo obligó a usar no lo abrigaba lo suficiente, por lo que anheló estar de nuevo en la casa con Sarah y su padre, lo cual obviamente era imposible.

Intentó abrigarse por sí mismo lo cual era bastante difícil, puesto que la temperatura empezó a bajar, la noche se había apoderado del cielo, surgiendo con ella una helada brisa que se colaba por las ventanas, lo hacía estremecer. Lo peor de todo es que no sólo tenía frío, sino que también comenzó a sentir hambre y dudaba bastante que a Meg le importara. Era un hecho que no lo dejaría salir a buscar algo de comer, y el otro problema era que no tenía dinero.

Se sentía como un niño pequeño, no podía hacer nada por sí mismo, sintiéndose impotente ante su precaria situación.

Perdido en sus pensamientos no había notado la ausencia de Meg, lo cual lo puso de mejor humor por un breve instante hasta que su momento fue arruinado por la llegada de otro demonio, claramente reconocible por sus ojos negros.

- Vamos, niño, tu cuarto queda al fondo.

No sabía si negarse o aceptar en silencio, pero en sus condiciones ni discutir podía ya, por lo que resignado, lo siguió.

Lo habían dejado encerrado en un cuarto bastante amplio, pero que, al igual que el resto de la casa, ni luz tenia, menos aun una vela o algo que iluminara el frio cuarto, solo había un delgado colchón tirado en el suelo. Así, las horas iban pasando lentamente, parecía casi intencional que la fría noche no acabara de una buena vez o logra por fin dormir, olvidando en el sueño el frio y el hambre que lo dominaban. Junto a su mortalidad, llegó la ansiedad y esa sensación de que el tiempo pasaba extremadamente lento, sin olvidar el sin fin de sensaciones humanas que aun no lograba dominar.

Se acomodo en el frio colchón, intentando cerrar los ojos y lograr por fin descansar, cuando sintió que su puerta se abrió estrepitosamente, haciendo que diera un salto, mientras Meg entraba a la oscuridad del cuarto, en donde solo se escuchó el eco de sus botas al caminar.

-¿Me extrañaste? - dijo a pocos pasos de Cas, quien aún permanecía sentado en el colchón.

-Oh, sí – dijo sin ánimo alguno - ¿no puedes entrar a un cuarto sin ocasionar tanto ruido?

-¿Te molesta? – Sonrió, para luego lanzarle un bulto a los brazos - mira lo que acabo de encontrar.

Cas desenrollo lo que parecía ser una manta gruesa que tan solo unos segundos sobre sus piernas hicieron que lentamente entraran en calor.

-Ah, y esto, ahora que eres un simple mortal, será vital que comas – le dejo una bolsa de papel café sobre la cama - ¿Qué se siente depender de cosas tan mundanas como la comida, pequeño y rebelde "ángel"?

Soltó una carcajada antes de dirigirse a la puerta y salir dando un portazo.

Las palabras que el demonio le restregó en la cara lo hicieron sentir peor y por un minuto que se hizo eterno, se negó a ver el contenido de la bolsa de papel, hasta que el hambre lo superó y curioso, reviso su contenido. Maravillado, sonrió al ver que dentro había una hamburguesa exageradamente grande y se sintió culpable de sentir tanto placer al darle cada mordisco.

Pasaron lentamente los días, todos y cada uno de ellos exactamente igual que el anterior, siendo una verdadera tortura vivir de esa forma. Pasaba solo la mayor parte del día, donde se atormentaba con sus propios pensamientos mientras que el resto del día, Meg iba a restregarle su miseria o a darle algo para comer, claro está que ella no variaba en su alimentación y sus tan adoradas hamburguesas ya le provocaban nauseas.

En su encierro, trataba de pensar en cómo escapar para ir en búsqueda de los Winchester, ya que a ese paso, encerrado por demonios y confiando en ellos no llegaría muy lejos. Quizá la única forma era ganándose la confianza de la arpía de Meg, pero tenía más que clara la astucia de los demonios y sabia que de ella era perfectamente capaz de entregarlo a Crowley si descubría que él planeaba escapar, y ahí sí que estaría en problemas.

Su ánimo no mejoró al ver entrar a Meg por la puerta, cargando lo que ya asumía como su comida diaria. No lucia su típica y petulante sonrisa de siempre, por lo que sospecho que algo dentro de sus planes andaba mal. Le arrojó su bolsa sin siquiera mirarlo.

-¿No me digas que otra vez son hamburguesas? - preguntó molesto, sacando el contenido de la bolsa.

-No te pongas exigente, ¿quieres? - respondió de mala gana.

Cas volvió a meter su habitual comida a la bolsa y se la lanzó de vuelta.

-No la quiero.

El demonio le devolvió una mirada llena de furia, dejando ver sus ojos negros por un instante, hasta que, sus labios dibujaron una amplia sonrisa. Se acercó lentamente, marcando cada pisada con fuerza innecesaria, quedando a pocos centímetros, del ángel, quien la quedó mirando hacia arriba, esperando a que ella desatara su rabia contenida en él. Ella solo le sonrió y apoyándose en su hombre, se agachó, y se sentó en sus piernas.

-¿Qué puedo ofrecerte, Castiel? – le susurro al oído, haciendo énfasis al final.

El aludido tragó saliva. Jamás había sentido lo que ahora lentamente empezaba a dominarlo, anulando la mayoria de las sensaciones que antes reinaban en el. El frio que antes lo hacía temblar por completo desapareció por completo, sintiéndose abrumado, desesperado. Trató de ignorar a la chica que aun estaba sentada en sus piernas, mirándolo directamente a los ojos, sonriendo de una manera que no ayudaba a dejar de sentir lo que vivía en esos momentos. Nervioso, esquivo los ojos del demonio.

-¿Un ángel nervioso? Oh, había olvidado que eras un simple humano, un mortal que reaccionaria como cualquier hombre con necesidades.

Meg le dedico una última mirada antes de posar sus labios sobre los de él y besarlo lujuriosamente. Los pocos y vagos pensamientos que quedaban en la cabeza de él desaparecieron por completo, quedando poseído por un fuego interno que lentamente lo quemaba, haciéndolo actuar sin pensar previamente.

Agarró con fuerza a la chica por la cintura, acercándola más a su cuerpo, aun sin separar sus labios, los cuales se movían casi con desesperación. Dejo de besarla, para recorrer su cuello, mientras una sorprendida Meg lo miraba, recuperando lentamente la respiración.

-Vaya, no sabía que los ángeles conocían de estos temas.

-Cállate.

Le respondió, dedicándole una seria mirada, mientras con algo de brusquedad la lanzó al colchón en el que estaban sentados, mientras la acorralaba, sujetándola por las muñecas.

Volvió a los labios del demonio, tomándolos por completo, deteniéndose solo para recobrar el aliento, que ahora se hacía muy necesario.

Meg volvió a rodear el cuello del ángel, para aferrarse su espalda, logrando con un rápido movimiento empujarlo para que este quedara acostado debajo del cuerpo de la chica, con las piernas en cada lado de las caderas de él. Rápidamente lo tomo por el cuello, acercándolo a ella haciendo que sus labios nuevamente volvieran a juntarse, mientras casi a ciegas, intentaba quitarle la camiseta. Las "ya no tímidas manos de Cas", se introdujeron por debajo de la blusa que ella traía, logrando sentir la cálida piel de la chica. Ella se acercó a él, teniéndolo tumbado en el colchón, rozando su piel con la del ángel.

-¿Tanto te gusta dejarte llevar por los placeres de la mortalidad? Creí que extrañabas ser un "ángel del señor" - susurro en su oído con la voz entrecortada por la falta de aire.

Como respuesta, deslizo sus manos hacia los botones de la blusa del demonio, ignorando las palabras que esta había dicho. No entendía muy bien porque estaba haciendo lo que esta haciendo, solo dejaba que su cuerpo actuará solo y tomará por completo el control de la mente.

Logró quitarle la blusa, mientras Meg recorría su torso desnudo con los labios, haciendo que él se estremeciera, aferrándose a la espalda de la chica con fuerza.

-Vamos a ver si eres capaz de terminar con esta abominación.

-¿Capaz? No tienes idea – sonrió desafiante.