Saint Seiya y sus personajes no son de mi propiedad. Marisa y Wolfgang, en cambio, sí lo son.
Paz en medio de la revolución.
Dieciséis años habían pasado desde que Marisa se había marchado del Santuario. Ya no era la misma muchacha que se había marchado de allí, sino que había tenido que endurecerse. En estos dieciséis años había vivido en Rumanía, bajo la dictadura de Nicolae Ceaucescu. El por qué eligió vivir en ese país era todo un misterio, pero ella había logrado vivir una vida como la de todos. Sus años en Austria habían servido, ya que vivía con una familia alemana en Transilvania, específicamente en la ciudad de Cluj. Tantas injusticias cometidas por Ceaucescu con el pueblo en general, hacían que la joven mujer se desanimara, pero recordó haber leído en sus años de estudio que los rumanos reaccionaban muy violentamente a la opresión, después de haber aguantado mucho.
Lo que vio en las noticias aquel 16 de diciembre de 1989 fue algo que la sorprendió por completo, pero que la alegró: la gente por fin se rebelaba a contra Ceaucescu y lo humillaba, pero a la vez se entristeció, ya que sabía que habría consecuencias. Timisoara había dado la pauta, ya que los rumanos decidieron apoyar al reverendo Laszlo Tokes, que era húngaro. Pero de repente recordó que en Transilvania tales muestras de apoyo no eran comunes.
—Aquí el odio está muy arraigado— se dijo, mientras se preparaba para salir. Sabía que era peligroso hacerlo. La Securitatae, la policía al servicio del gobierno, estaría allí, pero no le importaba, no tenía nada que perder.
Lo que no sabía ella era que vería a la persona que menos quería ver después de dieciséis años…
Fue hacia el Bulevar de los Héroes, donde se había planeado una manifestación en contra de Ceaucescu. Marisa podía no ser rumana de nacimiento, pero había elegido ese país y deseaba tanto como los rumanos que hubiese un cambio de gobierno.
Ella no vivía tan mal si se le comparaba con otras personas, pero sabía que el racionamiento de comida, la opresión que vivían las distintas etnias como la húngara y la sajona, y el constante culto a la imagen del dictador no era algo que debiera aguantarse por más tiempo. En eso pensaba la antigua escudera, cuando se vio cara a cara con un guardia de la Securitatae.
La mexicana sintió como su vida pasaba frente a sus ojos cuando el guardia disparó… pero la bala nunca la tocó. Delante de ella había un hombre. El hombre que menos hubiera esperado ver después de dieciséis años.
Kanon de Géminis.
"¿Qué hace él aquí?" Se preguntó, mientras veía al guardia aterrado al ver su balazo detenido por el griego. Luego, el guerrero volteó hacia ella, preguntándole si estaba bien. Ella se limitó a responderle que sí en alemán y a darle las gracias en el mismo idioma. Parecía que Kanon no la había reconocido, así que aprovechó para huir de allí e irse directo a su casa.
Más que asustada por habérselas visto cara a cara con la muerte, estaba sorprendida. ¿Por qué ese hombre, la persona que la había tratado como una estúpida, le había salvado la vida? El único motivo válido para ella, era que no la hubiera reconocido y de hecho, la de ojos grises se sentía más tranquila pensando en ello. Claro, eso no significaba que no iba a volver al Bulevar de los Héroes. De hecho, se había hecho una promesa a sí misma: mientras Ceaucescu no huyera de Bucarest, ella no dejaría de estar en las manifestaciones.
Mientras esto ocurría con aquella antigua escudera, había otro sorprendido. El propio Kanon de Géminis había reconocido a quien había sido escudera de su hermano hacía dieciséis años.
Marisa estaba viva.
—Pero fue a morir a Cabo Sunión… ¿cómo puede ser? ¿Qué hace ella aquí?
El ojiverde fue a una misión. Se decía que Eolo planeaba atacar el Santuario y que su base estaba en Transilvania. Estaba haciendo labores de espionaje allí, pero hasta ahorita no había encontrado pruebas. Claro que no esperaba encontrarse con manifestaciones en todas las calles de Cluj, aunque lo agradecía porque podía pasar desapercibido entre las multitudes.
Pero, tampoco esperaba encontrarse allí con aquella muchacha a la que había despreciado. A veces su recuerdo lo asaltaba y, ahora que lo pensaba, hubiera querido pedirle disculpas.
Aunque vio algo en la mirada de la de ojos grises que no había antes: la dureza de quien ha pasado por demasiadas cosas. ¿Qué la habría hecho cambiar a tal grado? De pronto pensó en seguirla para hacerla volver a Grecia, pero algo le decía que ella no aceptaría eso.
—Pero, puedo quedarme… algo me dice que volverá a este sitio y ya he visto que estos guardias son peligrosos. Debo encontrar la manera de volver a hablar con ella.
Mientras tanto, la mexicana había regresado a su casa, donde fue recibida por la familia con la que vivía, los Müller. Uno de los hijos, Wolfgang, un muchacho rubio, de cabello ondulado y enormes ojos azules, la miró algo preocupado.
—Amiga mía, salir en este momento es demasiado arriesgado. La Securitatae está en todos lados— dijo el sajón, mirándola con algo de aprensión.
—Lo sé, estuve a punto de vérmelas con uno de los malditos guardias. Un hombre me salvó.
—¿Y lo dices así, tan calmada? ¿Viste lo que está pasando en Timisoara?— El rubio se molestó al ver la expresión tranquila de la de ojos grises.
—Sí, están haciendo lo correcto, que es avergonzar al desgraciado de Ceaucescu. ¿No lo ves, Wolfgang? Podríamos vernos libres de la dictadura y, quizás, tu familia y tú podrían marchar a Alemania. En cuanto a mí, me quedaré aquí.
—Marisa… en el caso que pudiéramos emigrar, ¿para qué quedarse en este lugar? Rumanía no tiene futuro. Además, sinceramente, dudo que vayan a deshacerse de ese dictador.
Pero la mexicana no podía ser tan pesimista, excepto en el aspecto de que cualquier intención de que rumanos, húngaros y sajones de llevarse bien, sería aplastado por el peso de la historia. Además, Nicolae Ceaucescu había hecho hasta lo imposible por borrar todo rastro de la cultura magiar y sajona.
—Ya verás, Wolfgang… el demonio no durará más tiempo aquí. Ten fe.
La mujer le dio un abrazo a su casi hermano, mientras este le sonreía. A veces, la de cabello castaño podía ser demasiado optimista para su propio bien, pero eso era lo que le encantaba de esa muchacha.
Digamos que después de pensarlo por un buen tiempo, he decidido subir esto. Es una historia distinta a las que normalmente publico, ya que no tiene un tono divertido. Les presento a Marisa, antigua escudera de Saga. Ella tiene una historia con Kanon, la cual no es muy feliz. Para ser sincera no sé como terminará, pero bueno. De antemano les doy las gracias por leer esto.
