-Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, únicamente la historia.


Nuestro paraíso.

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Estaba tumbada en el sofá mientras escuchaba el ruido de la lluvia chocar fuertemente contra el cristal del balcón, era realmente relajante. Empecé a mirar los papeles de mi trabajo, era sábado y realmente tenía bastante cosas que hacer. Al darme la vuelta, me di en la mano con algo.

— ¡Mierda! —Gemí chupándome el dedo.

Cuando miré al suelo, vi la foto de Carlisle y yo cuando nos casamos. La cogí del suelo y nos miré. Él estaba realmente espectacular, recordaba perfectamente sus ojos azules brillando con ternura y amor, tuve que parpadear en la boda para no llorar de felicidad.

Tenía diez años más que yo, era mi profesor de universidad y nos enamoramos. Recuerdo que mi padre se opuso totalmente, pero al final gracias a mi madre lo comprendió todo. Carlisle tiene treinta y tres y yo veintitrés, mis amigas se escandalizaron diciendo por casarme con sólo veinte años, aunque para nada me había arrepentido. Después, cambió de y trabajo, haciéndose médico de Seattle.

Cada día lo amaba más.

Suspiré y besé la cara de Carlisle antes de dejarla encima de la mesa pequeña y volver a mirar los papeles. Mi jefe era cada vez más exigente conmigo, lo odiaba profundamente.

Mike era bastante atractivo, pero sus asquerosos coqueteos hacia todas –incluyéndome –hacía que todas hablasen de que tuviese alguna enfermedad sexual, y él se enteró. Desde ese día nos trata como esclavas. Dejé los papeles encima de la mesa mientras sonreía a la foto de Carlisle conmigo.

Me levanté del sofá y me colocó las zapatillas por casa mientras iba hacia la cocina pensando qué podía hacer para comer. Miré el reloj en forma de globo que había en la cocina –regalo de su madre –eran las una y media y Carlisle venía hoy a las dos y media.

Últimamente, Carlisle y yo estábamos intentando ¨crear¨ una familia, y la verdad estaba bastante ilusionada intentándolo.

Abrí el frigorífico y empecé a sacar comida mientras tarareaba una canción que me había cantado Carlisle en nuestra primera cita. Recordaba perfectamente que estábamos sentados en la hierba, yo entre sus piernas y me cantaba al oído mientras me sonrojaba.

Sonreí como una tonta y empecé a sacar ollas y cuchillos mientras empezaba a cortar las verduras y hervía agua en una olla. Por otra parte, empecé a hacer carne. Me sobresalté al escuchar el teléfono sonar. Me fui corriendo rápidamente al salón y fui a cogerlo.

— ¿Sí, quién es? —dije llevándome el teléfono a la cocina.

—Cariño, soy yo.

Amaba esa voz aterciopelada que parecía acariciar cada uno de mis sentidos, aunque sabía perfectamente que esa llamada no era para decirme qué tal estaba.

— ¿Pasa algo? —Pregunté sabiendo perfectamente el qué.

—Sí. —Suspiró. —Hoy iré a casa a las ocho. Lo siento cariño.

—No te preocupes. —Suspiré. —No pensaba hacer nada para comer de todas maneras. —Dije apagando la olla.

—Bella… De verdad lo siento. —Hubo una pausa. —Pero es por una buena causa.

Alcé una ceja mientras sonreía y miraba mi anillo de casada. En el interior ponía Carlisle&Bella y nuestra fecha desde que empezamos a salir juntos. Habíamos utilizado el mismo que el de novios para casarnos. Sonreí, ahuyentando mi mal humor.

—No te preocupes, de verdad. —Sonreí. —Ya me las pagarás.

—Te lo aseguro. Te tengo que dejar, llama a Alice para que coma contigo o algo, no me gusta que estés sola. —Contestó.

— ¿Celoso, Carlisle? —Dije sonriendo mientras volvía a encender la olla.

—No sabes cuándo.

—Que te vaya todo bien. —Dije asomándome por la ventana de la cocina. —Te quiero.

—Yo te quiero más.

Cuando colgó, vi a Alice por la ventana, su casa estaba enfrente de la mía y tenía la música fuerte mientras parecía estar cantando y bailando como si estuviese con alguien. Dejé todo como estaba y me puse un chubasquero antes de salir de casa e ir a la suya mientras sonreía.

La lluvia golpeaba fuertemente contra mi chubasquero, haciendo que entrecerrase los ojos mientras sentía el frío calar mis huesos. Cada vez que suspiraba, salía vaho.

Llamé a su puerta, escuchando la canción que estaba cantado. La abrió mientras yo le sonreía.

— ¡Bella, pasa! —Dijo sonriendo.

Me bajé la capucha del chubasquero, sonriéndola mientras ella me abrazaba mientras daba saltitos.

—Qué sorpresa. ¿Qué haces aquí? —Dijo quitándome el chubasquero.

—Carlisle tiene que quedarse más tiempo en el trabajo. —Sonreí. —Pensé que podríamos comer juntas hoy.

— ¡Será maravilloso! No he quedado con Jasper hasta las siete y media, así que vamos a preparar algo. —Dijo cogiéndome de la mano y arrastrándome.

—Tenía pensado hacerlo en mi casa ya que he empezado a prepararla.

— ¡Vale! Cojo mi abrigo y nos vamos enseguida.

Después de que ella cerrase la casa y cogiese alguna que otra cosa –entre ellas palomitas y otros ingredientes –fuimos a mi casa. Empezamos a preparar sopa, carne, pastel para merendar… Ahora mismo Alice tenía la cara llena de harina, mientras que mi pelo estaba cubierto de perejil que había usado para la carne.

— ¡Tienes una pinta de verdulera! —Gritó Alice mientras se reía.

—Pues tú te pareces a la hija del panadero. —Empecé a reírme.

Realmente, mi vida era la mejor, no podía ser más perfecta. Alice se agachó, haciendo que un olor a bizcocho penetrase por mi nariz. Alice me miró con una ceja alzada al escuchar a mi estómago rugir de esa manera tan peculiar.

— ¿Quién te enseñó a hacer bizcochos? —Pregunté mientras miraba como Alice le echaba algo por encima sin sacarlo del horno.

—Mi madre me dijo que si alguna vez me casaba, la mejor manera de que un marido no te ponga los cuernos, es llenándole la tripa.

Empecé a reírme mientras me iba al salón con el mantel y lo colocaba en la mesa. Puse los cubiertos y después cogí platos y boles para la sopa. Cuando colocamos toda la comida, me sorprendí ante lo que hicimos, era demasiado comida para las dos. Nos sentamos en la mesa y sonreí.

— ¿Te importa si me quedo con algo de pastel? —Pregunté mientras cortaba la carne. —Sé que a Carlisle le encantará.

—Claro. —Sonrió. —Aunque no creo que te vaya a poner los cuernos con mujeres que tienen artrosis y todas esas cosas.

Después de que comiésemos y sacásemos el bizcocho del horno y lo guardásemos para después, recogimos la cocina y nos tiramos cada una en un sofá mientras Alice ponía una película que había traído de su casa. Arrugué la nariz al mirar la carátula.

—No es una de tus películas, ¿verdad?

Alice la introdujo y me miró con cara inocente mientras volvía a tirarse al sofá tapándose con una manta roja con círculos blancos.

— ¡No! ¿Por qué piensas así de mí? —Gimió.

—Nada, nada. Quizás puede que hayas cambiado. —Susurré.

— ¿Qué? ¿Qué insinúas?

—Nada, solamente que cuando teníamos diecisiete años te encantaba ver pelis porno.

— ¡Mentira! —dijo Alice incorporándose.

—Ya… ¿Y cuándo te pilló tu madre? —Me sonrojé. —Dios, me acuerdo cuando Carlisle vino a tu casa porque se lo habíamos dicho y nos pilló viendo algo así. —Empecé a sentir el calor en mis mejillas.

— ¡Vamos, Bella! Ni que tú llevases una vida de mojigata. —Sonrió pícaramente arqueando una de sus delgadas y oscuras cejas. — ¿Acaso no me has contado que estáis intentando aumentar la familia?

—Empieza la peli. —Corté rápidamente la conversación.

La peli no es que fuese completamente erótica, pero había escenas que sí. La película no era nada más y nada menos que La Celestina. Alice le encantaba, aplaudía cada vez que pasaba algo malo y se reía. Empecé a sentir que mis ojos se iban cerrando, los cerré pero sentí que me habían tirado algo a la cara.

Un cojín…

Alice estaba cruzada de brazos con el mando en la mano mientras sus labios se volvían en una línea recta.

—Hm… ¿Perdón?

— ¡No te duermas! —Gruñó.

—Vale, vale.

Al final, me quedé dormida. Me sentía tan calentita en el sofá, cubierta por la manta de color marrón chocolate, que no pude sentir nada excepto que unos dedos recorriendo mi mandíbula suavemente y mis labios. Ronroneé, sentía su cálido tacto, y sabía perfectamente de quién era. Abrí los ojos poco a poco, parpadeando.

Me encontré con la cara de Carlisle, que sonreía tiernamente. Me besó suavemente en los labios y me acarició el pelo mientras se sentaba y me colocaba contra su pecho. Inspiré su olor masculino y fresco mientras rodeaba su cuello con mis manos y me estiraba, intentando llegar a sus labios. Él sonrió, mirándome con aquellos ojos celestes que tanto me gustaban.

Me besó suavemente en los labios, antes de separarse, coloqué una mano en su nuca y volví a juntar nuestros labios. Sonrió contra mis labios mientras me daba la vuelta y me colocaba totalmente encima de él.

—No estamos solos, cariños. —Susurró.

— ¿No? —Ronroneé en su cuello.

— ¡No! —Gritó una voz.

Miré a Alice, que seguía tumbada en el sofá mirándome con los ojos entrecerrados mientras paraba la película. Me sonrojé y entreabrí los labios mientras sentía a Carlisle acariciarme el cabello y besarme el tope de la cabeza.

—Hm… Volví a quedarme dormida. —Susurré.

— ¡Sí! —Gritó. —No te preocupes, la veremos de nuevo.

— ¡Alice! —Gemí.

—Sí, la veremos después de merendar. —sonrió levantándose.

— ¿Merendar? ¿Qué hora es? —Dije mirando a Carlisle.

—Las seis y media, amor. —Susurró en mis labios. —Tengo una sorpresa para ti esta noche, la he terminado antes de lo que pensaba.

Sonreí tontamente mientras me escondía en el hueco de su cuello, sintiendo sus fuertes brazos y cálidos envolverme. Le besé en el cuello, sonriendo.

— ¿Sabes? Alice dice que si llenas la panza a un hombre, nunca te pondrá los cuernos. —Dije medio adormilada.

—Creo que aún estás dormida, amor. —Sonrió.

—En serio.

—Me encantará probarlo. —Dije guiñándome un ojo.

— ¿Sabías que res terriblemente guapo y tierno?

—Duerme un poco.

— ¡No! Alice va a traer el bizcocho. —Miré fijamente sus claros ojos. — ¿Sabes? Alice dice no te pondrías los cuernos porque no te acostarías con mujeres que tuviesen artrosis y cosas por el estilo.

Carlisle sonrió mientras arqueaba una ceja, haciendo que mi corazón empezase a latir más fuerte ante tal gesto tan atractivo.

—Me parece que Alice habla demasiado.

—Yo también pienso lo mismo. Pero es buena amiga.

—Eso no lo discute nadie. —Me besó en la punta de la nariz.

Alice vino con unos cuantos platos, bizcocho y con café mientras sonreía y se sentaba. Empezó a cortarlo mientras yo me sentaba en condiciones para comer al igual que Carlisle.

—Está realmente bueno. —Sonreí a Carlisle.

—Claro que sí. —Dijo Alice.

— ¿Cómo te va, Alice? —Preguntó Carlisle mientras yo apagaba la tv.

—Bien, ya sabes. —Suspiró. —Intento sacarme las oposiciones para ser profesora. —Sonrió. —Quizás puedas ayudarme…

—Será un placer.

Vale, sé que no debería sentir celos, pero los sentía a pesar de que era mi mejor amiga y el hombre de mi vida. Después de terminar, Alice se fue a su casa, quedando para ir mañana a dar una vuelta por el centro comercial.

Me tumbé en el pecho de Carlisle, abrazándolo y cerrando los ojos mientras sentía sus manos acariciarme. El calor de sus abrazos hacía que cerrase los ojos, ronroneando.

—A las ocho tienes que estar preparada. —Susurró levantándome la barbilla con sus dedos.

— ¿Por qué?

—Es una sorpresa. —Dijo como si fuese normal.

—Pero no me gustan las sorprendas mucho. —Dije arrugando la nariz.

Carlisle sonrió y me besó suavemente mientras yo apoyaba la cabeza contra su cálido y fuerte pecho. Sentí que las manos de Carlisle bajaban, acariciándome la cadera mientras levantaban la camiseta que llevaba puesta poco a poco, haciendo que mi piel se estremeciese por su contacto y por el frío.

— ¿Sabes? Creo que mejor te daré un anticipo de la sorpresa. —Dijo sonriendo mientras se colocaba encima de mí.


Siempre quise hacer una historia de ellos dos, por lo que no me corté. Espero que haya gustado un poco tanto como me ha gustado a mí. Las opiniones se agradecen si quieren que sigan, sólo díganmelo :)