Disclaimer: Los personajes y los escenarios empleados pertenecen a JK Rowling
Prólogo
La vida tras la guerra no había sido fácil para Draco.
Aunque tras la muerte del Señor Tenebroso, ni a su familia ni a él los habían juzgado, gracias a la actuación de Potter, quien había declarado a favor tanto de su madre como de él, el castigo por su actuación durante la guerra había sido igualmente cruel; el mundo mágico les había dado la espalda.
No, era peor que eso: el mundo mágico les había echado de una patada de él, sin consideración alguna.
Draco siempre había sabido que, si sobrevivía a la guerra y el Señor Tenebroso moría, su vida sería un infierno, pero la situación que comenzó a sufrir tras la batalla de Hogwarts fue mucho peor que de lo que había esperado.
No era sólo que la gente apartase a sus niños cuando él caminaba por el Callejón Diagon. Ni que los duendes que manejaban el banco de Gringotts lo mirasen con recelo al entrar a buscar algo de dinero a su cámara. Ni que los hijos de muggles salieran corriendo cuando se cruzaban por la calle. No. Era mucho peor.
Era el tener miedo a salir de la Mansión Malfoy, por si lo asesinaban. Era ver los cabellos rubios de su madre tornarse blancos. Era verla toser y expulsar por la nariz y la boca fluidos de colores extraños y no poder convencerla a ir a San Mungo. Era ahogarse entre las cuatro paredes de la casa y no poder hacer nada para remediarlo.
Si a Draco le hubieran dicho durante su adolescencia que iba a acabar así, encerrado en su casa, sin apenas contacto con el exterior, probablemente no se lo hubiera creído. Y si lo hubiera hecho, quizá habría actuado de una forma distinta durante la guerra.
Pero, a esas alturas, Draco tenía claro que no era posible cambiar la situación en la que se encontraba. Sabía que la única forma que había de cambiar las cosas era salir adelante por sí mismo. Adaptarse a aquella sociedad que estaba recuperándose de los años de terror que Voldemort le había hecho sufrir. Adaptarse a aquella sociedad que lo había excluido, sin brindarle una segunda oportunidad.
Y lo iba a hacer. Lo iba a hacer, porque era un hombre de diecinueve años con toda la vida por delante; porque sabía que esa juventud no iba a durar para siempre, y que no podía permitirse desperdiciarla. No quería.
Porque estaba convencido que, a pesar de todo lo malo que había sucedido, las cosas podían cambiar y arreglarse.
No podía dejarse morir, enterrarse en vida en aquella mansión, porque eso era lo que todo el mundo deseaba, ¿no? Y Draco era demasiado orgulloso como para dejar que el mundo le ganase.
