PARTE UNO

IRASCIBLE

Lord Sif Gunnarson entró al salón del trono de Asgard con paso firme, y sus ojos se encontraron con la reina sentada en el trono.

—Saludos, Lady Loki —Lord Sif le hizo una leve reverencia mirándola a los ojos.

Lady Loki alzó una ceja con indignación.

—Hubiera preferido que te pusieras de rodillas ante mí, Lord Sif.

El guerrero se inclinó profundamente y plantó una rodilla en el suelo.

—Mis disculpas, milady.

Ella sonrió con perversión.

—Mucho mejor, Lord Sif, ahora ya puedes levantarte.

Él se puso de pie sin cambiar su expresión. Estaba habituado a los caprichos y aires de la princesa, ahora su reina.

Ella se levantó del trono y acomodo su vestido un poco.

—Lord Sif, es un placer verlo nuevo después de tanto tiempo-

—El sentimiento es mutuo, Lady Loki —el dios inclinó la cabeza y sonrió ligeramente.

—¿Dónde te habías metido? —Interrumpió ella con seriedad.

¿Qué iba a decir? ¿La verdad? ¿Que había casi muerto en batalla y que había pasado casi un mes recuperándose en casa de su madre? ¿Que se había ofendido porque en ese tiempo la reina no había preguntado por él? ¿Que había estado enojado con Lady Loki por ello y seguía estándolo? No. Era estúpido, indebido e irrespetuoso. No iba a decir eso. En su lugar, sonrió.

—Estuve de expedición en Alfheim, milady. Un grupo insurgente insistía en atacar la capital. Tuvimos que defenderla, pero tomó tiempo porque estaba sitiada.

—No seas mentiroso —Ella caminó con elegancia para acercarse a él y en sus labios había una sonrisa llena de malicia—. No engañes al engaño —tocó su frente con un dedo. Lord Sif odiaba cuando Lady Loki hacía eso. Se obligó a no apartarle la mano de un golpe cuando le tocó la frente, y frunció los labios en una línea recta.

—Muy fuerte lo que pasó ahí —ella quitó su mano segundos más tarde—. Ya te descubrí, Lord Sif, y yo también debería estar enojada contigo. No tuviste la decencia de decirme o mandar a alguien para que me avisara de aquello. Pude haberte curado con mi magia.

Él quería decirle que un buen rey se preocupaba por el estado de sus guerreros y pedía reportes diarios, pero se lo calló, y agachó la cabeza para no fulminarla con la mirada. Siendo un hombre, le era difícil someterse ante una mujer, y más aún ante Lady Loki.

—Mis disculpas, Su Majestad.

La reina observó sus uñas por un momento.

—Tus disculpas son aceptas, milord —caminó un poco a su alrededor observándolo—. ¿Cómo estás?

Entrelazó las manos delante de él cuadrando los hombros, mientras era objeto de observación de la diosa del engaño.

—Me encuentro bien, milady.

Ella observaba a Lord Sif como si se tratara de su presa. Aún tenía aquella sonrisa sobre sus labios.

—Bueno, creo que vuelvo a tenerte de niñero.

Lord Sif entrecerró los ojos y las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa casi invisible.

—Escolta personal y guardia, si no le importa. Creo que usted ya no es una niña que necesite niñero, aunque yo sea unos siglos mayor que usted, milady. A menos que quiera objetar lo contrario, en cuyo caso no la contradiré.

—Te digo así porque quiero y siempre estas detrás, cuidando de las cosas que hago —Ella se cruzó de brazos y alzó una ceja—. Sé que eres mi escolta porque madre así lo ha querido.

Él la miró a los ojos y sonrió interiormente. ¿Acaso ella seguía creyendo que esa era la única razón por la que él velado por ella día y noche? Sus ojos destellaron pero bajó la cabeza ante de volver a mirarla.

—Como usted diga, mi reina.

—Hay otra razón —Lady Loki sonrió de lado y volvió a caminar por el salón haciendo sonar sus tacones con cada paso que daba—. Sabes… me divierte hacerte enojar cada vez que entro a tu mente. Hay cosas divertidas e interesantes en ese lugar.

El guerrero apretó el puño dentro del guante de cuero pero mantuvo una expresión neutral y siguió a la diosa con los ojos. El movimiento de ella cuando caminaba despertaba ciertas partes de él con más fuerza de la que hubiese deseado.

—Dígame, milady, ¿alguna vez le enseñaron que es de mala educación incursionar en las mentes de los demás? No pretendió hacerlo sonar irrespetuoso, pero no había otro modo.

Ella se quedó pensando.

—Sí, me lo enseño mi madre... Pero, vamos, con eso he descubierto cosas interesantes —le guiñó un ojo y luego se rió—. Y no deberías ser irrespetuoso con tu reina.

Él cruzó el brazo sobre el pecho y se inclinó ligeramente a modo de disculpa. No dijo nada porque probablemente cada palabra que saliera de sus labios sería usada por Lady Loki en su contra como burla o algo peor.

—Vamos, contesta, por favor —Ella puso la mirada seria cuando no tuvo respuesta del Lord—. O te sacaré lo que no me quieres decir de una forma que no te va a gustar para nada.

—Lo sabe ya, milady. Podríamos ahorrarnos la humillación y pasar a algo más importante, como la seguridad en la frontera norte. Hay noticias de gigantes de hielo buscando un camino de entrada en la muralla —Lord Sif cambió el peso al otro pie y apoyó una mano enguantada en el puño de su espada.

La reina alargó la mano izquierda y la miró con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres que diga? —Sacudió la cabeza un poco— Bien, lleva a varios guerreros a vigilar la frontera. Yo buscaré un hechizo que los mantenga lejos de Asgard.

—A sus órdenes, milady.

Lord Sif inclinó la cabeza, plantando una rodilla en el suelo como si no fuese a mandar guerreros a la frontera, lo ordenara ella o no. Como jefe de la guardia, estaba encargado de ello, y si la reina se olvidaba o lo ignoraba, él lo haría igual. Se puso de pie, la miró brevemente y se giró para marcharse, alejándose del salón.

Tenía a los guerreros bien entrenados, y con sólo un par de gestos de la mano, sin siquiera detener sus pasos mientras se encaminaba a las caballerizas, consiguió que una formación de los más destacados soldados se alineara tras él. Los demás tomaron los puestos vacíos en las entradas del palacio, en sincronía casi como si fuese un baile coreografiado. En tiempo récord (tenía que acordarse de felicitarlos luego por la fluidez), estaban camino a la muralla norte, a caballo y armados con sus mejores implementos. Una espada y una daga eran la única compañía de Lord Sif, pero su mirada era más que suficiente para infundir terror en los enemigos. No por nada lo llamaban dios de la guerra.

Los habitantes de la sección norte estaban asustados. Un chiquillo había visto a los gigantes dirigiéndose al paso a través de la muralla, y se lo había dicho a sus padres, y ellos les habían dicho a sus vecinos y ya era de conocimiento público. Más de la mitad del barrio, los más paranoicos, estaban atrincherados en sus casas como si los gigantes ya hubiesen entrado.

Lord Sif pasó por la avenida principal haciendo ruido con la pequeña tropa de guerreros detrás de él. No le gustaba alardear, pero sabía que ese tipo de espectáculos de despliegue de fuerzas y ruido de caballos calmaba el miedo de la gente. Como si un guerrero ruidoso fuese más letal que un guerrero en silencio.

Los gigantes aún no habían encontrado el pasaje, o si lo conocían, aún no habían llegado. En cualquier caso, estaban cerca. Lord Sif tenía un sentido especial para detectar cercanía de enemigos, y los caballos también los detectaban. Seguían controlados, pero sacudían la cabeza y las patas con gestos nerviosos.

Un cosquilleo en su cuello lo alertó, y cuando miró hacia atrás, sus ojos se encontraron con la reina a cierta distancia de los guerreros. Lord Sif frunció los labios pero sólo la miró y luego volvió su atención de nuevo a la muralla.

Sabía que sería inútil pedirle que se volviese al palacio por su seguridad. Ella se negaría. Ahora debía cuidar de ella además de dirigir a sus soldados. Lady Loki vivía poniéndolo al límite.

—Lord Daven, Bjorn, Ivar —dijo, e hizo una gesto señalando arriba de la muralla. Los tres guerreros desmontaron y corrieron hacia las escaleras que permitían subir al borde del muro por dentro del reino—. Jorden, Lars, Niels, Fandral —hizo un gesto y los cuatro hombres cruzaron el pasaje a través de la muralla a medio galope y frenaron a unos metros de distancia fuera del reino.

Lord Sif se acercó al trote en su corcel a la reina y frenó en seco. Su caballo piafó nervioso. Los gigantes estaban cerca.

—Su Majestad, ¿qué piensa hacer?

—Bueno, Lord Sif —movió la mano derecha—. He venido a crear un muro mágico que los mantendrá lejos de aquí y no los dejará entrar —dijo con seriedad—. Y si no le molesta, ¿me ayudaría bajar del caballo?

El pedido de la reina no lo hizo enojar, aunque frunció el ceño. Lo distraía de su deber por un momento, cosa que no apreciaba en lo más mínimo, pero al mismo tiempo significaba ayudarla y acercarse a ella físicamente más que en la mayoría del tiempo.

Desmontó con un movimiento fluido que le confería la práctica, y se acercó al corcel de Lady Sif con una zancada después de tranquilizar al suyo con una caricia en el cuello. Tomó las riendas del corcel de la reina y le acarició la frente al animal, susurrando un "Shhh" para calmarlo y que la reina pudiese desmontar. Los animales siempre reaccionaban muy nerviosos ante la cercanía de gigantes.

—Tenga cuidado, Su Majestad —dijo, tendiéndole una mano luego de quitarse el guante de cuero.

Ella tomó la mano de Lord Sif para bajar con elegancia de su caballo. Acomodó su capa y quitó su mano de la de Lord.

—Siempre tengo cuidado, milord —habló en modo de coqueteo—. Será fácil despistarlos y detenerlos —Su mirada seguía fija en los ojos del Lord.

"Siempre tengo cuidado." Lord Sif evitó reírsele en la cara. Al parecer ella llamaba "tener cuidado" a hacer de las suyas y dejar que luego los demás se encargaran de solucionar todo detrás.

No le gustaba la presencia de la reina ahí porque lo distraía. Llevaba un minuto contado mirándola a los ojos.

Se enfundó de nuevo el guante y tomó ambos corceles de las riendas, haciéndole un gesto con la mano a un guerrero para que viniese a encargarse de los animales.

—Acompáñeme, Su Majestad —dijo, tendiendo una mano para que ella fuese un paso más adelante. No quería perderla de vista.

Cuando llegaron a la muralla, alzó la voz para que los guerreros liderados por Fandral entrasen de nuevo a este lado de la muralla. No les dio explicaciones de su proceder, pero la presencia de la reina les dio pista suficiente.

Cuando cruzaron la frontera, la reina hizo aparecer sus dagas en sus manos.

El guerrero sintió un escalofrío pero se lo aguantó. Todos sus sentidos lo alertaban de peligro, su lado instintivo de persona normal le decía que corriese lo más rápido posible en la dirección contraria. Su lado de guerrero se quedó clavado en el lugar y desenvainó su espada casi en silencio.

No estaba seguro de qué quería hacer Lady Loki. De lo que estaba seguro era que no quería verla en medio del peligro, y eso incluía una batalla.

Los sintió llegar antes de verlos aparecer, al tiempo que Lady Loki hacía aparecer su traje y su yelmo con cuernos.

La daga de la reina se incrustó en el cuerpo de un gigante. Lord Sif se enojó. Bastante. Mucho. Lady Loki no debía estar en una batalla así. Ese era el trabajo de los guerreros que entrenaban para eso. No sé perdonaría a sí mismo si le sucediese algo a la joven mujer.

Dio una orden alzando la voz, y los silbidos de las flechas de los tres guerreros sobre la muralla zumbaron en el aire y le dieron a tres gigantes con puntería perfecta. Sintió cierto orgullo. Eran buenos guerreros. Los había entrenado bien.

Tomó a la reina de la cintura y la puso detrás de él en un sólo movimiento, sin pedir permiso. Estaba ahora en su terreno, y en la batalla era él quien daba las órdenes.

Decapitó al gigante que se abalanzó hacia él como si fuese cosa de todos los días, que de hecho era cosa de todos los días para el dios de la guerra.

—Oye, qué te pasa, soy la reina —dijo ella con ira detrás de él.

Él se giró y sus ojos brillaron peligrosamente cerca de la ira.

—Su Majestad, en el campo de batalla, mando yo. La seguridad del reino y la seguridad de usted están bajo mi responsabilidad en este momento. Yo fui quién entrenó para esto, no usted, así que déjeme hacer mi trabajo. Esto no es sólo un juego más.

Desenvainó la daga de su cinto y se la clavó en el costado al gigante que se había acercado a la carrera, sin siquiera mirar atrás mientras lo hacía. Sus ojos estaban clavados en los de Lady Loki, como retándola a desafiar su posición en ese momento.

—Bien, haz lo tuyo y yo haré lo mío con mi magia —contestó ella. Se dio la vuelta para empezar a caminar—. Tus hombres y yo podrán traspasar el muro pero ellos no —habló dándole la espalda. Ya una vez que se hubo alejado de la batalla que se había creado unos metros atrás, hizo desaparecer su armadura. Levantó las manos a la altura de sus costillas y empezó a murmurar palabras que Lord Sif no comprendió. Un aura verde empezó a fluir de sus manos, empezando a verse un campo de fuerza.

Los jötnar captaron lo que estaba haciendo la reina, más rápido de lo que el guerrero hubiese creído posible.

Con un rugido escalofriante, pasaron de trotar a correr.

Lord Sif golpeó el pomo de su espada y creó una segunda hoja, obteniendo su jabalina con empuñadura en el centro. La hizo girar y empaló a un jötunn con velocidad letal, pero los demás se habían enfurecido.

Otra andanada de flechas acabó con algunos gigantes más, pero los que quedaban pasaron la línea de defensa que establecía el guerrero.

Uno de ellos lo atacó al cuello con su garra, pero Lord Sif lo bloqueó con su brazo. Las uñas del ser se clavaron en su piel y lo recorrió un estallido de dolor mientras su brazo se quemaba por el frío.

Lord Sif soltó un grito de guerra que traspasó los tímpanos de los jötnar y atravesó al gigante con su espada, retorciendo el filo para hacerlo pedazos por dentro.

Varias dagas de la reina se clavaron en otro gigante que se acercaba a él.

—Vámonos ya —dijo la reina con seriedad, de nuevo a su lado. Puso su mano sobre su brazo y volvió a decir algo en un idioma que Lord Sif no entendió— Para la otra ten cuidado —hablo en broma, como si no estuviese preocupada.

El guerrero estaba acostumbrado a las heridas, pero nunca terminaba de habituarse al daño que hacían los jötnar. El hechizo de Lady Loki envió un alivio instantáneo a todo su cuerpo, y su corazón volvió a latir normal. Intentó no demostrarlo, pero el alivio estaba reflejado en sus ojos cuando miró a la reina.

—Tendré más cuidado, milady, pero para la próxima intente no distraerme.

Ella alejó su mano del brazo del Lord.

—Pues usted debió concentrarse más en lo que hacía y no en mí —se justificó y alzó una ceja—. Ahora ya podemos irnos. El campo ya ha sido levantado —Habló con calma y no en su tono serio—. Aparte no debiste cuidar de mí, sé defenderme sola.

Él ignoró olímpicamente las palabras de la reina e hizo una seña a los guerreros para que bajasen de la muralla, encaminándose hacia dentro con Lady Loki a su lado. Era impresionante la habilidad de la mujer para sacarlo de quicio con cada cosa que decía, pero sin embargo algo en él le hacía seguir a su lado a través de toda guerra.