Clases de Ciencias
Cuidar a un bebé. ¿Acaso existe una labor más tierna en el mundo?
Eso es lo que debía pensar la directora, cuando ordenó la compra de un montón de muñecas mecanizadas, de aspecto horrible y con algunas tuercas a la vista del espectador. Que, además cabe resaltar, lloraban como si no hubiese un mañana y despedían un misterioso olor rancio. ¿Compras de segunda mano en el instituto Sweet Amoris? Nah, que va.
Además esas maquinas simuladoras de bebés eran una maravilla de ingeniería electrónica moderna. ¿Qué importa que se le vieran los cables y las tuercas? ¿Qué importan las extremidades flojas y el cabello roñoso? ¡Eso no es nada comparado con sus múltiples beneficios! Las muñecas podían llorar, gatear, aprender hasta 5 palabras y morir en caso de falta de cuidados. ¿Quién necesita un Tamagotchi cuando puede tener una de estas maravillas?
Así fue como las "beibis-quiut-8000" (que así se llamaban los adefesios parlantes) fueron entregados a los grupos de la clase de ciencias, bajo la alegre amenaza de Delanay de cuidar bien de los misiñosos, durante al menos un fin de semana, bajo pena de reprobar la materia. "Quien no es capaz de cuidar a un niño, menos aún se comprometerá con la ciencia" fue la improvisada excusa filosófica que dio la mujer al ver el desagrado de los chicos al recibir a las "beibis-quiut-8000 ".
Claro, ella no disfrutaba del dolor de sus alumnos.
La sonrisa en su rostro era mera coincidencia.
Dicen que las disputas fortalecen las amistades. Sucrette no era muy amante de ellas, pero debía admitir que, en caso de que esa frase fuera verídica, su relación con Rosalya debía ser de oro.
-¡Ya te he dicho que no! ¡Voy a ir a ver a Leigh y no puedo llevar al hijo de Frankenstein conmigo!
Y la chica pataleaba, como una niña. ¿No era Sucrette la inmadura por no querer declarar sus sentimientos? Si ese era el caso, ¿en qué nivel de inmadurez entraba una chica como Rosalya?
-Sólo serán unas horas. Olvidé que debo ir al dentista y no podré cuidarlo.
Rosalya la examinó con una mirada acusadora. Adoraba a su mejor amiga, pero la historia del dentista era muy sospechosa, sí. Quién sabía si su adorada amiga no tendría un novio en secreto al cual estuviera viendo los viernes por la noche. Ella empezó así con Leigh, así que su vasta experiencia la respaldaba. No pudo evitar soltar una risita tonta ante las maquinaciones que había hecho. Conociendo a Sucrette, estaba segura de que sus únicas citas eran con el dentista y con el doctor.
-Entonces déjalo en tu casa. Nadie sabrá que no lo cuidamos. No creo que el bicho muera en sólo unas horas.
Sucrette carraspeó. No le gustaba contradecir a la peliblanca. Le tenía miedo a Rosalya, pero más miedo le provocaba la señora Delanay.
-No creo que a Leigh le importe que lo tengas contigo. De hecho, es algo romántico ¿no? Serán como una familia feliz.
-¡Dios, no! ¡Mis hijos con Leigh no serán tan feos!
-No creo que el bebé sea tan feo…tal vez sólo necesita un poco más de… ¿estilo? Y tú tienes mucho de eso
Rosalya sonrió. Un halago siempre es un halago, aunque sea hecho para convencerla de hacer algo que no quería.
-¿Y qué propones? ¡No le pondré ropa a esa cosa! Estoy segura de que tiene una o dos pulgas viviendo en ella
-Podríamos pintarle el cabello o, incluso ponerle maquillaje. Sería como una restauración al pequeño….
-Pequeño…
Entonces notaron que su "bebé" aún no tenía nombre, a pesar de los muchos epítetos que habían utilizado con él. Finalmente y luego de mucha cerebración profunda, acabaron bautizándolo "Frankenstein" por decisión unánime.
Del otro lado del instituto, una chica y una extraña máquina rosa pálido lanzaban alaridos en conjunto, como si se tratase de un concurso de gritos a coro.
-Eres idéntica a Mio. En lo de chillar, digo- protestó el causante de los gritos de la chica, bufando molesto. Y bien, si podía existir algo peor que compartir su lugar en el aula de ciencias con Ámber, eso era definitivamente el tener que soportarla por el bien de su Mio.
-¿Disculpa? ¿Mio? ¡Eso ni siquiera es un nombre! Y ni siquiera te he dado permiso de que le pongas tú el nombre a esa cosa.
-¡Es japonés!- se quejó el pelinegro, ofendido –Además, ni siquiera quieres cuidarla ¡no le veo el problema!
-Aún así…¿Mio? ¿No es eso un…adjetivo…o algo así?
-Sí, bueno. Así se llamaba una de mis mascotas en el Tamagotchi. Sólo se le podían poner nombres de tres letras, ya sabes.
Ante la mirada interrogatoria de la rubia, el chico bufó nuevamente, enfadado. Lo que había que escuchar. Seguro se ganaría el cielo o algo así teniendo que aguantar a Ámber.
Armin observó atentamente a la "bebé". Ámber había empezado a chillar cuando él le acercó la muñeca a su rostro. La verdad es que, aunque Mio fuese algo roñosa, tenía un encanto salvaje como de personaje salido de Five Nights at Freddys.
-Ugh, eres asqueroso. Si vuelves a acercar esa cosa a mí, se me pegará su olor a ropa vieja. Así que ¡aléjala de mí!
-¡De eso nada! ¡Me niego a hacer todo el trabajo solo!
-Podríamos contratar a una niñera o algo así que la cuidase. Claro, no sé si tú tengas dinero para pagar algo así.
Armin enrojeció. No tenía dinero, era cierto, Había gastado todo su dinero en un videojuego que lo había dejado en bancarrota. Que Ámber le recordara que no tenía dinero ni para una simple limonada le molestaba bastante.
-¡Haz lo que quieras! Con tal de que no termine haciendo todo, no me importa lo que hagas. Si quieres contrata a un Watari o como quieras.
-Pues lo haré- resopló la rubia, sin acabar de entender lo último.
Hablemos de igualdad. Las parejas gay son muy comunes hoy en día, incluso con hijos. Eso debían pensar los transeúntes al ver a dos chicos paseándose, contemplando embobados a una especie de máquina antropomórfica. O, al menos, eso es lo que Castiel creyó que los demás veían, por lo cual se alejó discretamente del soldado para conservar su mancillado orgullo.
-¿Eh? ¿Me vas a dejar solo?- cuestionó Kentin, sospechando que el pelirrojo quería huir dejándole toda la carga a él.
En ese instante, varias personas giraron a verlos, como si se tratasen de bichos raros. Joder. Maldito soldado enano.
El primer capítulo de un nuevo proyecto.
Utilizaré los mismos grupos de la clase de ciencias, antes de la llegada de Priya, claro. ¡Espero que les haya gustado! ¡Saludos!
