Shi no zenchō

Trastornada. No era fácil de apreciar, no era fácil de ver, pero allí estaba. Estaba en el suave temblor de sus manos, en las marcadas ojeras, en la delgadez de su rostro. Pequeños sintomas, pequeños detalles que la delataba ante atentos observadores.

No importaba que mantuviera la sonrisa socarrona, las pullas juguetonas y ese aire de irritante listilla para chinchar a los demás, su mutación estaba haciendo mella en ella, y Blink era capaz de verlo.

Cuando Yukio, con sus andares de bailarina y sonrisas mortíferas, se presentó como "la guardaespaldas del grandullón", señalando a Wolverine, supo que era alguien fuerte. Pero hasta la más fuerte de las personas se podía quebrar, y esa posibilidad aterraba a Blink.

Porque cuando la noche se alzaba sobre ellos, y Yukio se acercaba a su catre, repitiendo lo que ya había dicho delante del grupo unas horas antes, esta vez sin ocultar la desesperación de su voz y el miedo en sus ojos.

"Mañana morirás."

Blink no podía ayudarse a sí misma en no cogerla fuertemente de la cintura y besarla como, efectivamente era, el último día de su vida.

Transmitirle con furiosos besos que "estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí".

Porque desde que la antiguamente inocua mutación de Yukio se mantenía constantemente activa desde el inicio de la guerra, y era cegada por las visiones de muerte de sus amigos una y otra (y otra, y otra, y otra) vez, Yukio parecía olvidar que gracias a Kitty no iban a morir en realidad. Que solo eran pesadillas: lo vivirían, sí, pero despertarían de nuevo.

Y a Blink no se le ocurría mejor manera de hacerle ver lo vivas que estaban que provocando que sus corazones bombearan y su sangre quemara por las venas, con caricias desesperadas, besos acalorados y gemidos entrecortados.

Cuando terminaban, agotadas y sudorosas, con el cuerpo laxo y la mente relajada, Yukio se giraba para encararla y le mostraba una genuina sonrisa con la chispa en sus ojos de antaño. Y Blink, mirando aquello tan hermoso y sintiéndose feliz por primera vez en mucho tiempo, se le hacia un nudo en la garganta y le entraban ganas de llorar, pero lo único que hacia era devolverle la sonrisa y darle un suave apretón en sus manos entrelazadas.

Pero aquella burbuja de intima y cálida felicidad que las arropaba por las noches pareció explotar poco después.

Hubo un momento en el que ni las caricias, ni los besos, fueron suficientes para alejar a Yukio de la permanente muerte que cegaba sus ojos.

Hubo un momento en el que Yukio ni siquiera se esforzaba por mantener su coraza ante los demás.

Y no importaba que Logan le preguntara que qué había sido de su guerrera con botas, que Bobby y Kitty le dedicaran amables palabras o que Sunspot y Warpath hicieran débiles intentos de bromas para animarla.

Estaba encerrada en una espiral de muertes que nunca cesaban, y Blink sabia que por mucho que intentaban mantener la esperanza, ellos también lo estaban.

No debió de sorprenderse, en uno de sus encuentros, en los que Yukio se presentaba en su catre como un presagio de muerte, cuando sus jadeantes respiraciones se calmaban y dejaban paso al silencio sepulcral de la noche, que se abrazara contra su espalda, ronroneando felizmente por primera vez en meses, anunciando una muerte que no era la suya.

- Mañana moriré - le fue susurrado dulcemente al oído, mientras repartía cariñosos besos por su cuello.

Blink supo entonces, por la convicción en sus palabras y el soñador tono de su voz, que ningún viaje en el tiempo podría salvar la vida de Yukio, y que Yukio así lo quería.