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Los personajes de Naruto no me pertenecen a mí; le pertenecen a Masashi Kishimoto.


Por un helado.

Miró nuevamente aquel cono de helado, que comenzaba a derretirse. Pensaba que con la dulce ayuda de su postre favorito lograría aliviar el dolor que había en su corazón. Le dolía mucho, no lograba comprender cómo su novio, un vil mentiroso, había sido capaz de engañarla para luego terminar su relación de un momento a otro. Lágrimas amenazaban con salir de sus hermosos ojos color jade. Su respiración comenzaba a ser más pausada y pesada. Con el fin de ahogar un deprimente sollozo, la muchacha se mordió el labio, haciendo que este sangrara.

No tenía con quién compartir aquel triste sentimiento, sus amigas estaban de vacaciones y Naruto, su único amigo de género masculino, se encontraba castigado por haberle arrojado bombas apestosas al cuerpo de su profesor de biología, llamado Orochimaru, como venganza por haberle colocado un hermoso tres en su boleta de calificaciones.

La chica, decidida a irse de la heladería, se levantó de la silla en la que estaba sentada. Pero lo que ella no sabía era que alguien estaba detrás de ella, por lo cual, cuando volteó, su helado terminó siendo embarrado en la camisa de cierto muchacho.

La joven, con un hermoso sonrojo por lo sucedido, levantó su vista para toparse con dos piedras de color ónix. El chico al cual había ensuciado le regaló una sonrisa de medio lado, logrando que su sonrojo aumentara de color.

Lo lamento mucho —se disculpó avergonzada mientras miraba hacia otro lado.

No importa, es sólo una camisa —expresó tranquilo aquel atractivo personaje de cabellos azabaches—. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó sin dejar de sonreír.

Sakura, Sakura Haruno—contestó comenzando a sentirse mejor.

Lindo nombre, Sakura, ¿te gustaría ir a tomar algo conmigo alguno de estos días? —cuestionó nuevamente.

Claro, pero no me has dicho tu nombre todavía.

Perdón, qué descortés soy, me llamo Sasuke Uchiha —respondió el moreno para luego entregarle su numero telefónico a la muchacha e irse del lugar con una sonrisa para nada arrogante.

La joven esbozó una alegre mueca. Puede que, después de todo lo sucedido, el helado podía reanimar a las personas.