Sai y tu llevan más de un tiempo juntos. Ya casi toda la aldea lo sabe, aunque muchos lo dudan por la obvia falta de emociones del pálido. En la mayoría de las ocasiones tuviste que demostrar que estaban juntos frente a los demás, dándole un beso mientras estaba desprevenido o abrazándolo constantemente. Éste le costaba adaptarse y más de una vez se sorprendió por el afecto que le dabas. Antes de hacerte enojar (como más de una vez paso con Sakura) siempre consultaba sus libros para saber cómo corresponderte apropiadamente. Se notaba el esfuerzo que estaba poniendo de su parte.
Pero eso no era suficiente y no encontrabas la forma de hacérselo entender sin sonar demasiado desesperada. Un último intento y seguramente te darías por vencida.
Ambos estaban en su habitación en la Academia Anbu como casi todas las tardes, ya que al vivir solo era mucho mejor para pasar tiempo íntimamente.
Y ese día era de esos, en los que era necesario la soledad. Ya que Sai finalmente estaba haciéndote un retrato en paños menores, como muchas veces antes te había pedido y te negaste por la falta de confianza.
Miraste atentamente y pudiste notar como estaba totalmente sumido en tu cuerpo acostado y en el futuro cuadro frente a él.
-Ya casi terminamos-. Dijo mientras daba notoriamente los últimos retoques. Clavaste tu mirada en su cuerpo y no pudiste evitar sentir un calor en todo tu cuerpo. La temperatura en Konoha ese día estaba por las nubes y eso no ayudaba para nada. Tampoco la camiseta corta que Sai traía y dejaba ver sus brazos al descubierto. Te contrajiste un poco en tu lugar e intentaste calmar tus aguas, algo totalmente inútil porque ya hacía bastante que fantaseabas con él mientras te tocabas en la soledad de tu habitación, y nada al fin sucedía.
-Listo - Dijo Sai mostrando su sonrisa característica que ya te habías aprendido de memoria. Tomó el cuadro con cuidado y lo giró para mostrártelo. -Sai, ¡Esta hermoso! – Dijiste sonriendo, olvidándote de todo lo que habías estado pensando antes. Cada vez que él te hacía algo no podías evitar emocionarte, así que te levantaste olvidándote que solo te cubría una pequeña manta.
Al sentir la tela caer de tu cuerpo quedaste helada, mientras mirabas totalmente sorprendida a Sai, que estaba más rojo que un tomate, aunque no podía sacar la vista de tu ahora descubierto cuerpo.
Tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había pasado, así que dudando dejó el cuadro en su lugar y se paró para alcanzarte la manta otra vez. Una gota de sudor caía de su frente cuando se agachó así que en ese instante supiste que era ahora o nunca.
-Se te cayó – Dijo asumiendo lo obvio. Te tendió la tela y te acercaste lentamente hasta quedar casi pegada a su pecho. Tomaste sus manos que tenían una punta cada una y las guiaste para que te rodeara con la manta.
Sabías que ibas por el camino correcto cuando escuchaste como tragaba en seco arriba tuyo. Sonreíste para tus interiores y decidiste ir más allá. Tomaste una de sus pálidas manos mientras la otra sostenía los dos lados de la manta, y la guiaste lentamente por el largo de tu espalda, bajando cada vez más.
Sentiste un estremecimiento de su parte y al llegar casi al borde del comienzo, se soltó de tu agarre y rápidamente te hizo un nudo en la espalda. Tragó en seco y se alejó exaltado.
Nunca sentiste tanta decepción como en ese momento. Ya era el colmo. - ¡Qué diablos Sai! – Gritaste sintiéndote rechazada. -Soporté toda tu indiferencia al comienzo y me dije a mi misma que iba a pasar, que ese es el Sai del que estoy enamorada… Pero ¡Ya no sé cómo pedírtelo demonios! – Gritaste otra vez mientras corrías por la habitación buscando tu ropa. El susodicho se quedó callado y sorprendido. – Creí que había hecho todo bien -Dijo con calma – Yo me aseguré de ponerte contenta cada segundo. No comprendo – Terminó de decir mientras te seguía con la mirada. Al escuchar lo que dijo no pudiste evitar que la vena resaltara de tu frente y ahora con más rapidez terminaste de vestirte.
Caminaste a pasos agigantados hacia la salida, pero su mano en tu brazo te detuvo. - ¡Suéltame! – Dijiste mientras intentabas zafar de su agarre. -Te pedí que cualquier cosa que te molestara de mi actitud me lo comentaras, y estuviste de acuerdo. Por favor, ¿Hay algo de lo que no me di cuenta? – Dijo y dejaste de luchar contra su brazo. Respiraste hondo y giraste la cabeza enojada, para enfrentarlo. Al ver sus intensos ojos en los tuyos, tus piernas flaquearon y bajaste la cabeza avergonzada. – Sexo… - Susurraste. - Mmm ¿Qué? – Dijo acercándose más a tu cara. - ¡Sexo! – Gritaste entre enfadada y sonrojada. - ¡No estoy loca! También eres hombre, ¿No tienes deseos? ¡Nunca me tocaste un pelo! Nunca pasamos más que besos y ya estoy cansada… – Dijiste bajando cada vez más la voz, terminando en un susurro, mirando hacia otro lado.
Escuchaste su risita tonta encima de tu cabeza y ya te colmó la paciencia. Unas lágrimas de rabia salieron rebeldes de tus ojos y ya teniendo suficiente levantaste la cabeza para gritarle una vez más.
Pero tu voz nunca salió.
Un beso te calló por completo y quedaste totalmente sorprendida. Sai caminó unos pasos y te acorraló contra la pared para que no intentaras escapar. Se separó de tus labios y te miro de una forma neutra pero muy profunda. - ¿Qué era tan gracioso? – Dijiste un poco aturdida por el beso. – No tienes idea de cuanto leí para esto. – Dijo y lo miraste totalmente confundida. – Yo también te deseo. – Dijo sin filtro e instintivamente te sonrojaste. – Me reí porque hace meses que vengo leyendo y estudiando para poder hacerte sentir bien, ya que nunca había hecho nada semejante. No quería que algo saliera mal y te alejaras. Estaba intentado saber para ti. Le pedí consejos a Kakashi- Sensei y Pude leer unos libros de Jiraiya. Quería saber lo suficiente. -Susurró. - Si eso te ocurría podrías habérmelo dicho. – Dijo ya más tranquilo. En tu caso, ya habías dejado de escuchar en el momento en que te dijo que había hecho todo eso solo para tu placer. Te limpiaste el resto de las lágrimas y te abalanzaste a sus labios.
Sai se quedó un poco estático, pero al instante te siguió el ritmo. Comenzaron a besarse vorazmente mientras lentamente lo llevabas a su cama. Caminaron como pudieron hasta el borde, y Sai se sentó mientras te acomodabas arriba de sus piernas. De los labios comenzaba a brotar saliva y los jadeos no tardaron en aparecer.
Tomaste las manos de Sai que descansaban en tu cintura y las guiaste otra vez a tu trasero. Esta vez el morocho apretó despacio y luego con más confianza. Pasaba las manos por tu muslo y volvía a tu trasero, que lo estaba moldeando a su gusto. Despegó su boca de la tuya como pudo y siguió dándote besos ensalivados en la comisura y así por tus mejillas, bajando hasta que hizo un camino húmedo hasta tu cuello, que te tomó por sorpresa y dejaste salir un gemido totalmente ahogado. -Ahh… Mhhp… Sai…- No podías más que suspirar su nombre, ya que su lengua estaba haciendo un trabajo espectacular. Te retorciste un poco y sentiste entre tus piernas lo que tanto estabas deseando, crecer cada vez más. Contrajiste un poco tu cuerpo e instintivamente comenzaste a mover tus caderas arriba de su semi erección. Escuchaste los quejidos de Sai en tu cuello y eso te excitó mucho más. Nunca demostraba más de lo necesario y escucharlo jadeando debajo de ti hacía que te pusieras a mil. – S-sai… - Intentaste decir, pero éste seguía sumido en lo suyo. Lo tomaste de la cabeza y juntaron sus frentes, mientras comenzaban a jadear más profundamente por la rapidez de tus movimientos. – ¿N-no crees que hace mucho calor? – Dijiste respirando entrecortadamente, obviando lo que Sai tenía que hacer en el paso siguiente. - ¿Mmh? – Dijo confundido. Te reíste tiernamente y te acércate seductoramente a su oído. -La ropa… - Susurraste de la forma más caliente posible, y luego besaste el lóbulo de su oreja. – C-claro- Dijo atontado y te alejó para tomar el borde de la camiseta que inútilmente te habías vuelto a poner.
Lentamente pasó por tu cabeza y se quedó maravillado mirando tus rozados pezones. No pudiste evitar sonrojarte y pasaste tus manos por sus brazos en camino al borde de la suya. Se la terminaste de sacar y al instante que se abrazó a tu cuerpo, tomó el mando de la situación. Te apretó contra su pecho y tomó tu trasero excitantemente para volver a moverte encima de él a su gusto. Ahora sentías su pene en su completa forma, aunque ambos seguían con los pantalones.
Ambos retomaron los jadeos y al estar al frente de su pálido cuello no pudiste evitar besar esa blanquecina piel que te pertenecía. Ahora sí iban a ver que ambos estaban juntos, con pruebas que lo comprobaran. Besabas y mordías su cuello entre jadeos ya que te encantaba su agitada respiración en tu oído y lo activo que se había vuelto. -Ahh… Sai, mmm, ahhgg…- Pasabas tu lengua descontrolada por todos lados, terminando en su boca otra vez.
Desprevenida, Sai te tomó un poco más fuerte y te levantó llevándote a la cabecera de la cama. Te dejó con delicadeza y se arrodilló encima de ti. Mirándote fijamente todo sudado y despeinado, respirando por la boca como podía. – Te amo. – Dijo seriamente. Te quedaste sin palabras y con los ojos como Os. Aunque intentabas recobrar la respiración lo tomaste del cuello y se fundieron en otro gran beso. – Y-yo... Te amo, te amo mucho. – Dijiste sinceramente cuando se separaron, pero Sai no dijo nada. Intentaste disculparte, pero él te hizo callar con otro beso.
Más besos húmedos se hicieron presentes y Sai siguió su camino por tu cuello hasta tus pezones, que estaban rojos y parados por la falta de atención. Se relamió los labios y dejó un hilo de saliva caer de su boca hacia estos. Sin hacerte esperar más enterró su cara en tus senos. Lamía uno desenfrenadamente, mientras el otro lo estimulaba con la saliva que había dejado. – Ahh… sí sí… me encanta… te amo… mmmgh- Decías entre jadeos, sin prevenir que su mano sobrante estaba caminando sigilosamente hacia tu entrepierna.
En ese instante, te pusiste a pensar que no te había mentido, porque lucía como todo un experto en el tema. Apretaste las piernas al sentir como su mano se abría camino por entre algunos de tus cabellos púbicos y arqueaste la espalda cuando apretó toda tu vagina descaradamente. - ¡AHH…! MMmg ahh. – Gritas te por la intromisión y Sai al instante levantó la cabeza de entre tus pechos. – ¿Te gusta? ¿Lo estoy haciendo bien? – Te preguntó inocente. Lo miraste a los ojos jadeando y notaste como tenía cara de preocupación. Parecía que sus manos estaban separadas de su cuerpo, porque no lucía como la persona que te estaba haciendo gemir así. Por un momento habías olvidado que también era su primera vez. – L-lo estás haciendo… f-fantastico Sai, me encanta… - Dijiste totalmente entre jadeos. Él solo sonrió y te lamió la mejilla. Comenzó a frotarte en la entrepierna y volvió a besarte todo el largo de tu húmedo cuello. Movió el dedo mayor cerca de tu clítoris y juraste en ese momento poder ver las estrellas a través del techo. – S-AI AHHH DEMONIOS MMGHHM – Arqueaste más la espalda y comenzaste a menear las caderas para tener más contacto con ese dedo intruso. Un escalofrío recorrió toda tu espalda cuando Sai tomó entre dos dedos ese pequeño botón placentero. - ¡Aahh…! – Gemiste alto cuando sentiste que ya estabas por correrte. – Leí que las mujeres pueden sentir esto varias veces – Sai susurró en tu oído mientras seguía con su trabajo manual. – Veamos si es verdad – Al momento de terminar de decir eso apretaste las piernas y dejaste libre todo el líquido que tenías acumulado dentro. -AAHHH!... MMMGGHM… - Varias lagrimas salieron de tus ojos y apretaste a Sai entre tus brazos, extasiada de placer. Sin recobrar la compostura, Sai sacó la mano de tu entrepierna y como pudo te bajo lentamente el pantalón. Abriste los ojos cuando escuchaste el broche del suyo abrirse, te daba curiosidad como lucia plenamente. Terminó de bajarse la última prenda y tus ojos quedaron en un trance. Su cuerpo desnudo era mejor que cualquier obra de arte que jamás hubieras visto. Te quedaste embobada ante tal hermosa figura y de nada valió la corrida, porque ya estabas encendida otra vez. – ¿Qué sucede? ¿Te desagrada? – Preguntó ese dios griego preocupado e ingenuo. Parpadeaste varias veces y te levantaste de la cama, para atraerlo a tu cuerpo y que cayera otra vez encima de ti. – Eres la persona más hermosa que vi en mi vida – Dijiste sinceramente y con un brillo en tus ojos. – Estaba a punto de decirte lo mismo. Puedo hacer miles de retratos, pero la original siempre va a ser la mejor – Lo miraste a los ojos lo más profundo que pudiste y sonreíste como nunca. No cabía duda de que él si sentía cosas.
Mientras lo mirabas profundamente, pasaste tu mano por tu boca y ensalivaste toda la palma. Sai cambio de expresión a una confundida y sonreíste, para después bajarla y encaminarla a su pene.
Al instante que hiciste contacto con su tronco, Sai arrugó toda su cara y pegó su frente a la tuya. – ahh… ahh… - Gemía en voz baja. Te gustó tanto su voz que comenzaste a masturbarlo rápidamente, para poder escuchar más gemidos salir de esa hermosa boca. – Ah… ah… ah… - Suspiraba con más continuidad. El contacto involuntario que hacia la punta de su pene con tu clítoris hacía que también suspiraras de placer. Ambos estaban gimiendo, respirando el mismo aire que salía de uno y entraba en el otro. - ¿Quieres… q-que lo haga? – Preguntó entre suspiros.
Obviando a lo que se refería, asentiste rápidamente, mientras lo atrapabas en un fogoso beso. – Si te molesta algo y quieres que pare, por favor házmelo saber. – Dijo mirándote fijamente, agitado por toda la acción. Asentiste otra vez y le rodeaste el cuello con los brazos. Sai te beso la mejilla y bajo su mano derecha para tantear el espacio húmedo en donde iba a introducirlo. Esto hizo que te retorcieras del placer, pero no dejaste de mirarlo a los ojos ni un segundo. Abrió tus piernas para más acceso y se quedó entre ellas. Tomó su pene y lo pasó varias veces entre medios de tus labios, para que todo ahí abajo se mojara. -Ahh S-sai…- Gemiste mirándolo. Frenó su vaivén y se quedó en el punto perfecto para ir introduciéndolo de a poco.
Sentiste como iba empujando de a poco en tu entrada, y por mojado que estaba igualmente dolía. Sai notó la cara fruncida que tenías y a mitad de camino freno. - ¿Te duele? ¿Quieres que lo saque? – Preguntó y abriste los ojos. Varias gotas cayeron de su frente y estaba jadeando. Él también estaba haciendo un esfuerzo en no apresurarse. – N-no… estoy bien, enserio. Sigue por favor. Te diré si algo va mal. – Dijiste sinceramente y besaste rápidamente sus labios. Él asintió y volvió a concentrarse en el asunto.
Se introdujo más adentro tuyo y al entrar completamente apretaste todo su cuerpo. Se quedó un momento quieto y pasó una mano por tu cara para limpiar una lágrima que se había caído. – Ahora va a empezar a sentirse bien. – Dijo y te besó profundamente. Dejó libre una mano y la pasó por el largo de tu cuerpo hacia abajo. – Ahh... – Gemiste al sentir su mano acariciarte toda la vulva. Sai notó el momento en que cerraste los ojos para comenzar a moverse dentro de ti. Estabas experimentando placer y un ligero dolor a la vez. Abriste los ojos y miraste a Sai encima de ti totalmente excitado, moviéndose cada vez más rápido. -Mmm…- Gemía encima de tu cara, frunciendo su cara de placer. Comenzaste a acostumbrarte a la intromisión y el dolor se había esfumado totalmente.
Abriste más las piernas a los lados y Sai lo tomó como una invitación a ir más profundo. -AHHGG… S-SAI MMMM. T-TE AMO…. TE AMO… - Suspirabas en su boca, besándolo de vez en cuando, mientras te embestía fuertemente. Sus cuerpos iban en total sincronía y la cama debajo de ustedes les seguía el ritmo. La habitación estaba sumida en sus gemidos y el ruido de sus cuerpos sudados chocando. – V-valio la pena… leer t-tanto – Dijo Sai totalmente colorado.
Sus caderas aumentaron más la velocidad dejando ver que ya estaba a punto de reventar. - ¡AHH… AAAH! – Gritabas más. Te penetraba rápidamente y todavía seguía frotando tu clítoris con fuerza. - ¡S-sai… no puedo…! – Gemiste, abriendo la boca para que te entrara mucho más aire. – Y-yo tampoco – Dijo más tranquilo, pero no menos agitado.
Se apegó totalmente a tu cuerpo y te abrazó con ambos brazos. Sus caderas no dejaron de embestirte y no pudiste hacer más que arañarle su pálida piel. Se acercó a tu rostro y comenzaron a besarse desenfrenadamente, mientras más saliva salía de sus bocas. – ¡S-SAI…! – Gritaste por última vez y un grito ronco excitante salió de lo profundo de su garganta.
Una última profunda estocada y Sai explotó dentro tuyo, dándote una sensación de éxtasis que nuca experimentaste. – ¡AAAH! ¡T-TE AMO…! MMMMG- Gritaste y te corriste con su longitud todavía en tu cuerpo.
Lo viste a los ojos y no resististe besarlo una vez más, antes de que él cayera desplomado encima de ti. Respirando como un loco. – Si esto que sentí fue placer, entonces me encanto. Espero que haya sido igual para ti. – Te susurró en el odio, y tendió un brazo buscando una fina sábana para taparlos a ambos, porque el calor de Konoha seguía siendo infernal. – Lo siento por mi intolerancia, también me encanto Sai – Le besaste la coronilla de la cabeza y se quedaron dormidos en esa posición.
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Al otro día, ambos caminaron por la aldea y varias miradas se posaron en ustedes. Sai cambió la expresión de su rostro por una confundida y te miró. – ¿Por qué nos miran tanto? – Preguntó ingenuo. Sonreíste para tus adentros y le besaste la mejilla. – Debe ser que nos envidian. – Dijiste bromeando, agradeciendo que Sai no se dio cuenta de que tenía el cuello lleno de marcas rojas.
