Imagínate que estamos un par de años atrás, el verano entre séptimo y octavo grado. Tu caminas por las calles más ¿Importantes? ¿Especiales?, como quieras llamarles, de tu ciudad junto a tus mejores amigos, los cuales hacen cualquier cosa por ti. Podrías pedirles que asesinen a alguien y lo harían sin protestar… La idea no es tan descabellada como suena. Tú estás comiendo una gran barra de chocolate blanco, tu favorito; cuando en una pared junto a ti, visualizas al cartel de un chico desaparecido cuyo nombre no mencionamos. Él es lindo, se podría decir que ''de revista'', incluso podría superarte ¿Quién no babearía por el, con ese cabello negro alborotado y esos hermosos ojos azules?, sin mencionar su piel blanca como la nieve. ''Tal vez a él le gusta el chocolate blanco también'' piensas. Luego te preguntas cómo alguien tan… Así, tan increíblemente guapo y parecido a ti, desapareció. Tú pensabas que solo los chicos ricos terminaban en ese tipo de carteles, tal vez alguien los secuestra y piden una enorme recompensa a sus adinerados padres.

Bueno, piénsalo de nuevo.

Carlos García dio enterró su cara en el césped de su mejor amigo Jett Stetson-Delicioso-Murmuró.

-¿Estas oliendo la hierba?-Logan Mitchell llamó desde detrás de el, empujando la puerta del Vólvo de su papá, cerrándola con su pálido brazo.

-Huele bien -Carlos se levantó del suelo y aspiró el aire caliente del final de la tarde-Al igual que el verano.

Logan se despidió diciendo adiós a su papá y se detuvo a subir el jean negro que colgaba de sus delgadas caderas. Logan había sido un nadador competitivo desde la liga Ranilla, e incluso a pesar de que se veía genial en su Speedo, nunca llevaba nada ajustado como algunos chicos en su clase de séptimo grado. Eso era porqué los padres de Logan insistían en que un carácter bien construido se lograba de adentro hacia afuera.

—¡Ustedes! —Jett hizo una pirueta a través del patio delantero. Su pelo aún desordenado, y el seguía vistiendo su camiseta de hockey. Jett era el único de séptimo grado que había conseguido entrar al equipo de JV y llegaba a casa con los aventones que le daban los chicos mayores de la escuela de chicos Rosewood Day, que criticaban a Jay-Z por cherokees y quienes rociaban a Jett con colonia antes de bajarse en el frente para que no oliera a los cigarrillos que todos habían estado fumando.

—¿De qué me estoy perdiendo? —llamo Kendall Knight, deslizándose a través de una brecha en el cerco de Jett para unirse a los demás. Kendall vivía al lado. Tomó un trago de su botella morada Nalgene. Kendall no había logrado entrar al JV con Jett en el otoño, y tuvo que jugar en el equipo de séptimo grado. El había estado metido en el hockey sobre cásped por un año para perfeccionar su juego, y los chicos sabían que había estado practicando bateos en el patio trasero antes de que llegara. Kendall odiaba cuando alguien era mejor que el en cualquier cosa. Especialmente Jett.

—¡Espérenme!

Ellos se volvieron para ver a James Diamond saliendo del Mercedes de su mamá. El

tropezó con un pequeño bache y agitó sus brazos regordetes salvajemente. Desde que los padres de James se habían divorciado el año pasado, el había estado ganando peso y usando su ropa vieja. A pesar de que Jett rodó los ojos, el resto de los chicos pretendieron no notarlo.

Eso es lo que los mejores amigos hacen.

Jett, Carlos, Kendall, Logan y James se encontraron el año pasado cuando sus padres los ofrecieron para trabajar los sábados por la tarde en la unidad de caridad de la escuela Rosewood Day, todos a excepción de Kendall, quien se ofreció voluntariamente. Por si o no Jett sabía de los otros cuatro, los cuatro sabían sobre Jett. Él era perfecto. Guapo, ingenioso, inteligente. Popular. Las chicas y los chicos querían besarlo y cuando no era así, los chicos, querían ser el. Así que la primera vez que Jett se rió de una de las bromas de Carlos, preguntó a Logan algo sobre la natación, dijo a James que su sonrisa era perfecta, o comentó que la caligrafía de Kendall era más ordenada que la suya, no podían dejar de sentirse, así… deslumbrados. Antes de Jett, los chicos se habían sentido como los cigarrillos de papá una vez encendidos, desechados torpemente por la sociedad por todas las razones equivocadas, pero entonces Jett los hizo sentir como la más perfecta adaptación de Joe Sakic que nadie podía permitirse.

Ahora, más que un año más tarde, en el último día del séptimo grado, no eran sólo mejores amigos, eran los chicos de Rosewood Day. Mucho había ocurrido para hacerlo de esa manera. Cada fiesta de nocturna que tenían, cada viaje de campo, había sido una aventura. Incluso el salón de clases había sido memorable cuando estaban juntos. Pero había otras cosas que todas querían olvidar. Y había un secreto del que no podían incluso hablar. Jett dijo que los secretos eran los que mantenían unida su amistad de cinco mejores amigos por la eternidad. Si es que era cierto, que iban a ser amigos de por vida.

—Estoy tan contento de este día ha terminado, —gimió suavemente Jett antes empujar suavemente a Kendall de vuelta a través de la brecha en la cerca. —A tu granero.

—Estoy tan contento de que el séptimo grado haya terminado —dijo Carlos, como el, Logan, y James seguían a Jett y Kendall hacia el reformado granero convertido en la casa de huéspedes donde la hermana mayor de Kendall, Katie, había vivido durante sus años junior y senior de alta escuela. Afortunadamente, se había graduado recientemente y se dirigía a Praga este verano, por lo que era suyo por la noche.

De repente se oyó una voz muy chillona. —¡Jett! ¡Hey, Jett! ¡Hey, Kendall!

Jett se dirigió a la calle. —No Voy, —susurró.

—No es, —Kendall, Logan y Carlos tardaron en llegar.

James frunció el ceño. «Mierda».

Este era un juego que Jett había robado a su hermano Dustin, que estaba en el último año en Minnesota Day. Dustin y sus amigos lo jugaban en las fiestas de después de los partidos de la escuela cuando querían conseguir chicas. Ser el último en decir "no voy" significaba que tenías que entretener a la chica fea de la noche, mientras tus amigos llegaban a besuquearse con sus amigas calientes, lo que significa, en esencia, que eras tan cojo y poco atractivo como ella. En la versión de Jett, los chicos llamados "no es" siempre era algun feo, no cool, o un desafortunado cerca de ellos.

Esta vez, "no es" fue para Dak Zevon, un idiota de abajo de la calle cuyo pasatiempo favorito era tratar de hacerse amigo de Kendall y Jett , y sus dos amigos freakys, Tyler Bledsoe y Wayne Templeton. Tyler era el chico que hackeaba el sistema informático de la escuela y luego le decía al director cómo mejorar su seguridad, y Wayne Templeton iba a todas partes con un yo-yo, no digo más. Los tres miraron a los chicos desde el centro del tranquilo, suburbio por la carretera. Dak estaba sobre su patineta Razor, Tyler sobre una bicicleta de montaña negra, y Wayne a pie con su yo-yo, por supuesto.

—¿Quieren venir a ver Factor Miedo? —Dak llamó.

—Lo siento —Jett sonrió tontamente. —Estamos muy ocupados.

Tyler frunció el ceño. —¿No quieren ver cuando se comen los insectos?

—¡Genial! —Carlos gritó, recibiendo un golpe en la nuca por parte de Logan.

—Sí, me gustaría que pudiéramos. —Jett ladeó la cabeza. —Hemos estado planeando esta fiesta nocturna por un tiempo ahora. ¿Pero tal vez la próxima vez?

Dak miró a la acera. —Sí, está bien.

—Nos vemos. —Jett se dio vuelta, poniendo los ojos, y los otros chicos hicieron lo mismo.

Cruzaron por la puerta posterior de Kendall. A su izquierda estaba el patio vecino de Jett, donde sus padres estaban construyendo un mirador con veinte asientos para sus picnics prodigios al aire libre.

—Gracias a Dios los trabajadores no están aquí, —dijo Jett, mirando a una excavadora amarilla.

Logan se puso tenso. —¿Te han estado diciendo cosas otra vez?

—Tranquilo allí, asesino, —dijo Jett. Los demás se rieron.

A veces llamaban a Logan "asesino", como el pitbull personal de Jett . A Logan solía parecerle gracioso, también, pero últimamente no se reía con ellos.

El granero estaba justo delante. Era pequeño y acogedor y tenía una gran ventana que daba a la laberíntica granja de Kendall, que tenía su propio molino de viento. Aquí en Rosewood Pensilvania, un pequeño suburbio, tenías más probabilidades de vivir en una granja con veinticinco cuartos, o una casa de campo con piscina con mosaicos de azulejos y bañera de hidromasaje, como la casa de Kendall, que en una casa prefabricada McMansion. Rosewood olía a lilas y hierba cortada en el verano y a limpia nieve y a estufas de leña en el invierno. Estaba lleno de exuberantes, pinos altos, hectáreas de fincas rústicas de tipo familiar, y unos simpáticos zorros y los conejitos. Tenía fabulosos centros comerciales, polígonos de la época colonial y parques para los cumpleaños, las graduaciones, y solo porqué quisimos hacer una fiesta. Y los chicos, tanto como las chicas, eran magníficos en Rosewood, brillantes, sanos, justo en la manera como salido de un catálogo de Abercrombie. Esta era la línea principal de Filadelfia. Estaba llena de linajes antiguos, nobles adinerados, y prácticamente antiguos escándalos.

Al llegar a la granja, los chicos escucharon risitas próximas desde el interior.

Alguien chilló —¡te dije que ya basta!

—Oh Dios, —se quejó Kendall. —¿Qué están haciendo aquí?

Cuando Kendall se asomó por la cerradura, vio a Katie, su remilgada y apropiada, excelente-en-todo hermana mayor, y Austin Duncan, su delicioso novio, luchando en el sofá. Kendall dio una patada a la puerta con la punta de su zapato, obligándola a abrirse. El establo olía a musgo y un poco palomitas de maíz quemadas. Katie se volvió.

—Que co… —preguntó ella. Entonces se dio cuenta de los demás y sonrió. —Oh, hey chicos.

Los chicos le echaron un ojo a Kendall. Constantemente se quejaba de que Katie era una perra súper venenosa, por lo que estaban siempre sorprendidos cuando Katie parecía amable y dulce.

Austin se levantó, se desperezó y sonrió a Kendall. —Oye.

—Hola, Austin, —Kendall respondió con una voz mucho más brillante. —Yo no sabía que estabas aquí.

—Sí lo sabías. —Austin sonrió con coquetería. —Tú estabas espiándonos.

Katie reajusto su largo cabello castaño y su cintillo de seda negra, mirando a su hermano. —Entonces, ¿qué pasa? —preguntó ella, un poco acusadora.

—Es sólo… yo no tenía intención de espiarlos… —Farfulló Kendall. —Pero se suponía que esta noche tendría el lugar.

Austin juguetonamente golpeó a Kendall en el brazo. —Yo estaba jugando contigo, — bromeó.

Un parche de color rojo se deslizó hasta su cuello. Austin tenía un desordenado cabello castaño, ojos color avellana de ensueño, y unos totalmente trabajados músculos del estómago.

—Wow, —dijo Jett en voz demasiado alta. Todas las cabezas se volvieron a el. —Katie, tú y Austin hacen la pareja del Kuh-yoo-test. Nunca te lo dije, pero siempre lo he pensado. ¿No te parece, Kendo?

Kendall parpadeó. —Um, —dijo en voz baja.

Katie miró por un segundo a Jett, perpleja, y luego se volvió hacia Austin. —¿Puedo hablar contigo afuera?

Austin bebió toda su Corona mientras los chicos miraban. Ellos sólo bebían super secretamente de las botellas de los gabinetes de licor de sus padres. Dejó la botella vacía abajo y les ofreció una sonrisa de despedida mientras seguía afuera a Melissa.

—Adiós, señores. —Hizo un guiño antes de cerrar la puerta detrás de él.

Jett se desempolvó las manos. —Otro problema resuelto por Jett S. ¿Vas a darme las gracias ahora, Kendo?

Kendall no respondió. El estaba demasiado ocupado mirando por la ventana delantera del establo. Las luciérnagas habían empezado a encenderse en el cielo purpúreo.

James se acercó a la taza abandonada y a las palomitas de maíz, tomó un puñado grande. —Austin es tan extraño. Él es incluso, más extraño que Reginald.

Reginald Bitters era un frikkie más de su grado y el tema de las molestias constante de James.

—¿Sabes lo que escuché? —Jett preguntó, dejándose caer sobre el sofá. —A Reginald le desagrada mucho los chicos que tienen un buen apetito.

James se enfadó. —¿En serio?

—Si. —Jett resopló.

James dejó caer lentamente el puñado de palomitas de maíz de regreso a la taza.

—Por lo tanto, Chicos, —dijo Jett. —Ya sé la cosa perfecta que podemos hacer.

—Espero que no sea desnudarnos de nuevo. —Logan se rió. Habían hecho eso un mes antes - en un maldito frío - y aunque James se había negado a desnudarse más allá de su camiseta y sus boxers del día de la semana, el resto de ellos habían corrido un campo de maíz cercano sin un ápice encima.

—A ti te gusto eso un poco demasiado, —murmuró Jett. La sonrisa se esfumó de los labios de Logan y Kendall. —Pero no, estaba reservando esto para el último día de escuela. Aprendí a hipnotizar a la gente.

—¿Hipnotizar? —Kendall repitió.

—La hermana de Matt me enseñó, —respondió Jett, mirando a las fotos enmarcadas de Katie y Austin sobre la chimenea. Su novio de la semana, Matt, tenía el mismo color chocolate en el pelo como Austin.

—¿Cómo lo haces? —James preguntó.

—Lo siento, me hizo jurar el secreto, —dijo Jett, se volvió alrededor. —¿Quieren ver si funciona?

Carlos frunció el ceño, tomando asiento en una almohada lavanda en el piso. —Yo no lo sé...

—¿Por qué no? —Los Ojos de Jett parpadeaba a un casco negro que se asomaba de la mochila azul de Carlos. Estaba siempre llevando cosas raras - animales de peluche, páginas arrancadas al azar de las novelas antiguas, postales de los lugares que el nunca había visitado.

—¿La hipnosis te hace decir cosas que no quieres decir? —preguntó Carlos.

—¿Hay algo que no nos puedes decir? —Jett respondió. —Y ¿por qué sigues trayendo ese Casco viejo a todas partes? —El apuntó al mismo.

Carlos se encogió de hombros y apretó el casco de su mochila.

—Mi papá me lo dio en Alemania. Me Hace sentir seguro.—Se colocó el casco.

—¡Lo llenas de piojos! —Jett chilló y Logan comenzó a reír. — Además, ¿por qué quieres llevar por ahí algo que tu papá te dio?

—No es gracioso, —espetó Carlos, azotando la cabeza para hacer frente a Logan.

Todo el mundo estuvo en silencio durante unos segundos, y los chicos se miraban sin comprender el uno al otro. Eso venía ocurriendo mucho últimamente: Una persona - por lo general Jett - decía algo, y alguien más se enfadada, pero todo el mundo era demasiado tímido para decir que estaba pasando.

Kendall rompió el silencio. —Ser hipnotizado, um, eso suena algo falso.

—Tú no sabes nada al respecto, —dijo Jett rápidamente.—Vamos. Podría hacérselo a todos de una sola vez.

Kendall se encogió de hombros. Logan soplaba aire a través de sus dientes. Carlos y James se miraron.

Jett estaba inventando siempre cosas para intentar – el último verano, ellos fumaron semillas de diente de león para ver si tenían alucinaciones, y el pasado otoño habían ido a nadar a Pecks Pond, a pesar de que un cadáver fue descubierto una vez allí, pero la cosa era, que a menudo no quería hacer las cosas que Jett los obligaba a hacer. Todos amaban a Jett hasta la muerte, pero a veces lo odiaban también, por dar órdenes alrededor y por el hechizo que había lanzado sobre ellos. A veces, en la presencia de Jett, no se sentían reales, exactamente. Se sentían un poco como muñecos, con Jett organizando todos sus movimientos. Cada uno deseaba que, sólo una vez, alguno tuviera la fuerza para decirle a Jett no.

—¿Por favoooor? —Jett preguntó. —Logan, tú quieres hacerlo, ¿verdad?

—Um. . . —la voz de Logan tembló. —Bueno…

—Lo haré yo, —James saltó.

—Yo también —dijo Carlos rápidamente después.

Kendall y Logan a regañadientes asintieron con la cabeza. Satisfecho, Jett apagó todas las luces con un chasquido y encendió varias dulce velas aromáticas de vainilla que estaban sobre la mesa de café.

Entonces el se apartó y tarareó.

—Muy bien, todo el mundo, simplemente a relajarse, —coreó el, y los chicos se organizaron en un círculo sobre la alfombra. —Los latidos de su corazón se desaceleran. Piensen en cosas tranquilas. Voy a contar de cien hasta uno, y en cuanto yo toque a todos, estarán en mi poder.

—Espeluznante. —Logan se rió con voz trémula.

Jett comenzó.

—Cien. . . noventa y nueve. . . noventa y ocho…

Veintidós. . .

Once. . .

Cinco. . .

Cuatro. . .

Tres. . .

Le tocó la frente a Carlos con la parte gordita de su pulgar. Kendall descruzó las piernas. Carlos torció su pie izquierdo.

—Dos…—Poco a poco tocando a James, a continuación, Logan, y luego se trasladó hacia Kendall. —Uno.

Los ojos de Kendall se abrieron antes de que Jett pudiera alcanzarlo.

Se levantó de un salto y corrió hacia la ventana.

—¿Qué estás haciendo? —Jett dijo en voz baja. —Estás arruinando el momento.

—Está muy oscuro aquí dentro. —Kendall se acercó y abrió las cortinas.

—No —Jett bajó los hombros. —Tiene que estar oscuro. Así es como funciona.

—Vamos no lo hace. —Las cortinas estaban pegadas; Kendall gruñó sacándolas libre.

—No. Lo hace.

Kendall puso cruzó sus brazos. —Lo Quiero más claro. Tal vez todos lo quieren.

Jett miró a los otros. Todos ellos aún tenían los ojos cerrados.

—No siempre tiene ser en la manera que tu lo deseas, sabes.

Jett ladró una risa. —¡Ciérralas!

Kendall puso los ojos. —Dios, toma una píldora.

—¿Crees que debo tomar una píldora? —Jett demandó.

Kendall y Jett se miraron por unos pocos momentos. Ellos tenían una de esas peleas ridículas en las que discutían por quién vio primero la última papa frita en el plato o silos uniformes de hockey no eran lo suficientemente rudos, pero en realidad era otra cosa por completo. Algo de alguna manera más grande.

Finalmente, Kendall señaló la puerta. —Vete.

—Está bien. —Jett se dirigió afuera.

—¡Bien! —Pero después de pasar unos segundos, Kendall lo siguió. El aire de la tarde azulada estaba en calma y no había ninguna luz encendida en la casa principal de su familia. Todo estaba en silencio, también - aunque los grillos se callaron - y Kendall podía oírse respirar. —¡Espera un segundo! —Exclamó después de un momento, cerrando de golpe la puerta detrás de el. —¡Jett!

Pero Jett se había ido.

Cuando escuchó el portazo, Logan abrió los ojos. —¿Jett? —llamó. —¿Chicos? —No hubo respuesta.

Miró a su alrededor. James y Carlos sentados como bultos en la alfombra, y la puerta estaba abierta. Logan se movió hacia el porche. No había nadie allí. Se acercó de puntillas al borde de la propiedad de Jett. Los bosques estaban en frente de el y todo estaba en silencio.

—¿Jett? —susurró. Nada. —¿Kendall?

En el interior, James y Carlos se frotaron los ojos. —Acabo de tener el más extraño, —dijo Carlos. —Quiero decir, supongo que era un sueño.

—Fue muy rápido Jett estaba cayendo en un profundo pozo de bienestar, y ahí estaban todas estas plantas gigantes.

—¡Ese fue mi sueño también! —James dijo.

—¿Lo fue? —preguntó Carlos.

James asintió con la cabeza. —Bueno, más o menos. Había una gran planta igual. Y creo que vi a Jett también. Tal vez su sombra, pero definitivamente era el.

—Whoa, —Carlos dijo en voz baja. Se miraron entre sí, sus ojos muy abiertos.

—¿Chicos? —Logan dio un paso atrás por la puerta. Estaba muy pálido. Más de lo usual.

—¿Estás bien? —preguntó Carlos.

—¿Dónde está Jett? —Logan arrugó la frente. —¿Y Kendall?

—No lo sé, —dijo Kendall.

En ese momento, Kendall estalló de nuevo en la casa. Todas los chicos saltaron. —¿Qué? —preguntó el.

—¿Dónde está Jett? —James preguntó en voz baja.

—No lo sé —susurró Kendall. —Pensé. . . No sé.

Los chicos se quedaron en silencio. Todo lo que podían oír eran las ramas de los árboles deslizándose por las ventanas. Sonaba como si alguien estuviese raspando sus largas uñas contra un plato.

—Creo que quiero ir a casa, —dijo Carlos

A La mañana siguiente, todavía no habían tenido noticias de Jett. Los chicos se llamaban entre sí para hablar, una llamada de cuatro vías en esta ocasión en lugar de cinco.

—¿Crees que ella está enojado con nosotros? —James preguntó. —El parecía todo extraño en la noche.

—El está probablemente donde George, —dijo Kendall. George era una de los amigos de Jett del hockey sobre césped.

—¿O tal vez con Gustavo, ese chico de campo? —Carlos ofreció.

—Estoy seguro de que esta en algún lugar divirtiéndose, —dijo Logan en voz baja.

Uno por uno, ellos recibieron llamadas de la señora Stetson, preguntando si habían oído hablar de Jett. Al principio, los chicos todos, lo cubrieron. Era la regla no escrita: Habían cubierto a Logan cuando se paso de las 23:00 su toque de queda de fin de semana, habían endulzado la verdad para Kendall cuando pidió prestado la chaqueta de cuero de su papá y, accidentalmente, la había dejado en el asiento de un tren, y así sucesivamente. Pero cuando cada uno le colgaba a La señora Stetson, una sensación amarga se sentía en el estómago.

Algo se sentía terriblemente mal.

Esa tarde, la señora Stetson llamó de nuevo, esta vez en estado de pánico. Ya por la noche, los Stetson habían llamado a la policía, y a la mañana siguiente había coches de policía y furgonetas de los noticieros acampando en el normalmente prístino jardín delantero de los Stetson. Era el sueño húmedo de un canal de noticias local: un bonito chico rico, perdido en una de las más seguras ciudades de clase alta en el país.

James llamó a Carlos, tras ver la primera noche a Jett en las Noticias. —¿Te entrevistó la policía hoy?

—Sí—murmuró Carlos.

—A mí también. Tu no les dijiste acerca…—El hizo una pausa.

—La cosa de Lucy, ¿verdad?

—¡No! —Carlos se sobresaltó.

—¿Por qué? ¿Crees que saben algo?

—No… no podrían, —James susurró después de un segundo.

—Nosotros somos los únicos que lo sabemos. Los cuatro. . . y Jett.

La policía interrogó a los chicos, con practicidad interrogaron a todo el mundo el Rosewood, desde el instructor de gimnasia de segundo grado de Jett hasta al tipo que le había vendido una vez Marlboros en Wawa. Era el verano antes de octavo grado y los chicos se supone que deberían coquetear con las chicas mayores en fiestas en la piscina, comiendo maíz en los otros los patios traseros, e ir a partidos de futboll. En lugar que estaban preguntándose ¿Dónde estaba su amigo? solos en sus camas con dosel o mirando sin expresión a sus paredes cubiertas de fotos. Kendall se volvió un compulsivo con la limpieza diaria, revisando lo que su pelea con Jett realmente trataba, y pensando cosas que sabía acerca de Jett que ninguna de las otras sabía. James pasaba muchas horas en el suelo de su dormitorio, escondiendo bolsas de Cheetos vacíos bajo su colchón. Logan no podía dejar de obsesionarse con una carta que había enviado a Jett antes de desaparecer, y si alguna vez Jett la habibía conseguido. Carlos se sentaba en su escritorio con su casco. Poco a poco, los chicos empezaron llamarse unos a otros con menos frecuencia. El mismo pensamiento cazándolos a las cuatro, pero no tenían nada que decirse unos a otros.

El verano se convirtió en el año escolar, que resultó en el próximo verano. Todavía sin Jett. La policía continuó la búsqueda - pero en voz baja. Los medios de comunicación perdieron interés, moviéndose para obsesionarse con un Homicidio Triple en el Centro de la ciudad. Incluso los Stetson se fueron de Rosewood dos años y medio después de que Jett desapareció. En cuanto a Kendall, Logan, Carlos, y James, algo cambió en ellos, también. Ahora bien, si pasaban por la antigua calle de Jett y miraban a su casa, no entraban en el modo de cuestionarse instantáneo. En su lugar, comenzaron a sentir algo más.

Alivio.

Claro, Jett era Jett. El era el paño de lágrimas y el único que deseabas alguna vez llamando a tu enamorada para descubrir cómo se sentía acerca de ti. Pero los chicos también tenían miedo de el. Jatt sabía más de ellos que ninguno otro, incluyendo las cosas malas que querían enterrar - justo como un cuerpo. Era horrible pensar que Jett podría estar muerto, pero… si el lo estaba, al menos sus secretos estaban a salvo. Y ellos lo estuvieron. Durante tres años, de todos modos.