¿Por qué estoy haciendo esto? ¿No soy lo suficientemente feliz? Allá, en el suelo, aún puedo divisar los pockys que iba a comer hoy… contigo. ¿Recuerdas nuestros planes para esta noche? Yo sí: salir a cenar, ir a un hotel y pasar una noche de sexo incontenible. ¿Qué pasa? ¿Te parece raro que use este vocabulario? Quiero decirte que así seré de ahora en adelante para que no vuelvas a aprovecharte de mí, a engañarme como recién lo hiciste.

Ni siquiera sé por qué soy tan considerado, no sé por qué estúpida razón estoy grabando esto. ¿Qué? ¿Te doy lástima? No te preocupes, falta poco para que todo acabe, para que este maldito dolor y estas punzadas en el estómago cesen de una vez por todas. Cuando eso pase, cuando ya no pueda verte ni cerrando los ojos, tú me verás cada noche y sentirás que tu vida ya no tiene sentido, que nada vale la pena. ¿Sabes qué es lo mejor? Que no podrás hacer lo que yo.

Sólo quería que tuviéramos una vida tranquila. Imagina que incluso pudimos habernos casado. ¿Bello? Lamento informarte que lo arruinaste todo. Un poco antes de tomar aquello, decidí revivir algunos fragmentos de nuestra vida, como cuando nos conocimos o las veces que jugamos juntos o esas veladas en mi casa o esos días malintencionados de asueto o esas mañanas tibias o esos sueños sin límites. ¿Por qué tenías que romperlo?

La escena que más clara percibo es cuando me invitaste a tomar algo. ¿Qué pedí? Recuerdo que no fue un café. ¿Una conga? Sí, eso fue. Estuvo deliciosa. Hacía mucho calor y por eso nos sentamos afuera, en una mesa que tenía una sombrilla muy grande de múltiples colores. Eran bonitos esos colores y brillaban cuando la luz del sol los traspasaba. Tú no pediste nada. Sólo me miraste fijamente todo el tiempo y yo sonreí tratando de ser feliz para ti porque creí que, así, tú también lo serías.

¿Y al menos sabes cómo me enteré de todo? Te vi bajando de un taxi con una chica, muy guapa por cierto, y me detuve a observar detenidamente cómo la besabas. Estoy seguro de que besaba mejor que yo y tengo la certeza de que, después de eso, fuiste a revolcarte con ella sobre una cama de princesa.

Eso explica por qué me duele tanto el estómago a causa de ese veneno. La próxima vez que quieras hacer algo parecido, recuerda esta grabación. Y si se te ocurre buscarme, sólo puedo decirte que estoy en aquel café. Sólo hay dos diferencias: no estás y estoy agonizando. Lindo, ¿no? Te veré después Fujiko.

Con amor: Eiji Kikumaru.

OoOoOoOoO

Todo es bienvenido.