Advertencia: AU, OOC, Violencia, +15
Disclaimer: La historia es de mi autoría, los personajes no me pertenecen.
La llegada del circo se transformó, en definitiva, en la gran atracción de una ciudad lúgubre y desanimada como la Capital. El centro neurálgico distaba mucho de las grandes metrópolis del resto de Europa, sin embargo, durante una semana el ánimo de los citadinos parecía cambiar ante las rarezas expuestas por la agrupación circense, la cual era financiada casi en su totalidad por un caudaloso empresario y terrateniente; Shimura Danzo vivía en las tinieblas durante todo el año, no obstante, la última semana de abril emergía desde su anonimato para deleitar con sórdidas atracciones a un pueblo morboso.
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|0| Dunkel
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Ciudad Capital, Quiescis, 835.
La guerra nuevamente rondaba las fronteras de la gran nación del oeste. Quiescis, posterior a un cruento enfrentamiento, obtuvo la hegemonía total sobre todas las pequeñas naciones agrupadas a su alrededor, transformándose éstas en pequeños villorrios o ciudades sin importancia estratégica. La población, empobrecida y a mal traer por la hambruna, no parecía en absoluto preocupada de quién tomaba el mando. El único clamor que retumbaba en cada rincón era la súplica de tregua, la cual, aparentemente llegó en forma de tratado de paz, en año 760. No obstante, naciones aledañas enriquecidas recientemente por el crecimiento de sus economías comenzaban a codiciar más territorio, población y recursos. Quiescis parecía ser su blanco preferido...
Probablemente, por los abusos cometidos por la milicia durante los años de asedio, o las constantes misiones y búsqueda de "rarezas" y esclavos más allá de las fronteras; Quiescis ya no tenía demasiados aliados en quienes depositar su confianza y muchos veían con resquemor los acuerdos y tratados con la nación del oeste.
Aquel era un resumen sumamente simplificado de la situación de la nación. El gobierno aguardaba ante cualquier movimiento enemigo, mientras que las milicias esperaban el momento exacto para llamar a acuartelamiento y finalmente entrar de lleno en el conflicto que se avecinaba.
—Incluso en una situación de éstas está permitido disfrutar, Sasuke. La caravana pronto pasará por la avenida principal. ¿Vienes?
—Claro, sólo... pensaba—articuló, apenas prestando atención a las palabras del mayor.
El destino de los infelices que vivían atados a las cuerdas de los poderosos era miserable. El suyo, probablemente lo sería pues, con seguridad, siendo tan solo un sargento iría designado a cualquiera de los batallones. O peor aún; las trincheras. En el fondo, temía a la muerte, incluso si se negaba rotundamente a aceptar la verdad absoluta que inundaba su corazón. En sus frías y solitarias noches de recluta, su mente era atormentada por infames fantasías que le amenazaban con materializarse cuando la guerra comenzara nuevamente; en ellas, tenía la más dolorosa de las muertes o bien, la más patética. Aun habiendo conseguido un ascenso gracias a su intachable actuar durante las misiones de rescate posteriores al Desastre de 831, las mismas inquietudes le hacían dudar de su real convicción y servicio al ejército.
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—¿Recuerdas al tipo del año pasado? Definitivamente era la cosa más rara que vi en mi vida. A veces pienso, ¿esos desgraciados tendrán un alma o, serán siquiera, humanos?
—No seas idiota, Shikamaru. Claro que lo son, pero tratándose de esclavos deformes sin otra opción, es en definitiva lo único que les queda en este mundo.
—Hmp. Supongo, yo sólo decía.
Odiaba las superficiales conversaciones de algunos miembros de la milicia. Sasuke solía ser alguien cuidadoso. Usualmente se restaba de eventos y celebraciones públicas; el alboroto jamás fue de su agrado. Así y todo, había aceptado ir finalmente a la avenida principal; la tan esperada caravana circense haría su espectacular aparición, anunciando con su llegada una semana de celebraciones por motivo del aniversario de la fundación de la Ciudad Capital, transformándose ante sus ojos, aquel evento en un inservible bálsamo y desviación de los acontecimientos actuales, sumiendo a los ciudadanos en estúpidas celebraciones aun cuando los rumores de guerra estaban por concretarse. Ciertamente, estaba molesto.
En efecto, lo que presenciaba era un circo o, mejor dicho, un zoológico humano. La esclavitud era un mal que en Quiescis estaba lejos de erradicarse y, para nutrir la amplia oferta de venta de esclavos de todo tipo durante la temporada de transacciones, era necesario ir a por ellos; y eso exactamente era lo que Shimura y sus secuaces hacían una y otra y otra vez. Devastar como mercenarios pequeñas aldeas pobres, robar de sus hogares a hombres deformes, niños y mujeres para moldearlos a su antojo. Aquellas miradas desgraciadas, cuerpos desnudos y demacrados eran el hazmerreír de miles de personas que, idiotizadas por una falsa sensación de poder y superioridad, disfrutaban a destajo de la miseria ajena, como si se tratara del mejor de los espectáculos.
—¿Tanta repulsión le causan estas criaturas, Sargento Uchiha?—tosió el hombre a su espalda. Sasuke le echó un vistazo y sus suposiciones eran del todo ciertas; se trataba de Hiashi Hyuga, uno de los empresarios más acaudalados de toda la capital.
—No precisamente ellos, sino la ligereza con que son exhibidos como si se tratara de animales—respondió, sereno. El sujeto que tenía enfrente pareció analizar sus palabras. Luego sonrió.
—Bien... es un punto de vista aceptable, mi estimado. Sin embargo, es un hecho que esas podres criaturas—Sasuke parecía irritarse cada vez más al oír su forma despectiva de expresarse—o son como nosotros. Los habitantes de estas tierras, lo quieran o no, somos superiores en todo sentido. Sino mira esta metrópolis. Mis viajes de norte a sur y por todo el Este me han hecho entender que vivimos varios peldaños por sobre sus cabezas.
—Vivimos en efecto, muy por sobre ellos, señor Hyuga—el hombre entonces pareció complacido ante la afirmación del Uchiha—, tan alto que el día del desplome de este absurdo castillo de arena, nada quedará en pie—sentenció.
Sasuke no tenía reparos en hacer notar la fragilidad de la nación a la cual servía. Años inserto en el sistema le habían hecho recular en sus ideales patriotas; el juramento de un militar en realidad, no era para nada algo loable. Su destino estaba atado a decisiones de terceros, su conciencia censurada en pos de un ascenso en su carrera y sus sentimientos contenidos a la espera de la mejor opción que pudiese catapultarlo a la alta sociedad. Un militar era un muñeco del estado; un silencioso predador disfrazado de valiente hombre durante misiones de rescate, que luego ensuciaba sin más sus manos en medio de carnicerías injustificadas.
—Eres un joven interesante, Uchiha—Hyuga al parecer, no tenía intenciones de concluir la charla e inmediatamente cambió de tema—el hijo de un gran ministro. Me ha sorprendido revisar tu hoja de vida y tus calificaciones excelentes, sobre todo durante el desastre de 831—El pelinegro notó un brillo inusual en los ojos del hombre, quien parecía maravillado con su rendimiento como rescatista en medio de un terrible desastre natural—no me sorprende que ya seas un sargento de renombre—palmeó levemente su hombre—tu camino para ser el próximo general de brigada está trazado, sobre todo después de la reasignación de Morino a otro frente.
—Espero mi ascenso por mérito propio, no como un reemplazante—le emplazó, evidenciando que no le agradaba el rumbo de la plática. Hyuga era un tipo sin filtro.
—Oh, no era mi intención despreciar tu capacidad. Por el contrario y.… es este motivo el que me orilla a tener presente tu carrera pues pronto será tiempo de que mi hija menor se comprometa. He tenido entre ceja y ceja tu historial, y espero que llegado el momento consideres la mano de una joven educada y virginal para el matrimonio. Un militar necesita en efecto, de una buena mujer en casa...
—...—el pelinegro parecía no procesar aun lo que el empresario quería decir. ¿Ofrecerle la mano de su hija menor? —Usted habla de...
—Hanabi. En dos semanas cumplirá quince años y, por lo tanto, debiese estar al menos comprometida dentro de tres meses, para contraer matrimonio a fin de año.
—¿No cree usted que la diferencia de edad entre ella y yo es demasiada? —él negó inmediatamente. Sasuke suspiró—Realmente no creo necesitar de una mujer virginal a mi lado, ni de buena posición social o, menos si se trata casi de una niña, sólo... de querer a alguien, espero que sea una persona capaz de sostener a mi lado esta terrible carga, señor Hyuga. Con su permiso.
Caminó raudo entre la multitud. Si bien había ignorado gran parte de la caravana, no soportaba más aquel lugar. Deseaba volver cuanto antes a casa. La soledad a veces era mejor compañera que todo el mundo que le rodeaba, no obstante, cientos de personas parecían demasiado interesadas en algo en particular, haciendo imposible atravesar aquella aglomeración. Un sujeto, haciendo de presentador, gritaba a viva voz que aquel ser tras la manta negra, era la mayor captura del siglo. Que ninguna de las bestias deformes que vieron en los anteriores carros se le comparaba.
—¡Sólo en Quiescis podrán ver a esta maravilla! ¡El gran Akasuna ha capturado al único ejemplar vivo de esta especie!
Aquel hombre agitaba escandalosamente la enorme manta negra sin llegar a levantarla realmente. Todos parecía expectantes ante lo que supuestamente, podría maravillar al mundo—bueno, al egocéntrico mundo llamado Ciudad Capital, pensó Sasuke, algo divertido.
—¡Pero os advierto, citadinos! ¡Este ser mitológico no puede ser visto a los ojos y su voz tampoco puede ser oída!
Un ensordecedor aplauso fue entonces la antesala del descubrimiento de aquella jaula. El pelinegro, algo mosqueado por el alargue de la presentación seguía observando atentamente al presentador mientras aguardaba con ambas manos en sus bolsillos.
—¡La mítica Sirena del Puerto de Dunkel!
Ante sus ojos, descubierto ante las animales miradas del público, se encontraba tendido y entre espasmos, el cuerpo desnudo de una mujer. Su cerebro pareció congelarse ante la vista en público de una muchacha desnuda. Es que, no había punto de comparación; por más burdeles que hubiese visitado en su vida, aquello se sentía distinto. Luego, la ira detonó en él.
—...cientos de pescadores y embarcaciones, ¡ha sido ella! —en ese preciso instante, entre los barrotes de la jaula, el hombre introdujo su mano y levantó a la mujer por el cabello, exhibiéndola por completo ante la multitud. Los espasmos de su cuerpo denotaban dolor. Sus ojos permanecían vendados y su boca amordazada. Amabas manos engrilladas y muñecas amoratadas.
Fue así como Sasuke de pronto, sin siquiera entender cuándo ni cómo, se vio sobre el presentador. Sus manos ensangrentadas acusaban sus acciones; lo golpeó tanto y tan fuerte como pudo. Sólo podía recordar su rostro explotar en sangre mientras era alejada a la fuerza por dos policías del lugar.
Aquella noche la pasó en el calabozo de la comisaría y, su tan preciado historial se vio manchado para siempre. Sasuke Uchiha no era más aquel soldado intachable. Para sus adentros, pensó que aquello tal vez alejaría a Hyuga y a sus pretensiones de ofrecerle a su hija en matrimonio. También, esperaba al menos haberle arrancado una buena cantidad de dientes al maldito presentador.
Lamentaba, por, sobre todo, el saber que aquella mujer era una víctima más del cruel sistema explotador de Quiescis. Deseaba cambiar la realidad de golpe, pero, encadenado como se encontraría hasta el amanecer, difícilmente podría hacer algo. Se trataba de un hombre impotente ante el poder y prepotencia que otros ostentaban sin pena alguna.
—Han venido por ti, soldadito de plomo —un enorme guardia fue por él, quitando sin cuidado alguno los grilletes de sus muñecas, raspando la piel y coloreando la misma, haciendo ver vivas sus carnes. Las marcas le recordaron a las de la sirena.
—Sasuke...—aquel llamado de reproche fue secundado por un largo y cansado suspiro. Kakashi había ido por él—a pesar de que estaba prohibido.
—Kakashi, yo...—quiso excusarse, pero las palabras no salieron. Había actuado como un verdadero idiota—Vi lo que aquel hombre hizo y no fui capaz de contenerme. Iba a matarlo, por suerte me sacaron de ahí—confesó, apenado.
—Así que ¿todo ha sido por esa...cosa? —preguntó de pronto. El pelinegro creyó haber oído mal.
—¡Cosa! ¿Le has llamado cosa a una mujer secuestrada? ¿Acaso imaginas la agonía por la que debe estar pasando justo ahora mientras te admiras de ella y los demás esclavos?
—Bien, bien. Aquella mujer...—repuso, intentando calmar a Sasuke quien, parecía fuera de sí otra vez— Sólo cálmate. Si lo que deseas es a ella, te aseguro que no será una esclava corriente. Ha sido capturada por Sasori. La ha exhibido como trofeo, ya sabes, un general poderoso, rodeado de historias míticas y bueno, para acallar rumores.
Sasuke seguía molesto y lo estuvo aún más al saber que Sasori una vez más cometía atrocidades por mero gusto.
—Me quedaré, Kakashi—el peligrís le miró algo sorprendido—No deseo perjudicarte con todo esto. He sido aprehendido, es todo. Al amanecer seré liberado y.… quién sabe.
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AU, nombres extraños, seres mitológicos y gente rara. Esta historia será explícita. De Recommence, de corte policial, pasé a esto :c espero me perdonen por abandonarla descaradamente. También, ojalá le den una oportunidad a mi nuevo proyecto, el cual me ha mantenido ocupada como hace mucho no me entusiasmaba una obra propia.
Con respecto a Forbidden como tal, han notado que se trata de un universo completamente paralelo e inventado-enfermamente- por mí. Sepan que tengo un mapa dibujado y todo un continente lleno de nombres extraños XD. Sasuke es un militar decepcionado del ejército y el resto, supongo pueden deducirlo ¬¬
Nos leemos en la próxima actualización.
PD: En el próximo capítulo expondré una pequeña referencia a los términos utilizados, una línea de tiempo y otras cosas que me guardé para el capítulo n°1 (tomen esto como una intro, podría decirse, el piloto de este longfic).
