Capítulo primero.
La vida en Chicago era diferente, era un mundo paralelo. La droga, la locura, la infinita libertad, la ilegalidad a la vuelta de la esquina. Todo eso cambio cuando lo supe, cuando me di cuenta del pequeño bulto en mi estómago, cuando grité en el baño ante el positivo en mi test de embarazo. Tomé mi auto, conduje hacia el oeste, un oeste desconocido.
En el camino comencé a sentir una diferencia en mi relación con mi cuerpo, me debilitaba y el bulto en mi abdomen crecía a una velocidad increíble. Ya antes de partir había notado los grandes moretones a los costados de mi cuerpo. Tenía más o menos 10 días de embarazada, pero parecía tener unos 4 meses quizá.
Atravesé el país, tuve que parar obligada en Forks, el ultimo pueblo en la costa en el condado de Washington, me estaba desvaneciendo, necesitaba un hospital urgente. Pensaba enfilar desde allí a Phoenix, como para variar un poco. No sabía que hacer con este bebé, que me hacia doler el cuerpo y me apagaba.
Entré al hospital del pueblo casi arrastrándome, las enfermeras corrieron hacia mi, me atendieron de inmediato. Un médico, muy joven y apuesto por cierto, me atendió, parecía un Dios de la medicina o algo así. Mis manos temblaron ante su frío contacto y el me miró con miedo, casi con una reverencia.
Se quedó conmigo, estudiándome a cada segundo, parecía completamente fascinado con mi estado, como si nunca hubiese visto algo igual. Cuando ya no parecía haber nadie cerca, se acercó.
- No es un embarazo común.
- No lo sé, usted es el médico.
Por primera vez me sentí dueña de ese bebé, nadie lo insultaría, nadie lo molestaría, era mío, lo amaba.
- No, querida. No es eso. ¿Cómo quedaste embarazada?
- Es una pregunta estúpida no le parece, ¿quiere que se lo explique?- Comenzaba a irritarme con él sin razón aparente.
- Estas insultándome, y yo estoy tratando amablemente de ayudarte.
Al fin parecía enfadado, en el fondo comprensivo, pero había comenzado a impacientarse.
- Me violaron, en Chicago.- Voltee la vista, avergonzada.
- Cuéntame la historia, por favor, necesito saberla.
Rogó, con su cara de ángel, con sus gestos y costumbres de siglo pasado, me rogó a mi, simple mortal.
-Bue-bueno.- Me ruborice.- No es que lo recuerde todo, pero la gran mayoría.
»Era una de esas noches, esas en las que mis amigas y yo íbamos a las calles. Nos inyectábamos algo o tomábamos alguna droga para animarnos un poco. Íbamos a los pubs y a las discos a conseguir relaciones casuales. Ninguna tenía más que su trabajo o, bueno, entre nosotras. Estaba completamente quebrada, había vomitado en la acera.
»El brazo me dolía por la presión de la goma. Volví a inyectarme. Y de las sombras surgió él, era alto, el cabello le caía a los costados, la piel pálida. Primero tuve miedo y luego sentí el aroma que emanaba de su cuerpo, en su respiración. Me habló, me propuso algo que no llegue a entender. Me negué, estaba drogada pero un poco consiente del peligro. Pero de repente sentí mi voluntad doblegarse, sentí el deseo que dominaba mis acciones, como si deseara aceptarlo. Me levanté e hice lo propio.
»Lo siguiente que recuerdo es despertar con el rostro en la acera, los brazos doloridos, el sabor de mi sangre en la boca. Fui a casa y dormí por tres días. Parece imposible, pero lo primero que hice al despertar, fue correr al baño y largar lo único que había en mi estómago, bilis y quizás algo de alcohol. Comí algo y fui al trabajo, en el camino, pasé por al lado de un puesto de hot dog, y el aroma me hizo soltar mi almuerzo. Grité y me enfade, lloré, vomité, toda una semana. Hasta que me decidí, no podía ser, pero no había otra opción. Compré un test y lo hice. Cuando dio positivo, tomé el auto y conduje hasta que ya no tuve ni horizonte ni fuerza. Eso fue hace dos días. Y aquí estoy.- Me fruncí de hombros.
- Por Dios. ¿Estas segura de que no lo conocías?
- Sí.- Noté el temblor en mi voz, esperaba que él no, no se me dan muy bien las mentiras.- Sí, estoy segura de eso.
- Entonces… ¿no sabes qué era él?
- ¿Qué… es?- Pronuncié su pregunta incrédula.
¿Sería un monstruo, o qué?¿Acaso era una criatura sobrenatural? ¿Heredaría mi bebé las características de lo que fuese que él era? ¿Estarían confirmándose las conjeturas que había sacado al conocerlo? ¿Sería parte de ese halo de misterio a su al rededor?
- él… Es un vampiro.
Me reí, histérica, sorprendida, alucinada, como la incertidumbre del sueño. ¿Estaba hablando en serio? ¿Realmente existían esas seductoras criaturas, vinculadas con el diablo y la muerte?
- Esta jugando conmigo… Mi bebé, no puede ser.
Me aferré inconsciente a mi barriga, a mi bebé, en su capullo duro y frío. Tenía sentido, que otra explicación habría para esto, para lo que mi bebé me hacia, los moretones, el cansancio, el adelgazamiento, el crecimiento veloz.
- ¿Es eso posible?
- Yo mismo, soy un vampiro. Y mi nieta es como tu bebé.
Me sonrió en la oscuridad, completamente tranquilo, y refulgieron sus colmillos en las sombras.
Continuará…
