PRÓLOGO
Los bucles y saltos que tiene el destino y la historia son de lo más interesantes para aquél que sabe dónde y cómo buscar. En uno de esos pliegues del tiempo, de esos que quedan ocultos y llenos de polvo, se esconde una historia. Versa sobre un Alto Elfo, como los de su raza, era alto, orgulloso e imponente, pero toda esta majestuosidad se vería desecha al encontrarse en el lago al Espíritu de la Luna que bajó para admirar su propio reflejo en el agua. En silencio, el amor brotó entre ambos y se extendió como una llama que quemase una llanura. Todas las noches, el elfo visitaba aquél lago para avistar a su amada y así fue durante muchos años. Los rumores se esparcieron y muchas personas, amigos y enemigos, intentaron apoderarse para sí mismos del Espíritu, pero todos ellos fueron derrotados por el elfo y la sangre corrió por el lago. Una noche, la etérea figura de la Luna no volvió más y el elfo sintió las sombras de la desesperación cernirse sobre él. Sin embargo, un llanto llamó su atención, un rayo de luz de luna caía entre unos matorrales cercanos, de dónde provenía el lamento. Se acercó y su corazón se vio reconfortado por la visión de un bebé recién nacido envuelto en un manto de plata. Lo alzó en brazos y supo que aquél era el fruto del amor que había protegido con tanta insistencia.
La pequeña creció y, aun siendo una niña, su padre y su gente sabían que aquella era la criatura más hermosa concebida sobre la tierra. Tenía la piel blanca como la misma luna, los cabellos negros como el ónix, los labios rojos cubiertos por la sangre de aquellos que codiciaban egoístamente y en los ojos, el firmamento nocturno.
Muchos salieron en su búsqueda, pero el elfo se la llevó lejos de todo y todos, ocultándose del mundo, hasta que su rastro se perdió en el tejido de la historia.
Se cuentan grandes maravillas, poderes extraordinarios, dones divinos que esta elfa podía otorgar a voluntad, nadie sabe esto con certeza, pero ¡bendito será aquél que tenga la dicha de, aunque sea por error, posar sus ojos sobre ella!
Es una bella leyenda, de las más gastadas de tantas veces que se ha contado. Sin embargo, nuestra historia se desviará hacia otro cauce, al menos hasta que sea el momento de volver a tomar los empolvados volúmenes de la estantería.
