Capítulo 1 de una historia muy diferente para mí, pues es la primera vez que la presencia de la OC no se vuelve realmente importante hasta avanzados unos capítulos. También es la primera vez que la historia comienza con un toque de suspense o terror, pero bueno.
Veamos, en este fic haré referencia al Siglo Vacío de la historia de OP, pero es importante que sepáis que no voy a inventarme nada más que algunos detalles, lo que diga al respecto de lo ocurrido realmente durante dicho siglo será utilizando lo poco que se conoce de él hasta hoy. De todos modos, ya lo iré aclarando conforme avancen los capítulos.
Y por favor, dejad un review. (Abstenerse de críticas sin fundamento o cualquier tipo de insulto, please). ¡Espero que os guste! :)
Los personajes de One Piece no me pertenecen, pero sí parte de la trama y sus OCs.
- Diálogos.
"Pensamientos"
Memorias/Flash backs/Sueños
Canciones
"Libros/Escrito/Cuentos"
Capítulo 1: Isla Gōsuto (parte I)
No hacía demasiado que habían pasado el Monte Inverso y habían comenzado a surcar las famosas y peligrosas aguas que formaban el Grand Line. Y no era como si hubiesen perdido el tiempo. En apenas ese escaso periodo de cinco meses, sus aventuras habían llegado incluso a oídos de los más altos cargos de la Marina, quienes no estaban para nada contentos con su presencia.
- ¡Es inadmisible! – Exclamó uno de los oficiales de Marineford con el informe de su última batalla contra marines en la mano.
- ¿Cuántas víctimas van ya? – Preguntó otro.
- ¡Incontables! ¡Una taberna entera mínimo por cada isla que visita! ¡Y eso sin contar si durante sus travesías se cruzan con la Marina o cualquier otro barco!
Sengoku escuchaba todos los datos sin intervenir, pero una furiosa vena se iba formando poco a poco en su frente.
- Es intolerable, este novato y su gente van causando una masacre tras otra.
- Pero ¿sabemos acaso si tiene algún motivo?
Uno de los oficiales negó con la cabeza y expresión sombría.
- No lo sabemos porque nunca deja supervivientes en la zona de su ataque, es por eso que su recompensa es tan elevada – dijo simplemente.
- ¡Es suficiente! – Exclamó sin previo aviso Sengoku, sorprendiéndolos a todos – Es evidente que estos novatos no son precisamente pacíficos, no obstante, no creo que dure mucho más su amenaza teniendo en cuenta cuál es la próxima isla de su ruta.
Los oficiales se le quedaron mirando, pensativos.
- Pero señor, ¿cómo puede saber cuál es su próximo destino?
- La última vez que fueron vistos fue aquí – señaló un punto determinado del mapa –, lo que me lleva a pensar que esta isla, la isla Gōsuto, será su próxima parada.
El silencio reinó entre los presentes en aquella reunión mientras sopesaban el razonamiento de su Almirante de flota. Era un silencio tenso y desconfiado. Era ESA isla. Finalmente, acabaron por asentir.
- Y con suerte, la última. Pero señor, si… Ya sé que no es probable pero… ¿y si lograsen salir con vida de ahí?
Sengoku cerró los ojos.
- Pocos son los que han vivido para contar lo que vieron allí. Uno de ellos es Shirohige, los otros sufrieron traumas psicológicos de por vida. No creo que salgan de ahí, no del mismo modo que entraron.
El resto de los presentes asintieron, sabedores de lo que el Almirante de flota quería decir, y sin añadir más pegas, abandonaron la sala de reuniones de Marineford en completo silencio.
Abrió de golpe, tal y como acostumbraba, la puerta de madera oscura que daba a la cubierta de su barco. El sol del atardecer iluminó tenuemente su pálido y bien formado pecho desnudo mientras caminaba en dirección hacia su primer hombre, su mano derecha y mejor amigo, que en aquel momento limpiaba con esmero las cuchillas de sus brazos de la sangre de sus últimas víctimas.
- ¿Cuánto tardaremos en llegar, Killer?
El rubio alzó la cabeza con cierto desagrado, pues si había algo que le molestaba era que le interrumpiesen mientras limpiaba sus armas. Y su capitán lo sabía, como también sabía que él no era el navegante y que aun no lo habría consultado con él.
- Aun no lo sé, Kidd, luego hablaré con Kabuto al respecto.
El pelirrojo sonrió ante el tono molesto de la voz de su compañero y se sentó a su lado, sobre una pila de cajas de madera que contenían algunas de sus provisiones. Fue a decir algo más, pero por suerte para el enmascarado y por desgracia para su entretenimiento personal, en aquel momento apareció Kabuto, el joven navegante cuya vestimenta se asemejaba a la forma de un escarabajo, con el mapa en la mano.
- Capitán, pronto llegaremos a la próxima isla, calculo que por la mañana como muy tarde estaremos allí.
- ¿Sabemos cuánto tardará la Log Pose en cargarse esta vez? – Preguntó Killer.
- Tres días.
El rubio asintió y volvió a centrarse en la limpieza de sus cuchillas.
- ¿Cuál es la próxima isla, Kabuto?
- La isla Gōsuto, capitán. No sabemos mucho de ella, está en un mar poco navegado, pues no muchos navíos son capaces de salir de sus aguas de una sola pieza.
Kidd alzó una ceja y sonrió de lado, claramente interesado.
- ¿Y cómo es eso?
El navegante tragó saliva.
- Bueno... se cuentan muchas cosas de esta zona del Grand Line... – extendió el mapa que llevaba en la mano sobre otra caja y señaló un punto en medio del océano – Aquí estamos nosotros y ésta es nuestra próxima parada – señaló la isla más cercana, de un tamaño bastante pequeño y forma circular –, pero para llegar allí tendremos que atravesar este mar. Se dice que... bueno... que por esta zona habitan... fantasmas.
Kidd soltó una gutural carcajada, pero al sentir que Killer se tensaba y abandonaba por completo su labor de limpieza se le quedó mirando con expresión seria.
- ¿Qué sabes de este lugar, Killer?
- Es una isla del Gobierno Mundial, Kidd. Por eso se sabe tan poco de ella.
Aquella revelación dejó la conversación en silencio durante varios largos minutos. Todos los presentes permanecieron sumidos en sus pensamientos hasta que Kidd sonrió, con su habitual actitud arrogante y despreocupada.
- En ese caso habremos de tener cuidado. No es probable toparse con un pez gordo de la marina en el Grand Line, pero nunca se sabe. Y aún no nos interesan enfrentamientos de semejante calibre.
Y sin decir nada más, el hombre de los 150 millones de berries se introdujo de nuevo en su barco, camino de su camarote.
Kabuto suspiró, la conversación no le había relajado en absoluto pero por desgracia para él, no tenían la posibilidad de elegir su próximo puerto. Con aspecto resignado se reunió con su compañero de aspecto de zombie y juntos bajaron a la sala de navegación. Y Killer por fin, aunque más intranquilo de lo normal, pudo volver a su tarea en absoluta soldad.
El tiempo pasó deprisa aquella noche. O esa fue la impresión que tuvieron los tripulantes del gótico barco del capitán Kidd al despertar al día siguiente.
Para cuando llegó la mañana, ninguno de ellos se sentía descansado. Tenían la extraña sensación de haberse acostado y haberse levantado pocos minutos después. Pero si hubo algo que les gustó menos aun, fue lo que vieron al salir a cubierta. O lo que les impedía ver, mejor dicho.
Una densa niebla lo cubría todo y de tal forma que los hombres apenas podían ver lo que había al otro extremo de la cubierta de su propio barco. Ya no había rastro del sol y del buen tiempo que les había acompañado durante los últimos días.
- Hay algo raro en esta niebla, Kidd.
El pelirrojo mantenía el ceño fruncido.
- ¿Tú también lo has notado, Killer?
El rubio asistió.
- Es demasiado densa, incluso al tacto resulta pesada. Tengamos cuidado.
Los comentarios a su alrededor se iban sucediendo.
- ¡La maldición! ¡Es la maldición de este mar!
- ¿Qué haremos?
- Pocos son los que han salido con vida de estos mares – gemía otro hombre.
Y así uno tras otro, el miedo fue devorándolos a todos. No era como si fuese lo más terrorífico que habían visto en sus vidas, pero en las ocasiones anteriores en las que se habían encontrado con algo extraño, las leyendas no acababan en una necesaria e inminente muerte. Kidd se volvió hacia sus hombres con expresión burlona.
- ¿Acaso hay alguien que quiera seguir a nado hasta la próxima isla? ¡En este barco no se admiten cobardes!
Killer sonrió para sus adentros al ver el cambio de actitud de la tripulación. De estar asustados de las leyendas sobre fantasmas, habían pasado a tener miedo a su capitán. Y no era para menos, pensó, pues sabía, todos lo sabían, que Kidd era muy capaz de lanzar a quien estuviese asustado por la borda. Y no sería la primera vez. Finalmente, él mismo tomó la palabra, interrumpiendo la nueva ola de comentarios que abordaban la cubierta.
- De acuerdo, tendremos que estar atentos. Id todos a ocupar vuestros respectivos puestos y no perdáis detalle de nada, y ante todo, dad la alarma si veis algo extraño.
- Pero que nadie se equivoque y dé una falsa alarma – puntualizó el pelirrojo con una siniestra sonrisa que hizo que por un momento la tripulación se olvidase del peligro al que se exponían en aquel mar y se centrase en sobrevivir en su propio barco.
En pocos minutos, todo el mundo se había puesto manos a la obra y el barco navegaba introduciéndose cada vez más en la espesa niebla.
El silencio reinaba a su alrededor, un silencio tenso y poco tranquilizador. Lo único que se escuchaba era el roce del casco del barco contra la superficie de las olas. Casi podían sentirse en el ambiente los acelerados latidos de los "Piratas de Kidd". La tripulación ni siquiera murmuraba entre ellos, se limitaban a aplicar sus cinco sentidos a la caza de cualquier peligro, por mínimo que fuese. Killer, Kidd y Zombie inspeccionaban los alrededores desde todos los ángulos posibles, paseando de arriba abajo por la cubierta sumidos en un silencio casi sepulcral, cada cual pensando en las posibilidades que tenían de salir enteros de aquel endemoniado mar. El vigía, un joven rubio de pelo peinado en cresta, que se acababa de quitar las innecesarias gafas de sol de los ojos, era el que peor lo estaba pasando. Desde su altura, daba vueltas y vueltas en total soledad en busca de cualquier indicio que le implicase peligro.
Pasaron varios minutos. Las gotas de sudor a causa de la tensión caían de la frente de la mayoría de los presentes y el silencio sepulcral que les rodeaba no mejoraba la situación. No se escuchaba ni el viento, ni siquiera el piar de las aves. Nada. Era como estar navegando por medio de un cementerio.
Kidd miraba con el ceño fruncido y la boca apretada en una fina línea hacia todas direcciones, y Killer estaba mirando los planos con Kabuto cuando ocurrió.
Todo el mundo de tensó al escucharlo y Killer fue el primero en reaccionar.
El grito del vigía se ahogó súbitamente, como si alguien... o algo le hubiese interrumpido. El "Soldado de la Masacre" alcanzó el lugar donde debería haber estado el vigía en cuestión de segundos, pero todo lo que encontró allí fueron las gafas negras del joven, rotas, sobre el suelo. Del chico no había ni rastro.
- ¡Kidd! ¡Rando no está!
Bajó corriendo junto a su capitán y le enseñó las gafas destrozadas.
- ¿Qué cojones significa esto, Killer? ¿Dónde está Rando?
El rubio negó con la cabeza, los nervios se iban apoderando poco a poco de ellos también.
- Ni idea, Kidd. Allí arriba no había nadie más, ni rastros de lucha ni nada.
- ¡Capitán! – Varios miembros de la tripulación habían subido a cubierta a toda velocidad, casi parecía que el corazón se les iba a salir del pecho – ¡Capitán, Killer! ¡Tenéis que ver esto!
Los dos jóvenes se miraron y bajaron hasta la sala de navegación, donde varios chicos más les esperaban con el Den–Den Mushi en la mano.
- ¿Qué es esto? – Preguntó Killer, intrigado.
- No estamos seguros, se capta algo, pero no sabemos de qué se trata, pues no hemos marcado ninguna frecuencia ni ningún número.
Kidd se acercó hasta el Den–Den Mushi y lo descolgó, poniendo el auricular sobre la mesa para que todos los escucharan.
"Chsss... Zzz... amos dos... con este… no nos basta... erme otro pirata mas..."
- Parece una conversación... ¿Cómo es posible si no hay ninguna secuencia sintonizada? – Preguntó Zombie, sorprendido.
Ninguno tuvo tiempo de responder, pues la señal pareció mejorar y las voces se hicieron más audibles.
- No es suficiente con este tipo. Necesito otro más – dijo la primera voz, que parecía que pertenecía a un hombre adulto.
- Señor, los piratas aún se encuentran en el territorio de los Ghost. No podemos arriesgarnos a que nos descubran o el Tratado… tendríamos un problema, señor – dijo una segunda algo más joven y también masculina.
- En ese caso lo mejor será que no os descubran. Y daos prisa, hoy será luna llena y no quiero tener que enfrentarme a los Ghost justo hoy.
- Pero señor, los piratas anclarán en una hora como mucho... Lo más sensato y seguro sería espe...
Un súbito golpe calló al segundo. Parecía que el primer hombre acababa de golpearle.
- ¡No vamos a esperar, Lucius, traedme ya al maldito pirata! ¡Tenéis cinco minutos! Hay que encerrarlos ya para mañana por la mañana poder efectuar el ritual.
Lucius pareció tomar aire apresuradamente.
- Sí, maestro.
El silencio reinó al otro lado del aparato de la misma forma que reinaba en la sala de navegación del barco de los piratas. Nadie decía nada, pues aún se encontraban sopesando acerca de la conversación cuando otro grito estalló y fue interrumpido del mismo modo que el de Rando.
Ni Kidd ni Killer se lo pensaron dos veces antes de salir corriendo de la habitación hacia la bodega, donde no encontraron más que a un tripulante en el suelo, con los ojos abiertos y completamente aterrorizado. Killer le tomo por los hombros y comenzó a zarandearle bruscamente.
- ¡¿Qué ha pasado? ¡¿Qué demonios ha ocurrido?
- S–se lo ha llevado... – murmuraba el pobre chico mientras se sentía entrar en estado de shock – apareció de la nada y s–se lo llevó... fue como un... fantasma...
El joven perdió el sentido y Killer se dirigió a Kidd, que le miró seriamente.
- Antes en el puesto de vigía, ahora en la bodega... ¿qué está pasando, Kidd?
- No me preguntes como si yo lo supiese, Killer. Lo único que tengo claro es que la conversación que hemos captado tenía algo que ver con nosotros.
Killer asintió con aspecto pensativo bajo su casco.
- ¿Crees que realmente haya fantasmas en estas aguas?
Kidd no contesto en seguida mientras volvía hacia cubierta. Finalmente, sonrió de medio lado.
- Estamos en el Grand Line, así que... ¿por qué no?
Era extraño. No para ella, era evidente que para ella sería completamente normal, pero cualquiera que la hubiese visto habría gritado de terror al darse cuenta de que podía ver a través de su cuerpo, de que la joven era un fantasma.
Sin ir más lejos, la joven se encontraba detrás de un árbol, oculta a cualquier mirada indiscreta, observado el desembarque de los nuevos piratas.
Le sorprendió el aspecto gótico de su barco, casi parecía encajar a la perfección en el lugar. El joven pelirrojo que parecía el capitán comenzó a dar órdenes a los demás.
- Killer, tú y yo buscaremos una posada para estos tres días, los demás dividíos y encontrad a los dos secuestrados. Nos veremos aquí por la noche.
- ¡Pero capitán! ¡Con esta niebla no sabremos cuándo anochece!
El pelirrojo se detuvo, consciente de que el muchacho tenía razón.
- En seis horas os quiero a todos aquí, para entonces supongo que ya será tarde en el resto del mundo – murmuró con desagrado.
La verdad, era absurdo, pensó la joven, que se estuviese escondiendo teniendo en cuenta que ella era un fantasma, que podía desaparecer cuando le viniese en gana de la vista de los vivos.
- ¡Aka! – Un susurro detrás suyo la hizo voltearse hacia el hombre que la miraba con expresión seria.
- ¿Qué ocurre, padre? – Respondió ella con voz suave.
- ¡Estás en territorio de los Uragiri! ¡Vámonos, ya conoces el Tratado!
El fantasma masculino de su padre desapareció y ella, tras una última mirada pesarosa hacia los recién llegados, se fusionó también con las sombras.
La aldea era la más viva imagen de un pueblo fantasma. No había tiendas, ni niños jugando en las calles, ni ventanas abiertas. Todas las viviendas estaban cerradas a cal y canto y no se escuchaba ni un respiro. Únicamente se veían, como seres vivos, a los árboles que rodeaban a modo de muralla la aldea.
Finalmente Kidd y Killer lograron encontrar una posada, o algo parecido a una a simple vista, y entraron en silencio. Ambos se detuvieron al ver a la chica de la recepción con la sorpresa pintada en sus rostros. La joven parecía un cadáver.
Tenía la piel pálida y seca, tanto que combatiría en color y textura con la más blanca de las cenizas, ojos apagados y oscuros, pelo despeinado de color castaño y múltiples cicatrices por todo el cuerpo. Ambos amigos compartieron una mirada de circunstancias, pero continuaron avanzando.
- Quiero reservar todas las habitaciones – murmuró el pelirrojo.
Como si de una muñeca movida por hilos se tratase, la joven giró levemente la cabeza hasta lograr mirarles, o enfocarles, más bien.
- Estamos completos.
A los dos hombres les recorrió un escalofrío de pies a cabeza. Ellos mataban, asesinaban a inocentes y muchas veces incluso quemaban los cadáveres sin compasión. Pero la visión de aquella chica era sumamente espeluznante, era como un zombie, y su voz sonaba ida, como si no les hablase a ellos realmente y sólo se dedicase a repetir lo que tenía grabado en el cerebro.
Kidd avanzó un paso y golpeó la mesa de recepción con un puño, molesto.
- No hay nadie en esta isla, así que no nos cuentes tonterías. Quiero todas las habitaciones para tres días.
- Señor... estamos completos... pruebe aquí...
Les acercó con el mismo tipo de forzados movimientos una dirección. "Dirección" en la que únicamente ponía: "Atraviese el bosque hasta la posada de los Ghost".
- ¡¿Qué diabl...?
Kidd se detuvo buscando a la muchacha con la mirada, pero ésta se marcho a una de las habitaciones, cerrando la puerta tras de sí.
Killer se encogió de hombros.
- Busquemos la zona Ghost.
Kidd maldecía por lo bajo mientras caminaban.
- No me gusta esto, Killer. Me divertiría de no ser porque no entiendo nada.
Su compañero sonrió bajo el casco.
- En ese caso vayamos con cuidado. Mira, ahí están Zombi y Kabuto.
Kidd sonrió de lado.
- ¿Habéis encontrado algo, chicos?
- Sólo puertas cerradas, capitán – contesto Zombi, el médico de abordo –. Ni siquiera hay posadas o rastro alguno de vida.
- Vida no sé, pero sí que hay gente. Aunque la chica de la posada parecía más muerta que viva.
- ¿Tenemos ya una posada? – Inquirió Kabuto.
Killer intervino negando con la cabeza.
- Nos han mandado a la zona Ghost.
- ¿Zona Ghost?
- Así lo llaman, parece como si la isla estuviese dividida en varios grupos.
Continuaron los cuatro caminando entre los arboles intercambiando la poca información que tenían de aquel lugar hasta que finalmente divisaron el final de la línea de arboles.
- ¿Y sabéis algo de Rando o el otro chico?
- Nada aún, capitán.
Por fin lograron encontrar la cabaña que hacía las veces de posada entre otra línea de casas de aspecto completamente abandonado. Y para colmo la niebla, que parecía no querer abandonar el paisaje, no mejoraba la impresión que tenían de aquel fantasmagórico lugar.
El pequeño grupo entró al recibidor y cuál fue su sorpresa cuando no encontraron a nadie tras la mesa de recepción. Únicamente un bolígrafo y el libro de administración de las habitaciones abierto les esperaban sobre la mesa.
- ¿Entiende alguien algo de lo que está pasando? – Pregutó Kidd con una sonrisa torcida mientras apuntaba en el libro como reservadas todas las habitaciones de la casa.
- Bueno, pues esto ya está – murmuró Killer –. Creo que deberíamos ver las habitaciones por si acaso.
Los cuatro asintieron y se separaron, comenzando cada uno a inspeccionar por su cuenta las solitarias habitaciones de la posada.
Puerta por puerta, en cada sala a la que entraban la visión que obtenían era la misma: dos camas individuales impecablemente hechas, con un cuarto de baño privado, escaso en detalles pero muy limpio, y un pequeño armario.
Los pasillos eran de madera antigua y oscura, con bastantes rotos y arañazos y en ocasiones también tenían grandes telarañas y manchas de diferentes tamaños tanto en las paredes como en las abandonadas alfombras que cubrían el suelo.
Killer subió con cuidado por las destrozadas escaleras del edificio hacia el tercer y último piso mientras sus compañeros se quedaban investigando el segundo, que era de mayor tamaño.
Tras revisar las tres primeras habitaciones del único pasillo de aquel piso, se acercó a la última puerta de la casa, la única que había encontrado cerrada. Frunció el ceño, en el libro no había ninguna habitación marcada como reservada.
Abrió la puerta despacio y el sonido del agua de la ducha corriendo le puso en guardia. Las camas estaban hechas y todo lo demás en su sitio, pero había alguien en la ducha.
Sin pensárselo dos veces, abrió bruscamente la puerta del baño mientras sacaba sus cuchillas y se preparaba para atacar de ser necesario.
- ¿Habéis encontrado algo anormal? – Preguntó Kidd a sus compañeros cuando se encontraron en el rellano de la segunda planta.
Ambos negaron con la cabeza.
- Todo está desierto, capitán – sentenció Zombi.
Kabuto miró a su alrededor.
- ¿Dónde está Killer?
Apenas hubo pronunciado esas tres palabras, cuando un aterrado alarido femenino resonó por cada una de las paredes de la antigua casa, seguido por otro grito muy diferente:
- ¡KIDD! ¡SUBE A VER ESTO!
Continuará…
Bueno, ciertamente esto podría considerarse más un prólogo que un capítulo en sí, pero estoy muy motivada con esta historia, por lo que muy pronto volveré a actualizar. ¿Os ha gustado? Espero vuestras más sinceras opiniones :)
