Ú

CAPITULO 1. MÁS GUAPA QUE CUALQUIERA

Por eso cuando el tiempo hace resumen

y los sueños parecen pesadillas

regresa aquel perfume de fotos amarillas

y aunque se que no era la más guapa del mundo

juro que era más guapa, más guapa que cualquiera.

El paisaje nublado de Irlanda era algo que Ginny había aprendido a disfrutar, echaba de menos Inglaterra, eso era claro, pero Irlanda, y en concreto, la ciudad de Dublín tenía algo mágico, algo místico que nunca encontró en casa. Aunque a menudo bromeaba con Ian diciéndole que los ingleses eran mucho más civilizados que los irlandeses, e Ian arremetía contra ella diciéndole que jamás gustaría de ser un putito inglés con buenos modales. Ella le sacaba la lengua por haberla retado y él la besaba, demostrándole en la cama lo bueno de no ser un educado señorito inglés.

Así que ahí estaba, su cabello largo color pelirrojo, sus ojos cafés color chocolate, de 23 años, dueña de todo lo que cualquier mujer podría querer. Una exitosa carrera con las Arpías de Holyhead, era la cazadora estrella del equipo, tenía una belleza y un estilo, por demás envidiado en Irlanda y en Inglaterra, y se atrevería a decir que hasta en toda gran bretaña, era toda una celebridad en el país, una damita inglesa que sobresalía en Quidditch, con un guapo novio heredero millonario y jugador estrella del equipo Irlandés en boga, y que además contaba con un físico envidiable y sentido de moda. No había duda, la vida de Ginny Weasley, desde que había dejado su humilde hogar en Inglaterra, había comenzado a brillar: o al menos eso parecía.

Era un lunes por la mañana y se preguntó cómo demonios había llegado hasta en donde estaba, apenas parecía ayer, cuando hurtaba las escobas de sus hermanos para salir a volar, cuando se besaba con sus múltiples novios en Hogwarts temiendo la sobreprotección de sus celosos hermanos pelirrojos, cuando atendía a clases, cuando hacía sus labores en la sala común con sus amigas, cuando la mayor adrenalina la experimentó ganando cierto campeonato a sus quince años…la imagen de cierto beso en la sala común la hizo ruborizar, y provocó un molesto revoloteo en su estómago, la guerra….cuando enterró a su hermano favorito, cuando se alejó de todo aquello para empezar de cero. Cuando él la dejó por segunda vez, por estar, según él, muy afectado por la guerra… Si, Harry Potter le había roto el corazón, así que ella se quedó en casa mientras que él se fue a Nueva York, a tomarse….¿un tiempo? Ginny salió de Hogwarts, con una oferta para entrenar con las Holyhead Harpies, y al ver que Harry no tenía intención alguna de tener un final feliz….o al menos, no a su lado, se había marchado a Irlanda dejándolo todo atrás.

Los labios inquietos de Ian la hicieron volver a tierra, el moreno estaba detrás de ella, dándole besitos en el cuello, ella sonrió tratando de borrar cualquier vestigio de nostalgia que hubiera en su mirada, y cualquier recuerdo que tuviera que ver con ciertos ojos verdes que aún la ponían a temblar.

"¿No comerás eso, preciosa?" le cuestionó Ian, sentándose a lado de ella, sonriente señalando el plato con la tostada apenas mordisqueada por la chica.

Ella sonrió con dulzura, miró a su novio, nadie podría negar que era muy atractivo, sus ojos marrones, grandes y redondos, su barbilla varonil, su tez bronceada, su cabello desordenado, color castaño y medio rizado, su tonificado y trabajado cuerpo, era el sueño de cualquiera.

"Demasiadas calorías para el desayuno, tengo que cuidarme, recuerda que acaba de comenzar la nueva temporada de Quidditch…." Dijo ella bajando la mirada, temiendo cierto tema que tendría que tratar con él.

"Y el nuevo fashion show al que te invitaron a modelar no tiene nada que ver…." Dijo él con sarcasmo.

Ella le dio un beso en los labios, muy brevemente. Toda la atención que atrajo siendo tan buena en el Quidditch, aunado al hecho de ser la novia de una celebridad, y claro….su belleza peculiar, la habían convertido en toda una fashionista y socialité.

"Que bien me conoces, mi amor. Sabes que no puedo volar ni mucho menos modelar con una bola en el estómago… Además si me pusiera gorda, seguro me dejarías por una de las zorras que hacen fila para seducirte…" le dijo ella rencorosamente, su novio tenía ese defecto que normalmente acompañaba a todos los hermosos ejemplares masculinos: pecaba de patán mujeriego, pero ella tenía como reto convertirlo en un dulce corderito.

"¿Otra vez con esos celos, Ginevra?" le dijo cansado, sosteniéndole la mirada, sacó algo de su bolsillo, era una revista que estaba hecha rollo. Ginny la miró de soslayo entusiasmada, mientras que él la ponía sobre la mesa, con un porte arrogante.

Eran ellos dos, desfilando en el último evento organizado por unos de los sponsors de varios equipos de Qudditch, todos ellos competirían en la Copa Británica, y de ahí saldrían los mejores jugadores para la Copa Mundial, la verdad era, que como pareja atraían a la prensa como pocos, la química que manejaban era excelsa.

Hacían sin duda alguna, una pareja preciosa, ella llevaba el cabello suelto, pelirrojo fuego, su vestido escotado en "V", con un delicado estampado, que caía con la elegancia propia de una prenda de princesa, las mangas tres cuartos. Su rostro angelical, cuidadosamente maquillado. Y él, con smoking , alto, con un bronceado envidiable, vestido elegantemente, sus facciones varoniles sobresaltaban y sonreía de lado de forma sexy, arriba, leía "LA PAREJA DEL AÑO."

Él sostuvo la pera de su novia, forzándola a mirarlo, a los ojos.

"¿Quién podría competir contigo, Ginny? ¿No te das cuenta que somos perfectos? Todos quieren ser como nosotros, preciosa, tener nuestra vida, nuestros galeones, nuestra fama…" dijo él, seduciéndola con suavidad, con murmullos por lo bajo, y suaves caricias sobre el pantalón de pijama que ella aún utilizaba.

"¿Nuestro amor?" cuestionó ella, acercándose a él. Pero la fría mueca de burla le deshizo cualquier ilusión que tuviera en la cabeza.

"¿Amor, Ginevra? El sexo es fabuloso, tenemos una vida de reyes, cariño. No lo arruines hablando de cosas abstractas y sin sentido como los sentimientos…" dijo él, mientras le metía la mano por debajo de la blusa, acariciando sus pechos, a ella se le aceleró la respiración, cerró los ojos queriendo perderse en el placer, y sobre todo, queriendo olvidar aquellas duras palabras que le había dicho. "Tengo ganas de follarte, no sabes como me calientas, Ginny." Le dijo sin censura.

Toda intención de ella de olvidarse de la falta de sensibilidad de su novio, salió por la ventana, tuvo que reprimir el impulso de enrollar la mirada, porque sabía que eso le molestaba. Se deshizo del contacto y se puso de pie, echando para atrás las lágrimas que se habían formado en sus ojos.

"Yo no tengo ganas de acostarme contigo. Tengo entrenamiento." Le dijo ella, poniéndose de pie, dándole la espalda.

Apenas había avanzado unos cuantos pasos, cuando él la tomó por la cintura con brusquedad, y la detuvo, ella se sobresaltó.

"¡Epa! Chiquita, ¿quién te dijo que podías dejarme con las ganas? ¿Acaso se te olvida que eres mi mujer y que estás para complacerme? ¿Qué todo lo bien que te ha ido en tu carrera es gracias a mi?" le dijo él, volviéndola hacia él.

"Basta, ya te dije que no tengo ganas…" le dijo ella, queriendo soltarse de él.

Aquel era uno de esos días en los que quería mandar todo a la mierda, cuando su vida aparentemente perfecta, se caía a pedazos ante sus ojos. Era como una muñequita aparentemente perfecta que se desmoronaba pedazo a pedazo.

"He dicho que quiero estar contigo preciosa, y a mi no me vas a venir con reniegos. ¿O cómo quieres que le diga? Ah claro, hacer el amor. ¿no?" le dijo él con una mueca de burla, mientras que la empujaba hacia el caro sofá color vino que amueblaba su lujosa sala de estar. Se apuró a acostarse encima de ella, la miró a los ojos. "Ya no te resistas preciosa, se bien que no puedes vivir sin mi… que mueres por que te eche un polvo, porque tu princesa, no eres nada sin mi." le murmuró al oído, antes de comerle el cuello a besos.

Ginny sólo atinó a cerrar los ojos tratando de olvidar en donde estaba.

Sus ojos verdes miraban con furia el privado del Jefe del Cuartel de Aurores, mierda cincuenta mil veces mierda, sabía que estaba en problemas, cuando apenas le permitieron sanarse las heridas con las que llegó de la misión. Si Kingsley osaba levantarle la voz no sabía lo que haría, la maldita misión había sido un éxito gracias a él y sólo gracias a él como para que encima se atrevieran a darle un sermón. Y para terminar de arruinar su situación el hombro le dolía como mierda.

"Harry." Dijo Kingsley civilizadamente, a espaldas de Harry, cerrando la puerta del privado.

Harry no tuvo que escuchar más para ponerse de pie.

"No aceptaré ni un puto reclamo de mierda por las medidas que tomé para garantizar el éxito de la misión que estaba bajo mi dirección." Dijo él retadoramente.

Kingsley lo miró con severidad.

"Siéntate, Harry." Le dijo severo, pero sin levantar la voz, ni siquiera alterado por el golpeado tono de voz empleado por el muchacho, ni la falta de delicadeza en su vocabulario, ya estaba más que acostumbrado a los desplante del soberbio salvador.

"No voy a sentarme a escuchar un sermón que…" comenzó el ojiverde nuevamente.

"¡He dicho que te sientes, maldita sea!" Rugió Kingsley. Hasta él tenía un límite.

Harry lo miró de mal modo, sus ojos verdes, antes repletos de nobleza y bondad, ahora estaban inundados de una soberbia y arrogancia desmedida, sin remedio. Los gajes del oficio después de haber salvado al mundo mágico. Le mandó una mirada repleta de rencor, pero al final se sentó de mal modo, se cruzó de brazos aunque el hombro le doliera como el maldito infierno.

"El grupo de maleantes que traficaban con pociones no autorizadas por el Ministerio ha sido detenido….ya le habrán hecho llegar las listas con los nombres…"

"Volviste a romper las reglas, Potter…" le interrumpió el viejo auror, azotando un puño en la mesa. Harry no se amedrentó, si acaso lo miró con más altivez que nunca.

"Para asegurar el éxito de esta misión, sino fuera por mi…" dijo soberbio.

"¿Qué no entiendes que por algo existen los malditos protocolos? ¿No aprendiste nada en la Academia de Aurores? Mierda, Potter, te dije claramente que no debías proceder como agente encubierto… te dije que implicaba un peligro innecesario." Le dijo Kingsley.

"Me rió del peligro innecesario…" dijo Harry con nada de ironía. "Hice lo necesario para asegurarme de que tu patética misión fuera a funcionar, si yo no me hubiera infiltrado en el grupo, sino me hubiera tomado la molestia de actuar como encubierto desde hace meses…tu y tu incompetente equipo jamás hubieran obtenido los resultados que hoy están aquí…"

"Tuviste suerte, muchacho idiota, eres un pelotudo. Pero escúchame bien, porque puede que no siempre la tengas…" le dijo con resolución. "He tomado una decisión, y sé que no te gustará en lo absoluto, pero o te atienes a la sanción o considérate suspendido por tiempo indefinido de este cuartel."

Harry lo miró con mofa.

"¿Tú suspenderme a mí? ¿Tienes la más mínima idea de con quien estás hablando? ¿Tengo que recordarte que gracias a mí que existe hoy un cuartel de aurores?" le dijo arrogantemente.

"Me importa una mierda que seas el maldito salvador, Potter, de ahora en adelante harás únicamente trabajo de papeleo hasta que yo te asigne otra misión…y si quieres ir a quejarte con el Ministro hazlo….recuerda que no estás muy bien parado con él desde que te rehusaste a aparecer públicamente con él para apoyar su campaña de reelección…" le dijo retadoramente Kingsley, dichoso de tener la última palabra en aquel argumento.

Harry lo miró incrédulo, su jefe estaba siendo un reverendo imbécil, ¿quién se creía que era para impedirle participar en misiones? Si era un auror que no seguía la totalidad de las reglas… ¿qué más daba? Cumplía con los resultados, y eso era aún más importante, podrían juntar a todos los Aurores del departamento y aún así no se comparaban con él. ¿Arrogante? Quizá, pero tenía motivos para serlo. Lo miró con altivez.

"Vas a arrepentirte de esto…" le dijo él furioso. "¿Cuánto tiempo me impedirás hacer mi trabajo?"

"El que sea necesario para que entiendas de una buena vez que aquí quien manda soy yo, y que me importa una mierda que te creas un semi dios, Potter, que no se te olvide que yo te he visto crecer, ¿me oyes? Y sé perfectamente como han pasado las cosas, así que sácate de la cabeza que puedes hacer lo que te viene en gana, porque ya es hora de que alguien te baje los pies al piso, muchacho." Le dijo el viejo auror aún más furioso, pero que muchacho tan más insensato, ¿en qué demonios estaba pensando? Alguien tenía que hacerlo poner los pies en la tierra.

Harry ni siquiera se dignó a contestar, sólo atinó a cerrar la puerta con fuerza, antes de que un accidente le fuera a ocurrir a su jefe, el prefirió salir de ahí lo más pronto que fuera posible.

Se apareció en Grimmauld Place, completamente exhausto y adolorido, además enfurecido por la forma en la que su jefe lo había tratado. Él sólo hacía su trabajo, y conseguía resultados, sin importar los medios que tuviere que emplear, el Departamento se caería a pedazos si nadie tuviera la osadía para actuar, aunque algunas veces conllevara romper los reglas.

Se miró al espejo, mientras que se afeitaba. Los años habían pasado por él, por así decirlo, y bueno, si sólo tenía 24 años, estaba en los plenos veintes, sin embargo si se toma en cuenta que hace menos de 10 años tuvo que arreglárselas para vencer al mago más tenebroso de toda la historia, cualquiera comprendería la firmeza y la seriedad de su mirada, la madurez, habiendo vivido tantas cosas. Había crecido varios centímetros, muy bien merecidos, jamás llegaría a ser tan alto como su mejor amigo, pero desde que había podido darse una relativamente buena vida y no ser matado de hambre por los Dursley, o por estar inconsciente meses en la enfermería de Hogwarts, su cuerpo había cambiado, sumado a los entrenamientos de Auror. Sonrió con nostalgia al recordar el adolescente que alguna vez fue, ese delgaducho enclenque, de ojos verdes, cabello alborotado, y anteojos. De todo aquello lo único que persistía con la misma intensidad eran los ojos que había heredado de su madre, y bueno, su cabello, después de todo era una misión imposible.

Suspiró cansadamente, necesitaba salir y relacionarse, quizá podría sacar su pequeño libro negro de incontables citas, todas ellas, sin trasfondo, sólo para pasar el rato. Y es que bueno, cuando se tiene su edad, y su fama… si algo le sobraban eran mujeres esperando que les diera si quiera la hora, sonrió de lado al imaginarse lo orgullos que estarían su padre y su padrino.

Se sentó en el sofá frente a la chimenea, con el único objetivo de relajarse, tomando su copa de Whisky, favorito y leer el periódico.

"¿El amo Harry requerirá alguna otra cosa?" se le había acercado Kreacher aquella vez a preguntarlo.

"Déjalo, Kreacher, vete a descansar." Le dijo el ojiverde. El elfo hizo una reverencia y con un PLOP desapareció.

Decidió ojear la sección de deportes y lo que vio lo sorprendió, el corazón le comenzó a latir con fuerza, y comenzó a leer con rapidez.

"CELEBRACIÓN ANUAL DE QUIDDITCH PROFESIONAL"

Como cada año, y antes de que empiece la temporada de la Copa Inglesa, los equipos auspiciados por sus sponsors, se reúnen en esta bella ciudad de Dublín, confraternizando antes de que empiecen las rivalidades en el campo. En esta ocasión, roban cámara los famosos jugadores Ginevra Weasley, 23, bellísima jugadora de las Arpías de Hollyhead, además de conocida por su único y excelente gusto para vestir, toda una celebridad, que incluso ha cambiado el atuendo de Qudditch, por vestidos de diseñador, y claro, acompañada por su sensual novio, Ian Mc Conaughey, 27, conocido guardameta del equipo Irlandés y muy anhelado por el público femenino. Nos queda duda de que este par está destinado a la grandeza. Y se ve que son el uno para el otro, guapos, carismáticos, celebridades y estrellas de Qudditch, ¿Como negarles el título de la PAREJA DEL AÑO. Esperemos que su amor sobreviva las rivalidades de ese maravilloso y cotizado deporte, y los golpes de las múltiples Bludgers.

Reportó desde la Ciudad de Dublín, Amanda Whitmore.

Los ojos verdes de Harry escanearon la foto con movimiento, Ginny estaba irreconocible, sonrió con nostalgia, se veía como una fashionista, toda una celebridad naciente, en aquel vestido de diseñador, que se veía más costoso que todo lo que sus padres le habían podido comprar de niña….JUNTO… sonreía a la cámara y saludaba, parecía verdaderamente una modelo de alta costura, de esas a las que Hermione tanto aborrecía, y su novio, el tal Ian Mc Imbécil….no le llegaba ni a los talones.

Suspiró y aventó el periódico. Se maldijo nuevamente por sus errores, no había un solo día en que no se arrepintiera por la forma en la que la había tratado, por haberla dejado, y cuando volvió por ella, para recuperarla, había sido demasiado tarde.

***Flashback*** (4 años antes)

Un Harry de 20 años, deambulaba por los pasillos del Ministerio Mágico Inglés, en el Departamento de Aurores, era su segundo día en el país. Había pasado dos años en Nueva York, había conseguido un empleo como Auror, pero extrañaba demasiado a los que él consideraba su familia, y sobre todo, la extrañaba a ella. Había tenido una entrevista con Kingsley tan pronto había llegado, y por supuesto, con tan buenas referencias, y bueno…por lo que había hecho hacía unos años, el trabajo fue suyo. Harry ahora esperaba ansiosamente a otra persona. El pelirrojo despistado, y larguirucho, llegó sonriendo como todas las mañanas, Harry sonrió, no había duda que la vida, y Hermione, lo trataban bien. Harry se disponía a hacerse presente, frente al que aún consideraba: su mejor amigo. Pero el pelirrojo lo miraba ya con incredulidad, una vez que lo tuvo frente a frente.

"¿Amigo? ¡Harry! Maldición, amigo, cuanto tiempo." le dijo con una gran sonrisa y le dio un abrazo. "Mierda, Harry ¿qué te has hecho? Espera que le diga a Hermione que estás aquí, se pondrá feliz." Le aseguró.

"Ron, al menos déjame llegar, pero si, tu novia….o debo decir ¿futura esposa? Era mi próxima parada. Felicidades amigo! Lo ví en los periódicos" le dijo antes de darle otro abrazo a su mejor amigo. "Ya era hora, lo vi venir desde hace diez años…"

Ron soltó una gran carcajada, "tu y el resto del mundo, excepto ella y yo." Le sonrió y le dio una palmada amigable en la espalda. "Pero mírate, estás muy cambiado hermano, parece que América no te trató nada mal."

"Estuvo bien…pero necesitaba volver, extrañaba mi hogar, y a mi familia." Le dijo Harry.

"No te pongas emotivo, para eso, espera a ver a Hermione." Le dijo el pelirrojo, pretendiendo guiar a su amigo unos pisos más abajo, al Departamento de Seguridad.

"Espera Ron, antes de cualquier cosa….debo saber, tengo que preguntarte por ella…" murmuró el ojiverde, de momento, sumamente aprehensivo.

Ron lo miró, y entendió que ya no era de Hermione a quien se refería.

Suspiró y Harry se estremeció al notar que una mirada sombría había invadido a su mejor amigo.

"Ginny se fue, Harry." Le dijo simplemente.

"¿Se fue? ¿A dónde? ¿Por qué?" preguntó el pelinegro defensivamente.

"No sé mucho hermano, pero te fuiste dos años, Harry, ¿qué esperabas? Ni una carta, nada…ella sólo sabía de ti por los periódicos, ¿esperabas que ella siguiera aquí fielmente aguardando que recapacitaras y volvieras por ella?" le preguntó el pelirrojo, por primera vez en aquellos minutos, Harry notó algo de molestia en las palabras de su mejor amigo, y Harry sabía que lo merecía.

"Sé que me equivoqué, Ron, por eso he vuelto, quiero pedirle perdón….tienes que decirme cómo encontrarla. Tus padres deben saber en dónde está." Le dijo Harry con un atisbo de desesperación en su voz, no podía ser, la razón más importante por la cuál el había regresado, se había esfumado. Necesitaba verla, necesitaba pedirle perdón, y quizá, si tenía suerte, recuperarla.

"Aun cuando lo supiera no te lo diría. No me mires así, Harry, la botaste después de todo ese desastre, la dejaste sola para lidiar con la muerte de sus mejores amigos, de su hermano, de nuestro hermano. Escucha, no soy nadie para reprocharte, sé que necesitabas tu espacio, pero no esperes verla, porque se ha ido. Y realmente no sé en donde está, y mamá y papá tampoco, le ofrecieron una oportunidad de entrenar con las Holyhead Harpies, profesionalmente, en cuanto salió de Hogwarts se marchó, sin siquiera decir adiós. Mamá sigue destrozada por ello, en cuanto comenzaron sus entrenamientos nos escribió y nos dijo que se encontraba bien, nos dijo que buscaba una plaza permanente en el equipo y que pensaba que tenía oportunidades, y después de eso…nos pidió que la dejáramos ser, que no la buscáramos, que necesitaba un nuevo comienzo. Hace un par de meses nos volvió a escribir diciéndonos que estaba muy cerca de conseguir el puesto en el equipo, parecía bien y feliz."

Harry no podía creer lo que escuchaba, ¿tanto la había lastimado como para provocar que dejara a su familia para empezar de cero? ¿Había sido realmente su culpa? Ya nada de eso importaba, porque el daño hecho estaba, y era claro que él había llegado demasiado tarde.

"Tu madre debió estar devastada…." Le comentó Harry, comprensivo.

Ron asintió.

"Lo estuvo varios meses, hasta que comprendió que Ginny ya no era su niña pequeña, y que podía hacer con su vida lo que quisiera, se contenta mirando las fotografías que ella le hace llegar por correo de vez en cuando, y han hablado por la red flu en algunas ocasiones."

Harry asintió y bajó la mirada, mierda, aquella noticia había sido un golpe bajo. Realmente había esperado verla, suplicarle por su perdón, jamás pensó que pudiera ser demasiado tarde. Ron notó lo cabizbajo en su amigo y le dio una palmada en la espalda.

"Oye amigo, lo siento. Pero ella eligió su camino, y lo mejor que puedes hacer es dejarla vivir en paz. Es feliz, o al menos eso parece. Anda vamos, Hermione se pondrá como loca al verte."

***(Fin de flashbacks)***

Harry suspiró y le dio un largo sorbo a su bebida. Y cuatro años más tarde ahí estaban, ella convertida en una grandiosa jugadora, que no parecía ni la sombra de la niña que él había conocido, habiendo alcanzado la cúspide de su carrera. Sonrió con amargura, y él, un Auror, ¿qué otra cosa se habría esperado de El Salvador que no fuera seguir salvando al jodido mundo mágico? Él también había cambiado, había finalmente comenzado a disfrutar de su fama, se había vuelto soberbio, y según le habían comentado algunas personas….cada vez más parecido a su padre. Pero una cosa era segura, como Auror era excelente, aunque algunas veces fuera necesario romper las reglas. Era lo que requería el trabajo.