Antes que nada, Hola. Esta puede ser-y si queréis que sea, será-mi primera historia. Es un Draco/Astoria(Asteria), ya que me gusta este personaje por lo poco que se a contado de ella, da mucho juego. Lord Voldemort ha ganado, aunque la guerra continua. No quiero desvelaros mucho, por si os gusta, y si no os gusta supongo que no querréis leer más tampoco. Si queréis que siga, por favor, escribid un comentario diciendo lo que queráis, las críticas constructivas serán agradecidas. Muchas gracias, esperaré a ver vuestras reacciones. Todas. ¡Un beso!
Nubes de oscuro vapor de carbón, siendo arrastradas por el viento. El impoluto paisaje blanco de Invierno se veía manchado por esas lineas gruesas de oscuridad, traídas por el intruso: un tren de un brillante color granate.
Asteria apoyó la palma de su mano contra el cristal de la ventana, sus ojos curiosos retenían los detalles que pasaban a rápida velocidad en aquel curioso marco.
El compartimento llevaba cerrado bajo llave desde el inicio del viaje, al fin y al cabo seguiamos en guerra, ¿No? Al menos no duraría demasiado...¡Oh, lo siento, os estoy adelantando demasiado! Habéis sido vosotros los que habéis insistido en que contara la historia, ahora tendréis que aguantar a la narradora..
Asteria era...era muy... joven. Acababa de terminar sus estudios y como a todos, la guerra nos pilló con la inocencia aún cubriendonos el rostro como un espeso velo. Pero no era su juventud lo que intentaba explicaros. Había algo en ella, algo que era difícil de explicar. En una época tan oscura, ella era luz. ¿Deslumbrante? No, cariño, no ese tipo de luz. No era agresiva, no saltaba a la vista. No era un lumos en plena noche. Era como los primeros rayos de Sol en primavera, tan fresco como el aire. Tan tímido y tan poco pensado. Tan inocente como las damas de antaño, como una Julieta rescatada de Verona, como la Kitty que relató Tolstói. En una tierra rota por dioses y monstruos, ella aún era un ángel. Con eso no quiero decir que fuera la versión infantil y ridícula de los angelitos de sonrosadas mejillas, os hablo de los angeles biblícos, de aquellos que amaron y perdieron, con furia y corazón. Pero siempre con ese aspecto tan...imperfecto. Bueno, ya os la iréis imaginando.
En aquellos años los trenes debían tener mucha seguridad, desviarse de grandes ciudades y caminos conocidos. Todos estaban escondidos por encantamientos, y protegidos por conjuros, pero a veces ni eso era suficiente para alejar a los civiles de las muertes. Aunque Asteria había visto un perfil diferente de la guerra. En América, cuando empezó sus estudios en la escuela de Salem con apenas 6 años, apenas se oía hablar de Lord Voldemort. Algunos habían pagado por caros periódicos extranjeros, y mostraban las fotografías en movimiento de Mortífagos que continuaban en prisión. Pero para todos era otro Grindelwald: luchando por una idea, pero muerto. Y nadie habla sobre los muertos. Recordaba haber oído alguna historia de miedo en los dormitorios de niñas, pasados de boca a boca hablando de un hombre capaz de hablar con las serpientes. Pero, claro, eran historias de niños.
