A/N: Si las musas están conmigo, este fic se convertirá en un multichapter de longitud considerable que recopilará varios primeros besos diferentes de Kinjou y Arakita. Pero no guardéis muchas esperanzas, porque lo cierto es que las musas no suelen estar conmigo, y esto es todo lo que tengo escrito por el momento.

Este capítulo NO contiene spoilers. (Aunque cabe esperar que, si os gusta el Kinjou/Arakita, estéis un poco al tanto de lo que ocurre en los capítulos del manga todavía no adaptados al anime).

Escribí este capítulo con la idea de un AU en el que Chiba es un pueblo turístico, bastante alejado de Hakone, a donde va Arakita con sus amigos a pasar las vacaciones de verano. (Como en el típico episodio de la playa de cualquier slice of life, vaya). Pero, bueno, todo está abierto a libre interpretación.


Amor de verano

La primera vez que lo ven, va caminando por una carretera bastante desierta en compañía de un chico muy corpulento y otro muy delgado, de pelo verde. No se le ven los ojos tras las gafas. El sol asoma tímidamente a través de las oscuras nubes por primera vez en varios días, y el suelo está seco. Los tres van riendo escandalosamente, en camiseta y pantalones cortos, llevando a los hombros únicamente una toalla de playa. No parecen turistas y, de hecho, miran a Arakita, Fukutomi, Toudou y Shinkai como si fuesen extraterrestres. El chico de pelo verde hace un comentario en voz baja que parece ir dirigido a ellos, y los otros dos se ríen.

—¿Qué cojones acaba de decir? —masculla Arakita—.

Toudou no pierde el tiempo, y se dirige a ellos sin ningún tipo de vergüenza.

—¿Sois de por aquí? —les pregunta—.

El chico de pelo verde se pone rojo, y se ríe todavía más. El de las gafas da un paso adelante y se dirige a Toudou.

Sí, son de allí, les dice. Y no, ese no es el camino hacia el lago, porque el camino hacia el lago está cortado con motivo de los festejos estivales. Si quieren bañarse tendrán que ir a la playa, que es a dónde se encaminan ellos tres en ese momento.

Eso explica el abundante gentío en una localidad supuestamente tranquila. Arakita gruñe audiblemente.

Se los encuentran de nuevo aquella misma noche cuando deciden ir a ver en qué consiste todo aquello del festival. Hay gente, ruido y música por todas partes, y los tres jóvenes que conocieron por la tarde están allí, apoyados contra un puesto de comida y rodeados por un grupo de amigos considerablemente grande. El chico de gafas sonríe a Arakita desde la distancia, y Arakita podría jurar que ve cómo lo saludaba con la mano; pero apenas distingue nada en la oscuridad, así que no le devuelve el saludo.

Cuando pasan por su lado, el chico corpulento los reconoce y exclama algo. Los está señalando.

—¿Qué demonios le pasa a este tipo? —Arakita está empezando a molestarse—.

Los amigos de los tres chicos los rodean en un abrir y cerrar de ojos. Tienen las manos llenas de comida y bebida, y enormes sonrisas plantadas en la cara. Alguien le ofrece una bebida a Fukutomi, quien la rechaza educadamente. Otra persona trata de flirtear descaradamente con Shinkai. Toudou se pone celoso enseguida, acepta una bebida, y se une a una conversación cualquiera. Arakita mira a su alrededor con confusión. Qué demonios está pasando. Antes de que pueda comprenderlo, alguien le planta un vaso en la cara.

—¿Os gusta el festival? —pregunta el chico de gafas—.

—No está mal.

Arakita siente vergüenza de la poca seguridad que transmite su voz en ese momento. Para disimular, toma el vaso que le ofrecen. El chico de gafas le sonríe mientras lo mira fijamente. Tiene unos ojos muy bonitos.

Es difícil mantener una conversación por encima de la música y el volumen de la charla incesante de Toudou, pero el chico de gafas no se echa atrás en sus intentos de hablar con Arakita. Acerca su boca a la oreja de Arakita y prácticamente le grita palabras al oído. Su nombre es Kinjou Shingo. Necesita repetirlo seis veces para que Arakita finalmente lo capte. Después sonríe cálidamente. Kinjou no es capaz de distinguir el nombre de Arakita, sin importar cuántas veces se lo exclame, grite y vocifere; de modo que Arakita termina escribiéndoselo en el móvil. Y, no sabe por qué, pero añade también su número de teléfono bajo su nombre.

Esa parece ser la señal que indica que la conversación (si es que se le puede llamar conversación, en semejantes circunstancias) ha pasado de amistosa a sugestiva. Extremadamente sugestiva, al menos desde el punto de vista de Arakita. Kinjou continúa sonriéndole (cada vez más, y cada vez lo mira más fijamente) y ahora, además, le toca de vez en cuando un brazo, las manos, incluso el pelo... Nada más ocurre entre ellos dos aquella noche, aunque eso no impide a sus compañeros de equipo lanzarle miradas burlonas cada cinco minutos. Kinjou le estrecha la mano al despedirse y, por un momento, parece que no piensa soltársela, pero sí lo hace, y Arakita regresa al hotel con sus amigos tratando de no darle demasiadas vueltas.

La tercera vez que lo ve (esta vez sólo lo ve a él, aunque los otros dos chicos están allí también, pero no para Arakita) está nadando en la playa de marea alta. Se protege del sol los grandes ojos verdes con la mano mientras ríe con sus amigos, tan ruidosamente como siempre. El sol ya está bajo en el cielo, pero todavía hace calor.

Shinkai se percata de las tres bicicletas de carreras aparcadas sobre el asfalto, junto a un banco, lejos de la arena. Él, Arakita, Fukutomi y Toudou aparcan sus propias bicis cerca de aquellas, atrayendo la atención de Kinjou y de los otros dos. El amigo corpulento de Kinjou chilla algo, y hace aspavientos con los brazos, invitándolos a unirse a ellos en el agua. Toudou lo hace sin dudarlo y, en menos de cinco minutos, los siete están enzarzados en una pelea, arrojándose agua, todos contra todos. Arakita trata de ahogar a Toudou, pero se ríe tan fuerte, da tantas vueltas, hace tanta calor, y la piel de Kinjou resulta tan tentadora —bronceada y brillante por el agua—, que el que casi se ahoga es él.

Él y Kinjou rozan los labios por primera vez debajo del agua, donde nadie puede verlos. A duras penas puede calificarse de beso algo tan lleno de agua salada que apenas les permite saborearse el uno al otro; pero los dos está ruborizados cuando salen a la superficie.

El sol comienza a ponerse, así que todos se marchan. Kinjou le manda un mensaje poco tiempo después.

Guapo (Kinjou Shingo):
¿Qué te parece si te das una ducha y nos encontramos al final de la calle que da a vuestro hotel?

Yo:
Allí te veo.

Cuando llega al punto de encuentro, Arakita se da cuenta de que no ha cenado, pero, según le informa Kinjou, él tampoco. Así que caminan entre los puestos del festival y Kinjou le compra una hamburguesa y una Bepsi argumentando que Arakita debe de estar hambriento después de todo lo de por la tarde. Arakita no comprende el porqué de tanta amabilidad, pero se ríe, y le da la razón, y se queda embobado mirando su cara, y no se atreve a tomar su mano.

Pocos minutos después, su cerebro comienza a funcionar por primera vez desde que ha conocido a Kinjou. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Qué importa si le toma de la mano o no?

La música en uno de los puestos cercanos se reanuda, vibrando a través de los enormes altavoces como un corazón a punto de salirse del pecho. Arakita agarra a Kinjou por el cuello, lo atrae hacia sí, y lo besa, a pesar de que no tiene ni idea de cómo mover los labios o la lengua, ni de cuánto debería abrir la boca. La experiencia resulta extraña y excitante a partes iguales. Kinjou le rodea la cintura con los brazos.

Todo vibra a su alrededor. En medio de la muchedumbre, nadie se percata de su presencia. Arakita se siente triste, por algún motivo.

Ah, es su primer beso, su primer amor de verano. Una vez regrese a Hakone, no va a volver a verlo jamás.


A/N: Viva el polisíndeton.

¡Gracias por leer!