Disclaimer: Junjou Romantica y sus personajes son total propiedad de Shungiku Nakamura.
Advertencias: Posible aunque no intencional OoC. Las fechas, los climas y los periodos de estudio del Fanfic están basados en los de mi país, se me hizo tedioso buscar los de Japón, así que espero no sean molestia.
Parejas: Nowaki/Hiroki (Los egoístas son los principales); Akihiko/Takahiro.
Notas: El fic está escrito como un diario de vida y no hay guiones en los diálogos, espero no confundir. El nombre del fic no tiene nada que ver con la película del mismo nombre xD
TORMENTA PERFECTA
«Tiene algo que me atrae. Eso es evidente, pero ¿qué es?»
Mario Benedetti. —La Tregua
I: Marzo
Lunes 6 de Marzo.
Acabo de volver de clases. Es el primer día de mi último año en la Universidad como estudiante. Esperé tres años (seis semestres, para ser exacto) para llegar a esta instancia y ahora que estoy dando el primer paso me siento extraño. Es como si las imágenes de la despedida de mis compañeros, las felicitaciones de mis padres y la sonrisa orgullosa de Akihiko se me hubieran adelantado. Creo que necesito más tiempo del que creí para adaptarme al epílogo de mi carrera.
Dios, qué cruel sonó eso. Apenas tengo veintidós años y estoy actuando como quien está a punto de jubilarse. Eso me deprime. O no sé. Quizás lo que me deprimió fue la charla que dio el jefe de carrera en la universidad. Fueron los diez minutos más nostálgicos que he tenido que vivir. La tesis, el recibimiento del diploma. Luego buscar trabajo. Yo estoy trabajando desde el año pasado en una tesis que durante las vacaciones dejé abandonada en un rincón. Al principio me sentí como el tipo más responsable sobre la faz de la tierra y a medida que iba avanzando en ella me empecé a sentir acabado e incluso paranoico. Qué necesidad hay en elaborar una tesis cuando todavía me faltaban tres semestres para terminar mi carrera.
Mi padre me felicitó por ello, mi madre me dio un abrazo gentil. Yo no supe qué hacer.
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Viernes 10 de Marzo.
Problemas Actuales de los Estudios Literarios me obliga a acercarme al ocio, lo que no debería ocurrirme cuando no me ocurrió ni siquiera con Ética Profesional durante el segundo semestre del primer año. Mirar por la ventana de pronto se hace tan interesante como dibujar garabatos sobre las hojas de mi cuaderno. El profesor no se inmuta. Echo de menos cuando era niño y la profesora me regañaba por no prestar atención. Ahora, con veintidós años, a los profesores les importa un huevo si aprendes o no. Para algunos simboliza libertad, para los amargados como yo, no es otra cosa distinta a la madurez y la inserción al mundo adulto. Mirar atrás, a estas alturas de mi vida, me hace sentir patético.
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Martes 14 de Marzo.
Pedí un libro en la biblioteca. La joven encargada pareció ponerse nerviosa, como si toda la experiencia adquirida en teclear en un computador y conocer la ubicación de cada libro de registro se le hubiese ido al diablo. Parece un poco mayor que yo. Por lo que sé, estudió Biblioteconomía y Documentación (Akihiko me lo dijo. Qué chismoso). Cuando supe casi me echo a llorar; qué carrera más aburrida, dije, y Akihiko me lo confirmó con la cabeza mientras su ceja se alzaba.
Cuando la miré para mostrarle el libro, ella me entregó el lápiz para registrar con su mano temblorosa. Analicé con cuidado cómo es que debía tomarlo para no hacerla sentir más extraña todavía. Qué ridiculez.
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Viernes 17 de Marzo.
Tengo buena relación con mi padre, solemos hablar mucho. Tonterías, pero hablamos al fin y al cabo. Me siento conforme con eso. Después de la cena, tomó las llaves del auto y me invitó a dar un paseo. No pude sentirme más raro en toda mi vida. Le avisé a mi madre, gritándole desde la sala hasta la cocina, que íbamos a salir. Ella lo confirmó y mi padre me dio un palmazo en la cabeza. Qué es eso de gritonear, me regañó. Yo fruncí el ceño rascándome la nuca para calmar el mínimo dolor. Volví a recordar mi niñez.
Fuimos a un mirador. Mi padre estaba a mi lado, yo lo miré de perfil y me percaté de su espalda ligeramente encorvada. Mi padre no es un hombre viejo, no ha llegado a los cuarenta y ocho años todavía, pero sé que algo le pesa, o eso parece. Qué más da. Puedo alardear de la calidad de vida que llevamos los japoneses, así que dejé rápidamente de lado el asunto.
Me habló de su trabajo, que estaba aburrido de él y que sólo deseaba jubilar. Quiere dedicarse a otras cosas para matar el tiempo, aun cuando todavía trabajando, tiene mucho tiempo libre. Piensa que se volverá ocioso cuando sus años de vigor terminen. Yo pensé que se estaba adelantando a los hechos. Mi padre todavía sigue teniendo más fuerza que yo, lo cual me hace sentir en alguna medida seguro, pero también como un enclenque a pesar de mis antiguas clases de defensa personal y Kendo. Mi padre volvió su rostro de ojos cafés (como los míos, pero más entrecerrados) para clavarlos en mí, como si me escarbara.
No me atreví a preguntarle qué pasaba, ni siquiera por qué habíamos salido de casa tan de repente. Él simplemente me tomó los hombros y me abrazó. Qué cosa más rara.
Correspondí el abrazo tan excéntrico, anonadado por ese gesto. Lo hice pensando en sacar algún tipo de provecho. Cuando volvimos al auto, le pregunté si podía conducir de vuelta. Como era de esperar, me mandó al diablo.
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Sábado 18 de Marzo.
Quedé en juntarme con Akihiko. Fui a su casa, saludé al mayordomo, me hizo pasar y me dijo que esperara. No es algo que me moleste, estoy acostumbrado. Akihiko apareció bajando la escalera mientras no paraba de mirarme. Yo chisté la lengua y me le acerqué, golpeándole el hombro con el puño.
No sé qué clase de saludo es ese, pero cuestionarlo ahora, luego de tantos años siendo amigos, es inútil.
Fuimos a su habitación. Al parecer estaba solo en casa, a excepción del mayordomo. Me dijo que había estado estudiando. Ante mi cara de incredulidad, me preguntó ¿Sabes lo que es? Una mentira, contesté, y de las grandes. Akihikorió unos segundos.
Pasé toda la tarde en su casa. Sólo faltaron las cervezas, pero para otra ocasión quedarán.
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Domingo 19 de Marzo.
Tengo entendido que los domingos son el peor día de la semana porque atraen al aburrimiento cual imán. No es mi caso. Lo que menos hice fue aburrirme. Entre estudiar, acompañar a mi madre al supermercado (no me gusta que vuelva tan cargada a casa) y leer el libro que pedí, el día se me fue. Qué fastidio. Al menos me mantuve enfrascado en hacer algo, aburrirse suena mucho peor.
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Miércoles 22 de Marzo.
Camino a la Universidad, me encontré con un tipo (No puedo referirme a él de otra forma). En realidad chocamos en una esquina, yo por mirar a la chica que pasaba por mi lado y seguir caminando y él por estar pendiente del celular. Discúlpame por favor, me dijo. No se preocupe, contesté aun atontado. Cuando me miró a la cara, su rostro pareció iluminarse de un momento a otro. ¡Hiroki! Exclamó, yo me eché para atrás frunciendo el ceño. Abracé con fuerza la carpeta que traía. Hola, contesté, ¿nos conocemos?, ¡Claro! Éramos compañeros en la Secundaria, me dijo, yo seguía sin creerle. Al final acabé intercambiando frases desconfiadas, estableciendo una conversación sólo por no ser descortés. Al final nos despedimos con un apretón de manos, y él siguió con su camino. Vaya tipo más extraño.
Como si fuera poco, un vago me interceptó. Parecía borracho. Me preguntó qué estaba haciendo, yo no le contesté y seguí caminando, más por estar lo suficientemente atrasado como para no dejarme entrar a la clase que por ser un maldito desconfiado. Mientras me alejaba, él insistía en preguntarme. Al salir de clases, me pregunté exactamente lo mismo, sin acabar de entender por qué.
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Jueves 23 de Marzo.
El profesor de Lengua Clásica nos mandó a hacer una investigación acerca de las corrientes literarias surgidas en Europa. Vaya a saber uno qué tiene que ver Europa con lo clásico japonés. Pero como él es el que sabe, no quedó otra.
Akihiko me tomó la mano casi inmediatamente, como si me hubiera reclamado cual conquistador. Su mano fría me asustó, lo miré de soslayo y le dije que eso no era necesario, que de todas formas pensaba hacer el trabajo con él. Soné bastante apenado, él me miró de forma extraña. Peor es nada, le dije. Deberías sentirte afortunado, contestó mientras se miraba las uñas. Rodé los ojos con impaciencia.
Vinimos a mi casa, con la difusa intención de avanzar con algo, por mínimo que fuera. Akihiko recordó sus años vividos en Inglaterra. Me habló del Big Ben y el London Eye, el Palacio de Cambridge y cómo es que en el lugar que se encontrara, había alguien hablando de la Familia Real. Yo me limitaba a mirarlo con gesto ansioso, quería seguir escuchando. Luego me habló de una visita fugaz que hizo a Francia.
Nunca me había hablado de su vida en Europa. Un año no es un periodo de tiempo lo suficientemente corto como para que no quede nada grabado en alguna memoria, y más aún si se trata de la de un niño. Akihiko ha tenido mucha más vida que yo, además de más dinero y un mejor sentido del humor.
Qué diablos.
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Lunes 27 de Marzo.
Hoy entré más tarde a clases, por lo que me di el lujo de desayunar con mis padres. No fue un desayuno gourmet pero sí fue lo suficientemente bueno como para saber aprovechar la mirada amable de mi mamá. Hace tanto tiempo que no desayunábamos juntos que incluso el mal sabor de la pasta de dientes se fue en un segundo. Cuando llegaron las diez de la mañana, me despedí de ellos y me fui a clases.
Me extrañó que mi padre no dijera nada, además de que tampoco lo vi comer. Sales de clases y te vienes derecho a la casa, suele decirme cada vez que me ve antes de irme a la Universidad.
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Martes 28 de Marzo.
Akihiko me esperaba en la entrada. Me dijo que tenía que decirme algo de vital importancia. Qué exagerado. Al final no me dijo nada que me importara, así que le sugerí (ordené) irnos a clases de una maldita vez. Por ir dándole una paliza verbal mientras lo miraba, choqué con un tipo. Disculpa, me dijo. Fíjate por dónde vas, mocoso, le contesté. Él sonrió y pareció no importarle, eso me molestó. Siguió caminando y yo hice lo propio, ahora con Akihiko aguantándose la risa.
El mocoso tenía ojos azules, eran bonitos (Qué vergonzoso).
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Miércoles 29 de Marzo.
Me vine con Akihiko luego de clases. Avisé a mi madre que estaría en su casa para seguir avanzando en esa cosa de Lengua Clásica.
Fuimos a su habitación y nos encerramos. El mayordomo nos llevó jugo de naranja artesanal, bastante bueno. Luego nos dejó solos. Buscamos información en Internet sobre el Romanticismo, Akihiko trajo unos libros enormes que consiguió en Inglaterra, y comenzamos con el trabajo.
Nos dieron las cuatro de la madrugada. Llamé a mi madre para avisarle que me quedaría en casa de Akihiko y que me iría a la Universidad con él al otro día. Ella lo confirmó sin decir palabra, pero sí con un suspiro. Estaba llorando. Me preocupé casi sin querer.
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Jueves 30 de Marzo.
No hay caso. Por más que me esfuerce, no puedo disimularlas. Se ven terribles y parezco zombi. Sólo te falta comer carne cruda y caminar con torpeza, me dijo Akihiko. Cállate, le respondí, todo porque tú no tienes ojeras. Sí tengo, me dijo, pero las tapo y creo que deberías hacer lo mismo. Ni muerto me pongo esa cosa. Pero si ya pareces uno. Cierra la boca si de verdad valoras tu vida. Claro que la valoro, pero molestarte es más divertido.
Casi me le tiro encima, pero no lo hice por no parecer un idiota. Además, no quería volver a chocar con nadie.
Aquí el primer capítulo del fic, espero les haya gustado. Aún no sé cuántos saldrán xD
Muchas gracias por leer.
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