Los personajes de Bleach pertenecen a Kubo Tite y la historia es una invención de mi loca mente.

Moshi-moshi. Este fic está escrito tomando como punto de partida los capítulos finales del manga y es completamente IchiRuki. Pero no soy una incoherente, no saltaré de un lugar a otro, Así que describiré todo el desarrollo de las cosas parte por parte hasta llegar al tan ansiado Ichiruki al final. El Colorín, colorado este cuento ha terminado. Final feliz Ichigo y Rukia juntos, o como les agrade llamarle. Pues yo soy completa y netamente Ichiruki.

ADVERTENCIA: A lo largo del fic habrá drama, muerte de personajes y situaciones como mi explicación del IchiHime y RenRuki que quizas no les agraden, aunque no pondré escenas melosas ni románticas entre ellos, pero cuya finalidad es dar un buen desarrollo a la historia y llegar como ya les dije al Ichiruki.

ACLARACIONES: Lo que está entre comillas cuando habla un personaje son pensamientos de ese personaje.

Sin más los dejo con el primer capítulo.

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¿Alguna vez pensaste en el futuro, en que es lo que te deparará el destino? Cuando eres joven esas cosas no importan, vives el día a día sin preocuparte demasiado sobre que pasará en el mañana. El futuro está lejos y dejas que el tiempo pase con calma, pues piensas que lo tienes de sobra y en demasía. Jamás pensarías que tu futuro pueda ser arrebatado en cualquier momento, ya que esas cosas no importan en la juventud. Así que avanzas cada segundo despreocupadamente, dejando que el tiempo avance siguiendo su curso natural, y así, sin que te des cuenta, va llegando tu destino con él.

¿Pero qué es realmente el destino? El destino, es aquello que se apodera de nuestra existencia particular, en la medida que el curso de la vida sigue su pasiva pendiente natural. Tiene el rostro que nosotros le otorguemos, los hechos o frutos que se den en él, se darán o no se darán de acuerdo a las decisiones que nosotros tomemos. Pero a su vez, el destino está sujeto a causalidades y fuerzas que le imponen un camino a seguir. Lo que significa que hay inmensas posibilidades y cantidad infinita de posibles futuros, de los cuales, solo elegimos uno con nuestros actos.

Entonces… ¿Qué sucedería si esa pendiente se rompe de pronto? Si algo... se "interpone", ¿cambiarías tus decisiones? ¿Cambiarias el rumbo de tu vida y quizás tomarías la oportunidad de corregir tus errores? Si se abre una bifurcación en el camino, ¿seguirás teniendo el mismo destino o elegirás el otro carril?

"Tu destino y el mío se cruzaron,

y se convirtieron en el mismo caminando a la par.

Yo quería proteger y tú me diste el poder para lograrlo,

pero por proteger tuve que sacrificarlo.

Nuestros destinos se separaron,

y nuestras manos se soltaron.

Tambaleé en un abismo,

inseguro de mí mismo.

Perdí mi rumbo cayendo en la oscuridad y me dejé por el tiempo llevar,

anhelando algún día volverte a encontrar.

Y cuando de la esperanza, ni resquicios quedaban, y de rodillas yacía mi voluntad,

apareciste tú como un haz de luz.

Volví a tomar tu mano y luchar a tu lado,

y el destino siguió su andar.

Pero imperceptible algo tenía que llegar,

y así…

todo para ambos cambiar... "

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Natsumivat

present

Aunque el tiempo vuelva y todo cambie...

No habrá nadie más que tú

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Capitulo I - Reflexiones

La última batalla de aquella guerra contra el Rey Quincy se había llevado a cabo y ya todo había terminado. La desazón en los corazones era grande y había una mezcla de temor, incertidumbre y alivio al mismo tiempo.

¿Qué depararía el futuro de ahora en adelante? Eso nadie lo sabía. Pero sin embargo cada uno de ellos internamente pensaba en todo lo sucedido y tomaba decisiones que, aunque no lo quisieran, cambiarían para siempre sus vidas.

Ya habían sanado sus heridas. Al menos las físicas, esas eran las primeras en sanar. Las otras, las llevarían para siempre. Eran cicatrices que quedarían grabadas a fuego en sus corazones. Esas marcas serían el recuerdo imborrable de que habían perdido más de lo que habían ganado.

Cuanta verdad tienen los que dicen que en las guerras nadie gana. Y él que nunca pensó participar en una, lo había hecho y más de una vez sin desearlo, pero su voluntad de proteger lo había llevado a eso, aun a costa de su propio bienestar.

A la mente de Ichigo vino la imagen de "ella" herida en esa cama, y como no pudo sostenerle la mirada al sentirse tan incapaz de haberla protegido. No se arrepentía de haber luchado, volvería a hacerlo si de ello dependiera salvar a los que quería. ¡Si con eso la salvaba a ella!, podía sonar egoísta, pero no estaba dispuesto a verla herida de nuevo y en una guerra, porque no dudaba de su valor y sabía que ella pelearía sin importar que.

Las últimas palabras que Yhwach había dicho resonaban en su cabeza, miraba a su alrededor, solo quedaban ruinas. Llevaría años volver a reconstruir los edificios y que el balance de la energía se normalice. Eso, era lo que Yhwach había provocado y algo peor auguraban sus palabras.

Para sus cortos 17 años de vida era un peso demasiado grande el que llevaba sobre sus hombros, demasiado dolor contenido, demasiadas verdades descubiertas de golpe, demasiada incertidumbre y demasiadas preguntas sin respuesta todavía.

La línea que separa la vida y la muerte por un momento fue una sola, la misma muerte había visto la muerte a la cara, y la vida casi se extingue por completo. Dos mundos que casi se vuelven uno solo. Dos mundos… pensó. ¿Por qué ella siempre tenía que tener razón? Se formó un nudo en su garganta y sintió un gran pesar en el medio de su pecho, la congoja se adueñó de su corazón, ya había tomado una decisión, ya sabía lo que tenía que hacer. Le quedaba una batalla por librar, quizás, la más difícil… La batalla contra sus propios sentimientos.

Estaba solo sentado en una piedra al lado del calmo río, con su cabeza gacha y tomándola con sus manos. Solo el silencio habitaba a su alrededor. Serenidad, eso es lo que necesitaba y buscaba en ese momento para poder llevar a cabo la misión que se había autoimpuesto, para poder seguir adelante sin quebrarse. Ya no era un niño, era un hombre y como tal debía actuar. Crecer duele, y él, lo había hecho de golpe, y flor de golpe que se había dado, uno tan duro como chocar contra una roca de granito. Pero igual de fuerte era la fortaleza de su espíritu, y haría todo lo que tenía que hacer para que la paz que habían logrado —con tanto esfuerzo y sacrificio de muchos— se mantuviera, para que su familia y amigos fueran felices, para que "ella" no volviera a luchar, no importaba si eso significaba resignar su mayor deseo.

Deseo… El hombre es deseo, y cuando se somete resignando su deseo, se convierte en esclavo. Él no era un esclavo, tan solo debía desear algo menos... ambicioso, algo... digamos normal. ¿Pero qué podía ser aquello que se le asemejara a ese sentimiento sin igualarlo?

Levantó la vista al cielo, ya estaba anocheciendo y se podía ver la luna, ¡cómo iba a extrañar ver la luna!, tan grande, tan hermosa, tan llena de luz. A su lado comenzaban a aparecer las estrellas, miles de ellas formando constelaciones, pero ninguna de ellas se le comparaba en belleza y majestuosidad, lo que le hizo pensar que quizás debería conformarse con una estrella. Sonrió de lado. ¡Qué ironía! Tener que conformarse con una estrella, pudiendo tener la luna…


Rukia se encontraba en su oficina trabajando. Ya era tarde, pero el papeleo, los informes posguerra y el recuento de las bajas de su escuadrón, entre las que lamentablemente se encontraba su capitán, la tenían a maltraer. Era demasiado, y todo recaía sobre sus hombros. Eran estos momentos en los que dudaba de sus propias capacidades.

Los últimos días habían sido exhaustivos. Estaba agotada tanto mental como físicamente. Suspiro con pesar y se apoyó con la frente sobre su escritorio y tapando la cabeza con sus brazos. La atormentaban los recuerdos de la última batalla. No podía evitar revivir esos sucesos y no pensar que había actuado como una cobarde al momento del final. Ella entrenó, se esforzó por llegar a su lado, quería luchar codo a codo, ser su fortaleza, quien lo protegiera a "él" por una única vez. ¿Y para qué tanto sacrificio? Para quedarse paralizada como una idiota cuando finalmente lo alcanzó y lo vio en ese estado. ¡Ella era una shinigami! y para peor ¡la teniente de su escuadrón!

¿Qué dirían Kaien-Dono y Ukitake-Sama si hubieran visto su proceder? ¡¿Qué clase de ejemplo era para sus subordinados? No se sentía digna del rango que tenía, ni capaz de imponer autoridad alguna. ¡¿Y Byakuya Nii-Sama? Él le encargó llegar con Ichigo y ser su apoyo, confió en ella la misión más importante. Ya podía ver su cara de decepción si hubiera estado a su lado en ese momento. ¡Una deshonra para el apellido Kuchiki!, linaje de valientes guerreros. ¡Una vergüenza!, eso es lo que era. Apretó con fuerza sus brazos, entrelazando sus dedos, como queriendo acallar las voces de su cabeza. Las lágrimas salieron de sus ojos sin que pueda evitarlo, mojando los papeles sobre los que tenía apoyada su cara.

Peor fue recordar cuando oyó aquella amenazada salir de la boca del Rey Quincy y toda la valentía que tenía, se esfumó en ese mismo instante. Quiso detener a sus amigos para que no crucen el portal, pero no lo logró, y el miedo fue dueño de todo su ser. Un miedo aún más grande que el sintió cuando se enfrentó a Äs Nödt, miedo de no volver a ver a dos de las tres personas más importantes de su vida. Los tres igual de importantes, los amaba de maneras tan distintas, pero igual de intensas y por eso no quería perder a ninguno. Su corazón estuvo en un hilo hasta que los vio regresar.

¡Inaceptable, inadmisible! Así había sido su actuar y completamente reprochable. —¿Por qué no fue con ellos? ¡¿POR QUÉ?!—. Grito desesperada, se paró de golpe haciendo que la silla cayera y de un manotazo arrojó al suelo todos los papeles de su escritorio.

En ese instante golpearon la puerta levemente y vio asomarse a Kiyone y encima de ella la cabeza de Sentarou. —Disculpe teniente, ¿podemos pasar?— dijo temerosa viendo el desastre que era el despacho.

—Adelante— le respondió con voz calmada y secando los restos de lágrimas disimuladamente, al tiempo que se agachaba a levantar los informes y Kiyone la ayudaba. —¡Maldito viento!, ahora tengo que volver a ordenar todo esto— se justificó. Para su suerte la ventana estaba abierta y entraba una pequeña ráfaga por ella meciendo las cortinas. —¿Y por qué ahora me llamas teniente Kiyone? Ustedes y yo teníamos un trato para cuando no estuvieran los subordinados—. Le dijo enarcando las cejas y mirándola por el rabillo del ojo.

Sentarou le dio un golpe en la cabeza a su compañera, que se sobó la parte afectada lloriqueando como niña pequeña y la miró con enojo, luego se dirigió a la teniente —Discúlpala Kuchiki todavía no sabe dónde está parada— pasó delante caminando hacia el escritorio y extendiendo una bandeja sobre este, luego ayudó a recoger los últimos papeles. —Te trajimos té y galletas.

—¡Si Kuchiki, has estado encerrada todo el día aquí trabajando y no comiste nada! Si sigues así te enfermarás como el capitán—. Había preocupación en su voz y al mismo tiempo se escuchaba dolida. Sus palabras hicieron entristecer a la ojivioleta más de lo que estaba.

—Auch ¿por qué me golpeas de nuevo idiota?

—No eres la única que se siente mal. — Dijo señalando a su teniente.

La mujer de cabello caramelo sacudió las manos enérgicamente delante de su cara —Aaaah, disculpa, Kuchiki, no, no era— suspiró derrotada bajando la vista y los brazos a sus costados —no quise hacerte sentir mal—. Concluyó completamente apenada.

Rukia esbozó un intento de sonrisa, cerrando los ojos y negando con la cabeza. —No te preocupes Kiyone, no es tu culpa, todos necesitamos exteriorizar lo que sentimos—. Ella lo sabía bien, por eso su arrebato de furia instantes antes, que agradecía que nadie vio. Los miró a ambos y con un gesto los invitó a sentarse con ella. —Estoy segura que, si el capitán nos viera así, seguro se enfadaría con nosotros, a él no le gustaría vernos tristes, (ni derrotados) pensó — ¿no lo creen?, Además ustedes también han estado trabajando duro.

Los dos asintieron tomando asiento frente a ella, pero discutiendo como de costumbre. Se quedó observándolos, era bueno verlos actuar tan distendidos como siempre. Había cosas que nunca cambiarían, pero otras, que lamentablemente sí lo hacían, porque sabía que después de esta guerra, y de esa fatal amenaza, nada, pero nada, volvería a ser igual. Pero por eso mismo, juraba a partir de ese momento, que Kuchiki Rukia, nunca más volvería a actuar como una cobarde, y sin importar que, lucharía hasta el final, así, eso la lleve a la misma muerte…


En los destacamentos del sexto escuadrón caminaba el teniente Abarai. Había terminado su turno y se dirigía rumbo a la oficina de su capitán. Golpeó la puerta y esperó a que le diera la orden de pase. Dio su reporte y antes de retirarse se decidió a preguntar algo que había oído y le estaba rondando en la cabeza desde hacía días. —Capitán, disculpe mi intromisión, pero, ¿es cierto que Rukia está propuesta como capitana del treceavo escuadrón?

Byakuya no tardó en dirigir su apacible mirada sobre el teniente y respondió: —Si, está postulada. Yo mismo la propuse.

Renji sonrió de alegría, eran excelentes noticias para su amiga, el trabajo duro había dado sus frutos.

—Pero es posible que eso sea postergado— mencionó cerrando los ojos. —El Clan así lo desea.

—¡Qué dice capitán! Eso no es justo, Rukia se lo ganó. Ella es una de los shinigamis más fuertes que tiene el Gotei 13, y lo demostró en esta guerra—. Estaba furioso. ¿Quiénes se creían que eran ellos para impedir que su amiga obtenga el reconocimiento que se merecía?

—Abarai— hablo con seriedad. El pelirrojo regresó medianamente a la calma y él prosiguió. —Estoy en desacuerdo, pero la decisión no depende de mí—. Su intención no era darle explicaciones, pero quizás, la intromisión de su teniente trajera la solución al problema.

Renji apretó los puños con fuerza haciendo que sus nudillos se pongan blancos, no podía ser que su capitán, ese hombre a quien realmente admirada, se rindiera así de fácil, se sentía decepcionado. — ¿Cómo puede...?

El capitán apoyó los codos en el escritorio entrelazando los dedos y apoyando la barbilla en sus manos, dirigiéndole una mirada severa a su teniente.

—¿Cómo puede estar así tan tranquilo, cuando están arruinando la carrera de su hermana?

—Exasperarme como tú, no traerá ninguna solución y no beneficiará a Rukia.

Él tenía razón, pero, ¿entonces qué? ¡¿No había una maldita solución?! Preguntó lo que realmente importaba. —¿Cuál es la razón para que el Clan Kuchiki se oponga al nombramiento de Rukia?

—No se oponen—. Hizo una breve pausa y continuó. —Desean que antes de que Rukia tome el cargo se haya desposado y tenga un heredero. Que ella sea un héroe de guerra atrajo la atención de los nobles, quienes pretenden que Rukia se case pronto, el Clan está de acuerdo con ello y es una prioridad que eso suceda. Sin embargo, soy yo el que decidirá con quien lo haga.

—Usted sabe tan bien como yo que Rukia preferirá rechazar la capitanía si la condición es casarse.

—Es su obligación responder a lo que el clan ha hecho por ella—. (Y ahí estaba de nuevo ese noble estirado que ante todo ponía el orgullo de su clan). Eso estaba pensando Renji, pero lo sorprendieron las siguientes palabras de su capitán—. En gratitud lo hará; y si ella decide elegir a su esposo lo aprobaré.

Los ojos del pelirrojo se abrieron como platos sin poder evitar demostrar la sorpresa que esas palabras le provocaron. —¿Sin importar quién?

Eso fue un insulto para Kuchiki Byakuya —Abarai, retírate— le dijo dando por finalizada la conversación.

Renji comprendió su error inmediatamente, por lo que hizo una reverencia y salió del despacho cerrando la puerta tras él. Debía buscar a Ichigo cuanto antes.


Ikkaku, Yumichika e Hisagi se encontraban en un bar en las afueras del Rukongai bebiendo sake y esperando la llegada de Renji. Se encontraban completamente exhaustos por las labores del día. Habían acordado encontrarse allí cuando se cruzaron en la mañana. Pero el pelirrojo todavía no aparecía y ya iban por la tercera botella en lo que lo esperaban, lo que un poco empezaba a soltar la lengua de los shinigamis, quienes dejaron de lado su semblante recio y duro por unos momentos para demostrar la preocupación por sus camaradas y levantar un brindis por los caídos que eran muchos.

Obviamente no estaban felices ni en el mejor momento de sus vidas, pero debían agradecer haber salido lo mejor librados que pudieron de esta, y que sus amigos más cercanos estaban con bien o recuperándose satisfactoriamente en las instalaciones del cuarto escuadrón, como era el caso de Rangiku, Kira y los capitanes Rose y Kensei.

—Oigan ese que está corriendo allá ¿no es Renji? —dijo un muy tomado Hisagi.

Yumichika que era el más sobrio de los tres y no por no haber bebido, sino que tomó unas copas menos, porque demasiado alcohol en el cuerpo envejece prematuramente —según les mencionó— fue quien respondió —Sí es él. ¡Pero que desconsiderado de su parte dejarnos aquí plantados!

—Déjenlo, él se lo pierde—. mencionó Ikkaku, volteando nuevamente a la mesa y sirviéndose lo que quedaba de bebida sacudiendo la botella para sacar hasta la última gota, y mirándola a trasluz como si no creyera que estaba vacía. —Traiga otro mesero, y anótela en la cuenta del teniente Abarai—. Esa sería la venganza por el plantón, pagaría todo lo que ellos tres bebieran esa noche y así se iba a arrepentir de no haber aparecido.


Gasas, vendas, algodón y olor a desinfectante era lo que abundaba por todos los rincones de cada una de las habitaciones del cuarto escuadrón. Inoue Orihime iba de acá para allá. Era la encargada de sanar a los más graves, pero eran demasiados, por lo que el primer día solo los estabilizó y luego los iba curando de a poco. Algunos ya estaban recuperados como su amiga Matsumoto.

—¡Eres grandiosa Inoue! ¡No me quedó ni una cicatriz!—. La mujer de grandes atributos descansaba en una de las camas, estaba feliz y esbozaba una radiante sonrisa.

—No es para tanto Matsumoto-san—. Sus mejillas se pusieron algo coloradas y se rascó el brazo con un poco de nerviosismo; desde que estaba en aquellas instalaciones ayudando no paraban de elogiar sus habilidades.

—Chica, ¿por qué te avergüenzas?, deberías sentirte orgullosa de lo que haces. ¡Tú don es único!

—La teniente Matsumoto tiene razón, eres muy buena Inoue-san. Sin tu ayuda no habríamos podido curar a los heridos— mencionó Isane que acaba de entrar, pero había oído la conversación.

—No fue nada. Me alegra haber sido de ayuda teniente Kotetsu. Además, si usted y los otros oficiales no hubieran restablecido sus reiatsus, los heridos no se habrían recuperado tan pronto, yo no soy buena en eso—. Su ánimo decayó un poco.

—Inoue-san, déjame decirte que, sin tu asistencia, muchos de los shinigamis que hoy se están recuperando aquí, habrían muerto. Tú hiciste lo imposible por salvar sus vidas y nunca te rendiste por más graves que fueran sus heridas. ¿No crees que eso es más que suficiente? Hay cosas que llevan tiempo aprender, y estoy segura que tú lo lograrás—. La mujer de cabello lila le dio una dulce sonrisa al igual que Rangiku, que apretó suavemente su mano.

El grato momento entre las mujeres fue interrumpido por un pequeño capitán de cabello blanco que venía a visitar a su teniente. —Veo que ya estás recuperada Matsumoto. No sabes la cantidad de papeleo que te está esperando en la oficina.

—¡Capitán, qué desconsiderado! Soy una mujer convaleciente y usted piensa explotarme poniéndome a rellenar todo ese montón de papeles, que se estuvieron acumulando—. Hizo pucheros exageradamente y se tiró en la cama como si fuera a desfallecer, lo que provocó que a Hitsugaya se le forme una vena titilante en la frente, pero debía contenerse, pues allí no podía gritar. Lo había llamado explotador, pero ya vería esa descarada cuando le dieran el alta al siguiente día, tal como le había mencionado la teniente Kotetsu unos instantes antes de ingresar al recinto. No se salvaría del regaño por haberlo avergonzado, él era Hitsugaya Toshiro, su capitán, debía mostrarle respeto, aunque sea mínimamente delante de las demás personas, pero si se ponía a pensar, esa mujer era una causa perdida, por lo que suspiró con resignación, haciendo que Orihime e Isane se rieran disimuladamente al ver su cara de frustración.

Los pensamientos de Inoue giraban en torno a los acontecimientos de la última semana y su estadía en esas dependencias, sin darse cuenta había encontrado una vocación muy diferente a la que hace un tiempo había imaginado; cuando regresaran al mundo humano y terminará el instituto estudiaría enfermería.


En otra habitación de las mismas dependencias se encontraba una morena de coleta alta, cabello largo y ojos dorados, junto a un rubio que a pesar de estar con ropas de hospital no se quitaba su sombrero rayado.

—¡Ni creas que voy a perdonarte por haber hecho que me transforme! Agradece que nadie me vio o serías hombre muerto—. Se cruzó de brazos y volteó hacía la puerta. En verdad estaba enojada con su amigo como nunca lo había estado.

—Vamos Yoruichi-san no seas mala. Sabes que no teníamos otra alternativa para salir con vida. Además, nunca hubiera permitido que te vean.

—Aaghhh. ¡Ya cállate! —. Se tapó la cabeza con la almohada. —¡No te soporto más! Desde que desperté, estas mencionando lo mismo. Ya te dije que no te voy a perdonar.

—Pero Yoruichi-san, no seas malaaaaaa— lloraba Kisuke con lágrimas fingidas y tapándose con su abanico para que no se notara.

Una morocha bajita entró justo en ese momento y en un shumpo quedó al lado de Urahara. — ¡Maldito desgraciado! ¿Qué le estás haciendo a Yoruichi-Sama? ¡Contesta! — lo tenía agarrado del cuello del kimono blanco y sacudiéndolo de acá para allá. La de ojos dorados reía complacida viendo como la cabeza del rubio se movía de atrás para adelante, se lo merecía, esta vez no lo salvaría de su aprendiz. O eso pensaba hasta que Kisuke sacó un as de la manga como siempre.

—Yo no le hice nada pequeña Soi— pudo decir en un momento que la mujer detuvo sus fúricos sacudones —lo que pasa es que Yoruichi está enojada por lo que pasó durante la pelea—. La teniente de la segunda escuadra miró a su maestra con cara de pavor. (¿Acaso ellos dos?, no podía ser que tuvieran una relación. ¿O sí? No, claro que no, estaba claro que eso había terminado hacía más de cien años, muerto y sepultado como se dice. ¿Pero, y qué tal si, como oyó en un viejo refrán: "donde hubo fuego cenizas quedan"?) Negó con la cabeza. (Eso era imposible, eso estaba completamente extinto y ni cenizas quedaban).

La voz de Yoruichi la sacó de sus cavilaciones. —¡Cierra tu boca Urahara Kisuke!—. Le revoleó una zapatilla que el tendero esquivó con gran maestría y se rió tras su abanico, para luego volver a insistir—. Yo solo quiero que me perdones— dijo entre sollozos falsos.

—¿Qué es lo que tiene que perdonarle, Yoruichi-Sama?—. Tenía miedo de la respuesta, pero no podía quedarse con la duda.

—Nada, Soi Fong, Este idiota se culpa de que me hayan herido, pero ya le dije que no tengo nada que perdonarle, lo que pasó durante la pelea fue mi responsabilidad, yo fui quien se distrajo y por eso, sucedió lo que sucedió—. Miró de reojo al rubio y trato de hacer agua el tema y darlo por zanjado, pero no lo logró.

—¡Vamos Yoruichi!, solo necesito que me perdones, prometo que nunca más…

—¡Ya, ya, te perdono!, ¿sí?, ¿contento?—. El maldito desgraciado siempre se salía con la suya, le dirigió una mirada fulminante a su amigo y luego le habló a la capitana con una sonrisa tranquilizadora preguntándole por Yushiro. En realidad, solo lo hizo para distraer a su ex teniente. Pues sabía que a su hermano le habían dado el alta, él mismo pasó a verla antes de irse y prometió regresar al siguiente día. Como había supuesto el plan funcionó, a Soi Fong se le iluminó el rostro con corazones en sus ojos, y se distrajo entre halagos hablando de su adorada maestra y el enorme parecido que tenía con su hermano pequeño.


Ya habían pasado muchas horas desde que Ichigo salió a dar una vuelta y ya estaba entrada la noche, pero todavía no regresaba. Ishida decidió salir a buscarlo, algo en el semblante del pelinaranja al irse no le gustó para nada y le generaba cierta preocupación, aunque nunca lo admitiría. Chad lo acompañó para aprovechar la oportunidad de hablar. Había notado que esos dos estaban muy extraños, metidos en su mundo más de lo normal, y no solo ellos, también Kuchiki, Inoue y Abarai lo estaban. Incluso le dio la sensación de que evitaron cruzarse todo ese tiempo. Algo había pasado cuando se enfrentaron a Yhwach, algo que intuía por la actitud que estaban tomando sus amigos, cambiaría las cosas de ahora en adelante y sospechaba, que, en cierta forma, para siempre.

Ya llevaban rato caminando y ni rastros del pelinaranja. —¿Donde se metió ese idiota?— dijo en voz alta y con fastidio el quincy.

Chad aprovechó ese momento para averiguar lo que le preocupaba. —Ishida— lo llamó captando su atención. — ¿Qué les sucede a ti y a Ichigo?

—A mí no me pasa nada. Y con respecto a Ichigo, yo que voy a saber lo que pasa por la cabeza de ese idiota. Fíjate la hora que es y tuvimos que salir a buscarlo porque anda por ahí con su reiatsu oculto. ¡Bendita la hora a la que aprendió a hacerlo!—. Mencionó con algo de hastío y tratando de evadir el punto al que intuía que Chad intentaba llegar.

El moreno le apoyó una mano en el hombro deteniendo su marcha —somos amigos.

Uryuu, volteó a verlo a los ojos y se acomodó las gafas —sí, lo somos.

—¿Qué ocurrió en la batalla con Yhwach?— fue directo al punto.

Suspiro con resignación —Inoue-san me comentó lo que sucedió antes de que yo los alcanzará. Ella y Kurosaki estaban muy malheridos cuando llegaron Kuchiki-san y Abarai; en ese momento Yhwach abrió un portal con una amenaza latente saliendo de su boca. "Dejaré esta puerta abierta para ustedes… y si ninguno elige atravesarla... Entonces, en reconocimiento a su excepcional espíritu y fortaleza... les otorgaré la más extravagante y lujosa de las muertes porque encontraré el futuro... ese momento en el tiempo donde todos sientan la mayor alegría y felicidad... y entonces, los asesinaré. Así que a partir de ahora... cada vez que disfruten de su felicidad, pensarán en mis palabras y en ese momento cuando lo hagan...recordarán mi sombra… y el terror de la muerte que ahora les prometo por toda la eternidad"—citó las palabras de ese hombre justo como Orihime había hecho al comentárselo —...eso dijo...— guardó silencio unos instantes —creo que con eso es más que suficiente para que lo entiendas, Sado-kun.

Chad se quedó en completo silencio sin hacer ningún comentario al respecto y sopesando lo que acababa de escuchar...


Renji estaba exhausto de recorrer todo el Seireitei hasta que a orillas del río halló a quien buscaba. —¡Oye, Ichigo!— le gritó en cuanto divisó su inconfundible cabellera anaranjada.

—Hola Renji, ¿qué te sucedió? parece que hubieras participado en una maratón o es que te corrió una jauría de perros salvajes—. Se burlaba del aspecto del pelirrojo que estaba todo transpirado y respiraba agitadamente.

—Ja, ja, ja, muy gracioso— le miró mal, pero sin realmente estar ofendido. —Sentémonos un rato, necesito descansar— se estiró un poco observando al muchacho que tenía delante. —Y no estaría así si no fuera por ti, ¿sabes?

—¿Y yo que tengo que ver con que parezcas una piltrafa?— se encogió de hombros de los más tranquilo sin darle importancia.

Renji se paró de la piedra en la que se había sentado y tomó a Ichigo del cuello de la ropa. —¿A quién llamas piltrafa? ¿Y se puede saber por qué andas con tu reiatsu oculto? antes lo desbordabas por todos lados sin medirte y ahora de repente es imposible encontrarte. ¡Llevo toda la tarde buscándote, imbécil! Podrías tener un poco de consideración al menos—. El pelinaranja lo miró con total indiferencia lo que saturó la paciencia del teniente que lo arrojó violentamente de cabeza al río.

Ichigo salió a flote y nadó hacia la orilla saliendo del agua y sacudiendo su cabello. —A ver cabeza de piña, si estoy con mi reiatsu oculto ¿no querrá decir que no quiero que me encuentren? ¡Y que consideración ni qué diablos, tú viniste hasta aquí a molestarme maldición!—. Le respondió con el ceño fruncido y marchándose a zancadas —hablas de que es mi culpa y me tiras al río, que amable— escupió fastidiado.

—Es Rukia— mencionó, obteniendo toda la atención de Ichigo.

—¿Qué le sucede a Rukia?— contestó preocupado volteándose de golpe.

—Van a nombrarla capitana—. Ichigo suspiró aliviado y estaba a punto de responderle, pero Renji no se lo permitió y continuó —la obligarán a desposarse y tener un heredero antes de que asuma el cargo—. Esperaba que su amigo, grite, se ponga histérico, maldiga, cualquier cosa menos la reacción que tuvo, esa, nunca se la espero. Solo lo vio apretar los puños con fuerza haciendo que sus nudillos se pongan blancos y fruncir el ceño antes de bajar la cabeza y que las gotas de su cabello mojado cayeran al piso confundiéndose con la lluvia que empezaba a caer justo en ese momento, como si coronara los acontecimientos que estaban sucediendo.

—Comprendo— giró sobre sus pies que empezaban a pesar como plomo y empezó a caminar lentamente para alejarse del lugar.

—¡Solo eso dirás! Te estoy diciendo que van a obligar a Rukia a casarse. ¿No piensas hacer nada?—. El pelinaranja seguía caminando sin voltear siquiera a verlo, tratando de ignorar las palabras dichas, pero estas rebotaban en su cabeza una y otra vez. Renji lo alcanzó y lo detuvo de la manga del Shihakusho, obligándolo a voltearse. La mirada que encontró fue una de total resignación, algo que realmente lo sorprendió.

—Era de esperarse que en algún momento pasara, es su obligación como noble, así como la mía es la de volver al mundo humano—. Y de un jalón se soltó del agarre para continuar su camino.

Ver a Ichigo resignado es algo que le sucedía por segunda vez en muy poco tiempo y era algo que definitivamente no le agradaba en su amigo y no estaba dispuesto a acostumbrarse a ello, sacaría al Ichigo que él conoció a si sea a golpes. —¡¿Obligación?! ¡¿Te estás escuchando Ichigo?! ¡¿Dónde quedó el sujeto que apareció en Soul Society con esos aires de salvador cuando condenaron a Rukia a muerte?!— lo observaba marcharse incrédulo, en verdad no reconocía a la persona que le daba la espalda, ese que ni siquiera lo miraba a la cara no era su amigo. —¡Eres un cobarde Ichigo! ¿Dejarás que sea infeliz? ¡¿Cuándo reconocerás tus sentimientos por ella y aceptarás que la amas?!—. Le espetó con rabia.

Las últimas palabras lo frenaron en seco, como si su cerebro y su corazón hubieran hecho click en un nanosegundo, y todas sus terminaciones nerviosas hubieran irrigado su sangre de golpe para que su corazón diera un salto, apoyó una mano en su pecho que al instante bajo. ¿Amarla?, si, quizas esa era la palabra que le ponía nombre a sus sentimientos por "ella", pero ya era muy tarde para aceptarlos o para pensar siquiera en ello, era mejor que las cosas siguieran en el mismo lugar. —Rukia y yo, solo somos amigos—. Su voz sonó como un susurro perdido en el aire. Volteó mirándolo más serio que nunca —Renji cuando los Kuchiki adoptaron a Rukia, tú te alejaste de ella, ¿en ese momento, por qué lo hiciste?

Chasqueó la lengua, odiaba los recuerdos de aquellas épocas. —Rukia tenía un futuro por delante y yo solo sería un estorbo en su vida—. Contestó mirando para un costado.

—Pero tú la querías y aun así te alejaste, ¿verdad? —. Renji hizo ademán de retrucarle, pero nada salió de su boca, lo que Ichigo decía era cierto. —No te importaron tus propios sentimientos, ni los de ella —escupió seca y toscamente, en cierto punto se diría que hasta hiriente. ¿Pero a quien estaba hiriendo?, ¿a Renji, o a él mismo? La respuesta era, a los dos. Aun así, sabía que era la única forma de que su amigo entienda su decisión y deje que las cosas continúen con el curso que empezaban a tomar. Esta vez dejaría de remar contra la corriente. —Los resignaste por su bien, tú fuiste el que decidió por ambos. ¿Qué puedes reprocharme? —. Sus ojos reflejan el inmenso dolor que sentía al decir aquello y el sacrificio que significaba llevarlo a cabo.

—¡Porque yo ya cometí ese error es que no quiero que tú lo cometas, idiota!

Suspiro. No estaba funcionando, debería ser más explícito —El punto Renji, es que justamente porque la quiero y es mi "amiga"— puso énfasis en la última palabra —es que no puedo desearle que sea feliz— tomó aire un momento —ni a ella ni a ninguno de nosotros. Tú oíste lo mismo que yo—. Bajó la vista a sus pies y definitivamente se alejó dejando atrás a un aturdido Renji, que en ese momento comprendió el porqué de su actuar, pero en el fondo no quería resignarse a que las cosas fueran de ese modo, no quería resignarse a que ellos no pudieran realmente ser felices.

La lluvia caía cada vez más fuerte, el cielo negro completamente encapotado tapaba la luna y las estrellas que hace unas horas le habían dado la respuesta a sus incertidumbres y lo habían llenado de determinación. La oscuridad invadía hasta que de repente algún relámpago iluminaba el cielo y se oían de fondo los ensordecedores truenos.

La noche era la mera representación de su mundo interno que se desmoronaba. Lluvia por doquier, incesante, fuerte, atrevida, que ahogaba su alma e inundaba todo. Y los truenos, los gritos de su corazón, acallados por su mente, pero, que, a cada latido que daba, sabía que estaban ahí golpeando con fuerza, gritando aquello, que nunca diría. Odiaba la lluvia más que nada en el mundo; sin embargo, no tenía voluntad para huir de ella, e, irónicamente, agradecía que cayera en ese momento para tapar las lágrimas que caían por su rostro cual ríos incontenibles.

No había refugio suficiente, porque no solo su cuerpo estaba empapado, sino también su misma alma. Porque la lluvia se había ido con Rukia, pero ahora que ella era la que se iba nuevamente de su vida, él tendría que vivir con esa tormenta a la que el mismo le estaba entregando la llave de su corazón, alejando lo más valioso que tenía en su vida y ocupando su lugar. Una tormenta que ponía todo de cabeza peor que nunca, porque sabía lo que se llevaba, pero no sabía lo que traería luego, y tampoco estaba preparado para querer saberlo en ese momento. Tendría que aprender a soportarla.

El destino había hecho su jugada nuevamente y se sentía caminando en una cuerda floja que solo estaba unida por un hilo a punto de cortarse, porque de todos los posibles futuros que le esperaban, sentía que estaba en el más seguro, pero a la vez en el más incierto, al no poder evitar pensar que todas las decisiones que tomaba últimamente le hacían perder más de lo que ganaba. Porque finalmente, tropezó contra aquella piedra cayendo de rodillas al barro, rendido, sin fuerzas ya para luchar.

Alzó la vista a ese cielo que no volvería a ver gritando con todas sus fuerzas, y, lamentablemente, aceptando el cruel destino que le tocaba vivir, lejos de allí… porque, así como la lluvia que caía en esos momentos sobre su cuerpo es el llanto de la vida, con vientos huracanados tan fuertes como los que arremolinaban sus rebeldes cabellos, y que se llevaban todo a su paso dejando los árboles sin hojas; las raíces de estos estaban intactas, firmes y arraigadas al suelo. Finalmente, el cielo despejaría y saldría el sol.

Él tendría que esperar que su corazón se seque para que vuelva a brillar como el sol de la mañana. Debería aprender a vivir con las consecuencias que quedaran y como los árboles generar brotes que se convertirían en hojas nuevas. Porque sus sentimientos al igual que las raíces, no se los llevaría esa tormenta, solo quedarían dormidos, guardados, latentes como las semillas que deben estar años reposando bajo el frío para que se ablande el cascarón y germinar, así, de la misma manera, sus sentimientos estarían guardados bajo una muralla de hielo esperando que algún día puedan brotar...

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Bueno, bueno, Hasta aquí el primer Capítulo. Lo sé, muy dramático, pero espero que no muy tedioso. Quería Empezar con una perspectiva de los protagonistas.

Esta historia les garantizo que llegará a su finalización escrita y publicada.

Gracias a todos por leer y especialmente gracias a ti Carrie querida amiga por estar siempre.

Saludos y hasta el capi 2. Natsumi :D