Y quizás ya no podía ver, pero se conocía el cuerpo ajeno como si del propio se tratase. Sabía donde tocar, donde acariciar, de que manera hacerlo y con solo pasar su lengua en ciertas zonas, ya tenía al menor totalmente excitado debajo suyo, gimiendo su nombre.

A Break no le importaba no poder ver, mientras sus acciones tuvieran el mismo efecto de siempre sobre el moreno. Con poder seguir escuchando esos gemidos salir de los labios ajenos, pronunciando su nombre, le bastaba.