POT no me pertenece! Pero sería increible si fuera así...
Capitulo 1
Llantos y sonrisas
Oishi Syuichirou dejó salir un suspiro que había estado aguantando durante la última hora, cerrando los ojos en un intento por despejar su mente. Los abrió segundos después para ver el atardecer que tenía frente a él.
Se encontraba en el balcón trasero de uno de sus restaurantes favoritos. Aunque ese día en particular no le tenía mucho cariño. Sin embargo, ese balcón siempre le había gustado porque aunque estaba abierto para todo cliente, nadie nunca venía, debido a que la entrada estaba ligeramente escondida. Pero si alguien lograba encontrar la entrada que estaba detrás de la cortina roja casi al lado del bar, llegaría al balcón con la mejor vista de toda la ciudad.
Siempre le agradaba venir aquí a despejar su cabeza. Y vaya que necesitaba despejarla ese día.
Se llevó una mano a su frente y masajeó su sien. Podía sentir como su garganta comenzaba a encogerse. Eso era un síntoma que le indicaba que estaba a punto de llorar. Lo había sentido en la mesa unos minutos atrás, así que por eso se había disculpado por unos minutos diciendo que iría al baño.
Bajó sus manos y las puso sobre el barandal. Miró hacia abajo, encontrando nada más que un vacío de árboles.
Esta era la peor cena de su vida.
Había comenzado como una simple invitación de parte de Fuji y Tezuka para conocer a algunos amigos. Fuji incluso había dejado en claro que le había conseguido una cita a ciegas. Pero cuando llegó al restaurante no encontró a nadie más que a sus dos amigos. Dijeron que por el momento solo estarían ellos tres (más la cita de Oishi, que llegaría más tarde), ya que debían comunicarle unas muy buenas noticias al joven. Más tarde llegarían las demás personas. Sobraba aclarar que había sido Fuji el que había hecho toda la charla. Tezuka solo había asentido una o dos veces.
Después de pedir una entrada y bebidas, Oishi preguntó cuál era la gran noticia.
Su corazón se había roto en pedazos en cuanto llegó la respuesta. Tezuka y Fuji habían decidido mudarse juntos.
No era que no supiera que los dos jóvenes eran más que amigos. Oishi lo sabía mejor que nadie. Tenía que recordarse constantemente los motivos por los cuales nunca podría estar con Tezuka.
Oishi había tenido un amor no correspondido hacia su amigo desde la escuela secundaria. Jamás había dicho una palabra, y si su amigo estuviera un poco más consciente de los sentimientos de los demás, lo habría notado en un parpadeo. Pero no lo había notado. Estaba feliz con esto, pues con tal de poder estar cerca, el resto no le importaba.
Pero luego en la universidad, el introvertido y misterioso Tezuka había conocido al enigmático Fuji. Había sido amor a primera vista. No era que Tezuka lo hubiera demostrado. Oishi lo sabía porque conocía muy bien a su amigo.
Odió a Fuji durante mucho tiempo. Cada noche deseaba que el joven desapareciera o que por algún motivo rompieran. Por supuesto que se sentía culpable minutos después, y por el contrario terminaba rezando porque nada malo le pasara a Fuji (en parte para no sentirse culpable y en parte porque sabía que esto dejaría devastado a su amigo).
Ya habían pasado dos años y Oishi ya se había involucrado en otras relaciones. Sabía que sus sentimientos no desaparecerían así como así, después de todo, Oishi amaba a Tezuka, y hasta ese día todavía estaba completamente seguro de ello. Sin embargo, decidió que no quería ser un estorbo para el otro en ningún sentido, así que solo debía dejarlo ser feliz con aquel a quien amaba. Había aprendido a lidiar con ello, y hasta hace dos horas habría jurado que solo les deseaba bien.
Pero al parecer se había equivocado. No podía ser lo suficientemente altruista como para desearles el bien cuando ahora ya estaba más claro que ni en mil años tendría a Tezuka. Lo admitía, dentro de él todavía existía la esperanza de que terminarían algún día. ¿Por qué tenía que ser tan mala persona? ¡Debería estar feliz! ¡Felicitarlos! En vez de estar llorando por sus sentimientos no correspondidos…
-Nya, ¿Estás bien?- Dio un saltó involuntario y enseguida se llevó una palma a los ojos, quitando rápidamente esas lágrimas. Escuchó una pequeña risa venir de esa voz. –Ten cuidado, no lo hagas tan duro.
Siguió el consejo y delicadamente se pasó la mano por los ojos y volvió a bajarla. Miró sus zapatos, sin evitar que una que otra lágrima siguiera cayendo.
No tenía ánimos para fingir frente a un desconocido que estaba bien. Esperaba que el tipo solo se diera cuenta de su estado y optara por retirarse y dejarlo solo. Para su desgracia, aquel individuo no dio ningún indicio de retirarse, sino que por el contrario se acercó más al balcón y colocó sus manos en el barandal, a una distancia prudente de él.
Perfecto. Con eso se completaba su día.
Pensó en retirarse cordialmente, pero no quería entrar con el rostro de esta manera. En vez decidió mantener un poco de dignidad y quedarse allí…y rogar porque a aquel desconocido no se le diera por iniciar conversación.
-¿Estás teniendo un día difícil?- Si tuviera fuerzas habría fruncido el ceño, rodado los ojos y soltado un gruñido. ¿No estaba mandando claras señales de que quería estar solo? No se había atrevido a subir la vista de sus zapatos, pero por el rabillo del ojo podía sentir la mirada inquisidora de aquella persona. Era evidente que no lo iba a dejar así como así. Oishi no quería ser cruel, y supuso que el otro debía tener buenas intenciones (lo sabía por ese tono cálido que había alcanzado a escuchar), pero en ese momento solo lo podía encontrar irritante.
Hubo un momento de silencio después de esa pregunta. El otro todavía lo estaba mirando. ¿Por qué tenía que…
-…Lo siento…- Sus ojos volvieron a nublarse, así que volvió a pasarse una mano. No tenía porque pedir perdón. –Aquí tienes.
Parpadeó un poco cuando, al quitarse la mano de su rostro, vio un pañuelo. Quería rechazarlo, pero supuso que debía recibirlo ya que aquel personaje no pensaba irse por el momento.
Lo tomó, todavía sin darle la vista, y se lo pasó por los ojos. Mientras hacía esto, inhaló y exhaló aire intentando tranquilizarse. No quería ni imaginar cómo se veía.
Pasó un minuto entero limpiando su rostro, muy consciente de la mirada constante de su insistente acompañante. Cuando se sintió mejor, tomó un poco de aire y, todavía sin mirarlo directamente, le pasó su pañuelo.
-Nya, quédatelo, no es mío…venía con el traje.- No supo porque pero ese comentario logró sacarle una pequeña sonrisa. El otro lo notó de inmediato, pues al instante le escuchó una agradable risa. –Hoi hoi, sonreíste.
Eso le sacó una sonrisa completa. Así que finalmente, con un poco de esfuerzo, decidió levantar la vista y mirar a aquella persona.
Se sonrojó ligeramente cuando vio al joven más atractivo que había visto en su corta vida. Un joven más o menos de su edad, elegantemente vestido con un traje azul oscuro pero sin corbata (le extrañó este hecho ya que el restaurante era muy exigente en sus reglas de etiqueta), una cara bastante apuesta, con una banda en su mejilla derecha, ojos azules profundos, y un cabello rojo que resaltaba con la cálida luz del atardecer. Era casi la perfección en persona.
Vio como improvisadamente una sonrisa casi infantil cubrió aquel rostro. Se sorprendió un poco pues ahora, aunque todavía se veía bien, parecía un poco más una persona real y no un ángel caído del cielo.
-Logré que me vieras.- Dijo soltando otra risita un poco infantil. Parpadeó estupefacto. Después vio como el joven se acercaba un poco más al barandal, apoyando sus brazos sobre este, recostó su cabeza y desde está posición lo vio. No pudo evitar alzar una ceja. Aunque era evidente que el muchacho debía tener su edad, esos pequeños actos lo hacían parecer de cinco años. Lo más curioso de todo era que este hecho no le molestaba para nada.
Guardó silencio por otro minuto y decidió que debía romperlo. Tosió, aclarando su garganta.
-Gracias.- Dijo refiriéndose al pañuelo. El otro le sonrió desde su posición, mirándolo como si fuera un gato viendo a un ratón.
-De nada.- Decidió que la comparación con un gato le quedaba muy bien. Casi podía verle una larga cola felina moviéndose sigilosamente. -¿Cómo te llamas?
-Oishi Syuichirou.- Dijo mecánicamente antes de ponerse a meditar en que este no era el mejor momento para ponerse a actualizar su vida social. Pero el dato ya estaba dicho, así que lo mínimo que podía hacer era devolver la pregunta. -¿Y el tuyo?
-Kikumaru Eiji.- El joven se movió un poco, de forma que ahora apoyaba su rostro entre sus palmas, con los codos apoyados en el barandal. –Mucho gusto, nya…- El joven lo meditó un momento. –Aunque supongo que para ti no será mucho gusto, porque me conoces en un mal momento…- No iba a discutir esa lógica. -¿Quieres hablar de eso?
Negó con la cabeza. No quería hablarlo. Jamás lo había hecho y no iba a empezar con un completo extraño.
-A veces es bueno hablar con un desconocido, así tienes una perspectiva nueva y no tienes que preocuparte por pensar en que decir la próxima vez que me veas.- Supuso que tenía razón. Pero igual no iba con su personalidad. No podía empezar a hablar de ello tan fácilmente. El chico pareció notarlo, así que optó por cambiar de tema. -¿En que trabajas?
-No trabajo, estudio.- Vio como el otro alzaba una ceja sorprendido. No pudo evitar extrañarse. -¿Pasa algo?- El chico parpadeó y se paró frente a él rectamente. Notó que el joven media unos centímetros menos que él.
-Nada, solo que pareces mayor.- Sonrió un poco. No era la primera vez que le decían eso. El otro sacudió su cabeza y volvió a mirarlo expectante. –Entonces, ¿Qué estudias?
-Medicina, último año.- El joven asintió, como si presintiera una respuesta como esa. -¿Tú?
-Hoi, también estudio, artes dramáticas.- Pensó que en verdad tenía el atractivo necesario para ser una estrella de Hollywood. –He hecho algunas obras de teatro…y a veces trabajo como mesero.
-Suenas ocupado.- Dijo solo por decir algo. Recibió otra sonrisa como recompensa.
-Para nada, solo trabajo cuando estoy muy mal, y hago obras de teatro cuando algún profesor me lo ofrece, así que se termina combinando con trabajo de la universidad…por lo que rara vez me pagan.- Le gustó escuchar que el joven parecía tener cierta independencia económica. Incluso si no le iba tan bien como querría.
-Por lo menos trabajas en algo…yo solo me la paso estudiando.
-Y viniendo a este balcón.- Abrió los ojos sorprendido. El otro soltó una risa. –Mi padre es el dueño del lugar…- Por eso se podía dar el lujo de no usar corbata. –Cuando te vi escabullirte aquí no pude evitar preguntarle a un mesero…dijeron que siempre hacías eso…
No sabía que su hábito era algo que hasta los meseros sabían. Se sonrojó un poco avergonzado.
-No te preocupes, yo también vengo al balcón cada vez que vengo…es la mejor vista del mundo, ¿No?- Asintió todavía con la boca ligeramente abierta por la sorpresa. Se concentró un poco.
-¿Tú padre es el dueño?- Vio como el chico asentía. –Nunca te había visto…- No era que Oishi se la pasara allí metido, pero si había venido varias veces y reconocería al joven si lo hubiera visto antes. Tenía una de esas apariencias difíciles de olvidar. El chico dio un suspiro.
-No vengo tanto como quisiera…los precios son muy caros.- No pudo evitar reír ante eso. El chico lo vio curioso, como si no entendiera la gracia del asunto.
-¡Tu padre es el dueño!- Ahora lo vio con una expresión de confusión.
-¿Y?- Calmó un poco su impresión y negó con la cabeza, indicando que no era nada. El joven rodó los ojos. –Eres un poco extraño, Oishi.- Sonrió con eso.
-Tú apareces de la nada y comienzas a intentar consolarme aunque nunca me has visto...pero yo soy el extraño.- Dijo apoyando sus brazos en el barandal sin quitar su vista del otro. Vio como el joven hacía un adorable puchero. De verdad parecía un niño.
-Nya, solo quería ayudar…te veías muy triste.- Y cuando lo dijo el mismo joven parecía triste. Casi de inmediato recordó porque había estado llorando. Tezuka y Fuji. Y Oishi solo. Ese solo pensamiento hizo que sus ojos se humedecieran otra vez y ese estremecimiento en su garganta volviera.
Pero antes de que volviera a estar como antes, el dedo del joven se colocó en su entrecejo masajeándolo un poco, como para evitar que su ceño se frunciera. Tragó saliva, nervioso.
-No llores.- Y solo con eso, ya no tenía más ganas de llorar. Ese joven pelirrojo parecía casi un ser mágico.
Continuará...
Hola! Bueno... un fic de la golden pair... jejeje, es mi pareja favorita, pero casi no hay fics de ellos. En fin, ojala que les haya gustado este comienzo, y por favor, diganme que les pareció (ya sea algo malo). Sé que muchos dicen que pueden dar comentarios malos pero no les reciben bien, pero en mi caso de verdad voy a recibir bien lo que sea!
Muchas gracias por leer hasta aquí!... y no olviden...review! bye!
