Chloé es como una flor. Ella es hermosa, pero no es como la mayoría de las flores, ella tenía espinas.
Unas que la protegían de lo que pudiera sucederle a su alrededor, de que la lastimen. Sin embargo ella dañaba en su proceso de defenderse y lo sabía, los alejaba.
Es por esa razón que sabía que inevitablemente se terminaría marchitando. Ahí, en su completa soledad, quería creer que era envidiada por las otras flores para no sentirse peor de lo que estaba.
Antes era una de aquellas flores, esas que no tenían espinas, esas que tenían un dulce aroma y esos colores tan vividos. Sin embargo eso era en el pasado, antes de que comprendiera a donde vivía.
Por ese motivo, tuvo que protegerse porque nadie más lo haría, tenía que ser fuerte porque nadie más a su alrededor lo era.
Sabía que las espinas se encargarían de que no sufriera en el exterior, pero en el interior sabía que esa defensa era su debilidad, todos se apartaban, ella los apartaba y nadie quería estar a su alrededor.
Y sabía que solo era cuestión de tiempo para que se marchitara, para que su último pétalo caiga y ella al final quede sola aun teniendo sus espinas.
No obstante ella no sabía que a pesar de que las flores se terminan marchitando estas mismas pueden florecer.
Solo necesitaba alguien. Y ese alguien en algún momento podía llegar.
Solo era cuestión de esperar antes de que el último pétalo caiga.
