Disclaimmer: Todos los personajes que aquí aparecen pertenece Rowling."Este fic participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro Amor de Tercera Generación."

Título: Do you know how a rose feels?

Summary: A Scorpius Malfoy no le gusta Rose Weasley. Ni ahora, ni antes, ni nunca. Que su amortentia huela exactamente igual a ella es una simple casualidad. Porque ella es una Weasley, y él es un Malfoy. Y ellos son, simplemente,algo imposible.

"No es que me gustes. Es sólo que simplemente, siento deseos de abrazarte y de besarte cuando estás cerca. Cada maldito minuto del día. Pero eso no es amor, Weasley. Tenlo claro."


Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.

José Ortega y Gasset

¿O sí?...


-Scorpius, hijo acércate ... ¿podrías decirnos que poción es esta?- la voz del profesor Slughorn, cálida y familiar, sacó al rubio de su sempiterno sopor.
-Amortentia, señor.
-Correcto ... ¿y podría decirnos por qué lo sabe, señor Malfoy?
-Sí, por supuesto. La amortentia tiene como particularidad su olor. Cada persona que huela la Amortentia, percibirá en ella sus olores favoritos, sus olores amados.

-Bien, perfecto. Diez puntos para Slytherin. Ahora ...- la voz del profesor se fue alejando. Y Scorpius aspiró de nuevo aquél fascinante olor. "Limón, jazmín y pergamino" pensó. Y eso fue sorpresivo, extraño. Y es que, si su poción olía así eso le daba razones para creer que tal vez ... no, era una tontería. Porque no podía ser. Porque era imposible. Y eso, en el mundo de Scorpius Malfoy, era una razón más para no preocuparse.


Limón(I)

Scorpius corría lo más rápido que podía, mientras tiraba de la muñeca de Rose. Al principio, todo había parecido muy sencillo, una pequeña incursión nocturna a la cocina acompañado de su mejor amigo. Luego, como no, esa pelirroja entrometida había tenido que ir a decirles que Filch estaba sobre aviso. Lo cual, en otra situación, hubiera sido de agradecer, pero no en ese momento, cuando hacía ya tiempo que había perdido de vista a su amigo, y el y la pelirroja corrían escuchando tras de si las pisadas del viejo conserje. Desesperado, Scorpius vio un pequeño armario de escobas.
-Métete ahí- le ordenó a la pelirroja mientras la empujaba, al mismo tiempo que él también introducía su cuerpo en aquél diminuto espacio.
Allí, en la oscuridad, Scorpius apretó el cuerpo de la pelirroja contra él.
Apretó suavemente su dedo índice contra los labios de la muchacha, indicándole que no podía hablar. Si lo hacía, Filch podría atraparles, y el castigo no sería placentero. Incluso en la oscuridad del cuartucho Scorpius pudo percibir cómo un sonrojo inundaba sus mejillas.
Ella hundió su cara en su hombro con esperanza de que él no percibiera su nerviosismo, aunque ya era demasiado tarde. Incluso sus orejas resplandecían, casi incandescentes. Cuando la chica se apretó contra él, el rubio sintió a su vez como aquella indomable mata pelirroja le hacía cosquillas en la nariz; esto era debido a que ella era alta, mucho más alta que la mayoría de chicas que Scorpius conocia, y esto la ponía casi a su misma altura. Y delgada, pensó Scorpius , de cuerpo fragil y huesos largos y marcados. Tratando de apartar esos pensamientos de su mente, el muchacho aspiró fuertemente, tratando de llevar a sus pulmones un poco de aire fresco que despejara su mente. En su lugar, el perfume de Rose invadió cada uno de sus sentidos. Al contrario que el de la mayoría de las muchachas, su olor no era pesado y dulzón. En absoluto. Como ella, su perfume era una nota de frescura. Scorpius volvió a inspirar fuertemente. No podía evitar sentirse culpable, pero ... ¿quién podría haber sabido que Weasley olía como un bizcocho de limón recién horneado?
Suave, infantil e intoxicante. Y con un punto ácido.
El olor de Rose era todas esas cosas. Y más.
Perfecta para comérsela de un solo mordisco, pensó el rubio. Inconscientemente, apretó contra él su fina cintura. ¿Qué decir? El limón siempre había sido su fruta favorita. Y por eso quería abrazar a Rose Weasley fuertemente y nunca soltarla. Solo por eso.
-Enseguida saldremos de aquí- le prometió él entre susurros. Ella asintió, temblorosa, pero llena de plena confianza en él.
Scorpius apretó aquella pecosa mejilla contra la suya propia. Tenía un oído bastante agudo. Sabía que Filch se había ido hacía ya hacía bastante tiempo. Sabía que ya no corrían peligro.
Pero no quería soltarla.
"Solo diez minutos más" se prometió a si mismo. No sabía si era por su olor a limón o por alguna otra cosa, pero en ese momento no hubiera soltado a Rose ni por todo el oro de Gringotts.

Literalmente.

Aunque esto, por supuesto, no significara que Weasley le gustara. En absoluto. Evidentemente, Scorpius se tragaría mil clavos ardiendo antes de ni siquiera pensar que esa pelirroja largirucha y carente de atractivo era deseable... pero ... pero en ese momento, Scorpius pensó que Rose Weasley encajaba entre sus brazos perfectamente, como la pieza final de un rompecabezas.

Aunque eso, evidentemente, no era señal de que Weasley le gustara. Ni remotamente.

Ni en un millón de años.