Era un hermoso día de verano, el más maravilloso para Tom Riddle por un sencillo motivo: mañana se iba a Hogwarts.

Estaba emocionado mientras hacía sus maletas, pero como buena serpiente, ocultaba sus emociones mientras hacía dicha acción.

En este verano había tenido mucho tiempo para pensar, abrir su mente y ver las cosas desde otra perspectiva, después de todo, en poco tiempo saldría de la escuela y debería decidir lo que hacer con su vida.

Solo, que quizás, no todos verían bien lo que pensaba hacer.

Había pasado toda su existencia rodeado de muggles, y cuando descubrió quién era su padre biológico y la verdad de este, la resolución se había formado en su mente, mostrándole una luz envuelta en oscuridad.

Los humanos siempre habían cazado a los brujos e incluso había quienes a día de hoy los repudiaban, los temían e incluso podía jurar que había quienes, descubriendo esta verdad, les habían arrebatado la vida a sus propios hijos por pánico y terror.

Su verdadero padre lo hubiera hecho.

Por eso, en su mente de chico de quince años, había llegado a la determinación de que era mejor acabar con todos esos muggles antes de que lo hicieran ellos, que los sangre sucia debían morir, pues ellos solo serían usados por los no mágicos.

Todos ellos debían sucumbir. Solo los sangre pura podrían mantener a flote su mundo.

Extrañamente, al tener dicha resolución, una carta con el escudo de Slytherin apareció entre sus manos, solo al terminar de leerla pudo comprender. El mismo Salazar Slytherin la había preparado para su verdadero heredero, que aparecería en el momento en el que alguien con sus mismos pensamientos surgiera.

En dicha carta aparecía dónde estaba la Cámara de los Secretos, cómo abrirla, qué había dentro, cómo controlarlo… aparecía la oportunidad de empezar a deshacerse de aquellos que no podían seguir en Hogwarts.

Bien, ya tenía el método para poder acabar con ellos, solo le quedaba un nombre que todos recordaran, el nombre de su salvador, pero, ¿cuál?

Estuvo mucho tiempo pensándolo, hasta que finalmente lo encontró… Lord Voldemort. Ese nombre era la clave para su nueva vida, una a la que iba a aferrarse como un clavo ardiendo.

Pronto ya no volvería a ese frío lugar, ya no sería repudiado, sino uno más, al fin encontraría un lugar al que pertenecer, sin esos muggles que solo dañaban a quienes tocaban.