Aclaración: Los personajes no me pertenecen sino a la estimable señora Jotaká Rowling. (Si fueran míos todos habrían terminado en tríos, poniendo de ejemplo a la maravilla del HP-HG-DM. ¡¿Qué?! Es difícil elegir la pareja perfecta, ¿saben?

Summary: El Torneo de los Tres Magos está en la puerta y todo marcha según lo planeado, pero cuando el día comienza es otro Harry Potter el que se levanta. Uno decidido a hacer su propio camino, y sobre todo darle al director una dulce cucharada de su propia medicina. Esta vez no será él quien se preguntará, ¿qué está sucediendo?


What is happening?


I

Comienza el juego

Despertó con una sensación de hundimiento y alivio en suestómago mezclado con una vorágine de recuerdos que no deberían de estar en su mente hasta unos años más adelante.

No pudo evitar sentirse enfermo y sin ganas de levantarse por unos cuantos minutos. Suspiró, una, dos y tres veces hasta que finalmente todo estuvo en su lugar y el mundo ya no daba vueltas a su alrededor como si estuviese en un maldito traslador.

Él miró su mano con atención y hasta con añoro, ligeramente confundido y molesto por la falta de dos anillos entre sus dedos. Pero no iba a quejarse en ese momento, podía recuperar fácilmente uno y el otro… bueno, tendría que dejarlo para un futuro próximo.

Un futuro en común con su alma gemela.

Sonrió por primera vez en el día. Eso sonaba tan bien. Y esta vez él se aseguraría que ni viejas cabras manipuladores, serpientes psicópatas y pociones de amor le separasen de ella. No. Nadie podría evitar que Harry James Potter terminase con Hermione Granger.

Y hablando de evitar, pensó, corriendo la cortina de su cama para observar al pelirrojo que dormía a pocos metros. Se preguntó si esa persona en ese momento tenía más oportunidad de salvarse que la que había terminado seducido por las promesas de la oscuridad.

Negó con la cabeza, no era hora de pensar en ello sino más bien de planear. Lo primero era lo primero y eso era quitar al "Rey" su capacidad de controlar a su peón principal. Cogiendo su varita murmuró unos encantos de silenciamiento y un accio para sus lentes, luego estiró su brazo hacia delante y pronunció el juramento:

— En honor a mi magia y a la venerable casa Potter solicito el anillo del Jefe para probar mi valía como miembro de la familia—como respuesta, un destello poderoso cubrió su dedo y una banda fina de metal dorado rodeó el dedo señalado, adornado con la figura de un griffo de ojos rojos. Él suspiró con satisfacción mientras observaba la mirada rubí— Como nuevo Jefe Potter reclamó mi derecho de protección de mis nobles antecesores ante todo aquel que intente hacerme daño.

Una sonrisa curvó sus labios cuando el rojo cambió a violeta y algo pesado cubrió su cuerpo antes de desvanecerse. Terminó cansado por la magia recorriendo en su cuerpo a lo ancho y vasto además de fastidiado por la cicatriz que intentaba luchar contra la corriente antigua y poderosa.

Acomodándose en la cama soportó el dolor y los chillidos en su mente. El Torneo de los Magos se aproximaba por lo que Voldemort aún no había recuperado su cuerpo… y Cedric no está muerto, añadió en su mente, y menos Sirius, celebró.

Unos minutos más tarde la magia anclada a su familia ya había acabado con los vestigios del mago demente, y ahora serpenteaba en su interior induciendo el calorcito al que ya se había acostumbrado unos pares de años en adelante.

Esbozó una expresión burlona al pensar en lo que diría Dumbly al darse cuenta que ya no tenía un animal de sacrificio. Una lástima en realidad, si él se hubiese puesto realmente a buscar medidas contra los Horrocrux se habría encontrado que además de los colmillos de basilisco y el acero goblim la magia de una vieja familia también podía destruirlos.

Había muchas cosas que el director podría haber hecho en su lugar pero Harry no le daría el gusto en creer que todo era realmente necesario, todo lo que había sufrido y perdido por el "bien mayor" de un viejo senil.

Pero eso no volvería a suceder. Como Jefe Potter estaba ahora emancipado y podía elegir libremente donde quedarse. Ya no más tíos insoportables ni primos matones. Nada de Dursley. No le importaba las salas de sangre si total podría ocupar una de las propiedades Potter y erigir las salas más potentes hechas por los magos y goblin.

También, con su conocimiento de lo que habría de pasar podría evitar las muertes innecesarias e incluso podría acabar todo antes de tiempo. Esa idea sonaba muy bien, pero primero tenía que ir a Gringotts y buscar las cartas que sus padres le habían dejado, con ello tendría una buena base para el resto de su plan.

Incorporándose decidió que era hora de ver a su mejor amiga antes del comienzo del Torneo, tenía dobles recuerdos "recientes" acerca de los intentos de los gemelos Weasley por poner sus nombres allí sin saber que sería el de Harry Potter el que terminaría saliendo.

Suspiró. Supuestamente una vez que la dichosa copa escupía la identidad de los campeones ya no había forma de cambiar las cosas porque había un hechizo vinculante y la única forma de salir era sin magia. Pero a Dumbly se le olvidaba decir que en realidad sólo tenía que "reiniciar" la copa y que todos volviesen a poner sus nombres allí para repetir el sorteo.

Pero como a él le convenía que su valiosa oveja participara… bueno, no había mucho que decir. Era sólo otra parte del plan del chiflado, como la Piedra Filosofal y la Cámara de los Secretos. La versión de "entrenamiento" que en realidad podría fácilmente confundirse con "entrenamiento para morir a manos del loco homicida alias Tom Riddle alias Voldemort" al que era sometido todos los años.

Con un director así ¿quién rayos quiere un enemigo?

Vestido ya con la túnica Gryffindor observó un par de pergaminos sobre la mesa de su "amigo", una idea formándose en su cabeza. Si Mahoma no hace andar la montaña, la montaña aplastará a Mahoma, una curvatura de labios maliciosa apareció en su comúnmente rostro inocente.

Si el viejo quería jugar, bueno, Lord Potter no se quedaría atrás.

Guardando el mapa del merodeador en su bolsillo ocultó su capa de invisibilidad bajo su túnica y felizmente se encaminó hacia la Sala Común. Era temprano aún por lo que estaba vacía, después de todo, los leones no eran conocidos por sus hábitos de madrugar. Exceptuando a su leona.

Él sonrió al pensar en ella y aunque se moría por verla no podía subir hacia la habitación de las chicas, tirar la puerta y abrazarla hasta decir basta. Lamentablemente, Hermione se enojaría si lo hacía. Así que tenía que esperar hasta que se despertase por lo que mientras no había mejor cosa que seguir con su plan.

Tanteó en su bolsillo los papeles mientras sacaba el Mapa del Merodeador. Abrió el pergamino y musitó el juramento, observando como las líneas se extendían por la hoja. No había nadie cerca de la sala donde la copa se guardaba, notó enseguida. Eso era perfecto.

Cubriéndose con la capa salió silenciosamente del lugar, sin despertar a la Dama Gorda tomó el camino ya decidido. Él fue un chico feliz al vislumbrar la solitaria copa, y copiando la técnica con la que su nombre había sido puesto –un buen Confundus- sacó su precioso material y lo lanzó con excelente precisión adentro del objeto, el cual brilló suavemente con cada uno.

Todo estaba listo. Los hechizos puestos harían que saliesen después de nombre, uno a uno hasta que cierto sujeto decidiese que tendrían que volver a hacer la selección. Mientras volvía a su dormitorio comenzó a calcular cuántos nombres harían falta para que el director cambiase de color. Oh, él estaba seguro que amaría el segundo. Y el tercero, y el cuarto también.

Al final, el dicho ese sí era cierto. Al que madruga, Dios le ayuda. Y el que no, bueno, puede verse visto jodido en los próximos días. Sobre todo los amantes de los caramelos de limón. Tarareando en su interior subió por las escaleras, ignorando conscientemente que él último pensamiento no tenía mucho que ver uno con otro.

Pero él se entendía.

Era hora de darle al señor-bien-mayor unos dulces de su propia cosecha.

Dejando su mapa y su capa en su baúl, lanzó un par de hechizo en él. Luego lo tocó con su anillo, satisfecho ante el aura azul que salía de ella hasta que no quedo nada. Los encantos de fidelidad y seguimiento se habían ido al igual que los que estaban en su cuerpo. No era por algo en especial, pero no pensaba que debía haber alguna razón para tenerlos.

Mirando su anillo, sonrió. Ni tampoco había razón por la que se enteraran de su situación, no hasta el momento adecuado. Echó un encanto desilusionador a éste y luego tomó un pergamino para cierta carta, luego se dirigió abajo nuevamente, acomodándose en uno de los sillones contra la pared. No tenía intención de que alguien viese su carta pero tampoco quería irse a otro lugar ya que estaba esperando a cierta persona de cabello melenudo.

Tomó su pluma y comenzó a escribir, fue sólo unos minutos después cuando terminó y asegurándose de que sólo cierta persona lo pudiese leer, llamó a Dobby. Entusiasta, el elfo domestico apareció al segundo.

— ¡Es el señor Harry Potter! ¿Qué puede hacer Dobby para ayudar al señor? —comenzó, sacudiendo sus orejas felizmente. Haciendo un gesto de silencio, él le dio la carta.

— Hola Dobby, calma por favor. Sólo quiero pedirte si podrías llevar esto a Gringotts sin decírselo a nadie. Tienes que dárselo a un duende llamado Granddig, él es el encargado de gestionar las finanzas de la familia Potter—explicó, en voz baja y suave— ¿Entiendes, Dobby? ¿Puedes hacerlo, por favor?

El elfo lo miró con grandes lagrimones en ambos ojos.

— Nadie había pedido por favor a Dobby antes, Dobby nunca había soñado que estaría ayudando al Gran Harry Potter por pedido del mismo—fregándose los ojos, el pequeño ser asintió firmemente— No se preocupe, señor Harry Potter, Dobby lo hará tal como lo pidió.

Asintiendo, el chico Gryffindor le sonrió.

— Antes de que te vayas, Dobby, avísame cuando me encuentre solo que lo has hecho, por favor. Tengo algo que decirte—comentó, misteriosamente. Ante el asentimiento del elfo y su pronta desaparición, se sentó nuevamente en el sillón consciente de que algunos ya comenzaban a bajar.

Como no, uno de los primeras personas fue cierta chica sabelotodo.

Sintió los ojos húmedos al verla tan joven y tan inocente aún. Cerró los ojos con fuerza y espantó las lágrimas, no era hora de llorar sino de disfrutar y comenzar su plan de "conquista" por así decirlo.

— Hermione, buenos días, ¿cómo estás? —preguntó, sintiéndose algo tonto por no pensar en algo mejor.

Sorprendida ante su temprana sorpresa ella le esbozó una gran sonrisa que iluminó ambos rostros.

— ¡Harry! Buenos días a ti también, ¿ha sucedido algo? ¿una pesadilla?—indagó, en voz baja mirándolo con ojos marrones preocupados.

Tomó todo su control para no lanzarse contra ella y abrazarla -¿sólo eso?- hasta asegurarse de que estaba viva y salva.

— No, no. Todo está bien—ahora que estás aquí, añadió mentalmente— ¿Vamos a desayunar?—inquirió, sonriéndole ampliamente. Su estómago se apretó al darse cuenta del pequeño sonrojo que desencadenó su acción. Quizás ella no era tan indiferente como pensaba.

— ¿Y Ron?—preguntó, mirando a su alrededor buscando a su amigo pelirrojo.

— Está durmiendo, Hermione, lo esperaremos en el Gran Salón, ¿sí? Tengo hambre y no estoy con ganas de ver a ciertas personas—incluido él. Con el ceño algo fruncido ella asintió después de unos segundos y ambos se encaminaron al lugar.

Ambos se sentaron juntos, Harry sonriendo con el pensamiento de lo que estaba por suceder. Una parte de él se sentía sólo un poco culpable de haber lanzado el hechizo para dormir al chico pelirrojo y haber dejado una nota sobre que no habrían de molestarle. Sólo una muy pequeña parte, la misma que argumentaba que de estar ahí podría ver su cara frente los siguientes sucesos.

Pero eso no cobraba importancia al pensar que mientras podría tener a Hermione sólo para él.

¡Hey! Hay que ser algo egoísta en la vida, y él había perdido tanto tiempo sin ella que no venía mal cada segundo que recuperaba. No con su alma gemela. Su anillo ardió momentáneamente ante el pensamiento pero todavía no era tiempo. Sólo un poco más.

Comió distraídamente, dejando pasar las auras que se arremolinaban a su alrededor. La única que le importaba estaba a su lado. Dibujó una sonrisa y siguió con su comida, notando el escrutinio en el cual era sometido de a ratos por su mejor amiga. Se preguntó si seguía preocupada.

Eso le gustó.

Por mucho tiempo había estado sin que nadie le mostrase el menor atisbo de amor o cualquier asociado. Al llegar al mundo mágico había descubierto miles de personas que lo aclamaban y adoraban, pero no era él. Sino al Niño-qué-vivió. No podían ver quien era Harry en realidad y eso le molestaba, siempre lo había hecho.

Dejó esos pensamientos a un lado cuando el director se paró y comenzó a hablar.

— Queridos estudiantes, ha llegado la hora de lo que todos ustedes estaban esperando, ¡es momento de descubrir a los Campeones!—le tomó un levantamiento de brazos para que todos volviesen a estar tranquilos, y sonriendo en su clásica forma, siguió— Ahora veamos… Campeón de Durmstrang, ¡Viktor Krum! —la escuela resonó de aplausos hasta que el Cáliz volvió a pintarse de rojo y una sombrilla salió hasta las manos del director— Campeona de Beauxbatons, ¡Fleur Delacour! —hasta silbidos se escucharon— y el Campeón de Hogwarts, ¡Cedric Diggory!

Los Hufflepuff fueron los que más parecieron aplaudir, después de todo el campeón estaba en su mesa. Al menos uno de ellos, pensó para sí.

Preparó su expresión de incredulidad y confusión para cuando un cuarto papel voló del Cáliz a las manos sorprendidas del director. Se preguntó si él también lo había estudiado o si realmente esta vez él no había tenido nada que ver.

Despejó sus dudas.

— ¡Cuarto campeón, Harry Potter! —Dumbledore buscó al chico al igual que todos allí antes de murmurar lo suficientemente alto para que todos lo escuchen— que interesante.

Harry se aseguró de parecer inseguro y sin tener idea de que pasaba, miró a su amiga para notar que ella tenía la misma expresión. Fue sólo un segundo antes que el comedor comenzara a interrogar que el quinto papel salió hasta las manos de Hagrid.

— Draco Malfoy —leyó, incrédulo, antes que todas las cabezas se giraran en dirección al rubio. Harry admitió a su pesar que la mueca del hurón era más comprable que la suya. Bueno, no se podía ser mejor en todo, ¿verdad?

— Director, ¿qué está pasando? —la profesora de Transfiguración preguntó, observando al hombre anciano como si se hubiese vista obligada a comer uno de los caramelos de limón. Su pregunta se coreó desde todas partes y sólo fueron interrumpidos hasta que otro papel salió.

Este hizo su camino hasta Madam Maxime quien lo leyó con una mirada que decía todo lo que los demás pensaban "¿qué está pasando?"— Severus Snape—mientras el director parecía pensar mientras se acariciaba la barba el profesor de pociones se levantó de su lugar y se acercó a éste.

— Albus, ¿qué demonios está pasando?

La mirada del anciano se dirigió hasta la mesa donde los Gryffindor estaban, hacia cierto chico en particular. Uno que no parecía tan confundido o interesado como los demás. Pronto, el maestro también lo hizo, y a grandes zancadas se dirigió a él.

— ¡Potter! Hora de confesar, ¡¿qué has hecho, muchacho malcriado?!—no era raro que el hombre se quejara que todas las cosas que pasaban en su vida era culpa del hijo de James Potter, incluyendo que el cielo no era verde tal como quería y que la luna sólo aparecía de noche.

— Profesor, no tengo idea de que estás hablando —contestó, tan tranquila e inocentemente como pudo. No tardó en sentir la onda de Legilimancia luchando para entrar en su mente pero la magia de su anillo graficó la lucha. Todos fueron capaces de ver el aura negra que rodeaba al profesor de pociones que parecía intentar penetrar el aura de oro que cubría al Elegido.

Fue sólo unos segundos después de que Severus Snape fue lanzado hacia atrás después de que el aura dorada se inclinó hacia atrás y luego se echó sobre él como una cascada.

— ¿Qué estás haciendo, Harry? —el director preguntó, después de su papel como pensador. El tono de abuelo le caía bastante mal a su estómago.

— Mi pregunta es, señor director, ¿qué estaba haciendo usted mientras uno de sus profesores me culpaba por algo que es imposible que haya hecho? ¿qué es lo que estaba haciendo mientras Snape intentó usar Legilimancia en mí? Que no creo que realmente sea la primera vez—contestó, a su vez.

Varias voces comenzaran a susurrar rápidamente, alzando el tono cada vez más.

— Oh, Harry, no creo que haya pasado eso realmente…

— ¿Entonces porque cree que mi magia me protegió?—inquirió, rápidamente— Si él no hubiese intentado nada, eso es lo que hubiese pasado. Sin embargo, mire lo que pasó—con el ceño fruncido, Harry se puso de pie, deslizándose ligeramente a un costado para tapar a su mejor amiga.

— Harry, estoy seguro de que el profesor Snape tenía las mejores intenciones. ¿Por qué no lo discutimos en privado?

Haciendo una mueca, rechazó la intención del anciano.

— No, gracias. Yo sólo quiero saber qué es lo que pasará con el campeonato. Yo nunca he puesto mi nombre allí y no quiero tener nada que ver con el Torneo.

Ya falta poco para los siguientes concursantes.

— Lamentablemente, Harry, el Cáliz tiene un hechizo vinculante por lo que el nombre que sale es el que tiene que participar. Sino, puedes perder tu magia.

Ante los sonidos de incredulidad de los demás, otro papel salió hasta las manos de la vice-directora.

Su rostro empalideció y susurró— Peter Pettigrew.

Nadie se quedó en calma esta vez, todos hablando e intentando ser escuchados. ¿Cómo un muerto podía participar?

En su interior, Harry sonrió.

Todavía faltaba el último.


Y.. ¡ta-dá!

Lo sé, lo sé. Tendría que haber subido un capítulo del "Nirvana" pero voy por la mitad y no hay forma de que siga, así que usé el tiempo libre para comenzar con éste. ¿Qué les parece? Debo decir que me gusta más que el otro, pero no significa que abandone a alguno. No.

Bueno, cruzaré los dedos y esperaré ansiosamente su opinión sobre el fic. No es tan malo, ¿verdad? Si ven algún dedazo por favor no duden en decirme ;)

Eso es todo. Cuídense.

¡Abrazos de caracol y besos de gelatina! :D