La luna iluminaba tenuemente su rostro, dándole un aspecto irónicamente angelical (irónico porque sus actos no tenían ni una pizca de inocencia); sus ojos, que parecían más brillantes que de costumbre, recorrían su cuerpo con lujuria, haciéndola sentir avergonzada.
No es que nunca hubiera estado desnuda frente a ella, pero su mirada, la hacía sentir nerviosa. Se volvía dócil ante aquella mujer, la observaba cómo si fuera lo más hermoso en el mundo, cómo si fuera irreal (¿a caso temía que se esfumara aún después de tantos años juntas?).
—Asami —todo su ser tembló, su atención fue puesta completamente en la mujer de tez morena y ojos celestes—, ven.
Obedeció, su voz le generaba un gran sosiego, y era extraño, ante todos parecía ser quién más dominio tenía. Sin embargo, estando a solas, era una historia distinta.
Korra acarició su rostro de forma sutil, cerró los ojos disfrutando del inocente contacto, cuando sus labios se tocaron, sintió que sus piernas se volvieron débiles (¿cómo es qué aún causaba eso en ella?). Intentó corresponderle, pero las ansías en ella la traicionaron y el beso se volvió algo torpe, la otra chica rió. Sus mejillas se tiñeron de rojo, vaya, lo había arruinado.
—Aunque me gusta tu entusiasmo —la voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos, la miró algo avergonzada—, lamento decirte que hoy lo haremos a mi modo.
—¿Cuándo no es a tú modo? —murmuró con algo de burla, produciendole una risa a la otra.
—Es cierto.
Se besaron nuevamente, está vez sin apuro. La manera en que la besaba, aquella forma en que la hacia sentir, tan ligera, libre, su ser mismo era inefable, la forma en que se amaban lo era.
Se miraron unos instantes, con la respiración agitada y los ojos entrecerrados, cargados de placer (y ternura). Se sintió hipnotizada por aquellos ojos, ¿a caso Korra podía contemplar la eternidad cómo ella lo hacía cada vez que sus miradas se encontraban?
Se recosto en la mullida cama, dejando que las suaves sábanas tocaran su desnudez. La castaña se inclinó sobre ella, acariciando su sexo y depositando besos en su cuello y hombros, provocando que débiles gemidos salieran de sus labios. Se sintió extasiada, completa; finalmente, siendo la noche su único testigo, se amaron.
Inefable: Algo tan increíble que no puede ser descrito por palabras.
Sempiterno: Que durará siempre; que, habiéndo tenido un principio, no tendrá fin.
La verdad no estoy acostumbrada a escribir cosas así, y estoy sufriendo un bloqueo muy grande últimamente. Si esto ha quedado medianamente decente es un milagro, pero necesitaba escribir algo, aunque no quedará de la forma que esperaba.
