Capítulo 1
- Estás preciosa esta noche.
Escuchaba el murmullo continuo de Ron hablando y hablando sobre lo genial que había sido el último partido de Quidditch de la temporada, sobre que los Gryffindors harían historia y no sé qué más… y yo estaba ahí, con mi mejor vestido cortesía de mi hada madrina favorita (también conocida como Ginny) que me había ayudado a elegirlo aquella misma tarde en una de las tiendas de Hogsmeade, sin poder dejar de escuchar esa maldita frase en mi mente.
- Estás preciosa esta noche.
¿Por qué? ¿Por qué no podía dejar de evocar al maldito Malfoy susurrándole aquellas palabras a Parkinson cuando la vio?
Yo sólo quería disfrutar aquella noche con Ron, bailar, reír y brillar… pero, en cambio, no hacía más que echar un vistazo cada cinco segundos a la mesa de los Slytherins.
¿Desde cuándo me había obsesionado con él? ¡Pero si llevábamos prácticamente toda la vida en Hogwarts y siempre nos habíamos odiado, por el amor de Merlín!
Fruncí el ceño y me obligué a mirar enfurruñada a las parejas que bailaban ensimismadas en la pista de baile al son de una balada que, o éramos yo y mi estado de ánimo, o bien podía ser considerada como el mayor exponente de la cursilería.
- Hermione, ¿me estás escuchando?
- Claro, Ron, lo siento… voy a por algo de beber, enseguida vuelvo.
Me levanté y me dirigí como una bala a la mesa de las bebidas sin poder mirar a Ron. Me daba mucha pena no estar disfrutando la noche, pero me sentía peor por el hecho de que sabía cuánto le había costado invitarme y las muchas veces que lo había ensayado delante del espejo.
- Dos vasos de ponche, por favor - le pedí educadamente al troll-camarero que se encontraba tras la barra circular que había montada cerca de la pista.
- Vaya, vaya, vaya, Granger… me parece fantástico que ahora sean ellas las que lleven la bebida. Eso es señal de progreso y me parece que tu… acompañante debería estar al tanto y cambiarse de traje porque más bien parece un trozo de tela ajado del siglo pasado que una túnica digna de un baile como este.
- Y a mí me parece, Malfoy, que tu… acompañante debería darse cuenta de que estamos en un baile de graduación, no en un club nocturno. Y ahora, si me permites…
Hice el amago de dar la vuelta y regresar con Ron. No deseaba nada más que evitar la presencia del hurón porque temía que, si permanecía mucho tiempo a su lado inhalando su perfume, mirando lo bien que le quedaba el traje y respondiendo a sus provocaciones, acabaría sucediendo algo de lo que me arrepentiría el resto de mi vida.
Me sorprendía a mí misma pensando en nosotros dos besándonos apasionadamente tras las estatuas de cualquier esquina del Colegio. Era cierto que después de aquel beso inocente con Ron en el baño de Myrtle la Llorona hacía un par de meses, algo se había removido en mi interior, y ahora apenas me reconocía porque me sentía como una salida.
¿Cómo podía haberle dicho que sí a Ron y ahora estar pensando en otro? Y no en alguien cualquiera sino en… él.
Sentí una fuerte presión en el brazo y me giré.
Malfoy me estaba agarrando y en sus ojos había un brillo frío, amenazador, de esos que hacen que te tiemblen las piernas y que te dejan la garganta seca. Pero no me iba a dejar amedrentar por ese chulo elitista, no, así que le devolví la mirada más intensa que pude mientras me dijo:
- No vuelvas a hablar así de Pansy. No te mereces ni siquiera poner su nombre en tu boca, sangre sucia.
Vale, eso me dolió.
- ¿Qué pasa, Malfoy, no me dirás ahora que estás enamorado de ella, verdad?
Por un momento temí haber dicho eso. No por las consecuencias que pudiera acarrear esa pregunta para mi dolorido brazo, sino porque me di cuenta de que no sabía si podría soportar la respuesta.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me gustaba tanto estar así con él en aquel momento cuando debería estar intentando escaparme de su agarre o, al menos, avisar a Ron o a Harry?
Me sentía atrapada en su mirada, en aquel torbellino gris de emociones incapaces de descifrar y quería atraparle yo también a él, hacerle sentir… vulnerable.
En ese momento, se acercó lentamente a mi oído, casi de manera perezosa.
- Ah, así que es eso… estás celosa.
Temblé de manera inconsciente cuando un escalofrío me recorrió de arriba a abajo y él debió notarlo, pues aflojó la fuerza de sus dedos sobre mi brazo y volvió a mirarme.
Antes de que la victoria se reflejara en ese brillo malicioso de ojos que le caracterizaba, decidí jugármelo todo a una carta y le dije, sonriéndole de medio lado:
- Más quisieras.
Entonces, como si de un volcán inactivo durante años que de repente volviese a rezumar lava se tratase, lo sentí.
Sentí un calor que me abrasaba y que me recorría todo el cuerpo y otro escalofrío volvió a adueñarse de mi espina dorsal haciendo que la piel se me erizara. No podía apartar los ojos de él pero sólo mirarle no era suficiente, no en ese momento.
Quería aferrarme a sus brazos, mirarle y descubrir la misma lujuria que me embargaba a mí en él.
Quería morderlo, arañarlo, herirlo, comerlo.
Así que sólo tenía dos opciones, o largarme de allí lo más deprisa que pudiera o besarle; besarle allí mismo delante de todos y ya no poder parar hasta verme saciada de él.
Opté por la primera.
Me desasí de su mano más fácilmente de lo que había imaginado, aunque tal vez fuera el subidón de adrenalina, y me lancé como una fecha hacia las puertas del Gran Comedor que (¡bendito baile!) estaban abiertas.
Empecé a subir las escaleras más deprisa, intentando no pensar en nada, no acordarme de la escena que había tenido lugar minutos atrás por culpa del maldito ponche, ¡quién me mandaría ir a la barra!
Entonces noté que alguien me seguía.
Rogué a todas las fuerzas mágicas que no fueran ni Ron ni Harry, porque no soportaría ver la desilusión en sus ojos y saber que yo era la única culpable.
Sabía que se sentirían traicionados si llegaran a enterarse de lo que había estado apunto de ocurrir o, sin ir más lejos, de mis pensamientos, así que aumenté la velocidad de mis pasos cuando, sin saber cómo, noté cómo algo me empujaba de espaldas contra la pared de un pasillo.
Gemí de dolor e intenté escaparme del abrazo de quien me había empujado, que prácticamente se encontraba pegado a mí.
- ¿Por qué te has ido así? Creía que estábamos teniendo una conversación de lo más interesante… ¿o no?
Su voz.
- Suéltame, Malfoy, o grito.
- ¿Y crees que habrá alguien por estos pasillos que esté esperando a salvar a una dama en apuros?
- Me haces daño.
Se separó un poco de mí. Poco.
- ¿Sabes? Antes casi podía oler tu deseo, tus ganas de besarme y… - sonrió de una manera seductora, demasiado seductora – quién sabe…
- ¿Deseo, dices? Jamás podría sentir nada que no fuera asco por ti, Malfoy.
Nunca antes había mentido de una manera tan descarada.
Por supuesto que sentía unas ganas locas de besarle allí mismo ahora que estábamos fuera de la mirada de todos, y notaba ese calor insoportable palpitando dentro de mí, pero no podía dejar que se saliera con la suya, no podía ceder, así de simple.
- ¿Ah, no?
Se acercó peligrosamente a mi cuello y en un movimiento involuntario ladeé la cabeza para dejarle el camino libre. Bueno, vale, puede que el movimiento no fuera tan involuntario como debería, pero… ¡una no es de piedra!
Noté cómo su dedo índice comenzó a dibujar círculos en la piel de mi cuello y cómo su boca casi la rozaba.
No pude evitar (y esta vez de verdad) cerrar los ojos y entreabrir los labios.
Por favor, como no me besara en ese preciso momento sería algo muy cruel.
¡Un momento! cruel como… Malfoy.
Abrí los ojos casi instantáneamente y una sonrisa de oreja a oreja fue lo primero que me encontré al hacerlo.
Fruncí el ceño, sorprendida y avergonzada y, de un empujón, me liberé y eché a andar en dirección a la Torre de Gryffindor.
Ese maldito cabrón me acababa de humillar de una manera tan… ¡joder! En realidad, me encontraba hecha un mar de confusión.
Me sentía insultada y herida, aunque no sabía muy bien por qué. Era cierto que había deseado que me besara, pero lo malo no era sólo que no lo hubiera hecho, sino que yo había estado dispuesta a hacerlo, a comportarme como una de las muchas chicas que siempre suspiraban cuando el hurón pasaba a su lado.
Había estado dispuesta a besarle y a entregarme a ese beso como nunca hubiera imaginado y si yo no le hubiera conocido lo suficiente y él no hubiera parado, ahora mismo nos encontraríamos pegados el uno al otro como lapas y Malfoy podría añadir un trofeo más a su larga lista de conquistas.
Por otro lado, me sentía pequeña, insegura e insignificante porque se había reído de mí, porque me daba la sensación (y esa sensación era como tener un enorme nudo en la garganta y en el estómago) de que no me encontraba… "besable" y aunque me negaba a permitir que fuera alguien como Malfoy el que me hiciera sentir fea, gordita, o demasiado delgada… lo cierto es que lo era. Y lo odiaba por ello.
Para él todo había sido un juego y mientras yo me había sentido incapaz de controlarme al tenerle cerca, él sólo había querido ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar "la sangre sucia de los paletos grandes" y el resultado le debía de haber complacido sobremanera.
Pero ¿qué importancia tenía un simple beso y, además, de Malfoy? Debería estar dando gracias a los Fundadores de Hogwarts por haberme ahorrado el suplicio, pero en realidad había anhelado tanto ese beso que me dolía que él no me considerara lo suficientemente atractiva o interesante como para hacerlo.
Así que a él le odiaba por hacerme sentir así y a mí, por permitir que él tuviera tal influencia sobre mí.
- ¿A dónde crees que vas?
De nuevo su voz.
Pero esta vez ya no me agarró así que creí notar que era libre de irme si quería, que él ya no me iba a retener más, que me permitía marchar.
Me di la vuelta, con el corazón a cien por hora, respirando más deprisa de lo que hubiera deseado, acalorada, y me dirigí a donde estaba él.
Le miré; bueno, más bien le analicé.
Me fijé primero en sus cabellos, de un rubio tan intenso que casi parecían blancos; luego en sus ojos, grises, brillantes, acerados como su corazón y luego, en su boca.
Y ahí fue cuando no pude despegar mis ojos y pasar a mirar otra parte de su cuerpo.
Entonces creí entender que eran aquellos labios, serios, firmes y rectos los que me tenían tan embobada.
Quería aplacar la furia y el deseo que sentía en mi interior, y los tenía tan cerca…
¡Hola, hola, fanfickers!
Aquí regreso con un Dramione pensado para que sea cortito, de dos o tres capítulos como máximo de momento; aunque ¡veremos a ver lo que sale de esta cabeza!
Como habréis comprobado está escrito en primera persona bajo el punto de vista de Hermione. Espero no haber cometido mucho OoC, pero es que me apetecía mostrar a una Hermione con las hormonas revolucionadas como cualquier adolescente, soltando algún que otro taco y muriéndose de deseo ante un tío como Malfoy, ya que ella no es más que eso, una adolescente más, con mucho sentido de la responsibilidad pero a la que también le tiemblan las piernas de vez en cuando.
Espero que os guste, ¡nos vemos pronto!
