DISC: Esto ha sido escrito sin ánimo de lucro y ni los personajes, ni los lugares, ni nada de lo que aparece abajo me pertenece. Así que cuando termine, dejaré todo de nuevo en su sitio.
ALGO PASA CON DUMBLEDORE
CAPÍTULO 1
El tren llegó puntual a la estación de Hogsmeade y de él se bajaron pocos pasajeros. Uno de ellos, era el profesor de pociones de Hogwarts con una gran maleta negra. Había pasado las vacaciones haciendo encargos para Dumbledore referentes al colegio, tarea que venía desempeñando desde que se incorporó al personal, y otros encargos más secretos. Éstos últimos se habían incrementado considerablemente desde que la vuelta de Voldemort, ya no era desconocida para nadie.
Tenían que venir a recogerlo, el día anterior había mandado una lechuza para que así lo hiciesen. Snape miró el andén que se estaba quedando vacío, y luego hacia el cielo.
- Si por lo menos no hiciese tanto calor – gruñó para sí mismo.
Se sentó en un banco con sombra, puso la maleta en el suelo, y miró el reloj.
- Este idiota de Hagrid otra vez se ha retrasado. ¿ y si no ha recibido mi mensaje? ¿ y si no sabe leer?
Cruzó las piernas y los brazos, y empezó a mover la pierna de encima como si tuviera un tic nervioso. Miró el reloj, miró el andén. Nadie.
- ¡Qué calor! ¿por qué vestiré de negro? Y estas malditas mangas largas. Aunque ahora no hay nadie que puede verla, - miró a los lados - ¿y si me las recojo?
Empezó a recoger las mangas, y de pronto escuchó a Hagrid llamándolo. Las volvió a estirar, gruñó – grrrr...- se levantó, cogió la maleta, y fue al encuentro del otro.
- ¡Severus! ¡me alegro mucho de verte! Deja, deja, yo cojo tu maleta ¿Qué llevas aquí, un yunque? Je, Je – guiñó un ojo.
A Snape le desesperaba Hagrid y su lenguaje chistoso, así que lo miró con desagrado. No obstante, le contestó cortés aunque sin ganas.
- ¿Qué tal Hagrid?
- ¿Y qué? ¿Qué tal las vacaciones? ¿Playa o montaña? – por supuesto que sabía sobre las misiones de Snape, pero le pareció graciosa la broma.
- ¿Vacaciones? Grandiosas – dijo sin ganas, Intentó lanzarle una de sus miradas intimidadoras, pero con Hagrid siempre resultaba difícil debido a la diferencia de altura. Sin embargo, Hagrid comprendió por el tono con el que había contestado, que no tenía ganas de broma, pero nunca se cansaba de intentarlo con Snape. Alguna vez rompería su cascarón, como Norberto.
- Ehh..., Siento el retraso Severus, pero es que pasé por Honey Dunes para recoger los caramelos del profesor Dumbledore y pagar la cuenta.
Caminado llegaron al coche de caballos y se montaron los dos delante.
Mientras iban hacia el castillo, a Hagrid le pareció que tenía que romper el silencio, así que se aclaró la voz y dijo:
- Ya han regresado algunos profesores. La profesora McGonagall y el profesor Fliwich están aquí desde la semana pasada, y la profesora Sprout y madam Pomfrey llegaron ayer. La profesora Trelawney se ha pasado aquí casi todo el verano, y claro, Filch también está aquí.
- ¿ Y Albus, ha regresado?
- Llega esta tarde. Se marchó ayer y me dijo que quería verte en cuanto llegaras, pero como él se tuvo que ir, no está...- se hizo un lío.
- Y ¿dónde ha ido?
- Fudge lo llamó. Ahora lo llama cada dos por tres. Parece que en le Ministerio no saben hacer nada sin el profesor Dumbledore.
Continuaron sin decirse nada más durante un rato, hasta que Hagrid volvió a hablar.
- Por cierto, han llegado hoy los calderos de Giblim Cauldron´s.
- ¿Los que encargué antes del verano? ¿Ahora llegan?. – Snape se comenzó a poner nuevamente nervioso - ¿y qué ha pasado con los ingredientes? ¿Han llegado?
- No lo sé, Severus. – Dijo Hagrid rascándose la cabeza. Mejor no abría más la boca hasta llegar a Hogwarts.
No le gustaba a Snape como empezaba el curso. El año anterior Longbottom, que había fundido su propio caldero nada más empezar el curso, había acabado con toda su reserva de calderos para uso personal del profesor, por eso tuvo que pedir toda una remesa de calderos nuevos. Que se hubiesen retrasado lo ponía nervioso, pero no había nada que lo pusiese más nervioso que Longbottom en su clase, y por eso sonrió acordándose que no tendría al chico ese año en clase, debido a los espantosos resultados de los exámenes del año anterior.
Snape entró solo en el castillo, y allí apilados junto a la escalera, estaban los calderos que había encargado justo antes de marcharse de "vacaciones". A nadie se le había ocurrido llevarlos a la mazmorra, lo que enfadó al enfadado Snape, gruñó y dijo:
-¿Qué esperan? ¿Qué los lleve yo? – lo dijo entre dientes y volvió a gruñir mientras se encaminaba hacia la cocina en busca de algún maldito elfo. – Inútiles, son incapaces de hacer una a derechas si no estás diciéndoles lo que tienen que hacer. Y ahora tengo que ir yo, y aguantar como hacen reverencias y chapurrean el lenguaje.
En la cocina estaban varias docenas de elfos, que miraban aterrorizados hacia la persona que había abierto la puerta. Era la persona más desagradable de todo Hogwarts, el profesor Snape. No obstante, los elfos corrieron hacia él e hicieron muchas reverencias.
- ¿En qué ayudarle podemos, señor? – dijo una elfa anciana con ganas de ayudar.
Snape la ignoró y la miró con desprecio, y luego miró igualmente a los demás. Un brillito de malicia apareció en sus ojos y empezó a decir suavemente – Si no veo mis calderos en el almacén de las mazmorras en menos de un minuto, haré que este curso asistan a mis clases – y bajando más la voz, añadió – como ingredientes.
Decenas de ¡poff! se oyeron en la cocina, y no era para menos. El año anterior muchos habían sentido en sus carnes el mal humor de Snape. Uno incluso había tenido que ir a la enfermería, lo que provocó una reprimenda de Dumbledore a su profesor de pociones y la promesa de éste último, de no molestar más a los elfos. Así y todo, ningún elfo se atrevía a cruzarse en el camino del "respetable" maestro.
A Snape le encantó comprobar lo bien que funcionaba su técnica intimidatoria, y se disponía a irse, cuando vio un elfo sentado frente a un papel sin cumplir sus órdenes. Se acercó sigilosamente a él por detrás , como era su costumbre para atrapar desprevenido a su presa, se agachó y dijo en voz alta - ¿ Qué haces que no vas a cumplir mis órdenes?
El elfo ni se sobresaltó, levantó los grandes ojos y con una gran sonrisa le contestó:
- A señor Dobby iría con gusto, pero es que ya han ido otros.
Aquello era nuevo, un elfo respondón al que no le gustaba trabajar. No le gustaba en absoluto. Snape se interesó entonces, en el papel que estaba mirando el elfo. - ¿ qué haces con eso, elfo?
- Dobby intenta escribir una felicitación de cumpleaños para Harry Potter- lo dijo con tanta alegría, sobretodo cuando mencionó el nombre del mago, que a Snape se le agrió la garganta –Arggghh Harry Potter.
Nunca le gustaron los elfos, pero éste le gustaba menos que ninguno, así que recordando la promesa a Dumbledore, y por no hacer una locura, se alejó del elfo fan de Harry Potter.
Llegó a su despacho, abrió la puerta del almacén, y comprobó que los calderos estaban allí, al igual que los ingredientes nuevos que les había servido Staermer, el dueño de la tienda de ingredientes de pociones de Hogsmeade, con el que siempre trabajaban. Tenía que hacer un inventario de los ingredientes de que disponía el próximo curso. Ya había hecho uno antes de marcharse, pero él siempre lo comprobaba todo dos veces.
Cogió una pequeña navaja, y abrió las cajas de cartón. Sacó los distintos frascos, y los llevó a los distintos estantes. Otros los fue metiendo en una caja par llevarlos al almacén, y lo más peligrosos, los fue poniendo encima del escritorio, para ponerlos después en el armario, bajo llave.
- Si, parece que está todo. A ver... crótalos de libélula en polvo ¿en polvo?, ya no hay que molerlos, que moderno. Bien 12 unidades, correcto. Los rizomas de helecho de Heckla...10 frascos... Maldito Staermer, no ha mandado los esporofitos de mangosta. ¿Cómo diablos se supone que haremos la poción reductora?.
Llevó la caja de frascos al almacén y los colocó en sus estantes. Cuando volvió a su despacho, cogió la pluma para escribir una carta de reclamación a Demetrius Staermer, el dueño de la tienda de ingredientes de pociones de Hogsmeade, se dio cuenta que tenía una carta de Madam Pomfrey:
Severus:
No tenemos poción crecehuesos, ni tampoco pepperunt y la poción del sueño tranquilo está bajo mínimos.
Poppy.
- Bueno, y quiere que yo las haga. ¿No puede comprarlas? – Gruñó - ¿No es medimaga?, Puede hacerlas ella, eso dice su título. Seguro que le dieron el título de enfermera en una tómbola.
Y así fue como Snape cogió tres calderos de los nuevos, y se puso a hacer las tres pociones.
Estaba refunfuñando cuando se abrió la puerta del despacho. Albus Dumbledore estaba en la puerta quitando el envoltorio a una gragea de mil colores.
Se la metió en la boca, y de inmediato la escupió en la mano, poniendo cara de asco. –Uhhh bilis.
- Hola Severus – dijo alegremente - ¿Qué, entreteniéndote en tus pasatiempos?
- Hola Albus. No, es que Poppy no tiene las pociones más elementales en la enfermería, y en vez de comprarlas, me las pide a mí.
Dumbledore metió el caramelo en el envoltorio, y lo tiró en la papelera.
- Vamos Severus, no refunfuñes más, deja eso un momento, y toma un té conmigo.
Dumbledore conjuró dos tazas y una tetera. Llenó las dos tazas, y se llevó la suya a la boca. Se sentó y observó trabajar a Snape.
-¡Uy!, está caliente. Espera que se enfríe Severus.
- Entonces, seguiré aquí removiendo los calderos.
- He estado almorzando con Fudge. ¡Si vieras lo suavito que está ahora que se ha convencido de la vuelta de Tom! . Me ha dicho que cuente con el Ministerio para lo que quiera. – Se encogió de hombros. Snape movió la cabeza de un lado a otro. Ahora el Ministerio si los apoyaban, después del añito que había pasado. Snape volvió a ocuparse de las pociones.
- Severus. Dentro de dos semanas se va a celebrar la reunión de los ministros de magia de varios países de Europa. Espero que esta vez vayamos todos a una y no como la última vez. También tenemos que preparar el viaje para hablar con los gigantes. Lo voy a intentar yo mismo, tal vez consiga que no se unan definitivamente a Tom. – Hizo una pausa y Snape miró a Dumbledore al darse cuenta que se había quedado callado. Dumbledore miró traviesamente a Snape y dijo con voz también traviesa. – Tengo una noticia para ti.
Snape arqueó una ceja y miró directamente a Dumbledore. - ¿Cuál?
- Ya tenemos profesor de defensa.
Snape puso los ojos en blanco. El nuevo profesor de Defensa. Eso si que lo sacaba de sus casillas.
- ¿No quieres saber quién es? – preguntó Dumbledore mientras Snape trataba de disimular que le daba lo mismo.
- Si quieres, dímelo
- Tú. Si, no me mires así, tú. He convencido a Fudge. Sabes que no te he podido dar el puesto por tu pasado. El consejo de administración del colegio y el Ministerio me lo tenían prohibido, pero ya te he dicho que el Ministerio está muy condescendiente conmigo..., bueno , ya sabes, uno tiene sus influencias, y en cuanto al consejo, hará lo que diga el Ministerio que haga.
Por fin. Llevaba años detrás de ese puesto. Era para lo que él se consideraba más preparado, lo que más anhelaba, y ya lo había conseguido. Pero de repente tuvo una duda
- Y ¿quién se encargará de pociones? Tienes tres días para encontrar un sustituto.
- Si, y ya tengo el mejor- contestó Dumbledore.
- Vaya, me encanta que hayas encontrado a alguien mejor que yo.
Dumbledore se rió de los celos de su amigo
- Bueno, ¿y quién es?- gruñó Snape.
- Tu, tonto. – Le dijo Dumbledore con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.
- ¿Insinúas que use un giratiempo? ¿Me lo permite el Ministerio?
- Te he dicho Severus que tengo influencias. Vamos, eso si tu quieres tener éste año el doble de trabajo; el sueldo será el doble por supuesto...Aunque también podríamos encontrar otro profesor para pociones, pero el curso comienza el lunes, y tres días son muy pocos para encontrar a alguien que tenga suficientes conocimientos en la materia. Claro y en el que podamos confiar. – Dumbledore tomó un sorbo de su té – Severus, ven y tómate el té que ya no quema.
- Un momento.
Snape agregó ingredientes a las distintas pociones con una sonrisa en la cara. Por un momento se perdió en sus ensoñaciones imaginándose como profesor de defensa. Rápidamente volvió a la realidad cuando escuchó que empezaba a hervir la poción pepperunt, la del sueño tranquilo empezaría a hervir enseguida y no tenía a mano los hígados de tritón.
- Albus. ¿Puedes remover los calderos mientras voy al almacén de ingredientes?
- Si, claro, pero no me has dicho que te parece ¿Aceptas?
Snape sonrió francamente y Dumbledore le dio dos palmaditas cariñosas en el hombro, Snape bajó la mirada ruborizado y fue a buscar lo que le faltaba al almacén.
Albus se quedó allí con una taza en la mano, y con la otra iba alternando los cucharones de cada poción.
Ese ingrediente, era uno de los que ya había colocado en los estantes, así que no le costó mucho encontrarlo. Volvió a su despacho y entonces se encontró horrorizado a su único amigo en el mundo, echado boca arriba en el suelo, con una mano agarrando un cucharón, y con la otra, agarrando el asa de la taza que ahora estaba hecha pedazos en el suelo.
FIN DEL CAPÍTULO 1
