A/N: Aquí estoy de vuelta tras varias semanas desaparecida, y traigo conmigo la traducción de un maravilloso fic. Con la llegada de la segunda temporada de Sherlock han venido renovadas mis ganas de escribir/traducir cosas de este fandom, así que empezaré con un fic MorMor (Moran/Moriarty) o Seb/Jim. Sé que tengo que traducir Paper Monsters, así que iré alternando a la hora de subir los capítulos. Como siempre, también agradecer la labor de Volluhi-chan como Beta, que evita que se me cuelen desastres a la hora de escribir.
Espero que os guste~. Reviews, balazos en la pared y demás son bien recibidos.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen a mí, sino a Sir Arthur Conan Doyle, y la adaptación a la serie a Moffat y Gatiss; al igual que la idea del fic tampoco, es una traducción del de Deathbyacidp. Aquí está el link del original (quitar espacios): http:/ fanfiction .net/s/7709899 /1/Bloodstained_Shirts
1. De cambios de humor y suicidios.
Está en un club, sentado solo en la barra, bebiendo trago tras trago, sintiendo el alcohol quemarlo por dentro. Menuda gilipollez, él no había hecho nada mal. De hecho, había hecho más que bien su trabajo, matar gente, eso es. Aparentemente demasiado bien, pues habían encontrado una forma de echarlo, no tenía ni idea por qué, pero todo era así, él no quería saberlo de ninguna manera.
-¿Tienes una pistola? -Esas palabras fueron susurradas en su oreja, demasiado cerca, podía sentir el aliento del otro hombre. Se gira, arrepintiéndose al momento, su cara muy próxima de la otra, los labios a apenas unos centímetros de distancia.
Gruñe, enfadado. -¿Qué quieres? -No puede ver bien al otro hombre bajo la tenue luz, no sabía quién era.
-Tu pistola. -No hace mucho mientras lo oye, más bien, ve esos pálidos labios moverse. No sabe por qué, pero se saca la pistola del bolsillo. Sin sostenerla ni apuntar, simplemente la pone en la palma de su mano.
Ve esos labios curvarse hacia arria en un indicio de sorisa. -Déjamela, necesito quitarme de en medio a esos dos tipos que han estado siguiéndome. -Lo hace, en ese momento no se pregunta por qué, tan sólo lo hace.
Bang. Bang.
Dos tiros, la gente en el club grita y huye, agolpándose sobre las salidas más próximas porque está abarrotado de gente. -Gracias. -Dice el hombre, dándole una palmadita en el hombro. Entonces se aleja, pero Sebastian lo detiene cogiéndolo por el hombro. -¿Mi arma?
El hombre ríe, de forma realmente abierta y va a preguntar qué es tan gracioso cuando el otro habla, como si hubiese adivinado la pregunta. -Acabo de matar a dos personas y lo único que te importa es tener tu pistola de vuelta. Oh, creo que me gustas.
Su pistola le fue devuelta, y miró al otro hombre, con demasiadas preguntas rondando por su cabeza no podía pensar con claridad. Su garganta se cerró, seca y ronca; no podía articular ninguna palabra.
-Estás contratado, sígueme, Seb.
No pregunta sobre qué es el trabajo para el que acaba de ser contratado, o cómo el otro conoce su nombre, no cuestiona tampoco el apodo que le acaba de dar, simplemente sigue. Porque, ¿qué más podía ir mal? Su vida ya estaba jodida tal y como estaba ahora.
Salen por una puerta escondida la cual nadie sabe que está ahí, continuando abriéndose paso a través de las puertas principales. -Son todos tan aburridos. -Oye murmurar al hombre en voz baja, bastante seguro de que no tenía que haberlo escuchado.
-¿Qué? -Pregunta de todos modos, porque, ¿por qué no hacerlo?
-Ellos sólo buscan las rutas más obvias, las salidas. Si hubiese habido un incendio, estarían todos muertos. No se molestan en buscar más allá, en preguntarse qué hay en los sitios ocultos. Son todos tan aburridos. -El hombre suspira, y Sebastian recibe una grata mirada de su parte.
Casi una cabeza más bajo que él, gafas de sol puestas en la parte de arriba de su pelo liso, negro como el azabache; ojos redondos e indiscretos con grandes ojeras bajo de ellos – insomne, le sugiere su cerebro – labios finos y agrietados, un traje caro de tres piezas cubriendo una delgada figura, zapatos de piel, probablemente igual de caros.
-¿Quién eres? -Finalmente reune fuerzas para decirlo alto, y el hombre suelta una risita, estaría molesto consigo mismo si hubiese admitido que ese sonido era mono para alguien que acababa de matar a dos hombres a sangre fría.
-Jim. -Dice. -Puedes llamarme Jim. Nadie lo hace, así que más te vale saber que eres jodidamente especial.
MMMMM
Conduce mientras Jim le va dirigiendo hacia su destino; otra vez, no convirtiendo en palabras las preguntas que pasan por su mente. -Voy a vender el coche pronto. -Suspira, no es como si estuviese intentando comenzar una conversación de lo más normal con Jim o algo, y no era más que depresión. El dinero de sus ahorros se esfumaría tarde o temprano, y todavía necesitaba pagar el alquiler, comer, beber... suspira de nuevo, esta vez, de forma más pesada.
-Nah, me gusta, es agradable, consérvalo. -Jim le está dando vueltas a la escopeta, jugueteando con los controles del volumen.
-Algunas personas no son tan ricas como otras. -Chasquea la lengua, porque en serio, la ropa del hombre era claramente hecha a medida, esos anillos que tenía en los dedos eran definitivamente diamante y oro, y maldita sea, las gafas de sol que descansaban en lo alto de su cabeza eran Ray-Ban – estúpido rico bastardo.
Jim se encoge de hombros a pesar de que Sebastian no puede verlo. -Pronto serás rico, te dije que estás contratado.
-¿Contratado para qué, exactamente?
-Oh, lo verás muy pronto, Seb, querido.
MMMMM
-Seb, pareces nervioso. -Dice Jim mientras abre la puerta de su vivienda. Era enorme – tres pisos de alto, protegido con puerta amplias, tenía que conducir a través del jardín entero antes de alcanzar el carril de en frente de la puerta principal donde había aparcado su coche.
Paredes blancas, suelo de roble, el sofá de cuero blanco es la primera cosa que llama su atención cuando pasa por la puerta, luego la gran pantalla de TV puesta en la pared. Todo en la casa estaba conjuntado con los colores: blanco, marrón, negro – simplista, minimalista – todo parecía recién sacado de una revista de decoración de hogares.
Sebastian permanece de pie y mira todo a su alrededor, realmente sorprendido. Jamás había visto un lugar tan hermoso en toda su vida. Había unas escaleras en espiral de cristal, lámparas decorando el techo. Sigue a Jim, esa parte suya que estaba asustado se ha perdido en esa enorme casa, la otra parte le recuerda que la simple idea era una tontería.
-Lo siento, no era mi intención. -Dice cuando se queda maravillado al ver la cocina. Una larga encimera blanca y negra, un jarrón con flores de plástico en el medio, dos velas puestas a cada lado. Vasos de vino puestos, un botellero detrás. El fregadero y el horno al lado, armarios encima de éstos. Respira hondo y exhala. -Vaya.
-No te disculpes, Seb, jamás te disculpes por algo que no es tu culpa. -Los ojos de Jim lo taladran, frunciendo el ceño, los labios ligeramente partidos como si fuese a gruñir. Sebastian se olvida de respirar por un momento, el brillo golpea algo dentro de él, su pecho se encoge. Poder, se da cuenta, eso es lo que es, puro poder sin límites. Tiembla, a penas asintiendo.
Tan rápido como ese oscuro humor vino, se pasa, y Jim le sonríe. -¡Bien! Ahora hablemos de negocios, ¿te parece?
MMMMM
-Vale, para aclarar las cosas, me has contratado para matar personas. -Sebastian da un trago de vino. -¿Para qué, exactamente?
-El plan. -Jim habla lentamente, haciendo que Sebastian escuche con atención. -Mi plan, nuestro plan. Te necesito Seb, realmente te necesito.
MMMMM
Así fue como todo eso empezó. Desde ese día, Sebastian no sabe si aceptó por el dinero, por la risa demente de Jim, por la habilidad de Jim de cambiar de humor con sólo un parpadeo, o por la forma en la que la voz de Jim bajaba una octava cuando decía "Te necesito". Tal vez era una combinación de las dos cosas, o una combinación de todo. Sebastian no se lo pregunta, se limita a seguir sus instintos.
La voz de Jim por su auricular lo aturde; no era propio de él estar medio dormido así, especialmente cuando tiene trabajo. Mira a través del visor – gracias a Dios, el objetivo todavía está allí, Jim lo habría despellejado vivo si no fuera así – sigue apuntando a la cabeza del hombre por detrás.
-Por supuesto Sr. Robertson, puedo asegurarle que ésos son los verdaderos planos de las armas biológicas. - Jim habla en un perfecto acento alemán, Sebastian admira como su jefe puede cambiar de una persona a otra, es simplemente extraordinario, al igual que todo lo que Jim hace.
Robertson le pasa a Jim un maletín negro a cambio. Jim lo abre, y Sebastian todavía puede ver una gran sonrisa pegada a la cara del hombre aun cuando él está a dos edificios de distancia. -Siempre es un placer hacer negocios con usted, Sr. Robertson. Ahora, muere. - Ahí está, su señal. Aprieta el gatillo inmediatamente, y el hombre yace muerto en el suelo.
MMMMM
-Oh, ¿a que ha sido perfecto? ¡Todo ha ido según lo planeado! Ese viejo cabrón nunca sospechó nada! -Jim siempre estaba de buen humor después de esas cosas, se cuelga del brazo de Sebastian mientras caminan hacia el coche. -¿Viste eso? ¡La mirada en su cara! ¡Ha sido tan maravilloso, Seb!
Sebastian piensa que no, que no pudo ver nada porque estaba bastante lejos, pero no dice nada de eso. En su lugar, -Claro Jim, lo vi.
Jim suelta una risita, y dios, Sebastian jamás podría cansarse de ese sonido. Las veces como esa parece que Jim está borracho, y tal vez lo está, de adrenalina, pero qué iba a saber Sebastian, él no era médico.
MMMMM
Ésos eran los buenos tiempos, en los que todo caía en su lugar. Pero había veces en las que no – o al menos no se lo parecía a Sebastian. Jim lo niega, dice que siempre ha sido parte del plan, pero realmente, arriesgar su propia vida nunca debería ser parte de ningún plan.
Jim nunca tuvo una alta consideración por su vida, siempre la había creído demasiado aburrida, demasiado normal. -La vida es sólo una fase, Seb. -Dirá. -Sólo una plataforma para la experiencia.
Así otra vez, se encuentra a sí mismo mirando a la escena desde dos edificios de distancia mientras Jim casi consigue matarse, su objetivo había retrocedido inesperadamente. Sebastian lo cubre, mata a todos cuando ve que la vida de Jim está en peligro.
Jim no le hablaría después de eso, se ahorraría el mirarlo. -Lo siento. -Se disculpa, y Jim le golpea en la cara.
-Nunca pidas perdón por algo que no es tu culpa, Seb, cuántas veces he de decírtelo, nunca. -Jim prácticamente le gruñe, y le da un puñetazo en el estómago sólo por si acaso.
Tose, deslizándose hacia el suelo. -Está bien, está bien, ya lo cojo.
-Bien. -Jim sigue caminando, sin dirigirle ninguna otra palabra. Sebastian se sienta en el suelo durante un rato más, después se levanta y lo sigue, dejando un espacio entre ellos porque Jim lo necesita. Sebastian no pregunta.
MMMMM
Jim no valora mucho la vida, el hombre incluso intentó suicidarse una vez. Nunca lo consiguió; Sebastian siempre estaba allí para rescatarlo.
Cuando Jim se despierta en la cama la mañana siguiente, adormilado, se enfada, regaña y golpea a Sebastian hasta que se tranquiliza. Pero Jim nunca llega a hacerle daño, las heridas desaparecen en unos pocos días, así que Sebastian nunca devuelve los golpes.
Jim tenía todo el derecho de enfadarse con él, porque siempre está interfiriendo en la muerte de Jim por sus propios motivos egoístas. No podría soportar ver a ese hombre irse – el hombre que recogió a una basura como él, le enseñó las maravillas del mundo, le dejó probar cada dulce victoria mientras otro cuerpo caía frío al suelo, desangrándose.
Ésta era una de esas veces. A decir verdad, Sebastian odiaba cada uno de esos pequeños "episodios" que tenía Jim. Lo atribuye a otra cosa que hace a Jim tan jodidamente especial. Gruñe, se enrolla hacia el lado de su cama, coge el teléfono sonando en la mesita, su voz ronca por el sueño. -¿Sí?
-Seb. -Un grito ahogado. -Hace mucho frío, Seb, mucho frío.
-Oh Dios, Jim, ¿qué has hecho ahora? -Sale de la cama de un salto, se pone la ropa tan rápido como puede mientras sostiene el teléfono con la otra mano.
-Me lo he bebido todo. -Su voz se quiebra. -Lo encontré y me lo he bebido todo.
Se precipita hacia la puerta, corre hacia su coche. -¿Qué has bebido? ¡Mierda, tienes que dejar de hacer esto!
No oye una contestación inmediatamente; entra en pánico, pero se fuerza a sí mismo a tranquilizarse cuando oye un sollozo. -No lo sé, simplemente estaba ahí. Seb, ¿me voy a morir?
-No, no si yo puedo evitarlo. -Se mete en el coche, cierra de un portazo y pisa a fondo el acelerador. No pregunta a Jim dónde está – el hombre tiene miles de casas, Sebastian lo ha averiguado durante todo este tiempo que ha pasado con él – sabe en cual Jim escoge morir. Siempre es la misma casa, el apartamento alquilado, con vistas al mar. Jim una vez dijo que era por el horizonte. -Ahí es a donde quiero ir Seb, al horizonte, a la eternidad.
-No, Seb, por favor.
-¡No puedes abandonarme, cabrón egoísta!
Un gimoteo, -Tú eres egoísta también por querer mantenerme vivo.
-Bueno, entonces ambos seremos egoístas.
MMMMM
Sebastian llama a la puerta, no hay respuesta, tal y como imaginaba, nunca la hay cuando Jim está así. Probablemente ni si quiera tenía la fuerza suficiente como para abrir la puerta en caso de que hubiera querido, drogado. Pero siempre llama de todos modos, es una muestra de respeto. Derriba la puerta después de eso, el apartamento parece vacío.
Por un breve instante, su corazón da un vuelco, ¿y si en esta ocasión Jim ha ido a otra casa? No tendría tiempo suficiente – estaría muerto – pero entonces ve al hombre, tirado en el suelo detrás del sofá. Deja escapar un suspiro de alivio mientras se arrodilla a su lado, presionando dos dedos en su cuello, y siente su pulso.
-Jim, ya pasó, estoy aquí, todo está bien. -Sostiene al hombre cerca de su pecho, necesitaba hacerlo entrar en calor.
Un suave jadeo, y siente una mano agarrarse suavemente a su manga, desprovista de cualquier fuerza. -Eres tan cálido, Seb.
Sebastian suspira, carga al hombre hasta el baño. Ya ha hecho esto infinidad de veces como para saber exactamente cómo actuar. Le mete dos dedos en la boca, empujándolos hacia dentro, obligándole a vomitar. Los reflejos de Jim son casi inexistentes, por lo que le lleva un tiempo. Pero finalmente lo hace, quita los dedos de la boca húmeda y retira el pelo de Jim hacia atrás con la otra mano mientras él vomita en la taza del váter.
MMMMM
Jim lo mira con los ojos hinchados, rojos de llorar. Sus ojos manchados con bilis, su cara pálida. -Vamos a limpiarte, ¿vale? -Dice Sebastian, pero Jim no responde. Nunca lo hace, porque se desmaya poco después.
Sebastian desnuda él mismo a Jim, metiéndolo en la ducha, enjuagando el sudor y el vómito, luego lo viste con ropa limpia. Le lleva a la habitación y le deja suavemente en la cama.
Debe estar loco para aguantar todo esto. Debe de estarlo. ¿Porque quién más estaría dispuesto a someterse y cuidar a un psicópata? Un psicópata brillante, le recuerda su cerebro, y sonríe. Brillante, Jim era definitivamente brillante en demasiadas maneras que no podía si quiera describir con palabras.
Pasa una mano por el cabello del más bajo, tarareando una suave melodía, Jim no puede oírlo, y es mejor así. Sabe que Jim se burlaría en caso de que pudiera, así que esos intentos de suicidio eran los únicos momentos en los que podía hacer esto sin miedo a cómo podría reaccionar Jim. Nunca podía predecir cómo iba a reaccionar ante cualquier cosa, ese hombre cambiaba de opinión constantemente, y esa era la simple razón por la que Sebastian estaba tan interesado en él.
Jim se ve tan hermoso en esos momentos, los ojos cerrados, los labios ligeramente partidos, llevando la ropa que Sebastian había elegido por él – tal y como le gustaba Jim – mierda, incluso podría decir que se veía pacífico. Como un ángel.Sebastian ríe ante ese pensamiento, Jim nunca querría ser comparado con una criatura sobrenatural.
Se mete en la cama con Jim, acercándolo a él. Envuelve sus brazos a su alrededor de forma protectora, ajustando sus posiciones de modo que la cabeza de Jim estuviese acurrucada contra su pecho. Depositando un beso en la frente del hombre, cae dormido también, porque sabe que Jim querría que estuviese ahí cuando despertase, sólo para gritarle y golpearle por salvar su vida, una vez más.
