TENTACIONES.
Una figura menuda de cabello rubio casi angelical estaba hincada con su cuerpo solo cubierto con una sencilla bata, cerrando los ojos fuertemente, apretando la cruz de plata en sus manos, rezaba, pedía por las almas de sus padres, por la salud de su fiel mayordomo, por aquellos que perecían día con día en la batalla contra el mal. Una sombra oscura se erguía detrás de ella, cínicamente sonreía, mostrando sus colmillos, el sombrero cubría su rostro, lentamente lo aparto de su cabeza y lo puso en una cómoda, con paso sigiloso la miraba en silencio, ahí estaba su maestra, "hablando" con ese dios que le había dado la espalda, se veía tan apacible, tan vulnerable, ver a Sir Hellsing en ese estado era un placer que solo el poseía.
Ella empezó a sentirse cohibida había notado su presencia pero no le demostraría su turbación, su vampiro había irrumpido en su oración, justo al pronunciar el final "líbranos del mal", sonrió al notar lo irónico, dios no podría librarla del mal, ella era el ama del mal, lo combatía, era verdad, pero que el nosferatu fuera su sirviente iba en contra de las creencias que tanto decía pregonar, pero que acaso el Vaticano no tenia un ejercito también. No, ella jamás se libraría del mal.
— ya te has dado cuenta que tus oraciones son inútiles — dijo el nosferatu tocando sus hombros y poniéndose cerca de su cuello.
Integra sintió su piel ponerse de gallina, los ojos se cerraron al contacto del impúdico ser, "líbranos del mal", meditaba, esas palabras una y otra vez, esperando que al repetirlas, las grabara en su mente, y dejar de sentir ese sentimiento prohibido por el monstruo que posaba su mano sobre su rostro, que se inclinaba sacándole un suspiro, y por el cual, debido a su moral debía de parar, antes de que las cosas se salieran de control, ponerse la mascara de mujer devota, de Dama de Hierro, y alejarlo, amenazarlo, ordenarle salir de su habitación. Que el la observara y soltara esa carcajada tan característica suya, que después la dejara sabiendo que aunque su boca dijera que se marchara, su cuerpo suplicaba por mas, el desgraciado de Alucard lo sabía, después de la interrupción, decidió acabar con la oración.
— No nos dejes caer en tentación "si claro", líbranos del Mal "como si eso fuera posible" — pensó Integra, cubriéndose con la manta, como si esta fuera un escudo contra el mountruo que la acechaba.
—Amén— pronuncio el conde desde su sótano mientras tomaba una copa de vino — salud mi ama, por que algún día, seras mía.
