Superboy y la chica invisible
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Él es el hijo del acero y ella es la hija del aire.
Él es un héroe, un amante, un príncipe. Ella parece que no está ahí.
Él es el pequeño orgullo de papá, fuerte, sonriente, alto e imponente. La ropa cada vez le queda más pequeña y ha crecido tanto que le ha superado en altura. Es bello y juguetón, sus ojos azules preciosos lucen como el mar y, ¿qué más se podría pedir? Gallardo y nacido para ello. Inmortal, todo lo que un hijo debería ser.
Ella desearía poder volar, y aparecer y desaparecer mágicamente cuando quisiera, porque sabe que nadie notaría su falta. Ella es menuda y sus rubios y ondulados cabellos caen en su espalda casi cubriendo toda la tristeza y la soledad, que, sin embargo, se ven reflejadas en esos ojos violetas transparentes, que dan a entender menos de lo que ella quisiera y más de lo que su padre está dispuesto a notar.
Superboy, y la chica invisible. Él es el único a quien Arthur desea ver aparecer para jurarle fidelidad y amor eterno. En quien tiene depositadas todas sus esperanzas, a quien entregó todas sus costumbres y al único al que adora con locura. Ha regalado una parte de sí mismo para ver a Alfred crecer y ser fuerte, para verlo a su altura. Para verlo ser su héroe, ser su hijo para siempre.
Incluso cuando no estaba premeditado que se irguiera más allá de lo que sus propias manos pueden abarcar.
El día de la guerra de Independencia, el cayó de rodillas al suelo y se cubrió la cara con las manos… Superboy estaba abandonándole.
- Solías ser tan grande… -dijo, esos ojos azules estaban decididos a irse y nunca más volver.
Pasan los meses, él no está ahí pero Madeleine sí. Madeleine acompaña sus tardes y toma el té con él, sigue firme y fiel a su lado, sin ningún deseo de dejarle; sin embargo, Arthur no la ve.
Madeleine tiene ganas de gritar pero sabe que nadie la escuchará. No soporta ver a Arthur melancólico por los pasillos llorando por el amor perdido de Alfred.
Un día se lo dice. Él no está aquí, pero yo sí. Inglaterra se ríe, y no ve la desesperación de Madeleine, que amenaza con en cualquier momento explotar y no volver a ser lo mismo nunca.
- Eres mi pequeño orgullo y mi alegría, mi plan perfecto. Sabes que te amo… te amo tanto como puedo.
Madeleine cierra los ojos y un par de lágrimas se derraman por sus mejillas. Cierra la puerta de su habitación y se apoya en la puerta y llora ahí, en silencio. Despacito y secándose el llanto con el dorso de la mano, avergonzada por su comportamiento tan infantil. Levanta la cabeza y ve las cosas de Alfred desparramadas en su propia habitación. Su lloriqueo se vuelve más intenso.
- Él no está aquí, yo estoy aquí. Echa una mirada a la chica invisible. Está ahí, clara como el día. Por favor, mírala cuidadosamente y encuéntrala, antes que se vaya lejos.
Arthur nunca fue capaz de hallarla. Superboy se ha ido para siempre y la chica invisible se esconde entre las brumas de Norteamérica.
