Recién pisaba Inglaterra y su madre insistía en que debía ir a la fiesta de comienzo de año de los Greengrass, pero la verdad era que no quería ni siquiera anunciar que había llegado.
Un año entero en Francia le había ayudado. Mucha a decir verdad, cuando Potter dejó claro que él y su madre eran inocentes los soltaron, sin embargo las especulaciones no pararon él no soportaba los cuchicheos a cada paso que daba.
Por eso era un secreto su regreso… para muchos.
–Debes ir, Draco–. Insistió su madre–. Todos nuestros amigos estarán ahí.
– ¿Amigos?- la miró con ironía–. ¿Los mismos que vendieron información al ministerio para que mi padre cayera? ¡¿Los mismo que con tal de lavar su nombre nos hundieron?-Narcisa tembló.
–Sé que te hará bien verte con tus compañeros…– le habló suave–. Theodore no paró de preguntarme de ti todo este tiempo… al igual que Zabini–. Draco suspiró.
–Yo… los llamaré luego.
–Draco…– suspiró–. No quiero ir sola…
–Madre…– era difícil negarle cuando ponía esa cara, la misma con la que miraba a su padre para que no acudiera a las reuniones de su Lord, y que Lucius debía ignorar por la seguridad de su familia–… Lo pensaré–. Prometió él y la mujer sonrió dándose por victoriosa.
o.o.o.
Miraba alrededor con desprecio, caras hipócritas que lo miraban sorprendidos y murmuraban entre sí.
Su madre parecía nerviosa y trataba de distraerlo con charla y presentándole personas que le importaban un comino.
Quería salir de ahí, largarse si era posible de es mansión decorada con luces y mesas de colores claros.
–Iré a tomar aire–. Murmuró interrumpiendo la conversación de su madre y un hombre canoso, alto y bien visto.
–Draco…– su madre lo miró suplicante.
–Sólo a tomar aire…– la tranquilizó besándole la frente, Narcisa sonrió con suavidad, comprendiendo el estrés que recaía sombre los hombros de su hijo.
Draco caminó hacia las puertas de vidrios polarizadas que daban hacia el jardín y caminó hacia ella dispuesto a salir de esa atmosfera asfixiante.
Suspiró con alivio cuando sus pulmones se llenaron con el olor del pasto húmedo. El porche de la casas estaba cubierto con una alta carpa de color blanco y bajo estas habían un par de amplias bancas de jardín en las que se sentó acomodando una de sus piernas sobre la otra con elegancia.
De su bolsillo sacó un tabaco que dirigió a sus finos labios y lo encendió con la varita. Tomó un calado del cigarrillo sintiendo sus pulmones llenarse placenteramente, luego abrió su boca en un diminuto circulo y dejó salir el humo con suavidad.
–No deberías estar aquí…– una voz suave y agradable le sorprendió a sus espaldas. Draco giró buscando su interruptor.
–Greengrass…– miró a la menor de aquella quisquillosa dinastía soltar una reja de la que salió disparada una pequeña mota de pelo blanco que luego notó era un cachorro siberiano.
–Ven aquí, Nikkie–. Murmuró acariciándole el majestuoso pelaje. Ambos se encontraban en el porche del jardín. Había empezado a nevar y la temperatura descendía poco a poco.
La cachorra ladraba mientras intentaba morder los copos de nieve que caían, Astoria rió sentándose junto a Draco al tiempo que se envolvía con sus brazos, tenía un traje púrpura con un generoso escote en la espalda y hombros descubiertos, no muy apropiado con el clima del exterior.
–Sólo a ti se te curre salir así–. Miró hacia otro lado. Ella miró al cachorro.
–Nadie recordaba que a Nikkie le encanta cuando está nevando–. Sonrió–. Tenía que venir yo ¿no crees?
Draco rió con sarcasmo y se llevó el tabaco a la boca.
–Si tú lo dices–. Aspiró de nuevo y dejó soltar después–
–Eso es un vicio que te llevará a la tumba–. Se cruzó de brazos y él exhaló con sensualidad para sonreírle más tarde.
–No me importa.
Estuvo un rato más hasta que los dientes de la joven empezaron a castañear y sus labios palidecieron un tanto.
–Ten…
Astoria miró al muchacho que le ofrecía su chaleco con desinterés y se sorprendió pero no demoró en tomarlo. Cuando lo puso sobre sus hombros, la calidez la absorbió de inmediato.
– ¿Tiene un hechizo climatizador?- Draco asintió–. Gracias.
–No lo agradezcas, de haber muerto congelada me habrían enviado a mí directo al Wizengamont.
Astoria lo miró unos segundos y suspiró.
–A lo mejor tienes razón…
– ¿De veras?- bufó.
–Hay algo… que debo decirte, Malfoy–. Draco la miró confuso.
La chica tenía cara de estar avergonzada. ¿Qué era lo que tenía que decirle?
– ¿Qué es?
Lo miró.
–No sé si lo sepas… trabajo para una revista anexa a El Profeta, cuando la guerra terminó, me interesé mucho por tu caso… bueno, después de todo, te veía todo el tiempo, en la sala común… en la mesa de comedor…
–Sí… ¿y?- el chico parecía tenso.
–Tu caso se volvió mi trabajo… investigué y traté de deducir todas las razones por las cuales, tú te uniste al señor tenebroso… mi hermana solía decir que no te consideraba un asesino. Que podías ser orgulloso y bastante pretencioso, pero que nunca creyó que te unirías a los Mortífagos.
–Tu hermana… no sabe nada–. Draco recordó que salió con ella durante un tiempo. Astoria sonrió.
–Sabe más de lo que te gustaría, Draco…– él la miró con el ceño fruncido.
– ¿Y tú? ¿Crees que sabes algo? ¿Crees que conoces como y porqué sucedieron las cosas?- se levantó de la banca–. No me conoces, Greengrass…. Y no quieres conocerme.
– ¿Quién dice que no?- murmuró ella mirándolo antes de que se marchara, Draco se detuvo–. ¿Quién dice que no te conozco ni quiero conocerte?
También ella se levantó y el giró para mirarla.
– ¿Qué es lo que piensas que sabes?
–Sé que no la tomaste por tu voluntad…– ella sonrió–, sé que Voldemort te obligó amenazándote con destruir tu familia… y sé que eso mismo hizo con varios más…
Draco frunció el ceño y se acercó a ella con sigilo, otra persona se habría asustado.
–De donde sacaste todo eso…
–Ya te lo dije… has sido mi trabajo durante todo este tiempo…
Draco rió con ironía–. Quién lo diría… alguien que se interesa en mí y no en la heroica historia del niño–que–pudo–no–sobrevivir.
Ella rió y se alzó de hombros–. Eso ya es cliché.
–Deberíamos entrar–. Draco la miró con curiosidad–. Tus padres pensarán que te he hecho algo…
–Ni lo habrán notado…– murmuró mirando a Nikkie–. Pues parece que él estará bien…– abrió la reja que daba a un cuarto cálido con un enorme almohadón de plumas para perro–. Le dejaré abierto…
Ambos entraron y de inmediato la bulla de la reunión les retumbó en los oídos, ambos se fastidiaron.
–Quieres dar una vuelta por la mansión… al menos no soportaremos este ruido tan grotesco.
Draco asintió dejándose guiar por el rellano detrás de las escaleras donde el ruido no llegaba.
– ¿Y tú qué hiciste todo este tiempo en Francia?
–Nada en realidad… sólo multiplicar un poco más (como si fuera necesario) el oro de los Malfoy.
Ella asintió con la boca torcida en un gesto gracioso. Chasqueó la lengua.
–Me lo temía… yo hice algo parecido–. Rió y Draco se preguntó porqué, no estaba bromeando.
Astoria sonrió y se quitó el chaleco que muy amablemente Draco le había prestado–. Ya no hace frío.
–Mj…– masculló tirándolo al suelo. De pronto, sus ojos viajaban por la suave espalda de la chica y ese caminito en su columna vertebral. Ese delicioso caminito que de pronto le daban ganas de tocarlo, y besarlo…
Astoria caminó hacia una puerta amplia debajo de las enormes y majestuosas escaleras, que daba paso a un cuarto decente parecido al que tenía en Hogwarts, pero mucho más sencillo y la cama no parecía de un dosel tan fino.
– ¿Esta es tu habitación?- preguntó con burla impregnada en su voz, ella lo miró como si estuviera loco.
–De una casa tan grande... ¿crees que dormiría bajo las escaleras?- tomó un pequeño paquete que estaba debajo de la cama–. Suelo esconderme y esconder cosas aquí… nadie entra nunca.
Abrió el paquete y sacó una botella del original Whisky de Fuego y la meneó como su fuera un premio.
–No creí que fueras de las que toma…
– ¿Bromeas?- abrió la tapa y le dio un trago–. Si no tomas con padres como los míos atacándote siempre, te mueres.
–Eso es un hábito que te llevará a la tumba–. La chica rió pasándole la botella, Draco también le dio un trago sentándose a su lado, sobre la cama.
–Si mi padre me viera ahora mismo…– ella se quedó pensativa–. Me mataría… te mataría… se desataría una guerra…
–Oh…. No de nuevo…– se recostó en la cama cruzándose un brazo por encima de los ojos.
Astoria lo observó unos segundos e inconscientemente llevó una de sus manos a los rubios mechones de cabello.
–Eres lindo, Malfoy…– susurró con una amable sonrisa.
Draco despejó su cara y la miró como si estuviera loca.
–Creo que ya tienes suficiente Whiskey por hoy…– le dijo quitándole la botella. Astoria se rió.
–Dámela…– le pidió extendiendo su brazo.
–Ven a buscarla–. Murmuró con malicia.
–No estoy para juegos, Malfoy–. Le dijo acercándose aún con la mano extendida.
–Yo tampoco, Greengrass–. Le miró con gesto de fingida seriedad.
–Te lo estoy pidiendo a las buenas–. Le advirtió ella.
– ¿Qué me vas a hacer?–. Murmuró sarcástico y la chica se abalanzó a él tirándolo de la cama al suelo, Draco logró apartar la botella para que no la alcanzara, Astoria gruñía tratando de quitársela, pero el rubio era más fuerte y no le fue difícil dejarla bajo suyo con las manos sujetas.
La chica lo miraba con diversión, tenía la respiración agitada y el cabello revuelto, y Draco no estaba mucho mejor.
–Eres un pequeño monstruo–. Murmuró Draco y de pronto se quedó prendado en sus ojos verdes cristalinos.
–No eres un ángel, si de halagos hablamos…
– ¿Quién dice que sea un halago?
– ¿Quién dice no?- Astoria sonrió y Draco no tuvo qué decir.
Entonces ambos notaron en lo cerca que estaban, en como brillaba la luz en sus ojos y el exquisito perfume que bañaba sus cuerpos, Draco se pegó un poco a ella, sintiendo su cuerpo amoldarse al suyo, Astoria contuvo el aliento.
–Tienes una sonrisa agradable, chiquilla–. Le confesó hundiendo su nariz en el cabello miel acaramelada de la joven, ella sonrió.
–No soy una chiquilla.
–Sí, lo eres…– le besó el hueco detrás de su oreja, un escalofrío recorrió ambos cuerpos.
–Sólo… me llevas dos años…– murmuró subiendo una mano por la espalda del chico, él gruñó enterrando sus labios en el cuello de ella y pegando sus cuerpos aún más, si aquello era posible.
–Lo suficientemente pequeña…como para lastimarte y quebrarte en mil pedazos.
La joven volteó con delicadeza su rostro besándole la mejilla, él a miró con los ojos más negros, y el alma menos mala.
–Bésame–. Le pidió ella acariciando con sus manos la espalda ancha y masculina, sobrepasando por sus hombros y llegando a sus brazos.
El rubio no demoró en accionar.
Hundió sus labios en los de ella y el hormigueo en sus vientres explotó de manera alarmante, ella lo rodeó con sus piernas y él alcanzó el escote en su espalda, acariciándolo con vehemencia y ternura.
El gemido que Astoria resonó sobre sus labios le hizo perder la razón, la miró y le besó cada pedazo de piel expuesto, hasta llegar al camino entre sus senos, cubiertos por aquel provocador vestido.
–Baja un poco más–. Suplicó ella y él lo hizo hasta legar cerca de su ombligo, ella se retorció y él notó que aquella era la parte más sensible de la chica.
La puerta sonó y ambos voltearon alarmados.
– ¡Escóndete!- murmuró la muchacha acomodándose el cabello y el brillo corrido de sus labios.
– ¿Dónde?- murmuró tapándose el bulto que se había formado en su entrepierna, ella casi rió.
– ¡En el armario de allí!- susurró señalándole uno que le daba la espalda a la puerta. El rubio no tardó en entrar.
Astoria terminó de acomodarse el cabello y alisar el vestido, se miró en el espejo de la pared de al lado y terminó de arreglarse el labial. Entonces abrió la puerta fingiendo una sonrisa.
Había dejado la botella de whiskey detrás de la puerta. Mierda.
–Astoria…– masculló su padre entrando a la habitación con mirada sospechosa. Aprovechó para ocultarla con una almohada–. ¿Qué haces aquí? ¡Todos te están esperando!
–Padre–. La chica lo miró desafiando–. No soy una chiquilla– vaya, había dicho eso dos veces aquella noche–. Y si no me siento cómoda en un lugar, tengo todo el derecho de marcharme…
El viejo la miró con rabia.
–Que no se te ocurra acercarte a Malfoy…– masculló–. Te vi salir tras él. Estoy harto de tu maldito interés por ese muchacho.
–Y si me acerco ¿qué padre? ¿Me golpearás? ¡¿Va a atreverte a volver a hacerlo?- el hombre había levantado su mano y se contuvo–. Esta vez, juro que le diré a los Aurores Padre.
El hombre contuvo la rabia y se giró acomodándose la corbata y mirándose al mismo espejo que la chica mientras se acomodaba hacia atrás el cabello.
–No te lo advertiré de nuevo, Astoria. Mantente al margen de esa familia.
La chica se cruzó de brazos y no le respondió nada.
Cuando el mayor de los Greengrass cerró de nuevo la puerta, la chica se sentó en la cama y dio un suspiro.
– ¿Tu padre te ha golpeado?- Draco salió con mirada seria del armario.
Ella lo miró: – No… bueno, sí… solo una vez…
– ¿Sólo una vez?- ironizó–. ¿Y se puede saber por qué?
–Decía que estaba obsesionada con el asunto de tu familia. Saqué varios artículos en los que trataba de aminorar el peso de tu apellido–. El chico se sentó a su lado–. Y a él nunca le gustó. Trataba de evitar lo más que podía que yo siguiera publicando artículos sobre tu familia.
– ¿Entonces, por eso te golpeo?
–En el brazo, sí… fue horrible–. Los ojos se le cristalizaron–. Jamás me había golpeado. Creo que dolió más eso que el mismo golpe.
– ¿Pensabas acusarlo con los Aurores?
–No–. Negó con la cabeza–. Jamás acusaría a mi padre… pero mi mamá se puso histérica. Su matrimonio casi se acaba por eso.
Draco la miró sin saber que decir en aquel momento.
–Debería irme…– le comentó levantándose. La chica asintió.
–Supongo que… nos vemos–. Le sonrió.
Draco se detuvo a mirarla antes de salir por la puerta y se devolvió.
–Podríamos salir a almorzar esta semana.
Astoria sonrió.
–Seguro que sí.
Draco la atrajo poniendo una mano en la baja espalda de la muchacha, atrayéndola hacia su cuerpo.
Draco apretó su boca y aplastó su nariz contra su mejilla.
–Nos vemos–. Prometió mirándola con una sonrisa pretenciosa.
.O.O.
Astoria caminaba por una calle de parecida al Callejón Diagon, también mágica.
Hacía mucho que no salía sólo por gusto. De hecho, hacía mucho que no salía.
Siempre encerrada en esa maldita mansión, con su padre de vigilante. Ni su hermana la visitaba tanto como lo hacía antes de casarse. Ahora tenía un sobrino precioso que visitaba cada vez que podía, y era algo que la hacía sentir un poco mal.
No había salido con un chico serio desde que terminó con su novio de Hogwarts. Después de todo, él tenía razón. Ocupaba mucho tiempo en su trabajo y averiguando acerca de Malfoy, pero ella no estaba dispuesta, no al menos en aquel entonces, de dejar ese pasatiempo –como lo solía llamar– por nadie.
Sólo entonces se dio cuenta de que ya no lo amaba. E inevitablemente no se sintió lo suficientemente egoísta como par mantener una relación por simples costumbres. No cuando ninguno se sentía cómodo ya.
El frío empezó a calarle los huesos mientras caminaba, y sus pies ya estaban pidiendo calor, así que optó por entrar a un café cercano que tenía aspecto de ser una sucursal de Francia.
Al entrar, soltó un suspiro de alivio quitándose la gabardina y poniéndola en un perchero cerca de la puerta. Era un lugar agradable. Las mesas de café se encontraban justo al lado de las ventanas, no se detuvo a ver las personas pues parecía que el cappuccino empezaba a acabarse.
La joven que la atendió tenía una sonrisa agradable y la atendió de inmediato, tal vez se debía a sus labios aún pálidos de frío.
Lo recibió sonriente y le pagó dejándola quedarse con el cambio y giró en busca de una mesa cuando sintió que la llamaban. Alzó su rostro y sonrió.
–Draco Malfoy…– murmuró acercándose a la mesa del rubio–. Vaya… nos volvemos a ver.
Él se alzó de hombros con un gesto de autosuficiencia.
– ¿Qué te puedo decir? Siempre cumplo lo que digo.
La chica sonrió dándole un sorbo a su bebida calienta, sintiendo su cuerpo calentarse poco a poco.
– ¿Vas a sentarte?- le preguntó Draco asiéndose a un lado para darle espacio a su lado, ella levantó una ceja.
– ¿Estás invitándome?
–Será mejor que lo hagas antes de que cambie de idea.
Ella le brindó una sonrisa que le produjo unas ganas inmensas de chocarla contra su cuerpo y comerle la maldita y provocativa boca.
Astoria se sentó a su lado y dejó su cappuccino en la mesa poniendo sus manos entra las piernas para darles más calor, Draco notó como su labio inferior tiritaba u poco e inconscientemente llevó su pulgar a este. Ella lo miró sintiendo la calidez de su dedo y sus mejillas se ruborizaron tanto que creyó tener fiebre.
Draco tenía la mirada fija en ella, en sus labios, en su nariz pequeña y respingada y en las pecas que lo decoraban, sus benditos ojos azules era un imán a los suyos y lo hicieron acercarse más a ella.
–Creo que no es el mejor lugar para…– la respiración de la chica estaba entrecortada, la cercanía de sus labios estaba dejándola sin aire, sin embargó él no la dejó terminar y pegó sus labios a los de ella.
Y Merlín santo. Era exquisito, era adorable.
Sus labios sabían a cielo, la piel de la nuca se le erizó y ella cerró los ojos de golpe sintiendo su estómago siendo presa de sensaciones maravillosas.
Y él siguió besándola, y el sabor de sus besos. Él sonido de sus besos, la fragancia de su cuerpo.
El calor… no supo cuanto tiempo estuvo saboreando el sabor frutal de su humectante pero sabía que esta vez quería llegar más lejos. Sabía que quería saber en que terminaba se escote en su espalda ahora cubierto ropa de algodón, y quería sentir si hundirse en ella también sería como ese beso.
–Vámonos de aquí–. Le ordenó, le suplico… ambos lo querían, él podía sentir los escalofríos del cuerpo de la chica, sabía que también lo quería.
Ella lo miró y sintió miedo
Y esperanza… Y algo que no supo cómo explicar. Entonces sólo asintió y se dejó llevar por la mano del chico que la sostenía con firmeza al salir del lugar.
Y desaparecieron.
…
No supo cuando o en que momento entraron en el apartamento, pero en cuanto pusieron un pie sobre este, Draco la atrapó de la cintura besándola con delicadeza y pasión y ella sintió que sus rodillas no eran lo suficientemente fuertes para sostenerla y él lo notó cuando la sintió temblar, así que bajó sus manos a las piernas de la chica y la levantó llevándola hasta el mueble más cercano.
La recostó desabotonando su blusa con desesperación y ella le quitó su bufanda y alcanzó a desabotonar los primeros botones, él la miró con los ojos negros y la respiración agitada.
Y luego se profundizó en su pecho y ella cerró los ojos complacida acariciándole el cabello. Draco sonrió sintiendo su corazón acelerado y con facilidad la levantó de nuevo llevándola hasta su habitación. No era un departamento muy grande, así que no fue difícil llegar a esta.
La chica cayó sobre la cama y él se acomodó sobre ella con una sonrisa sensual en sus labios, ella rió divertida y dejó que él terminara de quitarle su ropa.
Jamás había notado los hermosos abdominales del joven y él sonrió cuando la sorprendió mirándolos fijamente y le besó los labios saboreándolos profundamente, ella pasó una mano por su espalda acariciándolo con suavidad provocándole un maravilloso estremecimiento.
–Astoria…– murmuró quitándose la única prenda que le quedaba a la chica. Descendió hacia su ombligo y lo besó formando un camino con su húmeda lengua hasta su intimidad, ella soltó un gemido.
Draco continuó besándola y ella estremeciéndose, los besos aumentaba y sus cuerpos empezaban a arder en ansiedad.
–Bésame…– susurró Astoria abriendo los ojos para mirarlo y él ascendió lento hasta llegar a su rostro y rozó la nariz de la joven con sus labios torturándola mientras se acomodaba entre sus piernas–. Draco…– murmuró mirándolo suplicante y él terminó con la tortura hundiéndose en sus labios y dentro de ella.
Él gruñó por lo bajo contrayéndose y cerrando sus ojos y acariciándole los hombros a su cómplice.
–Mírame…– le pidió Astoria con voz delicada, levantando sus piernas para abrazarlo con todo el cuerpo. Sus manos se apoderaron del rubio cabello del chico, acariciándole la nuca.
Draco la miró moviéndose dentro de ella y Astoria jadeó sin apartar su vista de los ojos de él, sus frentes estaban unidas y sus ojos nublados de placer, sin embargo, ambos cerraron sus ojos después de unos segundos pues fue imposible mantenerlos abiertos mientras esas sensaciones envolvían sus cuerpos.
Astoria gemía seguidamente sintiendo algo que jamás había sentido y Draco besaba su cuello tratando de controlarse a sí mismo.
–Merlín…– gruñó mordiéndola un poco–. Nunca…–susurró sin aliento–…Nunca…
–Nunca…– lo comprendió mirándolo con ojos nublados–… nunca había…
Sabían a lo que ambos se referían…
Porque jamás el sexo fue tan placentero, complementario. Nunca había sido así, y no sabían qué lo hacía diferente.
Los movimientos fueron aumentando y sus gemidos dominaban la atmosfera.
–D–Draco…– la chica se arqueó y él supo que estaba a punto de terminar, besó sus pezones acariciándolos con sus labios húmedos, ella gimió más fuerte y él los mordió con suavidad llevándola al clímax.
Dos embestidas más y él la siguió cayendo a un lado de ella. Astoria se cubrió del frío con una manta y él la miró con curiosidad.
-Eso… eso fue…
No había palabras, no encontró definición alguna. Jamás una mujer había logrado hacerlo sentir eso que sintió con ella. Lo que fuera que huera sido.
–Diferente…– terminó ella mirando hacia un lado. Aún era temprano, por lo que Draco vio con facilidad como las mejillas de hecha se habían ruborizado. Astoria se giró hacia él sintiendo su pesada mirada.
–Déjame… déjame hacer algo– Draco deslizó su rostro con lentitud hacia el de ella, y se detuvo justo dos centímetros antes de tocar sus labios y la miró confundido, ansioso y derrotado.
Entonces la besó. Y el alma y eso que burbujeaba en su pecho se le fue en el beso. Sintió un extraño cosquilleo en su vientre y su corazón dio un vuelco cuando ella con suavidad movió sus labios al compás de los suyos. Y fue hermoso.
Astoria grabó ese beso en lo más profundo de su vientre, de su corazón, de sus ganas de seguirlo besando.
Y supo lo que pasaba. No necesitaba que nadie más le dijera. Apretó entre sus manos la sábana suave que la cubría sintiendo tres vuelcos seguidos en su estómago y él le acarició la mejilla con su pulgar y el mundo le cayó encima.
…
Despertó y se fijó en el tono naranja del cielo en la ventana de la pared lateral, y luego posó sus ojos en la mano blanca y grande que agarraba la suya. Sonrió.
No recordaba mucho después de que se abrazaron, con él tomándola de la cintura desde su espalda la estrechó a su pecho y tomó su mano acariciándola con su pulgar.
El silencio fue maravilloso, sólo sus respiraciones y las cortas caricias, los pequeños besos que el posó en su nuca y luego… luego suponía que ambos habían sucumbido al sueño.
Miró su reloj de mano con tranquilidad, sabía que ya debería estar en casa, que su padre la reprendería por haber tomado más tiempo del permitido.
En silencio y con cuidado se levantó apartando de su cuerpo las sábanas afelpadas y con suma delicadeza des entrelazó su mano de la del rubio.
Poco a poco recogió su ropa y fue poniéndolas sin ningún afán, no quería igualmente llegar aún a la mansión y de ser por ella, se quedaría observando el cuerpo pintado por dioses del rubio, aún descansaba tranquilo boca abajo, con la cabeza hundida en la almohada que ella había ocupado.
Astoria sonrió al verlo y se sentó a su lado recorriendo su espalda con la yema de sus dedos, él se removió girándose sobre sí mismo y después de unos segundos, abrió los ojos molesto con la poca luz que quedaba del día, pues aún así le impedía ver.
– ¿Greengrass?- Murmuró con voz ronca y gesto confundido. Frotó sus ojos para verla mejor–. ¿Qué haces vestida?
La chica rió ante su pregunta–. Sólo quería decirte que ya me voy.
El joven se incorporó en la cama, con el ceño fruncido–. ¿Cómo que ya te vas?
–Me he quedado dormida… sino llego mi padre me echará una buena bronca. Y no podré verte en mucho tiempo–. Murmuró alargando la palabra.
Draco suspiró y asintió levantándose también de la cama. Astoria tomó su pequeña carterita y la cruzo en su pecho y luego sacudió su cabello largo y dorado.
Antes de que la chica se marchara, él le dio un pequeño papelito con un número telefónica, sorprendida lo miró con una ceja alzada. Él se encogió de hombros.
–Si no puedes contra ellos, úneteles…– murmuró–. Todos tenían uno, con la excusa de que las lechuzas están pasadas de moda. Y un Malfoy nunca está pasado de moda.
Astoria sonrió y sacó un memo y un lapicero de su bolso y con rapidez anotó otro número.
–Este es mi móvil–. Le dijo señalando el primer número–. En tu vida podrás llamar a casa, papá contestaría y te convertirías en hombre muerto. Pero lo escribí de todas formas.
Draco miró el papelito con una sonrisa y pensó que hasta sus números eran adorables.
–Entonces… supongo que nos veremos pronto.
–Sí… supongo–. La joven le dedico una sonrisa y tomó el picaporte–. A la misma hora…
–En el café…
–Mañana–. Finalizó y sus ojos brillaron de ansiedad.
O.O.O.
¿Qué tal les parece? Bueno, se me ocurrió hacía algunos meses, por cierto estoy trabajando en un nuevo Dramione ¡Pero esperen! Aún lo tengo en un viejo cuaderno y no sé cuando voy a empezar a montarlo. Todavía también tengo otro one–shot pendiente.
¡Muchas gracias por leer! Y si les gusta dejen un comentario porque me fascina contactar con los lectores.
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Un beso con cariño y una sonrisa
