Un cálido y brillante sol iluminaba el rukongai. Eran las 5 o las 6 de la tarde, las cigarras chirriaban desde los árboles y los niños jugaban por las calles mientras sus padres se relajaban a la sombra o hacían las labores domésticas. Y aún así nadie pudo evitar fijarse en una figura que había parada delante de la entrada al Seireitei, la corte de los espíritus puros. Sus ropas a muchos les parecieron extrañas, a otros, los miembros más nuevos de la sociedad de almas, familiares. Una camisa a cuadros, roja y negra, unos vaqueros negros y unas botas del mismo color. También llevaba unos mitones grises en las manos. La melena oscura le caía por la espalda recogida en una larga coleta, y apoyada en su hombro izquierdo como una mochila, descansaba lo que todos concluyeron que era una espada, no muy larga, pero con una empuñadura más alargada de lo normal.

La muralla cayó al instante, era la señal, la señal de que aquella figura no era bien recibida en el hogar de los shinigamis. Todos los que allí había en ese momento corrieron a esconderse, el guardián de la puerta llegaría en cualquier momento a batirse con el intruso. Tres de los cuatro guardianes habían sido sustituidos, por su traición de hacia unas semanas. El de aquella puerta, la norte, era uno de los sustitutos, y hasta el momento no se había dado a conocer. Pero no llegó a caer. El extraño toco la puerta y un rayo blanco surgió de la punta de sus dedos, atravesando el portón. Después, como si de una reacción en cadena se tratara, comenzó a resquebrajarse y a caerse a pedazos. La puerta oeste cayó rápidamente y sin que casi ningún shinigami pudiera darse cuenta. Cuando el extraño entró, desapareció.

Más lejos de allí, en el cuartel de la División 4, la capitana Unohana rellenaba unos informes sobre los últimos productos farmacéuticos que la División 12 había creado. Parece ser que daban buenos resultados, curaban las heridas más rápido y solucionaban las enfermedades de carácter más común antes que las anteriores, pero uno de los analgésicos producía una extraña erupción en los antebrazos que conseguían quitar con una pomada natural. Dicho percance debía de ser documentado y enviado a la División 12 para que procedieran con las pruebas de rigor para saber que producía tal efecto secundario y, si era posible, eliminarlo.

Se percató de que una aura singular acaba de entrar en su despacho, tan silencioso que casi no lo oyó. Se dio la vuelta y encontró al extraño que había atravesado la puerta minutos antes, apoyado en el marco de la puerta con el hombro, observando con ojos escrutadores lo que hacia la capitana, con unos ojos azules claros que parecían clavarse en ella. No dijo una palabra, conocía aquellos ojos, ya los había visto antes, y los recordaba con cariño y dolor. El joven no se movió un centímetro, continuó observando la escena, esperando ver como se desarrollaba, con una expresión estoica.

- ¿Qué has venido a hacer aquí, Meikram-san?- preguntó guardando la calma y mostrando la expresión tranquila que siempre ofrecía, incluso en los momentos más tensos.

- Me honra que te acuerdes de mi, Unohana taicho. A pesar de que han pasado cerca de 50 años- el extraño sonrió abiertamente al oír su nombre dicho con tanto respeto, cuando él sabía que no se lo merecía.

- ¿Cómo olvidar a uno de los shinigamis más prometedores de la sexta división? Kuchiki taicho sintió mucho la pérdida de su mejor fukutaicho.

- No es cierto, me aborrecería en el mismo momento en que le notificaron mi huida. Le decepcione profundamente al no acatar las reglas, eso seguro. Estamos hablando de Kuchiki Taicho, no pretendas que me crea que me echo en falta.

- Ha tenido 2 tenientes desde tu desaparición, y el mas nuevo es también muy prometedor.

- Abarai Renji, ya sabe usar su bankai, y procede de la 11 y antes que eso de la 5. Lo sabemos.- explicó con una alegre sonrisa Meikram a la capitana, que se quedó un poco desorientada ante la información que poseía su inesperado interlocutor.- Sabemos muchas cosas. Necesito su ayuda, Unohana Taicho. Quiero una entrevista con el viejo.

- ¿Para qué?

- Eso solo le concierne a él. Sé que para citarse con el viejo Yamamoto es necesario que un capitán responda por mí. Teniendo en cuenta que de las 12 opciones, 3 son traidores, lo que nos deja con 9, descartamos al de la 10 por su juventud y a Kuchiki taicho, por motivos evidentes… nos quedan 7… Komamura taicho no le conozco en persona así que dudo que confiase en mí… Soi Fong… trataría de matarme nada mas verme…. Nos quedamos con 5…. Shunsui no es una persona que se tomara en serio esta propuesta e intentaria liarme para acabar bebiendo y hablando de mujeres... como la última vez, y Ukitake me pondria demasiadas trabas mientras escupe sangre... nos quedan 3, y dos de ellos.. weno, uno es un psicopata escondido tras la fachada de un cientifico y… "él" es un caso aparte. En fin, que solo me quedabas tú, Unohana Taicho.- Meikram no oyó los pasos que se acercaban a él rápidamente a tiempo.

- Vaya, vaya, vaya, que tenemos aquí… Meikram sintió como escalofrió le recorría la espalda de abajo a arriba erizándole el pelo.

Dioses, no tenía que haberme ido tanto por las ramas… pensó antes de darse la vuelta y encontrarse con la persona con la que menos ganas tenía de toparse.

- Je je… ¿qué tal, Zaraki-san? Me quiere matar…