No había habido noticias de Kikyo en varios días y tampoco rastro alguno de sus serpientes caza almas .
InuYasha no se atrevía a decir nada, pero todos en el grupo sabían que estaba ansioso, mucho más irritable y pensativo que de costumbre.
Ni siquiera podía conciliar el sueño, por lo que pasaba las noches en vela, contemplando la luna.
Esa noche en particular no había luna que admirar, pero en esas condiciones era incluso más difícil que se quedara dormido, pues se sentía demasiado vulnerable cuando las docilidades humanas que tanto se empeñaba en acallar hijo se manifestaban.
Había una sensación extraña en su interior, como si una parte fundamental de su vida hiciera falta y no pudiera ser feliz o sentirse tranquilo siquiera; algo a su alrededor había cambiado, todo lo que lo rodeaba había perdido su color y belleza.
Ese poco agradable sentimiento no lee era del todo desconocido, lo experimentaba en mayor o menor medida cada que pensaba en cierta sacerdotisa con piel de porcelana y cabello obscuro como esa noche sin luna.
Siempre le había costado poner en palabras las emociones tan incómodas que sienten los humanos, pero si tuviera que hacerlo diría que extrañaba a Kikyo y cada día que pasaba sin saber de ella el temor de que algo le hubiera sucedido se volvía un tormento más difícil de soportar.
Justo cuando creyó que no podría soportarlo más, una de las creaturas que conocía tan bien, pasó cerca de él.
Su vista no era tan buena como de costumbre cuando permanecía en ese estado, por lo que seguirla a través de la obscuridad del bosque era difícil, pero no descansaría hasta llegar a su objetivo.
Salir solo a mitad de la noche hacia la que bien podía ser una trampa cuando había perdido sus poderes era mucho más que que una osadía, era un completo disparate, pero no se detuvo a pensarlo ni un segundo.
De pronto la serpiente que seguía desapareció de su campo de visión y había dado por hecho que no podría dar con el paradero de Kikyo, hasta que escuchó una voz llamándolo desde las sombras.
-¿Eres tú, InuYasha? ¿Por qué luces diferente?
El hanyou no respondió la pregunta, ni siquiera terminó de escucharla, en lugar de eso se precipitó en la dirección de la que venía la voz.
-¡Kikyo, estás con vida!
Exclamó mientras corría a abrazarla.
-¿Qué te sucedió, InuYasha?¿Por qué luces como si fueras un...?
-Eso sólo sucede las noches de luna nueva, los poderes sobrenaturales de mi sangre desaparecen hasta el amanecer.
La sacerdotisa trató de inspeccionarlo con la mirada, aprovechando la exigua iluminación de las estrellas.
En efecto, si esa hubiera sido la primera vez que veía al chico de pelo plateado, definitivamente lo hubiera tomado por un hombre común y corriente.
-Ya veo... Traté de imaginar muchas veces cuál sería tu apariencia si fueras completamente humano, aunque debo admitir que creí que no sería capaz de verlo.
Dijo con una sonrisa triste mientras acariciaba su rostro gentilmente.
InuYasha adivinó que había venido a su mente aquella promesa de hacía ya medio siglo.
-Aún... aún puedo volverme humano, muchas cosas han cambiado desde entonces, pero mis sentimientos siguen siendo los mismos... No he dejado de pensar en ti un sólo día de estos 50 años.
-Amas un recuerdo, InuYasha, lo que solíamos ser...
-¡ Nada de eso! Ahora que apareciste de nuevo en este mundo no soportaría volver a perderte...
-No soy la mujer que conociste ¡Me convertí en un ser corrupto hecho de barro!
-Es verdad que tu cuerpo ya no es el de una mujer humana, pero tu esencia es exactamente la misma ¡Puedo sentirlo! Además no merecías una muerte tan infame y tampoco fue tu decisión volver al mundo de los vivos... Tal vez el destino nos devuelve la oportunidad que hace 50 años nos arrebató de manera tan injusta.
-¿De verdad crees eso, InuYasa?
-Estoy seguro- Dijo tomando sus manos- no volveré a dejarte sola, Kikyo, voy a permanecer a tu lado para protegerte y después de que haya acabado con el miserable de Naraku, usaré la perla para convertirme en humano y poder vivir contigo, como te lo prometí hace 50 años.
-Mi querido InuYasha.
Dijo Kikyo mientras lo abrazaba.
¿Sería posible? Ahora que había dejado de ser una sacerdotisa ¿Le estaba permitido soñar siquiera con esa promesa?
El corazón de InuYasha estaba mucho más tranquilo después de haber visto a su amada y haberle dicho lo que sentía, pero esa paz sería breve.
Aome lo había seguido a escondidas, temiendo que InuYasha cayera en una trampa o se encontrara con algún enemigo, pero los sentidos humanos del hanyou no le permitieron darse cuenta.
