No, Kate no es mía; no, Edward tampoco. (Se me ha ido la cabeza con este casi-drabble. Ni caso.) Situado en Amanecer, el libro maldito.
• Electricityscape •
Kate lo intercepta alejándose del piano, y su mente está completamente en blanco mientras se acerca a él sigilosamente. Le da un toquecito en el brazo para llamar su atención con dos de sus largos y níveos dedos y Edward se tensa perceptiblemente esperando una descarga eléctrica que no llega.
—Bella lo está haciendo muy bien, ¿verdad?
Edward asiente, ligeramente aturdido, aunque le sonríe de esa forma cordial tan habitual en él.
Le mira a los ojos por un segundo, el tiempo suficiente para hacer que ambos se sientan lo suficientemente incómodos como para desviar la mirada.
Sin embargo, no puede evitar que esas orbes doradas le recuerden a Alaska, a esos encuentros en los que ella le hacía sentir esa familiar electricidad de una manera muy diferente: enterrando las uñas entre sus omóplatos, entre el cabello cobrizo, rodeándole la cintura o el cuello con sus delgados brazos; desabotonándole la camisa, o preferiblemente, los vaqueros.
—Sí, muy bien.
Lo recuerda muy bien.
—Sutileza, dejándolo caer, que luego me riñen—. Alex, tómalo, es todo tuyo.
