COMENTARIOS PREVIOS: Se siente tan raro escribir una historia que no es HP… se siente rarísimo buscar la categoría del fict y brincarse HP! Este fict es para quien habiendo leído los 3 libros de Hunger Games siente simpatía por los personajes secundarios tanto como yo. Quise contar su historia y espero que les guste.

Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Suzanne Collins y a Lionsgate.

Advertencia: Éste fict puede contener diversas situaciones crudas y adultas que no son apropiadas para todo público. Cada persona es responsable de leerlo o no. Gracias.

CONSECUENCIAS

Prólogo

Por: TlalGalaxia

Hubo un tiempo en el que existió un mundo donde los imperios se definían con las posesiones materiales. Era un mundo donde quien generaba más petróleo, oro, bienes materiales y armas de alta destrucción definían al país más poderoso. Sin embargo, todo eso careció de significado cuando la avaricia y las catástrofes naturales tomaron el poder. La humanidad, confundida y apenas sobreviviendo ante su propia confusión se levantó de nuevo en varias sociedades. Tan apartadas y egocéntricas que era como si nada existiera fuera de ellas mismas. Una de éstas era PANEM. Una sociedad que en un principio fue ideada para proveerse conjuntamente de toda necesidad utilizando el método de enfocar cada distrito en la producción de un bien indispensable.

Trece distritos y un capitolio era el plan original. En un principio se mandaron familias pequeñas que poco a poco se encargaron de poblar cada uno de los distritos siendo una de ellas la cabeza del mismo. Es así pues que en el distrito uno por casi cien años la familia Winston fue una de las más reconocidas y extendidas, en el dos los Foucoult, en el tres los Shannon, Dance en el cuatro, los Morgan y los Bennet en el cinco, Lambert en el seis, los Mason en el siete, los Barkin en el ocho, los Turner en el nueve, los Fleischer en el diez, los Howarts en el once, los Undersee en el doce y los Lovelock en el trece. Cada uno de estos cabezales había formado parte del consejo que le había dado a Panem la estructura ideal con la que supuestamente funcionarían y era por eso que a cada uno de ellos se les había dado el privilegio de dirigir el distrito que a cada uno mejor le apeteciera. Y así funcionaron, así crecieron cada una de las familias en sus distritos mezclándose con apellidos nuevos pero manteniendo por lo menos un heredero del original en cada uno.

Sin embargo, una sociedad de éste tipo estaba destinada a fracasar. Siendo el capitolio el distrito centralista que controlaba a los demás, se había decidido en un principio que éste debía ser gobernado por un senado compuesto por lo menos por un miembro de los fundadores de cada distrito así como unos cuantos más del mismo capitolio. Pasaron cien años de relativa paz cuando dicho senado se infectó de ambición. Los senadores del Capitolio se unieron en sus votaciones desfavoreciendo poco a poco beneficios para los distritos externos. Poco a poco las regulaciones empezaron a favorecer más a l capitolio de lo que lo hacía con el resto de la nación. Y antes de que alguien pudiera explicar por qué, cada región prosperó de manera distinta a razón de mayor riqueza y beneficios a quien más hiciera por el capitolio. Pero ésta decisión lejos de beneficiar a los capitalistas, lograron una división de intereses en el país. Por un lado estaban los distritos uno, dos, cuatro y trece con los mejores subsidios mientras que del otro lado estaba el resto demandando sus derechos que siempre eran ignorados. Y entonces vino la rebelión.

El capitolio del PANEM no pudo prevenir la revuelta. De entre todos los distritos que pudieron estar en desacuerdo con su sistema, el trece era el que más posibilidades tenía de lograr sus demandas ya que se dedicaban al sector del desarrollo y fabricación de armas. Claro que la lucha del trece no era un evento aislado. Con ayuda de ciertos miembros de otros distritos habían logrado la ayuda dentro del senado para aprobar que las industrias metaleras que proporcionaran más material para sus industrias y generar así el doble de armas de las cuales, las enviadas al capitolio eran inservibles dejando las propias como las únicas funcionando. El trato era el siguiente: Cuando trece ganara su primera batalla irían liberando al resto de los de los distritos y centralizar el gobierno en el trece en lugar del capitolio para tener condiciones más decentes.

El problema no fue el plan o la falta de ejecución del mismo por parte de los conspiradores. El problema fue la gente que no entendía la importancia de levantarse en armas o los beneficios que obtendrían con esa revolución. Había poca motivación en el resto de los distritos e incluso en el mismo distrito trece era difícil a veces conseguir que las personas se convencieran de que era lo mejor. Los motivos para la guerra aún no eran suficientes y los motivos para no hacerla eran demasiados. Nadie quería morir o que los suyos murieran por una simple causa que tal vez no era ni siquiera para su propio beneficio ¿No eran ellos nada más que peones de intereses políticos? ¿Valía la pena meter las manos al fuego solo por eso?

Casi tan pronto como el trece se reveló, fue bombardeado con tecnología que había sido fabricada por el mismo capitolio. Los traidores del senado fueron capturados pero solo pocos fueron ejecutados. A quienes se les concedió el perdón por falta de pruebas, sufrieron una tortura mucho peor. Tan cruel que todos ellos muchas veces creyeron que lo mejor hubiera sido ser ejecutados.

Cuando los juegos del hambre fueron establecidos. Además de darles un mensaje a todos los habitantes de PANEM, también estaban castigando a los traidores sobrevivientes del senado. Y así año con año, el capitolio se encargaría de siempre elegir a algún miembro de la ascendencia de la familia traidora. Como un recordatorio que sus acciones no solo los habían dañado a ellos sino a todos aquellos que llevaran su nombre y su sangre. Luego de cincuenta años de juegos del hambre, casi todas las familias fundadoras habían perecido hasta su raíz salvo las que pertenecían a los distritos aliados como los Winston y los Foucoult de los distritos uno y dos. O como los que eran de distritos que no habían participado en la revuelta por miedo como los Howarts y los Undersee del once y doce.

¿Pero cómo habían logrado sobrevivir los Mason del distrito siete luego de tanto exterminio de generación tras generación? Posiblemente el principal motivo era que los Mason habían sido una familia demasiado próspera en cuanto a multiplicarse en la época anterior a la rebelión. O tal vez era que eran considerados los principales agresores pues se sospechaba que Jacob Mason, el senador traidor en tiempos de la rebelión, había dado el aviso a tiempo a los dirigentes del distrito trece para que se protegieran de los ataque del capitolio y también había prestado el terreno del distrito siete para la construcción de varias piezas para los bunquers donde dicho distrito había logrado salvarse. Y era por esto mismo que el capitolio se encargaba que siempre, sin importar lo que pasara, siempre debía existir un Mason al cual castigar. Sin importar el medio que fuera.

Lucy Mason había sobrevivido veinticinco años de juegos del hambre. Se decía que tal vez había tenido la suerte de tener tantos primos de su edad que cuando su nombre había sido puesto en el sorteo de la cosecha, la habían pasado porque siempre había otra Mason a quien castigar. Y entonces al llegar a los dieciocho años había quedado excluida del castigo que su familia había estado pagando durante el pasado cuarto de siglo. Claro, esto era si no considerabas como pago suficiente el ver morir a un miembro de su familia año con año. Pero entonces esa noche llegó.

Lucy vivía con su hermano menor, Isaac de veinte años, pero en ese momento se le había pedido trabajar horas extras en el aserradero y no había llegado ni a cenar. Un par de horas antes, Lucy había bajado a donde su hermano trabajaba y le había pedido que volviera a casa y él llegaría después. A sus veinticinco años, Lucy no tenía pareja ni pensaba en obtenerla. Sabía que lo peor que podía hacer con la vida que el capitolio le había dado era formar una familia ¿Para qué? ¿Para que sus hijos fueran un día a los juegos del hambre y murieran como todos sus primos y varios de sus tíos? Lucy no era la única Mason que había decidido esto y era por eso que aparte de ella, su hermano y tres primos menores habían decidido que con ellos cinco terminaría el linaje Mason. Eso era preferible a seguir dándoles gusto a sus verdugos de muerte lenta.

Pero el capitolio tenía otros planes. Era una noche oscura de luna nueva y si no se andaba de con lámpara en mano era imposible ver lo que ocurría alrededor. Lucy no supo cuánto tiempo había dormido, tal vez unos minutos, tal vez un par de horas pero debido a que era casi invierno, la oscuridad había llegado al distrito siete mucho más temprano que el resto del año. Y entonces fue sacada de su estupor que era lo más cercano a dormir que siempre había experimentado. Cuando recobró la conciencia se encontró a sí misma envuelta en un abrazo que le impedía movimiento alguno en la parte superior de su cuerpo. Intentó gritar pero quien la estaba sometiendo había prevenido esto cubriendo rápidamente su boca con la palma de su mano. Eran unas manos gigantes, eran manos de leñador, sin duda. Intentó sacudir su cuerpo pero era una tarea imposible. El intruso ya la había colocado boca abajo sobre el colchón utilizando su propio cuerpo como arma inmovilizadora.

Lucy sabía lo que estaba por ocurrir pero no por eso estaba lista. Una enorme mano surcando sus piernas hasta encontrar la ropa interior que las arrancó de su cuerpo como si fuera un pedazo de papel. No pudo gritar, la presión de su rostro sobre la cama era tal que en ese momento estaba más preocupada por no asfixiarse. El aire helado en sus piernas y en su parte posterior le indicaron que el faldón de su vestido estaba ahora enroscado en su cintura. La noche estaba tan calmada afuera que incluso pudo escuchar el cinturón desabrocharse y hasta el sonido del cierre al bajar. Intentó apretar las piernas pero cualquier esfuerzo fue inútil. Tenía la fuerza de un toro y ella no había crecido más allá de su metro sesenta. Cuando sintió que sus piernas cedían, apretó los ojos y los dientes.

Nadie escuchó los sollozos asfixiados de Lucy. Nadie se dio cuenta en ese momento del infierno que estaba viviendo. Mientras sus vecinos dormían tranquilamente en espera de un día más, ella sentía que su cuerpo se partía en dos. Con cada estocada que el miembro de su atacante le propinaba, Lucy se sentía desfallecer. Ese dolor agudo entre sus piernas, el aliento de la bestia en su oído acompañado de unos quejidos que no parecían humanos eran algo que nunca olvidaría por el resto de sus días.

Harta de todo y aprovechando que su violador pensó que ya la tenía dominada, encontró un espacio para escaparse de él gateando hacia adelante con la intención de salir de ahí. Brincar por la ventana si era preciso pero terminar con eso de una vez. Pero la diferencia de dimensiones fue la que definió el fracaso de su plan. Apenas había llegado a la otra orilla de la cama cuando el bruto que había estado abusando de ella segundos antes pudo atrapar su tobillo haciéndola caer de bruces en el suelo del otro lado de la cama. Luego de ese golpe, Lucy sintió una patada en sus costillas. Tan fuerte que estaba segura que algo dentro de ella se había quebrado. No tuvo tiempo de gritar de dolor porque casi al instante un golpe en su quijada la aturdió privándola de toda fuerza o cordura.

Su cuerpo flotó ligeramente como una pluma y aterrizó de regreso en el colchón de su cama. Había sido ese bárbaro quien la había levantado tan fácilmente como si fuera un trozo de papel. Luego había acercado su rostro tan cerca del de ella que pudo oler su aliento

-Pórtate bien,- le susurró al oído,- o tendré que golpearte más.

Lucy quería decirle que no le importaba cuántas veces la golpeara. Que mejor la matara en ese momento pero el dolor era tal y el golpe en su quijada la había dejado tan desorientada que no podía ni sacar los sollozos de su garganta.

Pronto sus piernas estaban en el aire de nuevo y fue penetrada nuevamente sin que ella pudiera evitarlo. No estaba segura qué era lo que más le dolía. Si las costillas que eran remolidas por el peso de ese toro, la quijada que no podía mover porque tal vez estaba dislocada, ese punto entre sus piernas que hasta entonces había permanecido inmaculado y que ahora le ardía como si le estuvieran tallando por dentro con papel de lija o si era tal vez su alma y lo poco que había logrado rescatar de dignidad.

Incapaz de gritar o de pedir auxilio, Lucy dejó que las lágrimas corrieran por los costados de su rostro mientras que la baba de su atacante mojaba sus senos luego de destrozarle a tirones la parte superior del vestido. No había nada que pudiera hacer. Estaba a merced de él y en ese momento no tuvo más opción salvo quedarse aquí sintiendo como ese intruso entraba y salía de ella y gemía complacido y la babeaba como perro hambriento ¿Cuánto tiempo duró eso? Podían haber sido cinco, diez o treinta minutos pero para Lucy había durado lo que dura una vida. Una eternidad.

Cuando ese sub-humano se apartó por fin de ella, las cosas no fueron mejores. Ella no se sentía aliviada en lo más mínimo. Era cierto que ya no estaba sobre ella o dentro de ella pero lo que le había dejado era algo más que solo huesos rotos y se había llevado más que su virginidad. Le había quitado toda esperanza o cualquier posibilidad de librarse del capitolio con la expiración de su apellido. Lucy lo había entendido cuando al terminar su labor ese salvaje había reposado sobre ella hasta sentirse exprimido dentro de ella y luego colando un dedo dentro de ella como comprobando algo se había inclinado a su oído para despedirse.

-No debiste resistirte tanto, lo habrías disfrutado más sin las costillas quebradas. Además, esto seguirá pasando hasta que obtengan lo que quieren de ti.

¿Qué más podía ser? Tirada en la cama, con la ropa hecha girones y llena de sangre y sudor de su atacante Lucy deseó con todas sus fuerzas morir de alguna hemorragia interna o simplemente de dolor. No podía soportarlo, no quería permitirlo. El capitolio quería de ella esa única cosa que ella ilusamente se había creído dueña: la posibilidad de engendrar o no hacerlo.

Muy bien, es solo una introducción pero ojala les guste el fict. Déjenme un review, aunque no lo crean son útiles para el desarrollo de la historia (más de lo que creen). Gracias por leerme =)

TLAL