Sieren había llegado a casa hacía un par de horas. Por fin de vuelta en casa, con su hijo mayor y su bebé de siete meses. Eran casi completamente opuestos a sus padres, Aladdin había salido a su abuelo Salomón mientras que Judal tenía el pelo negro de su suegra y los ojos rojos de su tatarabuela, de quien ella misma heredó su cabello entre blanco y plateado.
Se podía esperar a Aladdin llorando, a Judal gritando y a su marido intentando discutir con su hijo mayor como si tuviera su misma edad, incluso las tres cosas a la vez. Pero no podía creer lo que pasaba ante sus ojos.
Toda la casa ordenada, Aladdin durmiendo en brazos de su padre, Judal pegada a su pierna con una cara de desconfianza absoluta y al hijo rubio del benefactor de su marido asomándose para ver la cara de Aladdin mientras dormía. Se centró primero en su hijo mayor, quien parecía el más compungido de los cuatro.
Judal, cariño. – empezó mientras se ponía a su altura. – ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan enfadado?
Papá dice que ese niño se va a quedar a vivir con nosotros. – respondió de inmediato el chiquillo, parecía estar a punto de llorar de la frustración.
¿Qué? – ahora era ella la sorprendida, que alguien le explicara por favor qué diablos pasaba ahí porque no tenía ni la más remota idea. – Sin. – llamó, él la miró sin dejar de mecer suavemente al bebé. – Tenemos que hablar. – ahí fue cuando se le puso la cara blanca. Como a cualquier hombre con cerebro cuando una mujer dice, y más si es tu esposa y la madre de tus hijos, "Tenemos que hablar" ya podías ir preparándote para pasar una semana durmiendo en el sofá en el mejor de los casos.
El hombre tragó saliva y dejó al pequeño en la cuna que tenían en el salón. Ella le hizo un gesto para que lo siguiese hasta el dormitorio que compartían.
Después de un incómodo silencio finalmente se dignó a hablar, para terminar de romper los nervios de Sinbad.
Judal me ha dicho algo muy extraño, quizás lo haya mal interpretado pero quiero comprobarlo. – empezó, el de pelo morado empezó a sudar frío. – ¿Me explicas qué significa que el hijo de Rashid se va a quedar a vivir con nosotros? – más que una pregunta parecía una orden, que era lo que era en realidad.
Tú recuerdas que yo era el padrino de Alibaba ¿verdad? – preguntó el hombre.
Sí.
Y que su madrina murió en un incendio junto con su marido y su yerno ¿verdad?
Es la primera vez que lo escucho. – sin poder evitarlo arqueó las cejas, ya que sabía por dónde iban los tiros.
Y que la ex mujer de Rashid no superó nunca el divorcio ¿verdad?
Sí, quieres ir al grano. – pidió cada vez más impaciente.
Bueno, el caso es que mientras Alibaba estaba en la guardería ella se presentó en la casa de Rashid con sus dos hijos y acusó a Anise de ser una sucia zorra que le había robado a su marido. – explicó, Sieren escuchaba todo atentamente. – Entonces le tiró un líquido encima que resultó ser un potente veneno y que sin querer tragó, pero no calculó que le saltara a ella también. Bueno, lo último que hizo antes de morir fue prender fuego a la casa como una posesa y acusar a Anise ante Rashid. Entonces fueron a los tribunales donde se demostró que la culpable era su ex mujer, desheredó a sus hijos y se lo dejó todo a Alibaba, mientras que ella fue condenada a cadena perpetua. Un golpe de suerte para el abogado. – murmuró lo último. Sieren había visto el caso en las noticias y había asistido al funeral de Anise, dado sus condolencias y vuelto a su rutina intentando no pensar en esa cercana desgracia. – Sin embargo, Rashid enfermó de tristeza y ha muerto esta mañana. – eso la dejó en blanco. – Por lo tanto soy el único tutor legal de Alibaba y no puedo permitir que viva en la calle. Así que… lo he adoptado.
Un silencio sepulcral inundó la sala. Primero de todo le contaba que un hombre bueno y justo había perdido a su esposa porque su ex se volvió loca, luego que el niño que estaba ahora mismo sentado en su sofá se había quedado huérfano de madre y padre en casi nada de tiempo y con una gran herencia. Y ahora le decía que ese niño era legalmente su hijo. ¡¿Pero qué?!
Necesito una semana para asimilar esto y durante ese tiempo – lo señaló y él se esperó lo peor. – tú, dormirás en el sofá y no tienes permitido tocarme. – había caído sobre él la ley de hielo. – Supongo que mañana será el funeral, iremos y nos quedaremos como anfitriones. – él solo esperaba que la historia hubiera ablandado el corazón de su mujer lo suficiente. – No puedo dejar a ese niño en la calle por mucho que esté enfadada contigo, tienes suerte de que mi debilidad sean los niños con historias trágicas. – le recalcó, ella misma había perdido a su madre muy joven, una bella mujer rubia y de ojos verdes llamada Deméter Costa.
Él fue a darle un abrazo solo para quedar noqueado en el suelo. La ley de hielo, lo había olvidado, mierda…
Judal, Alibaba, venid un momento. – llamó mientras entraba al salón. A ver cómo se las ingeniaba para conseguir que ese chico y su hijo se llevasen bien.
