La ciudad era tranquila en sí, pero Esa mañana era más relajante de lo que solía ser de por sí. El cielo de la mañana era un naranja pastel que se mezclaba con el celeste común y el azul profundo de la noche que se despedía tranquila.
Pocas nubes se podían observar, pero los pájaros se los percibía rápido, cantando su canción relajante de madrugada, anunciando el comienzo del día para los alumnos y los trabajadores.
La plaza estaba semivacía y solo se veían 6 personas en toda es cuadra. Las 3 alumnas del colegio que quedaba a unas cuantas cuadras de la plaza, la vendedora de libros del otro lado de la ciudad y una pareja de amigos.

¿En serio fue tan loco de tomar el turno nocturno? - cuestionaba incrédulo el más alto de los 2, con una sonrisa ladina en su rostro para complementar.

Si, lo vieras tan seguro. Seguro ahora se caga de sueño el pendejo. - afirmaba con emoción el pelinegro, se le escapaban risas de recordar la idiotez de su amigo.

Seguro men, si el turno nocturno es eterno. Peor si la pasas sólo. - las sonoras carcajadas de los 2 jóvenes destruían toda la paz - Y, ¿cómo te fue en la cita? - se podía sentir un aura de cariño y fraternidad en esa frase, sonrosando al contrario.

Gracias, pero, prefiero no recordar ese desastre. - una sonrisa traviesa escapó del pelinegro, y causando que se escuchasen latidos rápidos de algún corazón juguetón.

¿Al menos fue divertida?- antes de escuchar un reclamo del otro se levantó con pereza mirando el reloj de su muñeca, pronto comenzaría su turno, pero primero lo acompañaría al otro a su casa, no estaba muy lejos de la plaza y ya era una costumbre entre ellos.

¿Venís a comer a mi casa? – imito la acción del castaño y lo siguió en silencio con un paso por delante.

Claro, ¿Por qué no?