Kagami llevaba en París por lo menos un mes.
A pesar de no haber quedado en el grupo de esgrima, su madre le permitió quedarse en ese país. Porque ella quería conocer cosas nuevas, personas nuevas. Kagami solo quería huír de Japón, porque estaba cansada de ser el objetivo de burlas de todos sus compañeros.
Era una cobarde, estaba segura de aquello. Pero no importaba, solo quería poder ser libre y olvidar todas las burlas por las que pasó. Por eso ahora quería aprender esgrima, quería demostrar que era una mujer fuerte y que sabía bien cómo defenderse de las adversidades, que ella podía contra todo. Quería ser la mejor en algo, tener algo que presumir.
Aunque sus planes habían sido arruinados, gracias a Adrien, que la venció en esgrima. O mejor dicho, gracias a Marinette, que no supo descifrar quien ganó aquella batalla. ¡Aún estaba enojada por eso! Aunque él rubio le había dicho que esa chica no lo hizo con maldad, ella no estaba del todo segura aún.
Ahora mismo se encontraba en una biblioteca.
Dicen que a veces cuando no tenemos un rumbo fijo encontramos nuestro lugar en el mundo, un lugar donde nos sentimos bien, donde sentimos que podemos estar todo el día sin ningún problema.
Kagami había encontrado un centro comercial ubicado justamente en el centro de París. Era un mall que consistía de cuatro pisos, y en el tercer piso se encontraba una enorme biblioteca.
Amaba ese lugar, tenían de todo, e incluso muchas sillas con mesas donde podías sentarse a hablar con otros.
Estaba tan centrada en las estanterías que no vio el momento en el que alguien más apareció. Cayeron al suelo.
—¡Lo siento! —se disculpó la joven azabache —, estaba distraída, metida en mis pensamientos.
—Es mí culpa, lo siento, buscaba algo y no te vi —él joven se levantó y extendió su mano, ayudándola a ella.
—¿Qué buscas? Tal vez pueda ayudarte.
—¿Trabajas aquí?
—No, pero vengo todas las tardes —aclaró ella.
—Eso debe significar que te gusta mucho leer, ¿no?
Kagami sonrió con ternura, se podría decir que sí.
—Me encanta leer, pero más que nada me gusta lo que está biblioteca me inspira.
Pareció que el joven la miraba con interés ante aquellas palabras.
—¿Y qué te inspira?
—Una sensación de paz, me da una tranquilidad increíble. Es como estar en casa —explicó ella —. Mamá siempre me leía libros cuando era una niña.
Él le sonrió con ternura.
—Eso suena muy profundo, muy bonito. Tú suenas así... —él iba a tocar su espalda, pero luego negó con la cabeza —, normalmente siempre estoy con mi guitarra. Pero mamá dijo que sería buena idea pasear un rato sin ella —explicó.
—¿Un músico en una biblioteca? Ahora sí puedo decir que he visto de todo —bromeó ella.
—¡Oye! —se hizo el ofendido —, sucede que la música también requiere de mucha lectura, ¿sabías? La música no se aprende de la noche a la mañana. La música es lectura, es teoría, es práctica.
—¿La música también se lee?
—Claro, por eso es que estoy aquí. Quise buscar nuevos libros de música —respondió él.
—Podrías enseñarme alguno, me encantaría verlos.
Así fue como ambos caminaron hasta la sección musical. Kagami se sorprendió mucho al ver como era verdad, que existían cientos de libros sobre música y distintos instrumentos. También se sintió una chica bastante torpe por nunca haber pasado por esa sección.
—Es increíble —exclamó sorprendida.
—¿Crees que un músico te mentiría? Nosotros hablamos con el corazón, la música después de todo nace del alma.
—Eres muy profundo, nunca conocí a alguien así.
Por un momento ambos se perdieron en la mirada del otro, hasta que él chico tomó un libro y sonrió.
—¿Sabes algo? Me alegra haber entrado a la biblioteca hoy —sonrió él, con ternura.
—A mí también, estoy feliz de haberte conocido... —se dio cuenta de que no sabía cómo se llamaba él joven.
—Soy Luka —se presentó.
—Y yo Kagami.
—Fue un gusto —se despidió con la mano, pero antes de avanzar agregó: —. Frente a la biblioteca se encuentra una tienda de música, cada domingo vengo a practicar guitarra, conozco al dueño. Si algún domingo vienes, nos podemos ver ahí.
—¿Me enseñarías a tocar guitarra? —preguntó a modo de juego.
—Consíderalo un hecho.
De ese modo, Luka se retiró.
Kagami se quedó paralizada. ¿Acaso ese muchacho la había invitado a una cita o solo lo estaba imaginando?
