Los personajes de Yuri! On Ice NO me pertenecen, son propiedad de Kubo, Yamamoto y estudios Mappa.
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"La Ultima Lagrima"
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El cielo que comúnmente se hallaba pintado de hermoso azul, esa mañana se encontraba teñido completamente de negro, el mundo entero se encontraba sumido en una profunda oscuridad.
La tierra retumbó con la marcha de las legiones del infierno que avanzaban a paso seguro y fuerte a través del portal del infierno que se abrió en la partitura de la tierra, el aire se vio profanado por el olor impuro del inframundo dejando muerte y destrucción a su paso, provocando que los animales de la tierra y el cielo corriesen despavoridos por un refugio para su protección.
Del oscuro cielo comenzaron a caer rayos que parecían partir su extensora por la mitad, el aire comenzó a soplar fuerte, poderoso, imponente y frio, buscaba demostrar su poderío y que no se hallaba indefenso, gritaba con su poderosa voz: ¡Estoy aquí!.
Tres vórtices fueron creadas en la espesura de las negras nubes, la luz dorada emanada del centro de cada vórtice se mostraba cegadora para aquellos débiles e indignos de ello, las trompetas resonaron con fuerza en anuncio de que los vengadores ya estaban allí, habían venido a marcar con su puño de hierro la fuerza de su justicia y el deseo de su venganza por el caído.
Del lado derecho descendió Acrocar de la serpiente, el arconte dominante del cuarto eón, con una media sonrisa dibujada en su rostro, conocido por legiones enteras como el arconte de la sonrisa vengativa puesto que jamás deja de sonreír.
Acrocar descendió haciendo gala de su larga cabellera platinada, ojos dorados como el de las mismas serpientes, piel azulina como era común en la mayoría de los arcontes, la mirada llena de omnipotencia, calma y mucha compasión, vestía una armadura sagrada color dorada y en su cintura portaba su espada.
Por la parte izquierda descendió Arkjeoc del basilisco, regidor del noveno eón, el arconte m as alto, el de mayor noción justiciera, conocido por poner la justicia muy por encima de la venganza, mismo que había perdido parte de su cordura y determinación tras la muerte de su líder, mismo que regía como la persona de mayor importancia dentro de su existencia.
Arkjeoc mantenía una expresión seria y serena, parecía que se mantenía en calma tal y como lo había hecho en toda su existencia, mas sin embargo deseaba con todas sus fuerzas el poder arremeter contra el traidor, pero de hacerlo sabía que sería atacado y probablemente destruido por aquel que no dudaría en hacer uso de su arma sagrada en contra de uno de los suyos, probablemente era lo único que podía mantenerlo en calma. Al menos por ahora.
El noveno eón poseía una larga y lacia cabellera ceniza, ojos plateados, complexión robusta, espalda amplia, mirada suave y facciones endurecidas, vestía con su armadura sagrada en color rosa muy pálido, casi imperceptible y en su espalda su arco y flecha, mismo que deseaba usar en contra de aquel sucio traidor.
Por último y en el vórtice del centro, una hermosa figura comenzó a descender con lentitud, los ojos verdes que brillaban con lus propia por en medio de toda aquella oscuridad, las suaves hebras de cabellos rubios que caían cual cascada llena de vida y delicadamente por sus hombros y espalda, el rostro de porcelana de facciones suaves y casi infantiles, una belleza como ninguna otra.
El arconte, Caracar del gato, regidor del segundo eón, vestía una armadura dorada y en su cuello llevaba un colgante de una patita de oso enlazada a una patita de gato.
Caracar del gato llevo su mano hasta su pecho donde sostuvo el colgante por unos momentos mientras su rostro se llenaba de melancolía y tristeza.
Debajo de los tres arcontes que se alzaban en el cielo, las legiones de demonios se reunían con rapidez mientras celebraban por adelantado lo que para ellos sería su primera –de muchas- victorias contra los arcontes, esos seres superiores al nivel de los arcángeles e incluso más.
El portal del infierno era escoltado por aquel que dirigía las tropas, uno de los más grandes demonios, conocido por todo el mundo, ya fuese en el infierno, la tierra de los humanos e incluso el cielo y todos los niveles de este, un demonio que conquistaba cada paso que daba, el único capaz de provocar el despertar de la venganza del arconte.
Astaroth, el gran duque del infierno.
Al lado derecho de Astaroth avanzaba a paso lento y con la mirada gacha pero una segura sonrisa retorcida, un demonio de aspecto mucho menos grotesco, sin aquellas alas de murciélagos con garras, sin ese color negro cubriéndole el cuerpo, sin el aspecto deformado y sin aquel fétido olor emanando de su piel.
"No existe un ser en el infierno digno de caminar al costado por igual del gran duque del infierno"
Eso es lo que todos decían, pero parecía que el gran duque había encontrado a alguien a quien considerase digno.
El demonio finalmente levanto su cabeza dejando ver su mirada y sonrisa cínica repleta de diversión, aquel a quien se le había acusado de alta traición, el mismo que fue expulsado de los cielos hasta el infierno donde purgaría por sus culpas por el resto de la eternidad, sin embargo el había incluso traicionado su propio poder convirtiéndose en un demonio.
Lucar del oso, regidor del séptimo eón, sub capitán de la legión mayor de arcontes.
—Vaya, no creí que en verdad vendrías solo por mí, gatito –hablo con diversión el demonio-
—¡Mátale de una buena vez! –exigió molesto Arkjeoc-
—Calma –pidió sin borrar la sonrisa de su rostro Acrocar-, creo que ambos sabemos que nuestro muy estimado Caracar sabe lo que debe hacer, ¿no es así?
—Hagan silencio de una buena vez! –pidió el rubio-
—¿Vez lo que provocas Arkjeoc?, ya le has hecho enojar
—Como si me importara, ¿Vas a matarlo o lo hago yo? –exigió respuesta molesto-
—¡He dicho que guardes silencio! –Caracar elevo su brazo derecho donde se materializo una gran lanza dorada cubierta de llamas y apunto al rostro de aquel que osaba darle órdenes mientras mantenía su ceño fruncido-.
—Caracar –le hablo con sutileza Acrocar, demasiado peligroso para ignorar-, estamos aquí para detener a los demonios, no para pelear entre nosotros, trata de no matar a nuestro compañero, al menos por ahora.
Caracar retiro su lanza y volvió su mirada hasta donde Lucar observaba divertido.
Lucar era un arconte de baja estatura, cuerpo ancho, cabellera corta y el único en su clase que tras su creación de arconte su cabello se tiño de negro.
—Luces tan lindo como siempre, mi pequeño gatito –le provoco Lucar-
—No soy tu gatito –le aclaro Caracar-
Lucar sonrió con suficiencia sin dejar de mirar arriba donde los tres arcontes se encontraban, uno sonriente, uno molesto y a punto de explotar por la rabia y uno más que era indescifrable aun para el que lo conocía de toda su existencia. A Lucar no le agradaba del todo que lo viesen desde arriba, su irritabilidad por tal hecho había ido en aumento desde su transformación en demonio y honestamente no lo permitiría más.
Unas extensas alas plumadas se extendieron en su espalda, tan negras como la mística noche, tan grandes y poderosas que podrían intimidar a cualquiera que las viese, cualquiera menos para ellos.
Lucar se alzó en vuelo hasta llegar a la altura de los arcontes que extendieron las alas propias en una acción de defensa más que de ataque.
—Tus alas son tan blancas como siempre, gatito –observo con mirada expresiva-, son tan blancas que me lastiman.
—No soy tu gatito –expreso con menos fuerza que la anterior Caracar-
—Lo eres, tu siempre serás mi gatito, mi dulce y hermoso gatito –se acerco solo un poco pero se detuvo al ver el rechazo del rubio-, mi gatito que ronronea cada vez que acaricio con dulzura su cabeza.
—Detente Lucar –pidió con la voz quebradiza-
—¿Lucar?, no me llamas así desde la segunda guerra mundial de los humanos –miro con tristeza al arconte y bajo su mirada-, realmente estas molesto gatito.
—Lucar es tu nombre, no hay otra forma en la que deba llamarte
—Llámame como me gusta, dime Be…
—¡Silencio!
Lucar salió empujado por los cielos hasta chocar contra el suelo tras que Caracar realizara el sello mágico de silencio y golpe vacío, Astaroth llevo su mirada hasta donde el cuerpo de Lucar quedo enterrado y comenzó a reírse a carcajadas mientras los demonios se volvían locos al ver a su general sonreír divertido.
Lucar se levantó del suelo mientras tosía y se sacudía el polvo antes de levantarse el vuelo de nuevo para regresar al frente de Caracar que lo miraba afligido.
—Rayos gatito –expreso limpiándose la sangre de la comisura de los labios-, realmente tus sellos son buenos.
—Deja de llamarme gatito, Soy Caracar del segundo eón.
—No, tú eres Caracar el gatito del segundo eón y MI Yu…
—¡Silencio Lucar!
—¡Diablos gatito, déjame terminar aunque sea una oración!
Los minutos comenzaron a pasar con rapidez, Lucar observaba con mirada divertida a los ojos afligidos de Caracar que buscaba detener todo ello de alguna forma, quería que todo lo que estaba viviendo no fue más que solo una pesadilla que terminaría en cuanto el despertase en los brazos de aquel hombre que para él era su vida.
Lucar era observado por Astaroth que ya comenzaba a desesperarse por no ver avanzar las cosas, los demonios a sus espaldas se volvían más loco a cada minuto perdido y realmente tenía ganas de dejarlos hacer los que se les viniese en gana, así que hastiado extendió sus alas y se alzó en vuelo hasta donde Lucar se mantenía observando al arconte rubio.
—Has lo que sea que tengas que hacer y empecemos a jugar –hablo fuerte y arrogante el demonio-
—Claro, claro~
—Abandona tu lugar en la legión demoniaca y regresaras para ser juzgado por nuestro creador, ríndete de una buena vez, sabes que nada bueno saldrá si te niegas –espeto Acrocar-
—Caracar –se dirigió al rubio ignorando por completo al arconte de la derecha-, ven conmigo –dijo extendiendo su mano hacia la del arconte blanco-, vivamos juntos nuestra eternidad, quédate a mi lado, no… no me abandones de nuevo.
—Lucar, volvamos a casa, no te abandonare si vuelves conmigo.
—No, sabes que seré condenado al exterminio, quédate conmigo aquí, hazte un demonio a mi lado y seamos felices solo los dos, Caracar, no me dejes solo.
El arconte sintió su corazón latir con fuerza, sentía una sensación de esperanza que le recorría el cuerpo, quería firmemente permanecer al lado de Lucar sin importar la condición de este, quería verlo vivo y no solo en sus recuerdos, quería evitarle el exterminio pero él tenía razón, si volvían a casa el exterminio era lo único que podría esperarle.
Casi por inercia su cuerpo se movió unos pocos centímetros hacia el frente, su mano que había permanecido en su pecho sosteniendo su medalla, se movió un poco como si añorase alcanzar aquella mano que se ofrecía como otras muchas veces, mismas que se encontraban en sus recuerdos, tan frescos como el amanecer.
Todo lo que tuviese que ver con él, perduraría por siempre en sus memorias.
Las miradas de Arkjeoc y Acrocar se centraron en el rubio que se había movido en una evidente acción de aceptación hacia la oscura propuesta del demonio, ambos arcontes se prepararon por si la situación empeoraba y ahora también debían luchar en contra de alguien de su propia raza.
—¿Caracar~? –espetó sin borrar su sonrisa Acrocar-
—¿También vas a traicionarnos? –pregunto con amargura Arkjeoc-, ¡también le darás la espalda a tu familia', reacciona Caracar, él asesino a nuestro líder, nuestro padre.
—Gatito –le hablo con dulzura Lucar logrando confundirlo más-, yo soy tu única familia, yo te amo, yo quiero que seamos felices juntos, yo soy tu pareja, tu eres mi amor, nuestro creador nos ha hecho para estar juntos, mi lugar es a tu lado y el tuyo es al mío, ven amor, quédate conmigo y seamos felices.
Caracar estaba confundido, ¿Quién mentía?, ¿a quién debería creerle?, ¿Qué debía hacer?, ¿con quién debería ir?, no lo sabía, estaba confundido, dolido, herido, perdido en sus propios pensamientos, no quería desertar, darle la espalda a los de su raza, a su creador, a su familia, amigos, a todo lo que es importante para el desde su creación.
¿Debería elegirlos a ellos por encima de su pareja eterna?, no, no podría hacerlo, abandonarlo de nuevo cuando él más lo necesitaba, no podría volver a abandonarlo y…
«Acabare contigo gatito, voy a matarlos a todos, ven gatito, ven para amarte hasta tu final»
Lo comprendió, estaba más claro que el agua, lo hizo a tiempo, antes de que tomase una decisión incorrecta y ya no hubiese retorno, era lo mejor pero dolía, dolía como jamás le había dolido tanto en toda su vida, dolía que su alma se desgarraba y su corazón parecía romperse en muchos pedazos, dolía tanto que incluso sus alas se habían retraído por el dolor punzante y latente en su interior, el dolor que estaba causando estragos en su espíritu.
Lucar cambio su expresión dulce por una dura y fría en cuanto vio a Caracar retroceder con una expresión dolida y rota en su rostro, entonces recordó que el rubio era muy bueno leyendo los deseos del corazón y él había dejado fluir demasiado su deseo de acabar con él, una acción estúpida que le había costado el plan.
—Vaya, parece que lo he echado a perder –recito hipócrita-
— ¡Es hora de jugar niños! –gritó feliz Astaroth a sus demonios que se sumieron en la locura-
Los demonios comenzaron a atacar a animales y humanos por igual aprovechándose de que estos últimos no les pudiesen ver, Lucar avanzo por la derecha pero fue rápidamente detenido por Caracar que se transportó hasta el lugar al instante, realizo el sello mágico de contención y lo lanzo contra las áreas rocosas y despobladas.
Arkjeoc se transportó hasta donde los demonios buscaban atacar a los animales indefensos y les impuso los sellos mágicos de contención y reflejo, los alejo lo más que podía y trataba incansablemente detenerlos a todos a pesar de saber que, aun que eran demonios débiles su número lo superaba en poder y alcance.
Acrocar arremetió contra los demonios que dirigieron sus ataques a los demonios, sabía que no podría recurrir a los sellos puesto que era su obligación proteger no solo las vidas de los humanos, también debía proteger sus almas en caso de que algunos llegasen a perder la vida, los numero después de todo no estaban a su favor, tras pensar en ello ensancho más su sonrisa.
Acrocar era extraño.
Los tres arcontes liberaron su aura correctora creando a su entorno un halo luminoso y cálido que protegía a los de buen corazón y a los arcontes mismos, sin embargo los demonios no se darían por vencidos.
Caracar escucho el llanto perdido de niños dentro de los escombros en los pueblos cercanos, se transportó hasta el lugar donde pudo salvar a los niños, solo al dejarlos en un lugar seguro y tras bajar su guardia por escasos microsegundos, se vio atacado por Lucar que comenzaba a transformarse aún más en un demonio tomando el aspecto de uno.
Caracar detuvo su avance agresivo por el aire y desapareció del lugar antes de ser atacado de nuevo, Lucar sonrió con satisfacción y avanzo hacia los pequeños que habían sido salvados por el rubio, sin embargo este reapareció propiciándole un ataque con el sello de bloqueo lanzándolo lejos de donde los pequeños de hallaban protegidos por su aura de corrector.
Acrocar logro poner a salvo a todas las personas sin borrar la sonrisa de su rostro, pero sabía que las cosas se estaban poniendo feas, Astaroth se hallaba destruyendo todo a su paso mientras reía como un maniaco, era del tipo de demonio que prefiere calentar los motores antes de ´ponerse serio,. Si eso pasaba entonces estarían en un gran problema, pero enfrentarlo ahora también era un problema, ese demonio no se dejaría atrapar tan fácilmente, quizá eran ellos los que debían ponerse serios.
Caracar se elevó alto y observo todo, Acrocar estaba alejando a los demonios y lanzándolos de nuevo hasta en infierno mientras infringía el sello de negación del retorno, hacia todo eso mientras seguía los pasos de Astaroth que parecía divertirse, del otro lado Arkjeoc mantenía su corrección intentando proteger y retener.
Lucar se elevó sin alcanzar la altura de Caracar y lanzo la maldición de la peste y exterminio de la vida en contra de unas personas mayores que luchaban por huir a toda prisa del lugar, estaba sorprendido de la crueldad que mostraba aquel que había sido un arconte ejemplar, sabía que no había forma de detenerlo, ya no tenía más opción.
El rubio dirigió una mirada seria a hasta sus compañeros que le respondiero0n con un asentimiento y seguidamente se elevaron hasta la altura del rubio que quedo en medio de los otros dos, los tres levantaron su brazo derecho hasta la altura del pecho donde abrieron su palma y extendieron sus almas, cerraron sus ojos y comenzaron con una secuencia de cantos en su idioma celestial.
Conforme las palabras surgían de sus labios, de sus palmas surgían jeroglíficos celestiales que fueron formando un círculo poco a poco, terminado el canto, los tres lanzaron el sello en contra de todos los demonios que fueron exterminados, siendo los únicos sobrevivientes al sello Astaroth y Lucar que lucían enfadados por el exterminio de su legión.
Ambos demonios se lanzaron en contra de los tres arcontes, el gran duque del infierno lo hizo con un gran mazo y Lucar con una espada negra repleta de energía negativa de destrucción.
Los tres arcontes tomaron sus armas celestiales mostrando su personalidad hostil, de su cuerpo y alas emanaba un halo sediento de justicia y venganza, se lanzaron en contra de los demonios y comenzaron la lucha.
Por todos los cielos retumbaban el choque de las espadas, los movimientos de la trayectoria fijada del arco y el avance de las flechas, los giros llenos de sedientas llamas de la flecha, el sonido tétrico de la espada y el mazo negro moviéndose de un lado a otro, el ruido de los sellos de protección usados por los arcontes para defender sus cuerpos mientras realizaban los ataques con sus armas en limitación.
La transportación les dio ventaja a los arcontes que mantenían a los demonios alerta, sin embargo Caracar no la tenía fácil mientras luchaba contra Lucar, quien se esforzaba por evitar los sellos y predecir la transportación del rubio.
Acrocar supo que debían terminar su misión lo más rápido posible, cuando al chocar su espada contra el mazo de Astaroth los rayos reventaron cerca mientras una tormenta se destapaba, el uso de demasiada fuerza al desenfundar sus armas creaba cambios en el ecosistema que podrían poner en riesgo la vida en la tierra.
Caracar pudo encestarle varios golpes a Lucar y tirarlo al suelo, libero una sección más de su arma y se elevó junto a Acrocar y Arkjeoc, colocaron su arma junto a su palma extendida al frente y recitaron un cantico en idioma celestial, el círculo mágico de sellado se vio teñido completamente de negro, los tres abrieron sus ojos dejando ver sus pupilas completamente roja.
Lucar intento levantarse pero descubrió que sus extremidades junto a sus alas fueron selladas, Astaroth profirió blasfemias y maldiciones interminables en contra de los arcontes, maldecía a su misma suerte al ver que claramente seria atacado por dos arcontes en su nivel de exterminio, envidio tanto a aquel expulsado que él se encargó de convertir en demonio, y comenzó a reír, no iban a cavar tan fácil con él, después de todo, por algo era el gran duque del infierno.
Acrocar y Arkjeoc liberaron todo el poder retenido en el sello y lo lanzaron contra Astaroth que reía a carcajadas mientras su cuerpo comenzaba a desintegrarse, estaba en su modo maniático donde no paraba de reír, parecía que le divertía el dolor.
Caracar fue el último en liberar su poder, miro a Lucar que yacía de rodillas en el suelo mientras sonreía y lo miraba con amor, como solía mirarlo después de hacer el amor, le dolió el corazón verlo de aquella forma, no más blanco, solo negro, incluso sus ojos que habían sido de un marrón tan claro, ahora eran negros, tan negros como su alma tras la expulsión.
Las lágrimas de Caracar cayeron como dulces cristales puros que rodaron por sus mejillas, Lucar observo aquellos dulces ojitos verdes por última vez, sabía que era su fin, era la única opción tras convertirse en demonio.
El cuerpo de Lucar comenzó a desvanecerse poco a poco mientras una lagrima rodaba por su mejilla, una lagrima que nació de su ojos derecho que había recuperado su color original, sus labios se movieron mientras terminaba de desaparecer…
«Te amo mi Yura, te amo a pesar de tu traición»
El exterminio terminó, los tres recuperaron el color de sus ojos y sus auras de paz, Yuri observo el lugar donde su amado había estado por última vez segundos atrás, una última lagrima recorrió su rostro y entonces murmuro: "Perdóname, Beka, es lo único que pude hacer por ti amor" antes de desaparecer en el cielo junto a sus compañeros.
Hola 7u7
este es mi primer fanfic largo OtaYuri, estará participando en el concuros de Russian Heroes de Wattpad para que me apioyen, espero les guste :3
