Disclaimer: El potterverso pertenece a J. , pero la expansión de Magia Romana es de mi invención.

Este fic participa en el desafío semanal de "Si pudieras ir de vacaciones a cualquier lugar en el mundo, ¿a dónde irías? Usa detalles vividos y prosa para describir la experiencia que te gustaría tener de la mano de un personaje."


Un pequeño paso para el hombre...y un gran paso para Romano Falcone


-En estas vacaciones seremos muggles normales, ¿de acuerdo? Así que la magia está estrictamente prohibida. Sólo si os veis en la necesidad más imperiosa de usarla, lo hacéis, ¿estamos?

Ésas habían sido las últimas palabras del padre de Romano, justo antes de que toda la familia partiera para las vacaciones de verano. Sí, el primer curso de educación mágica del pequeño Falcone había terminado, y sus notas habían sido lo suficientemente buenas como para que sus progenitores decidieran recompensarlo con unas vacaciones ¡en una playa griega! Romano había pegado un chillido de alegría al enterarse. Se moría por visitar aquel país, ya que su tío Federico había estado allí en muchas ocasiones y siempre le contaba historias que revolucionaban su joven mente, haciéndole fantasear de lo lindo. ¡Y por fin iban a ir!

Era tal la excitación del niño que no pudo parar quieto en el viaje en avión hasta Atenas, y luego en barco hasta Creta. Desde allí habían ido hasta la ciudad de Kastelli, en una isla muy cercana, y luego cincuenta kilómetros más por un sinuoso y hostil camino hasta la playa más perfecta que había visto en su vida. Arena rosada, un sol esplendoroso y un agua azul y limpísima. Romano no había esperado, se había quitado toda la ropa, quedándose en calzoncillos, y se había tirado al agua al lado de la orilla.

-¡Qué calentita está! -exclamó de gusto, al volver a salir a la superficie-. ¡Mateooooooooooooooooooooo! ¡Ven aquí, que el agua está muy rica!

Mateo era su hermano mayor, que acababa de cumplir trece años. Pero no era tan hiperactivo como su hermano, o al menos en ciertos casos.

-Vete con tu hermano -le dijo su madre-. Papá y yo organizaremos esto. Y antes de nada, guarda tu varita en la bolsa, y tráeme la ropa de Romano.

Mateo así lo hizo, para después quitarse su propia ropa. No necesitaba bañador, su ropa interior podía pasar perfectamente como uno, así que ni corto ni perezoso de lanzó al agua con su hermano.

-¡Mateo, Mateo! ¿Tú crees que aquí habrá sirenas? ¡Esto es Grecia, tiene que haber millones de criaturas bajo el mar!

-Puede, pero no grites tanto -le dijo su hermano-. Aquí sólo hay muggles, y no conviene que nos vean hablando raro, ya sabes...además, si hay sirenas ten por seguro que no van a estar aquí, tan cerca de…

-¡Pero yo quiero buscar si-re-naaaaaas! -gritó el niño, haciendo caso omiso al aviso de Mateo y haciendo un puchero-. Ven conmigo, andaaaaa.

Empezó a tironear del brazo a su hermano, que resopló. Si tan sólo Romano fuese un poquito menos pesado, aquellas vacaciones serían las mejores de su vida. Pero no. Pero tampoco estaba de humor como para soportarlo así, así que terminó aceptando.

-Pero nada de separarse de la orilla, ¿vale? -le advirtió Mateo-. No quiero que te me ahogues en el mar.

-¡No me ahogaré! Además, tú estás en la Domum Neptuni, y ya sé que te puedes transformar en algún bicho marino, así que me salvas y ya está. ¡Venga, a buscar! -exclamó, nadando todo lo rápido que podía, metiéndose para dentro. Mateo dio otro suspiro.

-Juro que no lo conozco -dijo, mientras se apresuraba a seguir a Romano. Por suerte, aquella playa era de aguas muy poco profundas, y no pensaba permitirle pasar del punto en el que el mismo Mateo no hiciera pie. Y si tenía que transformarse en algún animal marino, cuidaría que no hubiera muggles mirando.

Romano se sentía en la cima del mundo. Se pasaba más tiempo debajo del agua que en la superficie. Podía ver muy bien bajo el agua, y estuvo ojo avizor para ver si conseguía ver lo que buscaba, y en aquel agua tan clara y transparente no sería muy difícil. Ojalá él pudiera hacer lo mismo que su hermano y transformarse en algún animal marino, pero en su domus no iban a enseñarle esa asignatura. Tendría que conformarse con lo que tenía.

Pero media hora más tarde, ya se había dado por vencido. No había encontrado ni siquiera un mísero pez y estaba cansado de nadar. Enfurruñado y lloriqueando salió del mar, seguido por Mateo.

-Mamá, no he encontrado ninguna sirena -se quejó al regresar junto a sus padres, que habían juntado cuatro hamacas con dos sombrillas-. Yo creía que aquí en Grecia había sirenas…

Su madre se rió mientras le plantaba un beso en la mejilla.

-Claro que hay sirenas, pero no vas a encontrarlas aquí, cariño -le dijo-. Anda, ven a darte crema antes de que te pongas como un cangrejo. Mateo, para ti también.

Romano hinchó los mofletes, murmurando algo parecido a "pues yo quiero ver sirenas". Mateo le revolvió los pelos.

-Relájate, anda -le dijo-. Aquí estamos de vacaciones, e igual vemos alguna otra cosa, no tienen por qué ser sirenas.

-¿De verdad? -preguntó Romano, con los ojos brillantes-. ¿Me llevarás a ver alguna otra cosa? ¿De verdad, Mateo?

-Sí, si no te pones muy pesado -respondió su hermano. A ver ahora lo que se inventaba para contentar a Romano y que no se fuera de Grecia con un berrinche. En cuanto a Romano, en ese mismo instante había relegado las sirenas a segundo plano. Empezó a canturrear mientras su madre terminaba de echarle la crema. Qué bonitas se le presentaban las vacaciones.