Hola a todos y a todas, he tenido unos días un pelín ocupados pero…ayer tuve insomnio y se me vino a la mente una historia que escuché y leí varias veces de niña, la Bella durmiente. Pero, me la imaginé de una forma un tanto distinta y también me la imaginé con mis personajes favoritos…así que aquí está. Tomé algunas referencias del cuento de los hermanos Grimm. Pero son muy básicas…todo lo demás es salido de mi imaginación. Dudo que tenga muchos capítulos y tampoco serán tan largos. Espero sea de su agrado y si tiene alguna duda, comentario o sugerencia son bienvenidos. Gracias por la oportunidad.

El rated del relato será M porque tengo en mente hacer de ésta historia algo más lemonezco :P

Saludos!

Disclaimer: Los personajes de ésta historia pertenecen a Akira Toriyama, con básicas referencias del cuento La Bella Durmiente de los hermanos Grimm.


Capítulo I

Motivos

La leyenda decía que aquel siniestro castillo cubierto de niebla, emplazado entre rocosas y afiladas montañas, era el lugar de descanso de una bella princesa. Durante cien años la vegetación había invadido todo el reino en varios kilómetros a la redonda y las viejas piedras de los muros se confundían con las de la propia tierra. Nubes negras se arremolinaban amenazadoras sobre las torres del castillo, ensombreciéndolo fantasmagóricamente, impidiendo que la luz del sol se filtrase hasta los campos.

Parecía que allí fuese siempre de noche.

Llovía únicamente sobre el castillo y sus alrededores; un rayo atravesó la tormenta y el estruendo se escuchó unos segundos más tarde en la cima de una colina sobre la que había dos hombres a caballo. En aquella parte, dónde ellos estaban, no llovía; lucía un sol radiante que calentaba sus rostros. Apenas unos metros más allá, la verde hierba del sendero se volvía oscura y crecían plantas espinosas, húmedas por la constante cortina de lluvia; el camino de tierra daba paso a unas escaleras esculpidas en obsidiana.

- ¿Y dices que ahí dentro duerme una hermosa princesa y que además está maldita? - preguntó incrédulo uno de los dos hombres, un joven apuesto de cabello negro, vestido con ricos ropajes. El muchacho que acompañaba al joven se encogió de hombros. Consideraba que no era del todo correcta la forma en la que el Príncipe se había expresado, pero en términos generales, la princesa estaba realmente maldita. Y el lugar en el que supuestamente se encontraba, daba escalofríos.

- Así es, Príncipe. La princesa fue maldita de niña y al cumplir la mayoría de edad, sucumbió a un pesado sueño que encantó a todo el reino: criados, vasallos, ejército... Todos duermen con ella y despertarán cuando ella despierte.

- Mmmm ya comprendo - murmuró el Príncipe pensativo, tocándose la barbilla con el pulgar. No hacía más que observar las negras montañas que se adueñaban del reino, las espinosas plantas, la oscuridad que envolvía todo el castillo. - ¿Y… según tus fuentes, el que rompa la maldición se casará con la princesa y heredará su reino?

Kakarotto, el fiel vasallo del Príncipe, reprimió un suspiro.

- No, Príncipe, la leyenda no dice nada de eso. Pero podemos dar por hecho que sacar a la princesa de su letargo, salvar el reino de la oscuridad absoluta en la que se halla sumido y acabar con la maldición, le dará muchos puntos a que su señor padre, el Rey, le conceda su mano. De todos modos- continuó Kakarotto - hasta que no se rompa la maldición, no podemos saber el resultado.

- No me ofreces ninguna garantía de éxito - protestó el Príncipe.

- No, no la doy, Príncipe Vegeta. Le he contado ya muchas veces lo que sé y ha sido decisión suya venir hasta aquí.

- ¿Y cómo se rompe la dichosa maldición?

- Todas las investigaciones que he llevado a cabo señalan que la princesa despertará cuando reciba un beso.

- ¿Y ya está? - el Príncipe levantó ambas cejas con asombro. - ¿En cien años ningún hombre ha sido capaz de besar a esa mujer y sacarla de su maldito sueño?

El vasallo se removió nervioso sobre la silla de montar.

- Bueno, Príncipe. Para besar a la princesa hay que llegar hasta ella. No sabemos en cuál de las muchas habitaciones de ese castillo descansa y, durante cien años, muchos han sido los que han entrado en este reino con las mismas intenciones que nosotros y no han regresado jamás.

- ¿Y si nadie ha regresado jamás, cómo puedes saber todo eso?

- Son leyendas, Príncipe. Historias de quiénes conocieron la maldición en su día, historias que han contado a sus hijos, sus nietos y sus bisnietos. Pero muchas de esas historias están contaminadas por la fantasía, relatos de dragones y seres mitológicos que cuidan las puertas del castillo, brujas que encantan hombres convirtiéndolos en cerdos, historias de bebedores de sangre que sólo viven de noche y hasta leyendas de hombres que se transforman en lobos con la luna llena. Falacias. Ninguna de esas criaturas existe.

Mentía, por supuesto. No tenía ni idea de lo que había allí adentro.

Se produjo un largo silencio entre los dos hombres, roto únicamente por el sonido de un rayo que brillaba de vez en cuando en la lejanía. Kakarotto esperó pacientemente a que el Príncipe reflexionase sobre todo aquello. Le había contado la misma historia una docena de veces desde que emprendieron la marcha a este reino abandonado al otro lado del mundo conocido.

Hacía ya un año de eso. No tenían nada que perder. El Príncipe ya no tenía reino propio, sus padres los Reyes habían sido asesinados por el malvado Conde Freezer, que se había aliado con el codicioso Barón, y juntos habían conquistado su Reino. Kakarotto había logrado salvar al Príncipe de una muerte segura cuando corría clamando venganza con la espada ensangrentada abriéndose paso entre los soldados que le habían traicionado en favor del Conde. No tenía Reino y no tenía ejército. Los últimos cinco años había estado viajando de aquí para allá buscando alianzas entre las familias más allegadas, pero todas habían sido compradas por el Barón y la desesperación se apoderaba del Príncipe, quién ahogaba sus penas en alcohol. Kakarotto logró que dejase de beber, pero entonces el Príncipe centró su atención en las mujeres y todo fue a peor.

- Vamos - decidió por fin el Príncipe, poniendo al trote a su montura. - No hemos llegado hasta aquí para quedarnos en la puerta.

Kakarotto lo siguió, con un escalofrío recorriéndole la espalda. Haber encontrado el reino ya suponía un éxito en aquella desesperada aventura. El Príncipe estaba convencido de que, si rompía la maldición, tendría por fin un reino y un ejército con el cual reconquistar las tierras que le pertenecían por derecho.

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