Hola! Aquí les traigo un nuevo one-shot! Espero que les guste, y no se preocupen, no voy a dejar de actualizar "The Dark ANgel UK" ni "The Dark World", ahora estoy trabajando en ambos.

Espero comentarios y criticas CONSTRUCTIVAS! Gracias por leer! Disfruten!

Notas: Estoy en mi época corta-venas así que esperen fics tristes y demás. Me inspiré en la ducha mientras escuchaba "My Immortal" de "Evanescence".

Disclaimer: Hetalia no me pertenece, haría más yaoi y existiría Latin Hetalia!


Arthur Kirkland caminaba por una calle de Londres. Su paso era lento y tranquilo. Miraba el cielo, gris, nublado. Estaba lloviendo y no apartaba su mirada del cielo, sentía como cada gota intentaba limpiar esa tristeza que se cernía sobre su alma. Estaba solo en el mundo. La vida nunca le había sonreído, le había quitado a sus padres y a sus hermanos, se había quedado completamente alejado de la humanidad. Si, tenía un buen trabajo, ganaba mucho dinero. Pero ¿de qué servía si no podía compartirlo con alguien? ¿Si no podía comprarle un regalo a esa persona en especial? ¿Cumplir un pequeño capricho de parte de su acompañante? Pero Arthur Kirkland no tenía nada, no tenía a quien agrazar en las noches de frío, quien le diga "Bienvenido a casa" cuando volviera del trabajo. Alguien que mirara su verdadero yo sin reprocharle nada. Se había vuelto frío como la capital en la que nació. El sol no tocaba su blanca piel y sus verdes ojos perdían el brillo de la vida. Poco a poco Arthur Kirkland se iba apagando.

Cuando sus ropas estuvieron completamente mojadas caminó con paso cansino a un parque y se sentó bajo un gran árbol. Miró las cicatrices de cortes que tenía en los brazos, miró el cielo y le rogó a Dios que le trajera a alguien que pudiera salvarlo. Espero por bastante tiempo una respuesta, pero no la recibió. Dispuesto a ponerle fin a todo se paró para dirigirse a su casa, donde una fina cuchilla le esperaba.

Estaba por irse cuando un azul llamativo captó su atención. Dirigió su mirada hacia el lugar del fugaz color entre ese gris de la ciudad. Se encontró con un par de ojos azules como un cielo que le costaba recordar. Era un azul lleno de vida y vigor, de alegría y niñez. Era un color que lo llenaba.

Sin detenerse mucho a pensar fue hacia el chico dueño de esos ojos. Este estaba caminando por la calle, sin inmutarse por la lluvia y sus ropas mojadas. Esos ojos azules miraron sus ojos verdes. El chico caminó con mayor velocidad hacia Arthur, se paró en frente y lo miró durante un momento. Notó las cicatrices en los brazos y la carencia de vida en los ojos del inglés.

Me llamo Alfred F. Jones.- dijo el muchacho, elevando una mano.

Soy Arthur Kirkland, mucho gusto.- respondió él, estrechándola, sintiendo que un calor desconocido subía por su brazo y llegaba a su corazón.

Tal vez había encontrado a esa persona que tanto había anhelado. Tal vez nunca jamás estaría solo de nuevo. Solo podía agradecerle a Dios, que era grande y todopoderoso, por darle un regalo tan hermoso como ese chico de ojos color zafiro. Sus esmeraldas brillaron con una nueva luz, y con un suave paso comenzaron a caminar por el parque, sin necesidad de hablar. El silencio no era incomodo, si no tranquilizador. Era hermoso. Y ese silencio que los gobernaba los dirigió hacia una cafetería donde Arthur pediría un té de limón y Alfred un capuchino extra cargado. Tomarían tranquilamente sus bebidas y cuando entraran en calor, comenzarían a hablar con tranquilidad. Felices por fin de tener a alguien.