Capítulo 1.

Los chicos comenzaron a reunirse lentamente en las escaleras del Tokyo Metropolitan Gymnasium, donde se celebraba la Winter Cup. Todos llevaban el uniforme de sus respectivos equipos.

- Anda, Tetsu, ¿te has traído a tu canguro? -Preguntó Aomine mientras giraba el balón distraídamente en su mano.

- Mine-chin, no deberías quejarte, tú también tienes a Sat-chin -Dijo Murasakibara, sin molestarse en dejar de comer su tableta de chocolate.

- No metas a Satsuki en esto -Le contestó molesto, dejando el balón por un momento.

- Un momento... Midorimacchi, ¿qué haces con esas tijeras en la mano? -Preguntó Kise extrañado, aun así sin levantar la mirada de la pantalla de su móvil.

- Obviamente, es el objeto de la suerte de hoy, idiota.

- Me da igual, son peligrosas. ¿No puedes dejar de sujetarlas así mientras caminas? -Exclamó exasperado al ver que andaba tranquilamente con las tijeras abiertas.

Kuroko miró a todos al pararse, seguido de Furihata, que observaba a la Generación de los Milagros con pavor.

- Perdón por haceros esperar -Se disculpó el chico de pelo azul con calma.

Comenzaron a hablar un poco de cosas sin importancia, como si fuera lo más normal del mundo. Aunque la tensión se podía cortar.

- Si nos ha dicho que vengamos aquí, ¿por qué tiene que llegar el último? -Se quejó Kise, suspirando aburrido.

- Siempre te pones igual -Midorima se ajustó las gafas, sin admitir que también estaba algo agobiado-. Ya sabes cómo es.

- Qué huevos tiene -Comentó Aomine por el fondo, ya de mal humor.

Pero ya no tuvieron que aguardar mucho más.

- Perdón -Dijo una voz a sus espaldas, sorprendiéndolos, aunque no demasiado-. Os he hecho esperar.

La Generación de los Milagros se giró al mismo tiempo para ver a su capitán después de tanto tiempo. Furihata no logró ver su cara, pero vio que no era muy alto. Tal vez un poco más que Kuroko, pero los otros cuatro eran bastante más altos que él. Y aun así, consiguió que el chico de Seirin se estremeciera de miedo.

Akashi no se movió, se limitó a mirar a sus antiguos compañeros y a decir sus nombres con tranquilidad, como si estuviera comprobando que no faltara nadie.

- Me alegro de volver a veros. Que estemos todos aquí resulta muy conmovedor -Dijo con voz clara y seria, hasta que se fijó en Furihata-. Pero... hay alguien que no debería estar aquí. Ahora mismo sólo quiero hablar con mis compañeros. Perdona, pero ¿podrías irte?

Si él era el primero que quería irse, pero en ese momento ni siquiera podía moverse de lo asustado que estaba. Ya terminó de asustarse cuando sintió que alguien le ponía una mano en el hombro con fuerza.

- Venga ya, tío, podrías ser un poco más amable -Comentó una voz divertida, posicionándose al lado del chico-. No le trates como a un margi.

- ¡Kagami-kun! -Exclamó Kuroko sorprendido por volver a verle.

El chico pelirrojo debía de haber llegado hacía poco de América, donde había ido para entrenar hasta la Winter Cup. Pero no le dijo demasiado a Kuroko, solo se limitó a sonreír divertido y dar un paso adelante.

- Conque tú eres Akashi... Mucho gusto -Dijo mirando al chico con el uniforme de Rakuzan de frente.

Akashi lo miró fijamente un solo instante, tal vez comenzando a interesarse. Pero luego bajó las escaleras para reunirse con Midorima.

- Shintarô, ¿me dejas esas tijeras un momento? -Le preguntó, extendiendo la mano hacia él.

- ¿Para qué las quieres? -Preguntó el chico de pelo verde algo desconfiado.

- Me molesta un poco el pelo, pensaba cortármelo -Respondió tomando las tijeras y separándose de su compañero, para acercarse más al chico pelirrojo-. Pero antes... Tú eres Kagami-kun, ¿no?

Kagami pasó de la sorpresa al impacto, y por poco no esquivó la hoja de las tijeras cuando Akashi intentó apuñalarlo. Pero aun así, no se libró de recibir un pequeño arañazo en la mejilla.

- ¡Kagami-kun! -Exclamó Kuroko asustado. Todos los demás también se sorprendieron al ver la herida del chico.

El capitán de la Generación de los milagros soltó una pequeña risa, casi un suspiro.

- Buenos reflejos. Por moverte así, te voy a perdonar esta vez. Pero no va a volver a pasar. Si digo que te vayas, vete -Comentó con tranquilidad, pero aun así su voz sonaba increíblemente seria. Alzó de nuevo las tijeras, y comenzó a cortarse el pelo-. En este mundo, ganar lo es todo. A los vencedores les dan la razón y a los vencidos se la quitan. Hasta ahora, nunca he perdido en nada, y nunca lo haré. Y como siempre gano, siempre tengo razón.

Dejó caer todos los mechones de pelo que se había cortado, y luego miró a todos, especialmente a Kagami, con una pequeña sonrisa.

- Si alguien se opone a mí, sea quien sea... le mataré.

Nadie dijo nada. Todos observaban los ojos dispares de Akashi en silencio. Si había miedo en sus cuerpos, desde luego ya estaban acostumbrados a disimular. Pero Kagami aun seguía impactado por el comportamiento de ese chico. Por unos largos minutos nadie se movió, hasta que el chico de Rakuzan decidió que ya era suficiente espectáculo por un día.

- Pues yo me voy ya -Dijo sin más, dando media vuelta pero mirando de reojo a sus antiguos compañeros-. Nos veremos otro día.

- ¡¿Qué?! -Exclamó Aomine, comenzando a molestarse de verdad-. No me vengas con esas, Akashi. ¿Nos arrastras hasta aquí para nada?

- No, en realidad solo quería comprobar una cosa. Pero al veros me he dado cuenta de que no hace falta -Justificó esbozando una pequeña sonrisa, haciendo que los demás volvieran a prestarle atención-. Parece que nadie ha olvidado lo que nos prometimos en su día. Así que todo está zanjado. La próxima vez que nos veamos será en la cancha.

Y sin más, se fue de allí dejando a los demás con sus propios pensamientos. No merecía la pena quedarse más tiempo. De todos modos, tenía más cosas que hacer, y debía reunirse con alguien.

Cerca de donde había sucedido todo, sentada en un banco y leyendo un libro con tranquilidad, estaba ella. La chica de pelo blanco y ojos de color gris pálido. Akashi comenzó a sonreír a medida que se acercaba a ella. Ni siquiera se había dado cuenta de que había vuelto, cuando se ponía a leer era como si el resto del mundo desapareciera. Solo lo notó cuando ya estuvo justo delante, al ver el uniforme del equipo. Entonces cerró el libro esbozando una suave sonrisa para alzar la mirada y sorprenderse.

- Seijûrô, tu pelo... -Susurró Ryûna sorprendida, levantándose del banco.

- Decidí cambiar un poco -Dijo sin más-. ¿Te gusta?

- Estás un poco raro -Reconoció riendo suavemente, alzando un poco la mano para poder tocar su pelo-. Pero me gusta. Te queda bien.

Naturalmente, el chico de ojos dispares dejó que acariciara su pelo lentamente, acercándose un poco más a ella sin importarle que hubiera gente cerca.

Antes de irse, Kise observó con melancolía como a lo lejos Akashi se reunía con la chica de pelo blanco. Aquella que siempre había sido su mejor amiga. La vio reír un poco mientras tocaba el pelo recién cortado del chico pelirrojo, para que luego él se inclinara un poco y apoyara su frente sobre la de ella, a su vez entrelazando los dedos de sus manos. Estaba lejos de ellos, pero aun así podía ver que estaba muy guapa. Le había crecido un montón el pelo, era posible que lo tuviera tanto o más largo que Momoi. Iba vestida con ropa de invierno, claro. Llevaba un abrigo corto por la mitad de los muslos, una bufanda, y botines con un poco de tacón. Juraría que antes nunca la había visto vestir así, pero esa ropa le quedaba muy bien.

Ojalá no la hubiera reconocido.

Así no sentiría la necesidad de correr hacia ella para poder estrecharla de nuevo entre sus brazos. Llevaba demasiado tiempo sin verla, sin saber nada de ella. Pero ya no importaba. Cerró los ojos con un suave suspiro, y decidió volver con el equipo de una vez, Kasamatsu volvería a pegarle si llegaba tarde. Mientras reía, Ryûna ceyó ver una figura conocida a lo lejos, pero no logró distinguirla ya que desapareció al momento. Mejor no pensar en ello, serían imaginaciones suyas.

Akashi no le contó todo lo sucedido con los chicos, no le hacía falta saber lo de Kagami.

- ¿Y cómo están todos? -Preguntó una vez comenzaron a caminar hacia el interior del estadio de la Winter Cup-. Seguro que se han sorprendido mucho al verte.

- Están bien. No han cambiado demasiado, pero al menos sé que se han hecho más fuertes.

- Claro -Asintió con una suave sonrisa.

Tenía muchas ganas de volver a verlos, a todos. El único con el que hablaba de vez en cuando por teléfono era Murasakibara, y hacía como tres meses desde la última vez que había sabido algo de Midorima. Solo tenía noticias de los demás a través de Akashi, y realmente los echaba de menos. Sobre todo...

- ¿Ryôta... ha preguntado por mí? -Preguntó en un leve susurro, con una voz apenas audible.

- Ni siquiera hemos hablado. Solo he estado con ellos un momento.

- Entiendo.

Akashi la miró sin perder su expresión, pero aun así sabiendo lo que estaba pasando por su cabeza en ese momento. Desde que se habían ido de Teikô, Kise y Ryûna no habían vuelto a hablar ni una sola vez. Nunca le había dicho que no hablara con él. Siempre había aceptado que hablara con todos los chicos de la Generación de los Milagros sin ningún inconveniente por su parte. A él también le había parecido un poco extraño que Kise hubiera comenzado a alejarse tanto de ella después de acabar el último curso. Pero siempre había sabido que lo haría tarde o temprano.

Desde luego el chico de ojos dispares no se iba a meter en esas cosas. Había asuntos más importantes que atender que la estupidez pasajera de Kise.

Pero aun así, siempre encontraba tiempo para reconfortar a Ryûna. Se acercó un poco más a ella al caminar, y la abrazó por la cintura para acercarla a su cuerpo y que la chica pudiera apoyarse en él.

- No seas tan impaciente.

La chica asintió con una suave sonrisa, aunque también con algo de tristeza, mientras se paraban de repente. Ya habían llegado a la puerta de los vestuarios de Rakuzan. Ella no formaba parte del equipo, así que ya no tenía nada que hacer allí. Decidió marcharse en cuanto vio a los compañeros de Akashi salir del vestuario.

- Creo que me iré a casa. Tal vez con mucha suerte me encuentre a mi madre.

- De acuerdo. Iré a buscarte más tarde.

Después de despedirse del chico y de saludar a los demás un momento, salió al exterior para caminar hasta la parada de autobús. Sentía que se perdería si iba a casa andando, era como si hubiera pasado un siglo desde que se había ido de Tokio. Al llegar a la parada sonrió a un niño pequeño que llevaba una camiseta de algún jugador americano, siendo correspondida.

En realidad no quería irse a casa. Necesitaba ver alguna cara amiga, hablar con alguien con naturalidad.

Un autobús llegó y se paró frente a ella, y al ver el cartel del lateral vio que no la llevaría en su dirección, así que ese no le servía. Pero aun así le llamó tanto la atención que sintió ganas de sonreír divertida, aunque no llegó a hacerlo. ¿Eso era lo que la gente llamaba una señal divina?

Pudo ver cómo el autobús que sí la llevaría a su casa llegaba también. Pero lo ignoró. En su lugar, se subió al primero. Si esa malvada divinidad que antaño siempre hacía que se reuniera con él cuando necesitaba consejo volvía a hacer de las suyas y le brindaba la oportunidad, no la desaprovecharía. Se sentó al principio del vehículo, y no se sintió tranquila hasta que hubo bajado y encontrado el camino que debía seguir para llegar a su destino. Pero suspiró más nerviosa de lo que quería reconocer en cuanto vio las letras en el muro de la entrada.

Shûtoku.

Ignoró las miradas de un grupo de chicos que se sorprendieron al verla allí, y comenzó a caminar.

- ¿Pero de verdad intentó apuñalar a Kagami con tus tijeras?

- Deja de sacar el tema una y otra vez, Takao.

- ¡Es que es demasiado surrealista! -Exclamó el chico de pelo negro, casi riéndose de lo raro que había sido su relato.

Midorima lo ignoró, y comenzó a correr para seguir entrenando. Aun tenían un rato hasta volver al estadio de la Winter Cup, quería aprovecharlo. Takao suspiró, pero lo siguió robándole el balón como pudo. Pero apenas cinco minutos más tarde algo llamó la atención del chico de pelo verde.

Alguien había entrado en el gimnasio abriendo lentamente la puerta, y se había quedado de pie en silencio, tal vez esperándole.

Solo le bastó una mirada a sus ojos pálidos para reconocerla. Al instante ya estaba dejando de correr con el balón, quedándose justo frente a ella.

Ambos se observaron en silencio durante unos instantes, sin darse cuenta de que Takao los miraba de lo más extrañado. Pero todo fue aun más raro cuando vio que la chica de pelo blanco lo ignoraba por completo y caminaba lentamente de frente, hasta llegar a Midorima y darle un suave abrazo con un gesto triste y serio en su rostro. El chico de pelo verde puso los ojos en blanco, y se limitó a poner una mano en su espalda a modo de respuesta. Con lo formales que eran siempre era más bien extraño que se abrazaran, aun después de haber pasado meses desde la última vez que se habían visto.

- Perdona, me he emocionado demasiado -Rió la chica algo avergonzada, intentando que no viera que no estaba muy alegre y echándose hacia atrás, por fin dándose cuenta de que un chico de bonitos ojos azules los miraba, aparentemente en estado de shock.

Le sonrió con tranquilidad para liberar toda la tensión que parecía estarse formando. Eso debió hacer efecto en Takao, porque de repente pestañeó y entrecerró un poco los ojos al acercarse a ellos.

- ¿Quién es esta? -Preguntó, no directamente a la chica, pero aun así sin apartar la mirada ni por un instante.

- Su nombre es Hakuren Ryûna -Dijo Midorima mirando a la chica a los ojos-. No seas grosero, Takao.

- Es un placer, Takao-kun -Comentó la chica inclinando un poco la cabeza, sonriendo con tranquilidad. Por supuesto ya sabía su nombre completo y algo sobre él, pero era mejor no decir nada-. Me alegra ver que Shintarô se hace cada vez más fuerte junto a otra persona.

- Un momento... ¿De qué os conocéis, Shin-chan? -Preguntó el chico de ojos azules, realmente confuso.

Ryûna escuchó sorprendida cómo lo llamaba, y de repente soltó una suave risa.

- Shin-chan y yo íbamos juntos a clase en Teikô -Dijo imitándolo, sonriendo a Midorima.

- Genial, Takao, me has extendido el mote.

- No te enfades, te prometo que no se convertirá en una costumbre. Si no recuerdo mal vais a jugar pronto, ¿no es así? Creo que podré ir a veros. Disfrutaré mucho con vuestros partidos, estoy segura.

Midorima observaba a la chica algo extrañado. Tanto por su manera de hablar como por su actitud. Había cambiado muchísimo. Ya no parecía la misma chica que antes andaba siempre con la cabeza baja intentando evitar las miradas. Ahora iba de frente, miraba siempre a los ojos, y hablaba con seguridad. ¿Cuanto había cambiado desde que se había ido con Akashi?

Esperaba que solo fuera fachada y en esa chica aun estuviera la antigua Ryûna.

Por otro lado, Takao comenzó a sonreír con algo de ironía al escuchar las palabras de la chica.

- Bueno, te divertirás viéndonos jugar, aunque no entiendas mucho del tema. Puedo explicarte las reglas para que no te despistes, y quizás un día podría enseñarte a jugar.

- Idiota -Comentó Midorima por el fondo. A Ryûna no le gustaban nada el sarcasmo ni la ironía, Takao no sabía dónde se estaba metiendo.

- ¿Das por hecho que no sé jugar? No me has preguntado -Dijo la chica de ojos grises con una suave sonrisa.

- ¿Sabes jugar al baloncesto? -Preguntó el chico comenzando a sorprenderse. Parecía una princesa, ¿cómo iba a saber jugar?

- Pruébame.

Sí, la había provocado. Algo que Midorima había aprendido al conocerla era que aunque siempre fuera amable, a medida que iba cogiendo confianza en sí misma no soportaba que creyeran algo que no fuera verdad sobre ella. Y siempre se encargaba de que aprendieran la lección, con buenas intenciones, pero aun así sintiéndose algo molesta.

Aun así, el chico de ojos azules sonrió comenzando a interesarse, y cogió el balón para aceptar el reto. Pero se obligó a frenarse al fijarse un poco en sus piernas y sus pies.

- No irás a jugar en tacones, imagino.

- Oh, claro que no -Contestó Ryûna con una sonrisa tranquila, quitándose el calzado-. Jugaré descalza.

- ¿Estás de broma? Puedes hacerte mucho daño si no llevas calzado. A nadie le gustaría que una princesa se rompiera un tobillo.

- Puedes estar tranquilo, Takao-kun. Practicaba ballet cuando era más joven, puedo manejarme descalza sin ningún problema. Shintarô, ¿podrías sujetármelos un momento? -Preguntó al chico de pelo verde, entregándole los botines.

Midorima puso cara de pocos amigos porque lo dejaran fuera, pero cogió el calzado de Ryûna y se echó hacia atrás.

- Cuando quieras, yo ya estoy lista.

- Muy bien, tú lo has querido. Pero no creas que voy a cortarme porque seas una chica.

- Lo prefiero así. Pórtate tan mal como quieras -Comentó la chica sonriéndole con encanto, caminando hasta posicionarse delante de él.

Takao se puso en posición, y comenzó a moverse mientras golpeaba el balón contra el suelo. Y al instante se dio cuenta de que la chica de pelo blanco no solo se movía perfectamente aun estando descalza, sino que iba acercándose a él y le buscaba la mirada directamente.

Primero lo miró de frente. Sus ojos de color gris pálido eran casi hipnóticos... debía concentrarse en el balón, pero se dio cuenta de que no lograba apartar la mirada de ella. ¿Por qué?

Al principio lo miraba fijamente, sonriendo un poco con tranquilidad, pero luego se dio cuenta de que comenzaba a mirar a la derecha. Entonces supo que tenía que mirar allí. No sabía si era correcto, pero tenía que hacerlo. Era como si necesitara perseguir su mirada. Ryûna sonrió por la reacción y fue entonces cuando bajó un poco al coger el balón de manos de Takao y correr hacia la izquierda. Lo único que tuvo que hacer fue saltar y encestar.

- ¿Pero qué...? -Susurró Takao sin comprender nada.

¿Qué acababa de ocurrir?

Probó otra vez. Y luego otra. El resultado fue exactamente el mismo, y solo entonces pudo darse cuenta de lo que había sucedido. Le había distraído usando sus ojos... Era impresionante, solo con una mirada había conseguido nublar su mente y frenarlo, lo había llevado por donde había querido. Se parecían... Esa habilidad le recordaba a Kuroko y su misdirección. Pero también era diferente. Kuroko se servía de que el centró de atención era el balón. En cambio, Ryûna se ocupaba de dirigir la atención a sus propios ojos. Hacía que se sintiera atraído hacia ellos, que no pudiera pensar con claridad ni ver otra cosa, y así conseguía llevarlo donde ella quería para poder actuar. Era como una sirena.

Ante esa distracción ni siquiera podía ver con su ojo de halcón. Además era más pequeña y delgada que él, y se movía rápido al esquivarlo. De verdad era buena.

- Me caes muy bien, Takao-kun -Comentó la chica con una suave sonrisa, recogiendo el balón-. Me gustaría mucho poder llamarte Kazunari. ¿Te parecería bien?

- ¿Puedo yo llamarte Ryû-chan o como quiera?

- Claro, ya estoy acostumbrada a los apodos -Respondió, sonriendo amistosa. Realmente le había caído bien.

Pasaron unos pocos minutos hablando entre ellos riendo animados, hasta que Midorima se cansó de estar en la sombra sosteniendo los zapatos de la chica.

- Takao, ve a buscar algo para beber -Dijo finalmente con tono serio, acercándose a ellos y entregándole los botines a Ryûna.

El chico de ojos azules estuvo a punto de quejarse, pero al girarse y mirar a los ojos a Ryûna, además de la preciosa sonrisa que le estaba dedicando, no le salieron las palabras y finalmente se aventuró a irse unos momentos del gimnasio.

La chica miró algo interrogante a Midorima, adivinando que quería librarse de Takao para quedarse con ella a solas.

- Si te has molestado en venir hasta aquí para verme es que por fuerza te pasa algo y quieres hablar de ello. Con lo de las bebidas ya tiene para un rato, se toma las cosas con demasiada tranquilidad.

- En realidad... no sé si se podría decir que me ha pasado algo -Susurró ella, algo cortada mientras volvía a ponerse los botines-. De repente sentí la necesidad de ver a alguien conocido, y tú fuiste el primero en salir.

- Es por Kise -Dedujo al instante.

Sí, era bastante obvio. La chica ya no se sorprendió por las palabras de Midorima, pero no dijo nada. Era mejor evitar el tema por el momento.

- Estabas en el estadio de la Winter Cup hoy y le viste, ¿no es así? -Insistió el chico de ojos verdes. A veces era así, tenía que sacarle las cosas a la fuerza aun cuando iba hacia él para que la ayudara.

- Me habría gustado poder veros en ese momento -Sonrió Ryûna con algo de melancolía-. No nos hemos vuelto a reunir todos desde que salimos de Teikô. Pero ahora voy a pasar bastante tiempo por allí, así que podremos vernos de vez en cuando.

- Nos veremos como enemigos.

- Yo no soy vuestra enemiga -Dijo la chica de repente, mirándolo con seriedad-. ¿Todos me veréis así cuando os enfrentéis unos a otros?

- Ya sé que no eres mi enemiga. Pero vas a estar en uno de los bandos más fuertes, no podrás evitar que la rivalidad salga.

Aun con todo eso que se estaban diciendo, el chico sabía perfectamente que la Winter Cup era lo de menos para ella. Pero cuando le preocupaba algo, enredaba y relacionaba más cosas y terminaba aun más preocupada. Así que supo de inmediato por donde debía empezar a aconsejarle aunque la chica estuviera intentando evitar el tema. Pero ya sabía cómo tratar con ella.

- Piensas demasiado, deja de preocuparte tanto. Te aseguro que arreglarás lo que sea que te ha pasado con Kise. Se vuelve más estúpido por momentos, podrás volver a tenerlo comiendo de la palma de tu mano enseguida.

- Supongo que podría conseguirlo si tuviera tus objetos de la suerte -Rió animada mientras cogía las tijeras rojas de sus manos y las miraba distraía al abrirlas y cerrarlas-, pero no me gustaría que las cosas salieran así. Tiene que haber pasado algo que se me ha escapado.

- Deja de hacer como que no lo sabes, el cinismo no es algo propio de ti. Un idiota siempre será un idiota, así que si se ha enfadado contigo por algo, aunque dudo mucho que sea eso, será porque elegiste irte a Rakuzan y no a Kaijô con él.

- Yo también he llegado a la misma conclusión. No pretendía ser cínica, solo deseaba que no fuera eso. Pero creo que por fin lo veo claro. -Comentó en voz baja, sonriendo con algo de tristeza y devolviéndole las tijeras. Pero luego suspiró sonriendo distraídamente-. Ojalá tu malvada divinidad me ayudara en estos casos.

- ¿Malvada divinidad...? -Preguntó el chico, comenzando a confundirse.

- Bueno, será mejor que me vaya, aun tengo que deshacer las maletas y estaré bastante atareada en casa. Puede que nos veamos más tarde en el partido de Seirin contra Tôô, Shin-chan.

- Dijiste que no se convertiría en una costumbre -Contestó Midorima comenzando a ponerse de mal humor.

- Perdona, es que sigue teniendo gracia -Rió la chica animada, ajustándose el bolso en el hombro y sonriéndole con tranquilidad mientras comenzaba a caminar a la salida-. Hasta luego.

- ...Adiós.

El chico de pelo verde observó con atención como Ryûna se encontraba con Takao en la puerta. Ambos rieron divertidos cuando el chico levantó la lata de sopa de habichuelas rojas para Midorima, y tras aceptar la botella de zumo de naranja Ryûna se disculpó por tener que irse en ese momento. Su compañero hizo una pequeña broma con que otro día tendrían la revancha y que practicaría para poder ganarle, a lo que ella rió alegre mientras se despedía alzando la mano.

- La verdad es que es un poco extraña, pero me ha caído bien -Comentó Takao al acercarse a él de nuevo, abriendo la lata del refresco que había comprado-. Aunque me has sorprendido, Shin-chan. Le has mostrado mucho respeto.

- Es la emperatriz, a fin de cuentas -Comentó Midorima sonriendo un poco, aunque con su seriedad habitual-. Si ella jugara... todos deberíamos tener miedo.

- ¿Qué quieres decir con eso de que es la emperatriz?

- Es la novia de Akashi.

La sorpresa de Takao no pudo ser mayor, aunque Midorima estaba acostumbrado a que la gente se asombrara al saberlo. Al conocerla nadie podría sospechar que una chica así estuviera con alguien como Akashi. Pero luego cuando lo pensaban comenzaban a ver que tal vez Ryûna conseguía proporcionarle paz y tranquilidad, que era capaz de frenarle en cualquier cosa. Alguna vez le habían dicho que era como si Akashi fuera una espada, y Ryûna fuera la vaina.

Todos llegaban a comprender que en cierto modo eran complementarios. Akashi era el emperador. Ryûna la emperatriz. Las cosas eran así, todos debían saberlo. Y por supuesto, la emperatriz debía llevar consigo algo del poder del emperador. Por eso mismo ella era fuerte.

- La emperatriz, ¿eh? -Susurró observando a la chica desaparecer a lo lejos, comenzando a sonreír con ironía-. Creo que tienes razón. Seríamos dominados por sus ojos.

Continuará


Y aquí está por fin el primer capítulo de la segunda historia. Como podéis ver, abarca todo el arco de la Winter Cup. En realidad no quería terminar el capítulo ahí, quería poner algo más con Akashi, pero no se me ocurría nada por el momento. Así que tendré que dejarlo para los siguientes capítulos. Eso sí, tal vez tarde un poquito con el segundo, porque aun no sé ni cómo voy a hacerlo ni todo lo que pondré.

Bueno, espero que os haya gustado, o que no os haya horrorizado mucho, y que le deis una oportunidad a la nueva historia de Ryûna aunque haya cambiado un poquito xDDD

Muchas gracias por leer ^^


Kuroko no Basket y sus personajes no me pertenecen a mí, sino a Tadatoshi Fujimaki.

Hakuren Ryûna es un personaje original creado por mí.