Mi Vampira – Capítulo 1.

Mierda.

Sí, esa era la palabra correcta. Mi vida era una mierda.
Era una mierda sentir que nadie te quiere, que tranquilamente puedo morirme y nadie lo va a notar. Así como pasó hace un año con mi madre... Nadie trató de darle ánimos al enterarse de esa enfermedad que acabaría con ella, nadie la ayudó cuando no tenía dinero y al fin habían conseguido la cura, nadie la notó cuando estaba dentro de ese cajón que fue enterrado dos metros bajo tierra.

Nadie la notó...

Yo había intentado alegrarla, ayudarla, notarla. Pero no fue suficiente, nada de lo que hice tuvo buenos resultados y sólo pude ver en silencio cómo su cuerpo, poco a poco, iba debilitándose hasta ya no ser nada en este mundo.

Me había quedado solo desde entonces. Ninguno de mis amigos se preocupó por mí, ni siquiera les llamó la atención el hecho de que hubiera faltado por un año entero a clases. Había caído en una depresión por la muerte de mi madre, por la muerte de la única familia que me quedaba.

Sí, en definitiva, era una mierda.

Era una mierda, pero aun así sigo levantándome cada mañana con la esperanza de que el día de hoy sea mejor que el de ayer. Porque le había hecho una promesa a Kuchel: trataría de comenzar de cero, trataría de vivir en paz, trataría de olvidarla.

Aunque dudaba que eso último pudiera cumplirlo.

Y allí estaba, cumpliendo con mi promesa.

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Cerré con llave la puerta del departamento en el que me había mudado hace una semana, y di media vuelta para poder irme a mi destino: la preparatoria. Ya eran las 7:35 a.m. y debía llegar a las 8:00 a.m. para asistir a clases.

Suspiré. No tenía ganas de que mis nuevas compañeras gritaran como locas al verme. Me había pasado en mi anterior escuela y era una verdadera molestia que estuvieran acosándome a cada segundo del día.

Sólo esperaba que esta vez fueran un poco más civilizadas.

Dejé de pensar en eso por un momento y presté atención al clima de hoy: una fina capa de nieve cubría el suelo y una leve niebla se divisaba en el aire, como desde el primer día en que había llegado. Transilvania era un lugar con ese tipo de clima y, por esa razón, había elegido mudarme aquí para comenzar mi vida nuevamente; el frío era una de las pocas cosas que me gustaban de verdad.

Caminé tranquilamente, observando todas las casas y negocios que iban apareciendo a medida que avanzaba. Era un hermoso lugar, debía admitirlo. Casi todas las propiedades eran de paredes blancas, estaban pegadas unas a las otras y se veían antiguas, pero cálidas y reconfortantes.

Pasé por una tienda a comprar un humeante café, para lograr despertarme por completo, y luego seguí con mi camino al infierno, como muchos estudiantes lo llamaban.

Seguí unas tres cuadras más y, por fin, me hallé frente a frente con el edificio en donde se suponía que debía estudiar. Tenía cierto estilo gótico, con las puertas y ventanas en forma de arco y una alta torre con un reloj. También pude divisar un mediano escudo a un lado de la entrada, tenía las palabras "Preparatoria Kyojin" con unas espadas atravesadas.

Extraño. Ese fue el primer pensamiento que cruzó mi mente al verlo.

Bufé como por décima vez en la mañana y, con una vaga determinación, entré por la gran puerta. Me sorprendí un poco al estar en el interior, ya que no se veía tan antiguo como esperaba; por dentro era mucho más moderno de lo que aparentaba ser por fuera. Se veía que lo mantenían muy bien conservado, ya que todo estaba limpio y en orden. Bien, un punto para ellos.

De inmediato, sentí decenas de miradas recorrerme por completo. Un pequeño grupo de chicas comenzó a cuchichear mientras me miraban y sonreían coquetamente (si es que se le podía describir de esa manera a las sonrisas maniáticas que tenían).

Aquí vamos de nuevo...

Las ignoré, al tiempo que caminaba un poco perdido por los pasillos, buscando la maldita oficina del director. Di algunas vueltas por el lugar, pero nada. La estúpida propiedad era gigante y ya me había perdido en cuestión de segundos.

― ¿Te has perdido? ―escuché una voz aguda a mis espaldas. Específicamente era una chica.

Volteé y mis ojos se encontraron con una castaña de lentes que, en mi opinión, tenía cara de loca. Vestía jeans negros, botas del mismo color, un suéter rojo y, ¿una bata de laboratorio?

Solté otro suspiro, sin importarme si ella ll tomaba a mal. De todas formas, no me quedaba de otra que pedirle ayuda, sino, iban a recordarme como el estúpido que faltó al primer día de clases porque se perdió.

Era ridículo de sólo pensarlo.

―La oficina del director ―respondí cortante, con una mirada seria.

― ¡Puedo llevarte si quieres! ―tsk. ¿Es que no se dio cuenta de que eso es lo que quería?

―Como quieras ―respondí simplemente.

Ella asintió repetidas veces con una sonrisa en el rostro y me hizo un gesto con la mano para que la siguiera. La obedecí a regañadientes y caminé a su lado.

―Por cierto, me llamo Hanji Zoë. ¡Mucho gusto! ―otra vez usó ese tono agudo que podía partirte los tímpanos en segundos.

No respondí, sólo asentí con la cabeza.

―Emm...Este es el momento perfecto donde me dices tu nombre y dices lo afortunado que eres al conocerme ― largó una carcajada luego de decir eso.

Sí, definitivamente estaba loca.

―Levi Rivaille.

― ¿Y qué más? ―preguntó divertida, esperando pacientemente a que continuara.

Suspiré hastiado. Pensándolo bien, creo que pasaba el 90% del día suspirando por esa razón, hasta llegué a pensar, estúpidamente, que en cualquier momento iba a desinflarme.

―"Soy muy afortunado de conocerte" ―contesté sarcástico, mientras revoleaba los ojos.

La loca volvió a reír fuertemente y luego me indicó que subiera las escaleras que se encontraban frente a nosotros. Ascendimos dos pisos, doblamos por la izquierda, luego a la derecha y, al fin, me encontré con la bendita puerta de la oficina, la cual se encontraba al fondo del pasillo.

―Gracias ―agradecí con un tono de voz que demostraba lo contrario.

―De nada ―respondió, asintiendo para sí misma repetidas veces en un gesto de orgullo―. A propósito, ¿de qué año eres?

―Cuarto.

―¡Genial! Yo también voy a cuarto. Espero que nos toque la misma clase ―dijo emocionada al tiempo daba pequeños saltitos.

―Sería de maravilla ―otra vez volví a usar el sarcasmo.

―Eres medio amargado, pero me caes bien ―me sonrió y se dio media vuelta para irse―. ¡Nos vemos luego, gruñón!

Vi cómo se alejaba tranquilamente, mientras tarareaba una canción que nunca en mi vida había escuchado. Suspiré y observé la hora; todavía faltaban quince minutos para que empezaran las clases, por lo que no habría porqué apurarse.

Volví mi vista a la puerta y la toqué tres veces, recibiendo un adelante desde el otro lado. Al entrar, me encontré con el Director Pixis llenando unos papeles en su escritorio. Había visto al calvito hace una semana para poder inscribirme en la preparatoria, pero estaba tan apurado con el tema de la mudanza que ni siquiera le presté atención al edificio, y menos a dónde estaba su oficina.

―Buen día ―traté de saludar con respeto, lo que era un verdadero trabajo costoso para mí.

―Buen día ―digo y al fin se dignó a mirarme―. Rivaille, ¿cierto?

―Así es.

Inmediatamente, abrió un cajón de su escritorio y sacó una carpeta. Dio vuelta algunas hojas, de seguro buscando lo que iba a entregarme. Cuando por fin encontró mi nombre en una de ellas, la sacó y me la entregó.

―Espero que la Preparatoria Kyojin sea de su agrado ―se puso de pie, ofreciéndome su mano. La observé unos segundos asegurándome de que estuviese limpia y luego la estreché.

―Gracias ―dicho eso, salí de la oficina rápidamente y me dispuse a observar la hoja que acababa de entregarme.

Ignoré algunas cosas que estaban escritas como "Le damos la bienvenida a la preparatoria..." o "Reglas que debe cumplir...", ya tendría tiempo después para leer todo eso. Mis ojos recorrieron las letras, hasta que se encontraron con lo que quería: os horarios de la clase, mi casillero y la clase a la que asistiría.

―Clase 4-B, Historia en la primera hora y casillero 108 ―dije para mí mismo, mientras bajaba las escaleras. Estaba seguro de haber visto esa clase en el piso de abajo.

Observé la hora en mi celular: 8:57. Demonios, debía apresurarme.

Ya al encontrarme frente a la puerta que indicaba mi clase, la abrí sin importarme tocar antes, llamando la atención de todos los que se encontraban dentro y, como de costumbre, comenzaron a susurrar entre ellos.

―Hazte a un lado ―escuché una voz detrás de mí.

Inmediatamente, me aparté de la puerta dejando pasar a una chica. No pude verla bien, ya que estaba usando capucha y no dejaba ver su rostro, pero sabía con seguridad que su cabello era negro.

―Discúlpala, por favor ―otra voz se escuchó detrás de mí.

Al voltearme, vi a una mujer de alrededor de 25 años. Llevaba lentes, su pelo corto era como una mezcla de rubio y blanco, y tenía una expresión seria. Pude deducir al instante que era la profesora, ya que cargaba un maletín, borrador y marcadores.

―Eres el nuevo, ¿cierto? ―hizo un gesto para que la siguiera hasta su escritorio. Dejó sus cosas arriba de este y luego saludó a toda la clase―. Alumnos, él es su nuevo compañero...

―Levi Rivaille ―terminé por ella al ver que ni se sabía mi nombre.

Miré a todos mis compañeros y pude divisar a la loca de hace un rato, quien me hacía gestos con las manos poco entendibles.

―Sí, Levi Rivaille. ¿Quieren hacerle alguna pregunta? –demonios. Justo lo que no quería que hiciera. Es como si con esas palabras hubiera invocado al diablo.

― ¿Tienes novia? ―preguntó una chica.

Rodé los ojos al escuchar eso.

―No, no tengo. Y tampoco me interesa conseguir una ―le mandé una mirada asesina y ella sólo desvió la vista a otro lado, avergonzada.

― ¿Eres nuevo en Transilvania? ¿De dónde eres? Tu acento es peculiar.

―Francia ―respondí secamente.

Otra vez volvieron a susurrar emocionadas.

―¿Cuántos años tienes? ―preguntó esta vez un chico con pecas.

―Diecinueve.

―Hmm... O sea que, ¿repetiste un año? ―el tono burlón de la pregunta hizo que buscara de inmediato a la persona que la había hecho.

Un tipo con el pelo de color ceniza y cara de caballo me miraba de forma burlesca.

―Sí. ¿Algún problema?

―Ninguno. Sólo que en esta preparatoria somos inteligentes, sería una deshonra tener a un burro por aquí ―rio un poco ante sus palabras.

―Tsk, entonces... ¿Qué haces tú aquí, cara de caballo?

― ¿Cómo me dijiste? ―su rostro estaba rojo. Los demás estaban tapándose la boca para evitar reírse; al parecer había adivinado cuál era su apodo.

― ¿Es que no escuchaste? O es que... ¿Acaso prefieres que te llame pony? ―enarqué una ceja. Los demás volvieron a reír.

―Vete a la mierda ―se cruzó de brazos y desvió la mirada.

―Bueno ya paren... ―la profesora se veía irritada―. ¿Dónde te sentaré...? ―miró todo el salón y luego me indicó un lugar que –para mi hermosa suerte- se encontraba al lado del de Hanji.

―Sabía que estaríamos en la misma clase ―me susurró feliz una vez que me senté a su lado.

― ¿Intuición? ―pregunté, aunque no estaba interesado en la respuesta.

―No, es sólo que el curso 4-A está lleno y no entran más alumnos allí ―respondió divertida.

Qué idiota.

La clase de historia con la profesora Riko pasó rápidamente, al igual que las demás clases que le siguieron. En el receso, la loca de Hanji me arrastró por toda la preparatoria para que "la conozca", según ella. También me presentó a un chico rubio y alto, parecido al Capitán América, llamado Erwin Smith que, para mi sorpresa, me cayó bien. Hasta pudimos entablar una conversación civilizada (cosa que no se podía hacer con la loca que hablaba sobre cualquier cosa).

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Había pasado ya una semana desde entonces y me había empezado a juntar con ellos todos los días. Al menos eso era un proceso para poder comenzar mi vida nuevamente y cumplir la promesa que le hice a mi madre.

Ahora nos encontrábamos los tres yendo a la salida de la preparatoria para poder dirigirnos a nuestras casas.

―A propósito... ¿Por qué llevas una bata de laboratorio? ―No era de ser curioso, pero es que me había hecho esa pregunta desde que la vi.

―Hmp. Soy presidenta del club de ciencias y, además, soy la mejor científica del mundo, ¿sabes? ―se acomodó los lentes y me miró orgullosa de sí misma.

―Y la más loca...―murmuré por lo bajo.

― ¡Oye! ¡Te escuché! ―protestó señalándome con el dedo exageradamente.

― ¿La mejor científica del mundo? ―preguntó Erwin―. Has hecho explotar el laboratorio de la preparatoria como siete veces...

― ¡Fueron solamente seis veces, Cejotas!

De pronto, dejé de escucharlos discutir, para mirar algo que me había llamado la atención a lo lejos.

Era la chica que había visto llegar al salón el primer día de clases, la de cabello negro y capucha. Y, ahora que la veía mejor, estaba completamente desabrigada. Llevaba sólo unos shorts de mezclilla color negro, unas medias negras que le llegaban a la mitad de sus muslos –que eran demasiado pálidos en mi opinión- botas cortas del mismo color y su rostro aún cubierto por su fina campera gris. Estaba completamente loca. ¿Es que acaso no sabe que estamos a solo 1° C? Debía estar congelándose.

―¿Qué miras, enanín? –Sí. Ya me había puesto un apodo la mierda llamada Hanji, con la excusa de que era unos centímetros más bajo que ella y, además, porque yo había empezado a llamarla cuatro-ojos.

―No me llames así, cuatro-ojos de mierda ―la asesiné con la mirada.

―Ya, ya, no te enojes ―hizo un gesto con sus manos, restándole importancia―. Pero no respondiste mi pregunta. ¿Qué mirabas?

―¿Quién es ella? ―pregunté, señalando a la chica que estaba ya lejos.

―¿La de capucha? ―preguntó Erwin, entrecerrando los ojos para ver mejor.

―Sí, esa.

―Se llama Mikasa Ackerman.

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¡Hola!...¿Cuál editado? xD Pues, esta pequeña nota es para decirles que el fic está un poco inspirado -sólo un poco- en Crepúsculo...Así que si ven alguna escena parecida, bueno ya saben :v ¡Saludos!

Akane :3